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sábado, 3 de enero de 2009

'Los pensamientos de Juan Armas Sánchez'

Creo que el hombre justo es un burlón comediante, en el rostro y en el corazón: que todo en él es mentira: lágrimas, besos, mirada, sacrificio y honor.
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La perfecta hora de comer es, para el rico, cuando tiene ganas; y para el pobre, cuando tiene de qué.
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Hay que comer y beber con tal moderación que nuestras fuerzas se restauren y no se recarguen.
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Amar en espíritu es compadecer, y quien más compadece más ama. Los hombres encendidos en ardiente caridad hacia sus prójimos, es que llegaron al fondo de su propia miseria, de su propia aparencialidad, de su nadería, y volviendo luego sus ojos, así abiertos, hacia sus semejantes, los vieron también miserables, aparenciales, anonadables, y los compadecieron y los amaron.
El hombre ansía ser amado, o, lo que es igual, ansía ser compadecido. El hombre quiere que se sientan y se compartan sus penas y sus dolores. Hay algo más que una artimaña para obtener limosna en eso de los mendigos que a la vera del camino muestran al viandante su llaga o sus gangrenosas manos. La limosna, más bien que socorro para sobrellevar los trabajos de la vida, es compasión. No agradece el pordiosero la limosna al que se la da volviéndole la cara por no verle y para quitárselo de al lado, sino que agradece mejor el que se le compadezca no socorriéndole a no que socorriéndole no se le compadezca, aunque por otra parte prefiere esto. Ved, sino, con que complacencia cuenta sus problemas al que se conmueve oyéndoselas. Quiere ser compadecido, amado.
El amor de la mujer, sobre todo, decía que es siempre en su fondo compasivo, es maternal. La mujer se rinde al amante porque le siente sufrir con el deseo.

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