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martes, 16 de noviembre de 2010

El 'Diccionario del diablo' de Ambrose Bierce

S

Sabiduría, s. Tipo de ignorancia que distingue al estudioso.

Saciedad, s. Ese sentimiento, señora, que uno experimentaba por el plato después de tragar su contenido.

Santo, s. Pecador fallecido, revisado y editado. La Duquesa de Orléans refiere que aquel viejo e irreverente calumniador, el mariscal de Villeroi, que en su juventud había conocido a San Francisco de Sales, dijo al oír que lo consideraban un santo: "Estoy encantado de enterarme de que Monsieur de Sales era un Santo. Le gustaba decir groserías y solía trampear a los naipes. Por lo demás, era un perfecto caballero, aunque un tonto".

Saquear, v.t. Tomar la propiedad de otro sin observar las reticencias decentes y acostumbradas del robo. Efectuar un cambio de propiedad con la cándida concomitancia de una banda militar. Apoderarse de los bienes de A y B, mientras C lamenta la oportunidad perdida.

Sarcófago, s. Entre los griegos, ataúd, que, estando hecho de cierta clase de piedra carnívora, tenía la singular propiedad de devorar el cadáver colocado en su interior. El sarcófago conocido por los modernos exequiógrafos es, generalmente, un producto del arte del carpintero.

Satanás, s. Uno de los lamentables errores del Creador. Habiendo recibido la categoría de arcángel, Satanás se volvió muy desagradable y fue finalmente expulsado del Paraíso. A mitad de camino en su caída, se detuvo, reflexionó un instante y volvió.

--Quiero pedir un favor --dijo.

--¿Cuál? --Tengo entendido que el hombre está por ser creado. Necesitará leyes.

--Qué dices miserable! Tú, su enemigo señalado, destinado a odiar su alma desde el alba de la eternidad, ¿tú pretendes hacer sus leyes?

--Perdón; lo único que pido, es que las haga él mismo.

Y así se ordenó.

Sello, s. Marca impresa en ciertos documentos para atestiguar su autenticidad y autoridad. A veces se estampa sobre cera y se agrega al papel, a veces sobre el papel mismo. El sellado, en este sentido, es una supervivencia de la antigua costumbre de inscribir papeles importantes con palabras o signos cabalísticos, para darles una eficacia mágica, independiente de la autoridad que representan. En el Museo Británico se conservan muchos papeles antiguos, en su mayoría de carácter sacerdotal, validados por pentagramas necrománticos y otros artificios tales como las iniciales de palabras usadas en conjuros; y en muchos casos, se estampaban del mismo modo en que se estampan actualmente los sellos. Como así todas las costumbres, ritos y observancias modernos, de apariencia irracional e insensata, tienen su origen en alguna remota utilidad, resulta grato señalar un ejemplo de insensatez antigua que con el tiempo llegó a convertirse en algo útil. Nuestra palabra "sincero" deriva de "sine cero", sin cera, pero los doctos no se ponen de acuerdo sobre si esto se refiere a la ausencia de signos cabalísticos, o a la ausencia de la cera con que antaño se ocultaba el contenido de las cartas a la curiosidad pública. Cualquiera de estas dos opiniones servirá a quien tenga necesidad inmediata de una hipótesis. Las iniciales L.S., que suelen agregarse a las firmas de documentos legales, significan "locum sigilis", el lugar del sello, aunque el sello ya no se use, y éste es un considerable ejemplo del conservatismo que distingue al Hombre de las bestias.

Senado, s. Cuerpo de ancianos que cumple altas funciones y fechorías.

Sepulcro, s. Lugar en que se coloca a los muertos hasta que llegue el estudiante de medicina.

Símbolo, s. Algo cuya presunta función es tipificar o representar otra cosa. Muchos símbolos son meras "supervivencias", cosas que no teniendo ya utilidad siguen existiendo porque hemos heredado la tendencia a fabricarlas: como las urnas funerarias talladas en los monumentos recordatorios. Antaño eran urnas verdaderas que contenían las cenizas de los muertos. No podemos dejar de hacerlas, pero podemos darles un nombre que disimule nuestra impotencia.

Sofisma, s. Método de discusión de un adversario, que se distingue del nuestro por una hipocresía y necedad claramente superiores. Lo usaron los últimos sofistas, secta griega de filósofos que comenzaron por enseñar la sabiduría, la prudencia, la ciencia, el arte, y en suma todo lo que deben saber los hombres, pero se extraviaron en un laberinto de retruécanos y en una bruma de palabras.

Solo, adj. En mala compañía.

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