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jueves, 13 de mayo de 2010

'Sala para fumadores', poemario póstumo de Nicolás Valencia Redondo (5)

Del invierno en primavera
En ese tiempo en que el temblor propio se disipa
caen las hojas dulcemente,
así los días las recogen y los años me desgarran.
¿Cómo virar de nuevo rumbo al espléndido sueño,
girar la vista a ese hueco que otrora lo soportara
para vivir sin llorar lo que no fue y me alcanza?
¿Por qué dejar que todo acabe si
es el comienzo lo que me alimenta?
¡Te deseo a pesar de que me aceches
e imagino a solas lo que
tan sólo escucho en los días claros, soberbios,
cuya luz anochece los turbios pensamientos!

Las lindes de un incendio
Fue ayer mismo que caminé
por una vereda ardiendo
y hoy no soy capaz de mantenerme enhiesto.

Yo fui niña, yo lo negué,
rasgué la yesca de desconcierto
y vuestra justicia prendió sobre mi cuerpo.

Más no hagas de mí un héroe,
lejos queda de la intención ese invento.
Sólo quiero ser libre, mostrar del sistema el cieno.

Fue ayer mismo que caminé
por una vereda ardiendo.
Con la sentencia a mi favor ya no hay modo.

Consuelo
Mudos los árboles,
rogué un límite a todo aquello
que turbaba mis días,
te exigí un equilibrio en las imágenes.

El lugar del equilibrio lo ocupó una niebla
tan llena de silencio y llagas
difíciles de sanar
que, insinuado el bosque, me adentré sin más.

Temeroso de no encontrar la salida
giré la espalda, viré la vista y
fue como con un gajo de limón
que brotó la lágrima perdida.

Oscuro se oye el coro,
estéril, mi cordura,
ya jamás negaré lo que es mío
pues locos sois vosotros, nuevos muertos de oro.

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