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martes, 8 de septiembre de 2009

Aquí culmina el comentario de 'El mamantial', poema de Jorge Guillén en Cántico

(Para leer el poema y los antecedentes del comentario, seguir la etiqueta Sobre Cántico. Así de fácil y barato.)

¿Qué? Es la doncella la que se vive, la escultura por la que mana el agua, y la que da vida, porque ella misma es manantial. Sí. Doncella, pura, virgen, sí, pero ese escorzo de piernas, amiga mía, me está representando a una mujer parturienta. No sé cómo lo ves. Y el ‘Tornasol de guijas’ que originalmente me hace pensar (¡qué tontería!, es la única vez que aparece la piedra explícitamente, aparte de en el título) en una escultura, son las colores propios de la vida. Río, vida; guija, piedra lisa en el curso o a la orilla de un río o arroyo.

Me da por pensar también, fíjate, en la curiosidad de que para los aztecas el agua viva fuera una diosa. (Cosa no es posible en el cristianismo.) Es evidente que es la mujer la que tiene la facultad de gestar y alumbrar, de dar la vida. Élla es el agua viva.

Fuente de Venus en el palacio de Het Loo

Y, digo, Jorge ha estado hasta ahora hablándonos de las edades del hombre en masculino, posiblemente. De sí mismo, tal vez. Su historia personal. Ha descrito cómo fue en sí el descubrimiento de toda la luz que encierra el mundo, el niño, el descubrimiento de la palabra, el tiempo perdido en la orilla llenado por dos que caminan juntos…qué sé yó, hablo de memoria. Y ahora otra etapa. Ese querer trepar hasta el cielo tan místico y racional de Jorge (escalas, después de relieves) concluye con la realización del mayor milagro posible y único al alcance del hombre: dar la vida. La mujer, entonces, aparece; ella que da la vida, ella es la diosa del agua viva.

Agua del mar, agua del río…ya aparecieron. Ahora Jorge ha remontado hasta el manantial del agua dulce y viva: la mujer. ‘Y emerge-compacta/ Del río que pudo/ Ser, esbelto y curvo-/Toda la muchacha.’ Para más señas, joven.

(En algún momento anterior a las sentadas de las que saco lo ahora escrito, me dio por pensar que el escorzo de piernas se refería a un cunnilingus. La veía a ella chorrear sin contención, a la dulce muchacha germánica de piel blanca que fue su esposa.Yo lo cuento, qué más dará. Igual la lectura más elaborada que he dado es la que Jorge buscaba para velar esta última.)

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