¡Actualidad! Tan fugaz/ En su cogollo y su miga,/ Regala a mi lentitud/ El sumo sabor a vida. Jorge Guillén
Páginas
▼
martes, 31 de enero de 2012
'Funerales de Atahualpa' y 'Vejez del sátiro', sonetos de Leopoldo Díaz (5, y fin)
FUNERALES DE ATAHUALPA
Abrumado entre férreas ligaduras,
Por su rescate, un monte de oro ofrece
Al vencedor, que conmover parece,
Atahualpa, en sus hondas desventuras
Inflexible ante tantas amarguras,
Su sed de sangre el español acrece;
Y el Inca en el patíbulo perece
Desgarradas las nobles vestiduras.
Conságrale grandiosos funerales;
Y al pasar junto al féretro, en que inerte
Yace el vástago ilustre de una raza,
Pizarro, que medita en sus rivales
Siente el hálito frío de la muerte,
Y tiembla, bajo el yelmo y la corona.
VEJEZ DEL SÁTIRO
Oculto por la fronda de vívidos reflejos
Y refrenando impulsos de lujurias extrañas,
Vi pasar el desfile de nupciales cortejos
Al eco jubiloso de tímpanos y cañas.
¡Cómo la luz bruñía las fértiles campañas!
Cantaban los arroyos fugaces a lo lejos;
Y la envidia sentí morderme las entrañas
Y deshojé los cálices de los mirtos bermejos.
El hondo enigma aclaro que mi envoltura encierra:
Mi origen es divino; mi pie me ata a la tierra;
Y por mi sangre corren los gérmenes lascivos.
Así, cuando atravieso del monte por las abras,
Me miran dulcemente las trepadoras cabras
Y me siguen saltando confraternales chivos.
Abrumado entre férreas ligaduras,
Por su rescate, un monte de oro ofrece
Al vencedor, que conmover parece,
Atahualpa, en sus hondas desventuras
Inflexible ante tantas amarguras,
Su sed de sangre el español acrece;
Y el Inca en el patíbulo perece
Desgarradas las nobles vestiduras.
Conságrale grandiosos funerales;
Y al pasar junto al féretro, en que inerte
Yace el vástago ilustre de una raza,
Pizarro, que medita en sus rivales
Siente el hálito frío de la muerte,
Y tiembla, bajo el yelmo y la corona.
VEJEZ DEL SÁTIRO
Oculto por la fronda de vívidos reflejos
Y refrenando impulsos de lujurias extrañas,
Vi pasar el desfile de nupciales cortejos
Al eco jubiloso de tímpanos y cañas.
¡Cómo la luz bruñía las fértiles campañas!
Cantaban los arroyos fugaces a lo lejos;
Y la envidia sentí morderme las entrañas
Y deshojé los cálices de los mirtos bermejos.
El hondo enigma aclaro que mi envoltura encierra:
Mi origen es divino; mi pie me ata a la tierra;
Y por mi sangre corren los gérmenes lascivos.
Así, cuando atravieso del monte por las abras,
Me miran dulcemente las trepadoras cabras
Y me siguen saltando confraternales chivos.
lunes, 30 de enero de 2012
'Observaciones y máximas de Blas' (8), de Noel Clarasó, Incontrovertibles
INCONTROVERTIBLES
Un viaje de novios en el que a la llegada hay algún viajero de menos que a la salida, siempre ha sido un fracaso.
Solo hay un sistema seguro para vivir cien años: cuidarse muy bien a los noventa y nueve.
En los teatros, siempre que los espectadores en las butacas hacen más ruido que los actores en el escenario, se rompe el equilibrio para el desarrollo normal de la obra.
Aun el que no sabe nada de sus antepasados, ha tenido tantos como otro cualquiera.
La paz no siempre se encuentra dentro de casa: pero el hogar sí.
Un viaje de novios en el que a la llegada hay algún viajero de menos que a la salida, siempre ha sido un fracaso.
Solo hay un sistema seguro para vivir cien años: cuidarse muy bien a los noventa y nueve.
En los teatros, siempre que los espectadores en las butacas hacen más ruido que los actores en el escenario, se rompe el equilibrio para el desarrollo normal de la obra.
Aun el que no sabe nada de sus antepasados, ha tenido tantos como otro cualquiera.
La paz no siempre se encuentra dentro de casa: pero el hogar sí.
sábado, 28 de enero de 2012
viernes, 27 de enero de 2012
'Al pie de la letra', poemario de Rosario Castellanos, al completo
La enemistad, que preside todas nuestras relaciones, no nos impedirá amar.
SAINT-JOHN PERSE
AL PIE DE LA LETRA
Desde hace años, lectura,
tu lento arado se hunde en mis entrañas,
remueve la escondida fertilidad, penetra
hasta donde lo oscuro -esto es lo oscuro: roca-
rechaza los metales con un chispazo lívido.
Plantel de la palabra me volviste.
No sabe la semilla de qué mano ha caído.
Allá donde se pudre
nada recuerda y no presiente nada.
La humedad germinal se escribe, sin embargo,
en la celeste página de las constelaciones.
Pero el que nace ignora, pues nacer es difícil
y no es ciencia, es dolor, la vida a los vivientes.
Lo que soñó la tierra
es visible en el árbol.
La armazón bien trabada del tronco, la hermosura
sostenida en la rama
y el rumor del espíritu en libertad: la hoja.
He aquí la obra, el libro.
Duerma mi día último a su sombra.
CRÓNICA FINAL
I
Lo dijimos entonces.
Cuando los años de la cobardía,
cuando toda la tierra hedió de las entrañas
podridas del augur y enormes animales
mugieron en los páramos nocturnos.
Lo dijimos entonces. Cuando quedamos huérfanos
y la mentira se hizo madrastra nuestra y fue
dispensadora del pan amargo, escanciadora del agrio vino,
dueña, en fin, de la celda y de la triste lámpara.
