la señora Q., cocinera, extraña los guisos carreros
es que en esta casa están todos tan flacos
con esas patitas de guanaco como los que había en Cutral-có
y los mismos cogotes largos
y la misma mirada así, como desde arriba,
- eso sí, una no los ve andar escupiendo por ahí-
y esa guanaca que insiste con que cuente
las calorías, que son esos números tan chiquitos
que traen lo paquetes
y a mí que la vista no me da
y la cabeza menos
-nunca fui buena para los números-
menos calorías
menos calorías, Arminda
me dice
yo no sé que tienen de malo las calorías
si no hay nada más lindo
que el calor
y nunca un guisito
y nunca una buena polenta
nunca nada
piel y huesos voy a quedar.
el señor R., ladrón sensible, muere por amor al arte
nada le gusta más que el aire de una casa a oscuras
cortado en dos por la luz de la linterna
por ese fulgor se mueve, camina
como gato
como cisne siguiendo el caminito de la luna
el scruche viene fácil
la casa vacía
estuche de terciopelo azul
se abre en silencio
y le regala todas sus joyas
ya viene reculando, bolsa al hombro, cuando la ve
ella lo mira con ojos tristes
por encima de un hombro
que parece de arena impalpable
con los dedos de la linterna acaricia
el pelo corto y rojo
la espalda que se abre como un delta y fluye
en las nalgas y los muslos de hembra poderosa
y otra vez los ojos tristes
otra vez los ojos que llaman
y esa boca
quién será este modigliani
se pregunta, celoso
el ruido que hace la bolsa al deslizarse
tapa el clic de la Luger de colección
que dispara tres veces
manchando el cuadro de rojo
qué lástima, alcanza a pensar
mientras se derrumba
Ya sabía, antes de abrir el estuche,
si el brillo era puro o era shomería
ojo de joyero, palabra de scruche,
pero de mujeres ni diome sabía...*
*“Cumplido”. Letra y música de Enrique Cadícamo
En 'Country', de Bruno Di Benedetto, por El Suri Porfiado
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