Ángel Guinda (Zaragoza, 1948) es autor de los manifiestos «Poesía y subversión», «Antimanifiesto», «Poesía útil», entre otros, y del ensayo El mundo de poeta, el poeta en el mundo. Ha publicado los libros de poemas Vida ávida, El almendro amargo, Conocimiento del medio, La voz de la mirada, La llegada del mal tiempo, Biografía de la muerte, Toda la luz del mundo, Claro interior, Poemas para los demás y Espectral. Ha sido recogido en numerosas antologías, ha sido traducido al italiano, sueco, búlgaro, checo y asturiano. Además, ha realizado la compilación Yin. Poetas aragonesas 1960-2010.
Escribo con palabras
rotundas y sencillas,
con palabras de pan,
de aceite, vino, agua,
de casa, de la calle,
con ideas en bruto,
para que tú me entiendas.
Escribo con palabras
de grito y de silencio,
de azúcar, semen, sal.
Con palabras de barro.
de madera, de sangre,
de cemento, de plástico,
de hierro y de cristal.
Con palabras de carne,
con palabras de luz,
de sombra, transparentes.
Con palabras de vida,
con palabras de tiempo,
con palabras de amor,
con palabras de odio.
Escribo con semillas.
Sencillamente, escribo.
Escribo como vivo.
Escribo como soy.
(Ángel Guinda)
Alberto García-Teresa (Madrid, 1980), licenciado en Filología Hispánica, escribe crítica literaria en diferentes medios. Es autor de los poemarios Hay que comerse el mundo a dentelladas y Oxígeno en lata y de la plaqueta Las increíbles y suburbanas aventuras de la Brigada Poética. Sus poemas han sido traducidos al francés, al serbio y al macedonio, y ha sido recogido en varias antologías también por sus cuentos y microrrelatos. Ha seleccionado distintas recopilaciones de relatos fantásticos y de terror.
UN ECONOMISTA
Un economista no sabe qué hacer con un arco iris.
No entiende el aleteo de una abeja,
por qué trinan escandalosamente las gaviotas,
qué guarda una camada en su madriguera.
Se inquieta ante un caracol que,
sobre una brizna empapada de rocío,
indiferente se despereza.
Ante el murmullo chispeante de un río,
ante un eclipse inundado de estrellas,
ante tu sonrisa o una mano abierta,
agita desconcertado su cabeza.
Un economista no escucha la memoria
ni atiende al compás de los latidos.
No sabe buscar tanteando en silencio la belleza
en toda palpitación dichosamente tendida
a la luz, al viento, a la alegría.
Un economista aún busca con vehemencia
con qué moneda comprar la vida.
(Alberto García-Teresa)
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