Como la enfermedad
tiñe de su color al ictérico, así
la mentira sudaba en nuestros poros.
Vendimos la memoria y por befa trocamos
la alegría, por sarcasmo la esperanza.
Fraude era la palabra en nuestra boca.
II
Dijimos soledad entonces. Lo que dice
la rama cuando cae desgajada,
lo que dicen las tapias cuando se vuelven sordas.
Y mentimos. No era soledad. Era miedo
y, locos ya, girábamos dentro de la prisión
como la rata que oye
primero que el marino los ruidos del naufragio.
III
No estábamos aparte. Parentesco
estableció entre todos la desgracia,
y la cautividad
une más que la leche y que la sangre.
Criaturas padecían a nuestro alrededor
y volvían, suplicantes, la mirada a nosotros
desde su desamparo.
¿Qué les dimos? ¿La voz que no tenían,
los ojos que faltaban a sus lágrimas,
un corazón que fuera la casa de su angustia?
No, sino la respuesta de Caín,
la espalda del que niega, del que huye.
IV
¿Es lícito que el árbol
diga que no al invierno?
¿Puede acaso romper
su órbita la estrella tributaria?
Y nosotros, menores todavía,
quisimos traicionar nuestro destino,
convertirnos en perros del festín,
en fimbria de la capa
que va lamiendo el paso de los reyes.
O en el arma que empuña el poderoso.
V
He aquí que llegamos
a los días de la consumación.
En las manos del viento
la antorcha del placer flameó hasta extinguirse
y sus pies pisotearon la corona del triunfo,
y arrancó su violencia
a los rostros la máscara de la desigualdad:
sólo víctimas yacen bajo de los escombros.
Un gran demonio mudo anudó en nuestra lengua
el nudo del silencio.
Nuestra historia la escribe
reptando entre cenizas la serpiente.
IMAGEN
I
Mundo como la ola, frecuente, repentino
en sus apariciones;
centelleante como ella,
como ella coronado de lo perecedero.
II
La ola que levanta
con ademán de capitán invicto
cien y mil y mil veces el escudo
vencedor del que ama y aun del que contempla.
El que contempla, ése soy yo: el ímpetu
detenido en la orilla como el pájaro
de los acantilados.
Garra sobre la roca
y nada más. La órbita del ojo.
El puro alrededor de la mirada.
III
El que contempla, pájaro de las emigraciones.
Porque la ola exhala
una densa humareda de exterminio.
Alzo el vuelo. Allá voy. Y llevo entre los párpados
una imagen que tiembla
en su hermosura como en una lágrima.
APORÍA DEL BAILARÍN
A Rodolfo Reyes Cortés
Agilísimo héroe:
tu cerviz no conoce este yugo de buey
con que la gravedad unce a los cuerpos.
En ti, exento, nacen,
surgen alas posibles.
Narciso adolescente.
La juventud se ha derramado en ti
cual generoso aceite
y te unge los muslos
y abrillanta el volumen de tu torso.
¿Qué buscas más allá
del movimiento puro y calculado,
del frenesí que agita el tirso de los números?
¿Qué convulsión orgiástica se enmascara en el orden?
Velocidad y ritmo
son deleitoso tránsito y no anhelado término.
Elevas la actitud,
el gesto, el ademán,
hasta el más alto punto de la congelación.
Y la danza se cumple en el reposo.
Pues el oculto nombre
de la deidad que sirves, oh bailarín, es éste:
voluntad estatuaria.
EPITAFIO DEL HIPÓCRITA
Quería y no quería.
Quería con su piel y con sus uñas,
con lo que cambia y cae; negaba con sus vísceras,
con lo que de sus vísceras no era aserrín, con todo
lo que latía y sangraba en sus entrañas.
Quería ser él y el otro.
Siamés partido a la mitad, buscaba
la columna de hueso para asirse, colgar
su cartilaginosa consistencia de hiedra.
Mesón desocupado,
actor, daba hospedaje al agonista.
Gesticulaba viendo su sombra en las paredes,
deglutía palabras sin sabor, eructaba
resonando en su vasta oquedad de tambor.
Ensayaba ademanes
-heroico, noble, prócer-
para que al desbordarse la lava del elogio
lo cubriera cuajando después en una estatua.
No a solas ¡nunca a solas!
dijo el brindis final,
alzó la copa amarga de cicuta.
(Mas no bebió su muerte sino la del espejo.)
DIÁLOGO DEL SABIO Y SU DISCÍPULO
-Cuando decimos "yo"
nos atamos al cuello una vocal redonda,
una cuerda de ahorcar; nos taladramos
la nariz con un aro como el que rige al buey;
nos ceñimos grillete de prisionero.
Círculo de exclusión, rómpelo, sáltalo.
Tus ojos son poliédricos como los de la avispa.
Cuando lo miras tú se quiebra el mundo.
Pero los cielos narran lo que saben:
"El tiempo no es la tenia que añade día a los días.
Su transcurrir continuo, su historia, es la de un río".
Y los del coro cantan:
"Aquí y allá; los cuatro
puntos; las dieciséis atmósferas; los siete
mares, los veinte climas,
lo numerable, en fin, es uno y único".
No estás solo y aparte.
Tú le dueles a Dios; el universo
se hace pequeño en ti; se hace ciego, borracho.
Y loco.
Algo te roban si una estrella cae.
Tu furia tiene hocico de tigre, tu memoria
cabeza de elefante y tu curiosidad
pescuezo de jirafa.
¿Dónde, para apuntar la flecha, está tu centro?
¿En quién te va a matar la muerte?
-En los que amo.
PIEDRA
La piedra no se mueve.
En su lugar exacto
permanece.
