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martes, 24 de noviembre de 2009

Continuamos el comentario de 'Naturaleza viva', poema de Cántico

(Para leer el poema y el inicio del comentario seguir la etiqueta Sobre Cántico.)

Recordando lo escrito y honestamente pensado y creído en ‘Las soledades interrumpidas’ acerca del amargo canto u oda que suponía el verso (respira ahora), lamento por la invasión y destrucción humana del medio ambiental (de repente me ha sonado mejor que ambiente, qué le voy a hacer), contrasta en este momento y parece en implicancia, contradicción, negado o enfrentado por esta afirmación de la naturaleza viva en la naturaleza destruída y transformada por y con las garras prensiles del animal bípedo y mono teísta. (Los monos más monos no tienen un dios al que adorar, que nosotros sepamos en la pronta fecha del siglo XXI en que escribimos esta obra imperecedera.)
Pero no, no vayamos tan lejos sin continuar la lectura: ‘Un aplomo,/ Mientras, requiere al tacto// Que palpa y reconoce/ Cómo el plano gravita/ Con pesadumbre rica/ De leña, tronco, bosque/ De nogal’.
Y resulta ser que el plano que representa el tablero de la mesa, tan ideal, mental para los ojos mentales, gravita, es afectado por la ley de la gravedad y la tierra lo convoca. Un aplomo (y pienso no en serenidad y circunspección principalmente, sino en plomada) requiere, busca, solicita, pide, reclama, necesita el tacto (qué tocón se ha vuelto Jorge) de la mano del mono, que al así palpar reconoce con pesadumbre (a su vez) la leña que fue tronco en el bosque de nogal. El árbol caído, derribado, vuelto a levantar en el tablero de la mesa con pesar del árbol (aplomo) y del hombre (pesadumbre).

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