Horas alegres que pasáis volando
porque a vueltas del bien mayor mal sienta;
sabrosa noche que en tal dulce afrenta
el triste despedir me vas mostrando;
importuno reloj, que apresurando
tu curso, mi dolor me representa;
estrellas con quien nunca tuve cuenta,
que mi partida vais acelerando;
gallo que mi pesar has denunciado;
lucero que mi luz va obscureciendo;
y tú, mal sosegada y moza aurora;
si en vos cabe dolor de mi cuidado,
id poco a poco el paso deteniendo,
si no puede ser más, siquiera un hora.
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Por repararse de una gran tormenta
con que el cielo una noche amenazaba,
debajo de un alto olmo suspiraba
temeroso Vandalio en tal afrenta.
No que con las ovejas tenga cuenta,
ni el temor de los lobos recelaba;
antes un ruiseñor que allí cantaba,
la historia de su mal le representa.
Piadoso, (a) la avecilla enamorada
dijo: «¿Qué así te afliges y cantando
muestras la tempestad tener en nada?
¿Qué haremos los dos, pues que llorando,
nuestro triste cantar tan poco agrada?»
«¿Qué? -dijo el ruiseñor- Morir amando.»
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