Su fealdad está allí, en medio del camino,
donde todos tropiecen
y es, como el corazón que no se entrega,
volumen de la muerte.
Sólo el que ve se goza con el orden
que la piedra sostiene.
Sólo en el ojo puro del que ve
su ser se justifica y resplandece.
Sólo la boca del que ve la alaba.
Ella no entiende nada. Y obedece.
DOS MEDITACIONES
I
Considera, alma mía, esta textura
áspera al tacto, a la que llaman vida.
Repara en tantos hilos tan sabiamente unidos
y en el color, sombrío pero noble,
firme, y donde ha esparcido su resplandor el rojo.
Piensa en la tejedora; en su paciencia
para recomenzar
una tarea inacabada.
Y odia después, si puedes.
II
Hombrecito, ¿qué quieres hacer con tu cabeza?
¿Atar al mundo, al loco, loco y furioso mundo?
¿Castrar al potro Dios?
Pero dios rompe el freno y continúa engendrando
magníficas criaturas,
seres salvajes cuyos alaridos
rompen esta campana de cristal.
LINAJE
Hay cierta raza de hombres
(ahora ya conozco a mis hermanos)
que llevan en el pecho como un agua desnuda
temblando.
Que tienen manos torpes
y todo se les quiebra entre las manos;
que no quieren mirar para no herir
y levantan sus actos
como una estatua de ángel amoroso
y repentinamente degollado.
Raza de la ternura funesta, de Abel
resucitado.
EL OTRO
¿Por qué decir nombres de dioses, astros,
espumas de un océano invisible,
polen de los jardines más remotos?
Si nos duele la vida, si cada día llega
desgarrando la entraña, si cada noche cae
convulsa, asesinada.
Si nos duele el dolor en alguien, en un hombre
al que no conocemos, pero está
presente a todas horas y es la víctima
y el enemigo y el amor y todo
lo que nos falta para ser enteros.
Nunca digas que es tuya la tiniebla,
no te bebas de un sorbo la alegría.
Mira a tu alrededor: hay otro, siempre hay otro.
Lo que él respira es lo que a ti te asfixia,
lo que come es tu hambre.
Muere con la mitad más pura de tu muerte.
FALSA ELEGÍA
Compartimos solo un desastre lento.
Me veo morir en ti, en otro, en todo,
y todavía bostezo o me distraigo
como ante el espectáculo aburrido.
Se destejen los días,
las noches se consumen antes de darnos cuenta;
así nos acabamos.
Nada es. Nada está
entre el alzarse y el caer del párpado.
Pero si alguno va a nacer (su anuncio,
la posibilidad de su inminencia
y su peso de sílaba en el aire),
trastrna lo existente,
puede más que lo real
y desaloja el cuerpo de los vivos.
LA VELADA DEL SAPO
Sentadito en la sombra
-solemne con tu bocio exoftálmico; cruel
(en apariencia, al menos, debido a la hinchazón
de los parpados); frío,
frío de repulsiva sangre fría.
Sentadito en la sombra miras arder la lámpara.
En torno de la luz hablamos y quizá
uno dice tu nombre.
(Es septiembre. Ha llovido.)
Como por el resorte de la sorpresa, saltas
y aquí estás ya, en medio de la conversación,
en el centro del grito.
¡Con qué miedo sentimos palpitar
el corazón desnudo
de la noche en el campo!
CIUDAD BAJO EL RELÁMPAGO
A medianoche corre su caballo
(Jobel, zacatonal, valle para el galope).
Buen jinete, el espanto
espolea -hasta el relincho- la bestia ante la casa
donde yace dormida la memoria.
Hora de recordar lo smuertos. Ven,
busca tu hijo, soltera.
Viudo, tienta la almohada aún tibia. Y tú, asesino,
remeda el estertor violento de tu hermano.
Zigzaguea en el cielo un resplandor de espada.
A esta lívida luz
¡qué honda es la cicatriz del ceño trágico!
NOCTURNO
Me tendí, como el llano, para que aullara el viento.
Y fui una noche entera
ámbito de su furia y su lamento.
Ah, ¿quién conoce esclavitud igual
ni más terrible dueño?
En mi aridez, aquí, llevo la marca
de su pie sin regreso.
NOSTALGIA
Ahora estoy de regreso.
Llevé lo que la ola, para romperse, lleva
-sal, espuma y estruendo-,
y toqué con mis manos una criatura viva:
el silencio.
Heme aquí suspirando
como el que ama y se acuerda y está lejos.
MONÓLOGO DE LA EXTRANJERA
Vine de lejos. Olvidé mi patria.
Ya no entiendo el idioma
que allá usan de moneda o de herramienta.
Alcancé la mudez mineral de la estatua.
Pues la pereza y el desprecio y algo
que no sé discernir me han defendido
de este lenguaje, de este terciopelo
pesado, recamado de joyas, con que el pueblo
donde vivo recubre sus harapos.
Esta tierra, lo mismo que la otra de mi infancia,
tiene aún en su rostro,
marcada a fuego y a injusticia y crimen,
su cicatriz de esclava.
Ay, de niña dormía bajo el arrullo ronco
de una paloma negra: una raza vencida.
Me escondía entre las sábanas
porque un gran animal
acechaba en la sombra, hambriento, y sin embargo
con la paciencia dura de la piedra.
Junto a él ¿qué es el mar o la desgracia?
o el rayo del amor
o la alegría que nos aniquila?
Quiero decir, entonces,
que me fue necesario crecer pronto
(antes de que el terror me devorase)
y partir y poner la mano firme
sobre el timón y gobernar la vida.
Demasiado temprano
escupí en los lugares
que la plebe consagra para la reverencia.
Y entre la mutitud yo era como el perro
que ofende con su sarna y su forncación
y su ladrido inoportuno, en medio
del rito y la importante ceremonia.
