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lunes, 7 de marzo de 2011

Sonetos de Gutierre de Cetina

Triste avecilla que te vas quejando
por feos ramos y por turbias fuentes,
pues que no son mis males diferentes,
vente agora aquí do estoy llorando.

Verásme de pesar desesperando,
de placer apartado y de las gentes,
después que aquellos ojos son ausentes,
por quien vivo muriendo y suspirando.

Tú lloras tu soledad y yo la mía:
consolémonos los dos pues que tenemos
una misma razón de estar muriendo.

Y aquí, desamparados de alegría,
por aquellos desiertos andaremos
en llantos tristes continuo gimiendo.

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Padre Océano, que del bel Tirreno
gozas los amorosos abrazados,
de gloria, si sintieses mis cuidados,
cuanto yo de pesar, estarías lleno.

En la parte del cielo más sereno,
para colmar la cima de tus hados,
vi a tu hijo bañar los delicados
pies de una ninfa que nació en su seno.

«¡Ay, quién fuese hora tú!», yo le decía,
y de puro celoso lo enturbiaba
con llanto que del alma me salía.

Mas él, que tanto bien comunicaba,
mientras con mi llorar lo revolvía,
claro en sus ondas mi dolor mostraba.

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