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sábado, 1 de septiembre de 2007

Ocaso de un sembrador

Por tus manos tan cansadas
salpicadas con inviernos,
por los pasos amagados
de esa tarde que no fueron,
y el cansancio de semillas
distraídas por el viento,
por tu cuerpo casi heroico,
con su sonrisa celeste,
a muerto de algodones,
de aradas y de secas,
sin nuevos amaneceres ya,
y sin tiempo
con ese olor acostumbrado a tierra abierta.
Tu corazón seco de brotes y de nostalgias
dejo caer en el surco,
el último sueño de la cosecha temprana.

Enviado por Roberto Attías

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