Y bien. La juventud,
aunque grave, no fue mortal del todo.
Convalecí. Sané. Con pulso hábil
aprendí a sopesar el éxito, el prestigio,
el honor, la riqueza.
Tuve lo que el mediocre envidia, lo que los
triunfadores disputan y uno solo arrebata.
Lo tuve y fue como comer espuma,
como pasar la mano sobre el lomo del viento.
El orgullo supremo es la suprema
renunciación. No quise
ser el astro difunto
que absorbe luz prestada para vivificarse.
Sin nombre, sin recuerdos,
con una desnudez espectral, giro
en una breve órbita doméstica.
Pero aún así fermento
en la imaginación espesa de los otros.
Mi presencia ha traído
hasta esta soñolienta ciudad de tierra adentro
un aliento salino de aventura.
Mirándome, los hombres recuerdan que el destino
es el gran huracán que parte ramas
y abate firmes árboles
y establece ensu imperio
-sobre la mezquindad de lo humano- la ley
despiadada del cosmos.
Me olfatean desde lejos las mujeres y sueñan
lo que las bestias de labor sí huelen
la ráfaga brutal de la tormenta.
Cumplo también, delante del anciano,
un oficio pasivo:
el de suscitadora de leyendas.
Y cuando, a medianoche,
abro de par en par las ventanas, es para
que el desvelado, el que medita a muerte,
y el que padece el hecho de sus remordimientos
y hasta el adolescente
(bajo de cuya sien arde la almohada)
interroguen lo oscuro en mi persona.
Basta. He callado más de lo que he dicho.
Tostó mi mano el sol de las alturas
y en el dedo que dicen aquí "del corazón"
tengo un anillo de oro con un sello grabado.
El anillo que sirve
para identificar a los cadáveres.
UNA PALABRA PARA EL HEREDERO
Heme aquí, el heredero con su haber: apellido
que empurpuró la fama
y una mansión en ruinas.
Aquí la planta del jardín, que antaño
era lujo y adorno,
hoy medra devorando lo construido.
¡Ah, me asfixio entre muros!
¡Dejad sus reinos a la lagartija
y a la araña el rincón en donde teje
el sudario para mi antepasado!
¡Al pozo los fantasmas! Y para el aire (el aire
en el que se difunden un aroma y un eco
que niguno exhaló y nadie reconoce)
¡condenad las ventanas y las puertas,
cerrad con triple llave los candados!
Pues ¿quién soy yo, paseante de una ciudad que duerme?
A ratos me detengo
reclinado en el tronco del monólogo.
Soy menos que mi nombre:
mi voluntad ya no es heraldo de mi sangre.
Hago lo que no hicieron los que vivían: sueño.
A veces rememoro y se encabrita en mí
el potro del heroísmo y la rapacidad,
el ulular del rapto.
Y las figuras cruzan
con esa libertad magnífica y triunfante
de los hechos pretéritos.
No, no escuchéis mi pulso. Su latido es tan débil
como el del grillo oculto en la hojarasca.
¿Qué riendas podría asir mi puño? ¿Qué ambición
no pierde lozanía si soy quien la sustenta?
Ay, me hice bachiller en minuciosidades.
He aprendido la ciencia de lo furtivo y
de lo que se agazapa.
Ciencia del usurero y del cobarde.
Ved mi botín después de la pelea:
no es más que una perdiz de torpe vuelo.
¿Quién me castró de mi posteridad?
¿Quién me puso esta giba monstruosa del pasado?
Quedaré donde estoy, como esos recipientes
a los que se obstruyó el desaguadero.
Se va empozando en mí, por centurias, el tiempo.
Se mueve y no transcurre. Se agita y permanece.
Su pura transparencia no se turba jamás
con la piedra violenta de los actos.
RELATO DEL AUGUR
I
Antes que amaneciera nos encontramos juntos.
Como quien sale de un sopor nos vimos
y a oscuras nos buscamos las caras y los nombres.
Y dijimos: hermanos seremos de una misma
memoria, de unos mismos trabajos y esperanzas.
El principio fue así. La niebla, último aliento
de la noche, jugaba a enloquecernos.
Nos mostraba figuras de monstruos, nos hacía
tropezar siempre con la misma piedra
y partir y volver, después de mucho andar,
al sitio del que habíamos partido.
Fueron estos los años de peregrinación
y uno fue dicho "el del jadear penoso"
y otro "el del sobresalto" y "el del rastro falaz".
El muerto se moría y su muerte nos era
afrenta, deserción, pacto incumplido
y juramento roto.
Lo abandonábamos a la intemperie,
al buitre, al que devora carroña, al exterminio.
Pues aun este misterio no nos era sagrado.
Íbamos en manada como los animales;
nuestros caciques eran Hambre y Miedo
y el freno que tascábamos se llamaba Peligro.
Pero alguno sentía ya dentro de su entraña
el espasmo del dios,
la quemadura de la profecía.
Al fin prevaleció sobre sus adversarios.
Pasamos a ser hombres que llevan a su espalda
un cargamento, un peso, un ídolo, un destino.
A veces nos hablaba la ceniza,
nos hacía señales el viento, nos dictaba
mandatos la hojarasca.
Y muy pronto quisimos saber más,
hurgar la voluntad a la que obedecíamos,
arrancar su secreto a la mudez del mundo.
Así fue como abrimos corazones,
como despedazamos materias, como hicimos
de toda cosa augurio, y del destazador,
del cuchillo, su intérprete.
Empezamos entonces a atesorar palabras.
El sabidor, el dueño, llegó a ser poderoso.
Estaba aparte, solo. Un día ya no quiso
continuar por su pie. Y otros, los hombrecillos
que no entienden y tiemblan,
se pusieron las andas sobre el hombro.
De tal modo, la marcha
se hizo lenta y difícil para muchos.
