Hija, si en algún momento,
mientras estás ocupada en crecer
–dura y lícita tarea–
puedes mirarme a los ojos
hazlo.
No te dejes las preguntas
para cuando sea la misma voz
la que cuestione y la que responda.
Mira que en esta familia
tenemos la dolorosa costumbre
de conocernos mejor de muertos.
ALFABETO DE CICATRICES
Con pulso de artificiero
escojo las palabras.
Manejo con tacto
la nitroglicerina de cada sílaba.
Por culpa de palabras mal usadas
a mi corazón lo cruza
un alfabeto de cicatrices.
Muchas gracias y un abrazo, Jesús.
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