Este placer de doblarse
dócil, lento, y este dolor de perder
de ayer la forma que me gustaba
mirar, familiar, en el espejo,
y de no ser más que una
contorsión desconocida
—vida de quién?— en mi vida…
Y si no (tú ya lo sabes)
allá al fondo, la amenaza
de romperte en dos pedazos
—vida o muerte, tierra o cielo—
bruscamente, irreparable.
Pedro Salinas, Generación del 27
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