Rendidos de fatiga
dormíamos oyendo murmullos: bestezuelas
que palpitan y medran en la sombra;
cuchicheos de mujeres, suspiros sofocados,
el llanto del que nace
y el gemido angustioso del que sueña.
Alguno, antes que nadie
escrutó la tiniebla.
Miró hacia el firmamento nocturno (para ti,
para mí -desatentos-,
imagen de mazorca desgranada)
y halló la ley y el número.
¿Quién de los caminantes
dijo: hasta aquí llegamos?
¿La preñada de huella doble? ¿El cojo?
¿El anciano reumático? ¿El hombre que medita?
¿O el pájaro que iba delante de nosotros?
Pero la tribu unánime
se detuvo y hundió
su cayado, con fuerza de raíz, en la tierra.
Sobrevino la hora
del constructor y de los fundadores.
Cada uno, como el árbol,
era él y el contorno que amparaba su sombra.
Y por primera vez sembramos nuestros muertos.
II
He aquí la heredad: el valle, el valle.
Cerros donde los dioses se quebraron las manos,
lava de las catástrofes antiguas.
La luz húmeda, siempre recién manada; el breve
espejo y el relámpago del agua.
Y sobre la extensión del aletazo
del águila y el pico
curvo y la uña rapaz.
III
Merodeamos en los alrededores
del pueblo establecido y las ciudades prósperas.
Comimos alimañas,
hojas inmundas,
moscos.
Acechador, ladrón, tal era nuestro mote.
(Y en silencio pulíamos la punta de la flecha.)
IV
Aguardamos el turno,
la hora de nutrir las potencias famélicas.
He aquí que el sol nos exigió tributo,
que la noche bramaba buscando su alimento.
Y fuimos laboriosos:
sacerdotes, artífices, guerreros.
¡Qué esfuerzo el de la piedra
cuando por su vagina transitaba
la arista ruda de la geometría!
¡Qué clamor el del tronco, cuando talado y hueco,
resonaba invocando a los divino!
En fiesta, en embriaguez, en frenesí,
dimos lo que teníamos: la riqueza y la sangre.
Y nos aproximamos
a la fija crueldad de la obsidiana
con el rostro cubierto por la piel
del enemigo muerto.
V
Lejos ondea el penacho
del capitán y hasta el confín de alarga
nuestro puño feroz y autoritario.
Las deidades descansan en nostros.
Mas ¿por qué este sabor caduco en nuestros cantos?
¿Por qué nuestros adornos se marchitan?
¿Por qué aun lo duradero nos predice
el fin de nuestro siglo?
Se multiplican voces:
del mar vendrá la tempestad. Del mar.
Ay, todo lo que vemos
tiene un temblor funesto de presagio.
¡Del mar vendrá la tempestad!¡Del mar!
No es mentira. No invento lo que digo.
Solo estoy recordando.
SAINT-JOHN PERSE
AL PIE DE LA LETRA
Desde hace años, lectura,
tu lento arado se hunde en mis entrañas,
remueve la escondida fertilidad, penetra
hasta donde lo oscuro -esto es lo oscuro: roca-
rechaza los metales con un chispazo lívido.
Plantel de la palabra me volviste.
No sabe la semilla de qué mano ha caído.
Allá donde se pudre
nada recuerda y no presiente nada.
La humedad germinal se escribe, sin embargo,
en la celeste página de las constelaciones.
Pero el que nace ignora, pues nacer es difícil
y no es ciencia, es dolor, la vida a los vivientes.
Lo que soñó la tierra
es visible en el árbol.
La armazón bien trabada del tronco, la hermosura
sostenida en la rama
y el rumor del espíritu en libertad: la hoja.
He aquí la obra, el libro.
Duerma mi día último a su sombra.
CRÓNICA FINAL
I
Lo dijimos entonces.
Cuando los años de la cobardía,
cuando toda la tierra hedió de las entrañas
podridas del augur y enormes animales
mugieron en los páramos nocturnos.
Lo dijimos entonces. Cuando quedamos huérfanos
y la mentira se hizo madrastra nuestra y fue
dispensadora del pan amargo, escanciadora del agrio vino,
dueña, en fin, de la celda y de la triste lámpara.
Como la enfermedad
tiñe de su color al ictérico, así
la mentira sudaba en nuestros poros.
Vendimos la memoria y por befa trocamos
la alegría, por sarcasmo la esperanza.
Fraude era la palabra en nuestra boca.
II
Dijimos soledad entonces. Lo que dice
la rama cuando cae desgajada,
lo que dicen las tapias cuando se vuelven sordas.
Y mentimos. No era soledad. Era miedo
y, locos ya, girábamos dentro de la prisión
como la rata que oye
primero que el marino los ruidos del naufragio.
III
No estábamos aparte. Parentesco
estableció entre todos la desgracia,
y la cautividad
une más que la leche y que la sangre.
Criaturas padecían a nuestro alrededor
y volvían, suplicantes, la mirada a nosotros
desde su desamparo.
¿Qué les dimos? ¿La voz que no tenían,
los ojos que faltaban a sus lágrimas,
un corazón que fuera la casa de su angustia?
No, sino la respuesta de Caín,
la espalda del que niega, del que huye.
IV
¿Es lícito que el árbol
diga que no al invierno?
¿Puede acaso romper
su órbita la estrella tributaria?
Y nosotros, menores todavía,
quisimos traicionar nuestro destino,
convertirnos en perros del festín,
en fimbria de la capa
que va lamiendo el paso de los reyes.
O en el arma que empuña el poderoso.
V
He aquí que llegamos
a los días de la consumación.
En las manos del viento
la antorcha del placer flameó hasta extinguirse
y sus pies pisotearon la corona del triunfo,
y arrancó su violencia
a los rostros la máscara de la desigualdad:
sólo víctimas yacen bajo de los escombros.
