un pájaro en el jardín
decide andar,
y esto es,
no correr, ni huir,
sino justamente
decide andar:
ni echa a andar a secas
ni —por defecto- vuela,
sino que evalúa cuidadosamente
el vértigo del aire
en su pelo
el aroma del espacio vertical
hacia su vientre
y, por otro lado,
la savia de la escarcha
en sus pies
el temblor de sus uñas
enmarañándose
de fondo, curiosamente,
la extraña sensación
de que no tenemos nada más para decirnos
la hoja de gastos no va con la poesía
no es poesía
aunque siga pensando
que tiene algo de inquietante
debitar el alquiler, la luz,
el teléfono
y los domingos abrazados en la cama
del saldo irreversible de palabras como amor
ya no te quiero
terminemos
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