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martes, 14 de octubre de 2008

'Lisboa', de Miguel Pastrana

LA BAIXA Y EL CHIADO


As cousas nao têm significaçao: têm existencia
As cousas sao o único sentido oculto dascousas

ALBERTO CAEIRO

I. POR LA BAIXA


LA Baixa es un crisol de colores pasteles,

cubiertas uniformes, perfiles clasicistas

sobre suaves fachadas; tan dulces como mieles

derramadas en vértigo de imperiales aristas.


Sus mágicas arterias, un huracán de gentes

extrañas, apiladas en los escaparates;

examinando perlas, rubíes transparentes,

o un topacio marino de fulgores granates.


Es éste barrio insigne; calesa represada

en formas y armonía, cuan torrente engarzado

con nobles materiales; la vida escalonada

sobre hirientes terrazas de torso perfumado.


Un sonoro desfile de lujosos salones

son estas avenidas; la bella Rua Augusta,

la vía Aurea o Da Prata; comercios y balcones

que encienden la visión con una ardiente fusta.


Entre rosas, cafés y bancos, el Rossío,

útero de las masas, tálamo ciudadano;

y tornando hacia el sur, en dirección al río,

la Plaza del Comercio, por fin en nuestra mano.


Nuestro ya su delirio de arcadas luminosas

abiertas a las aguas; su leve escalinata

de corte veneciano y algas esplendorosas;

nuestra ya, para siempre, su faz de fría nata.


II. EN EL CHIADO

Arduamente serenos, dejando atrás corrientes,

volvemos nuestro andar hacia el Carmo y Almada;

sabor de tiempo añejo, recónditos ambientes

tiñen de Belle Epoque la vista encandilada.


En magno elevador ascendemos al Chiado;

se descubre el paisaje de viejas librerías,

comercios entrañables, aspecto delicado

junto a los restaurantes y las floristerías.


Se habla entre bastidores de música y pintura,

política o café, y esa ubérrima herida

que en alma de escritor pervive, y supura

la cárdena creación del vencido da vida.


Flota Eça de Queirós en finas cristaleras;

Garret tiene su calle; Pessoa, hierro verde,

lugar asegurado junto a las camareras.

Es el Chiado: ayer que es presente, y que muerde.

Como en un carrusel de gigolós y artistas,

efluvios aromáticos y ancianos elegantes,

gravitan los enjambres de anónimos turistas,

buscando los rincones de esencias rutilantes.


Estamos en el centro de la Lisboa eterna;

el barrio de la moda y la rancia nobleza,

de animadas tertulias, donde el chisme alterna

con la filosofía y el arte en su pureza.


Entre estos rosetones quisiera detenerme

para siempre; dormir, y en asiento invisible,

como Ricardo Reis, mutarme en hierro inerme;

oxidada figura de metal insensible.


‘Lisboa’, Colección Mirador, Ediciones de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles(2008), de Miguel Pastrana

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