Un gran demonio mudo anudó en nuestra lengua
el nudo del silencio.
Nuestra historia la escribe
reptando entre cenizas la serpiente.
IMAGEN
I
Mundo como la ola, frecuente, repentino
en sus apariciones;
centelleante como ella,
como ella coronado de lo perecedero.
II
La ola que levanta
con ademán de capitán invicto
cien y mil y mil veces el escudo
vencedor del que ama y aun del que contempla.
El que contempla, ése soy yo: el ímpetu
detenido en la orilla como el pájaro
de los acantilados.
Garra sobre la roca
y nada más. La órbita del ojo.
El puro alrededor de la mirada.
III
El que contempla, pájaro de las emigraciones.
Porque la ola exhala
una densa humareda de exterminio.
Alzo el vuelo. Allá voy. Y llevo entre los párpados
una imagen que tiembla
en su hermosura como en una lágrima.
APORÍA DEL BAILARÍN
A Rodolfo Reyes Cortés
Agilísimo héroe:
tu cerviz no conoce este yugo de buey
con que la gravedad unce a los cuerpos.
En ti, exento, nacen,
surgen alas posibles.
Narciso adolescente.
La juventud se ha derramado en ti
cual generoso aceite
y te unge los muslos
y abrillanta el volumen de tu torso.
¿Qué buscas más allá
del movimiento puro y calculado,
del frenesí que agita el tirso de los números?
¿Qué convulsión orgiástica se enmascara en el orden?
Velocidad y ritmo
son deleitoso tránsito y no anhelado término.
Elevas la actitud,
el gesto, el ademán,
hasta el más alto punto de la congelación.
Y la danza se cumple en el reposo.
Pues el oculto nombre
de la deidad que sirves, oh bailarín, es éste:
voluntad estatuaria.
EPITAFIO DEL HIPÓCRITA
Quería y no quería.
Quería con su piel y con sus uñas,
con lo que cambia y cae; negaba con sus vísceras,
con lo que de sus vísceras no era aserrín, con todo
lo que latía y sangraba en sus entrañas.
Quería ser él y el otro.
Siamés partido a la mitad, buscaba
la columna de hueso para asirse, colgar
su cartilaginosa consistencia de hiedra.
Mesón desocupado,
actor, daba hospedaje al agonista.
Gesticulaba viendo su sombra en las paredes,
deglutía palabras sin sabor, eructaba
resonando en su vasta oquedad de tambor.
Ensayaba ademanes
-heroico, noble, prócer-
para que al desbordarse la lava del elogio
lo cubriera cuajando después en una estatua.
No a solas ¡nunca a solas!
dijo el brindis final,
alzó la copa amarga de cicuta.
(Mas no bebió su muerte sino la del espejo.)
DIÁLOGO DEL SABIO Y SU DISCÍPULO
-Cuando decimos "yo"
nos atamos al cuello una vocal redonda,
una cuerda de ahorcar; nos taladramos
la nariz con un aro como el que rige al buey;
nos ceñimos grillete de prisionero.
Círculo de exclusión, rómpelo, sáltalo.
Tus ojos son poliédricos como los de la avispa.
Cuando lo miras tú se quiebra el mundo.
Pero los cielos narran lo que saben:
"El tiempo no es la tenia que añade día a los días.
Su transcurrir continuo, su historia, es la de un río".
Y los del coro cantan:
"Aquí y allá; los cuatro
puntos; las dieciséis atmósferas; los siete
mares, los veinte climas,
lo numerable, en fin, es uno y único".
No estás solo y aparte.
Tú le dueles a Dios; el universo
se hace pequeño en ti; se hace ciego, borracho.
Y loco.
Algo te roban si una estrella cae.
Tu furia tiene hocico de tigre, tu memoria
cabeza de elefante y tu curiosidad
pescuezo de jirafa.
¿Dónde, para apuntar la flecha, está tu centro?
¿En quién te va a matar la muerte?
-En los que amo.
PIEDRA
La piedra no se mueve.
En su lugar exacto
permanece.
Su fealdad está allí, en medio del camino,
donde todos tropiecen
y es, como el corazón que no se entrega,
volumen de la muerte.
Sólo el que ve se goza con el orden
que la piedra sostiene.
Sólo en el ojo puro del que ve
su ser se justifica y resplandece.
Sólo la boca del que ve la alaba.
Ella no entiende nada. Y obedece.
DOS MEDITACIONES
I
Considera, alma mía, esta textura
áspera al tacto, a la que llaman vida.
Repara en tantos hilos tan sabiamente unidos
y en el color, sombrío pero noble,
firme, y donde ha esparcido su resplandor el rojo.
Piensa en la tejedora; en su paciencia
para recomenzar
una tarea inacabada.
Y odia después, si puedes.
II
Hombrecito, ¿qué quieres hacer con tu cabeza?
¿Atar al mundo, al loco, loco y furioso mundo?
¿Castrar al potro Dios?
Pero dios rompe el freno y continúa engendrando
magníficas criaturas,
seres salvajes cuyos alaridos
rompen esta campana de cristal.
LINAJE
Hay cierta raza de hombres
(ahora ya conozco a mis hermanos)
que llevan en el pecho como un agua desnuda
temblando.
Que tienen manos torpes
y todo se les quiebra entre las manos;
que no quieren mirar para no herir
y levantan sus actos
como una estatua de ángel amoroso
y repentinamente degollado.
Raza de la ternura funesta, de Abel
resucitado.
EL OTRO
¿Por qué decir nombres de dioses, astros,
espumas de un océano invisible,
polen de los jardines más remotos?
Si nos duele la vida, si cada día llega
desgarrando la entraña, si cada noche cae
convulsa, asesinada.
Si nos duele el dolor en alguien, en un hombre
al que no conocemos, pero está
presente a todas horas y es la víctima
y el enemigo y el amor y todo
lo que nos falta para ser enteros.
Nunca digas que es tuya la tiniebla,
no te bebas de un sorbo la alegría.
Mira a tu alrededor: hay otro, siempre hay otro.
Lo que él respira es lo que a ti te asfixia,
lo que come es tu hambre.
Muere con la mitad más pura de tu muerte.
FALSA ELEGÍA
Compartimos solo un desastre lento.
Me veo morir en ti, en otro, en todo,
y todavía bostezo o me distraigo
como ante el espectáculo aburrido.
Se destejen los días,
las noches se consumen antes de darnos cuenta;
así nos acabamos.
Nada es. Nada está
entre el alzarse y el caer del párpado.
Pero si alguno va a nacer (su anuncio,
la posibilidad de su inminencia
y su peso de sílaba en el aire),
trastrna lo existente,
puede más que lo real
y desaloja el cuerpo de los vivos.
LA VELADA DEL SAPO
Sentadito en la sombra
-solemne con tu bocio exoftálmico; cruel
(en apariencia, al menos, debido a la hinchazón
de los parpados); frío,
frío de repulsiva sangre fría.
Sentadito en la sombra miras arder la lámpara.
En torno de la luz hablamos y quizá
uno dice tu nombre.
(Es septiembre. Ha llovido.)
Como por el resorte de la sorpresa, saltas
y aquí estás ya, en medio de la conversación,
en el centro del grito.
¡Con qué miedo sentimos palpitar
el corazón desnudo
de la noche en el campo!
CIUDAD BAJO EL RELÁMPAGO
A medianoche corre su caballo
(Jobel, zacatonal, valle para el galope).
Buen jinete, el espanto
espolea -hasta el relincho- la bestia ante la casa
donde yace dormida la memoria.
Hora de recordar lo smuertos. Ven,
busca tu hijo, soltera.
Viudo, tienta la almohada aún tibia. Y tú, asesino,
remeda el estertor violento de tu hermano.
Zigzaguea en el cielo un resplandor de espada.
A esta lívida luz
¡qué honda es la cicatriz del ceño trágico!
NOCTURNO
Me tendí, como el llano, para que aullara el viento.
Y fui una noche entera
ámbito de su furia y su lamento.
Ah, ¿quién conoce esclavitud igual
ni más terrible dueño?
En mi aridez, aquí, llevo la marca
de su pie sin regreso.
NOSTALGIA
Ahora estoy de regreso.
Llevé lo que la ola, para romperse, lleva
-sal, espuma y estruendo-,
y toqué con mis manos una criatura viva:
el silencio.
Heme aquí suspirando
como el que ama y se acuerda y está lejos.
MONÓLOGO DE LA EXTRANJERA
Vine de lejos. Olvidé mi patria.
Ya no entiendo el idioma
que allá usan de moneda o de herramienta.
Alcancé la mudez mineral de la estatua.
Pues la pereza y el desprecio y algo
que no sé discernir me han defendido
de este lenguaje, de este terciopelo
pesado, recamado de joyas, con que el pueblo
donde vivo recubre sus harapos.
Esta tierra, lo mismo que la otra de mi infancia,
tiene aún en su rostro,
marcada a fuego y a injusticia y crimen,
su cicatriz de esclava.
Ay, de niña dormía bajo el arrullo ronco
de una paloma negra: una raza vencida.
Me escondía entre las sábanas
porque un gran animal
acechaba en la sombra, hambriento, y sin embargo
con la paciencia dura de la piedra.
Junto a él ¿qué es el mar o la desgracia?
o el rayo del amor
o la alegría que nos aniquila?
Quiero decir, entonces,
que me fue necesario crecer pronto
(antes de que el terror me devorase)
y partir y poner la mano firme
sobre el timón y gobernar la vida.
Demasiado temprano
escupí en los lugares
que la plebe consagra para la reverencia.
Y entre la mutitud yo era como el perro
que ofende con su sarna y su forncación
y su ladrido inoportuno, en medio
del rito y la importante ceremonia.
Y bien. La juventud,
aunque grave, no fue mortal del todo.
Convalecí. Sané. Con pulso hábil
aprendí a sopesar el éxito, el prestigio,
el honor, la riqueza.
Tuve lo que el mediocre envidia, lo que los
triunfadores disputan y uno solo arrebata.
Lo tuve y fue como comer espuma,
como pasar la mano sobre el lomo del viento.
El orgullo supremo es la suprema
renunciación. No quise
ser el astro difunto
que absorbe luz prestada para vivificarse.
Sin nombre, sin recuerdos,
con una desnudez espectral, giro
en una breve órbita doméstica.
Pero aún así fermento
en la imaginación espesa de los otros.
Mi presencia ha traído
hasta esta soñolienta ciudad de tierra adentro
un aliento salino de aventura.
Mirándome, los hombres recuerdan que el destino
es el gran huracán que parte ramas
y abate firmes árboles
y establece ensu imperio
-sobre la mezquindad de lo humano- la ley
despiadada del cosmos.
Me olfatean desde lejos las mujeres y sueñan
lo que las bestias de labor sí huelen
la ráfaga brutal de la tormenta.
Cumplo también, delante del anciano,
un oficio pasivo:
el de suscitadora de leyendas.
Y cuando, a medianoche,
abro de par en par las ventanas, es para
que el desvelado, el que medita a muerte,
y el que padece el hecho de sus remordimientos
y hasta el adolescente
(bajo de cuya sien arde la almohada)
interroguen lo oscuro en mi persona.
Basta. He callado más de lo que he dicho.
Tostó mi mano el sol de las alturas
y en el dedo que dicen aquí "del corazón"
tengo un anillo de oro con un sello grabado.
El anillo que sirve
para identificar a los cadáveres.
UNA PALABRA PARA EL HEREDERO
Heme aquí, el heredero con su haber: apellido
que empurpuró la fama
y una mansión en ruinas.
Aquí la planta del jardín, que antaño
era lujo y adorno,
hoy medra devorando lo construido.
¡Ah, me asfixio entre muros!
¡Dejad sus reinos a la lagartija
y a la araña el rincón en donde teje
el sudario para mi antepasado!
¡Al pozo los fantasmas! Y para el aire (el aire
en el que se difunden un aroma y un eco
que niguno exhaló y nadie reconoce)
¡condenad las ventanas y las puertas,
cerrad con triple llave los candados!
Pues ¿quién soy yo, paseante de una ciudad que duerme?
A ratos me detengo
reclinado en el tronco del monólogo.
Soy menos que mi nombre:
mi voluntad ya no es heraldo de mi sangre.
Hago lo que no hicieron los que vivían: sueño.
A veces rememoro y se encabrita en mí
el potro del heroísmo y la rapacidad,
el ulular del rapto.
Y las figuras cruzan
con esa libertad magnífica y triunfante
de los hechos pretéritos.
No, no escuchéis mi pulso. Su latido es tan débil
como el del grillo oculto en la hojarasca.
¿Qué riendas podría asir mi puño? ¿Qué ambición
no pierde lozanía si soy quien la sustenta?
Ay, me hice bachiller en minuciosidades.
He aprendido la ciencia de lo furtivo y
de lo que se agazapa.
Ciencia del usurero y del cobarde.
Ved mi botín después de la pelea:
no es más que una perdiz de torpe vuelo.
¿Quién me castró de mi posteridad?
¿Quién me puso esta giba monstruosa del pasado?
Quedaré donde estoy, como esos recipientes
a los que se obstruyó el desaguadero.
Se va empozando en mí, por centurias, el tiempo.
Se mueve y no transcurre. Se agita y permanece.
Su pura transparencia no se turba jamás
con la piedra violenta de los actos.
RELATO DEL AUGUR
I
Antes que amaneciera nos encontramos juntos.
Como quien sale de un sopor nos vimos
y a oscuras nos buscamos las caras y los nombres.
Y dijimos: hermanos seremos de una misma
memoria, de unos mismos trabajos y esperanzas.
El principio fue así. La niebla, último aliento
de la noche, jugaba a enloquecernos.
Nos mostraba figuras de monstruos, nos hacía
tropezar siempre con la misma piedra
y partir y volver, después de mucho andar,
al sitio del que habíamos partido.
Fueron estos los años de peregrinación
y uno fue dicho "el del jadear penoso"
y otro "el del sobresalto" y "el del rastro falaz".
El muerto se moría y su muerte nos era
afrenta, deserción, pacto incumplido
y juramento roto.
Lo abandonábamos a la intemperie,
al buitre, al que devora carroña, al exterminio.
Pues aun este misterio no nos era sagrado.
Íbamos en manada como los animales;
nuestros caciques eran Hambre y Miedo
y el freno que tascábamos se llamaba Peligro.
Pero alguno sentía ya dentro de su entraña
el espasmo del dios,
la quemadura de la profecía.
Al fin prevaleció sobre sus adversarios.
Pasamos a ser hombres que llevan a su espalda
un cargamento, un peso, un ídolo, un destino.
A veces nos hablaba la ceniza,
nos hacía señales el viento, nos dictaba
mandatos la hojarasca.
Y muy pronto quisimos saber más,
hurgar la voluntad a la que obedecíamos,
arrancar su secreto a la mudez del mundo.
Así fue como abrimos corazones,
como despedazamos materias, como hicimos
de toda cosa augurio, y del destazador,
del cuchillo, su intérprete.
Empezamos entonces a atesorar palabras.
El sabidor, el dueño, llegó a ser poderoso.
Estaba aparte, solo. Un día ya no quiso
continuar por su pie. Y otros, los hombrecillos
que no entienden y tiemblan,
se pusieron las andas sobre el hombro.
De tal modo, la marcha
se hizo lenta y difícil para muchos.
Rendidos de fatiga
dormíamos oyendo murmullos: bestezuelas
que palpitan y medran en la sombra;
cuchicheos de mujeres, suspiros sofocados,
el llanto del que nace
y el gemido angustioso del que sueña.
Alguno, antes que nadie
escrutó la tiniebla.
Miró hacia el firmamento nocturno (para ti,
para mí -desatentos-,
imagen de mazorca desgranada)
y halló la ley y el número.
¿Quién de los caminantes
dijo: hasta aquí llegamos?
¿La preñada de huella doble? ¿El cojo?
¿El anciano reumático? ¿El hombre que medita?
¿O el pájaro que iba delante de nosotros?
Pero la tribu unánime
se detuvo y hundió
su cayado, con fuerza de raíz, en la tierra.
Sobrevino la hora
del constructor y de los fundadores.
Cada uno, como el árbol,
era él y el contorno que amparaba su sombra.
Y por primera vez sembramos nuestros muertos.
II
He aquí la heredad: el valle, el valle.
Cerros donde los dioses se quebraron las manos,
lava de las catástrofes antiguas.
La luz húmeda, siempre recién manada; el breve
espejo y el relámpago del agua.
Y sobre la extensión del aletazo
del águila y el pico
curvo y la uña rapaz.
III
Merodeamos en los alrededores
del pueblo establecido y las ciudades prósperas.
Comimos alimañas,
hojas inmundas,
moscos.
Acechador, ladrón, tal era nuestro mote.
(Y en silencio pulíamos la punta de la flecha.)
IV
Aguardamos el turno,
la hora de nutrir las potencias famélicas.
He aquí que el sol nos exigió tributo,
que la noche bramaba buscando su alimento.
Y fuimos laboriosos:
sacerdotes, artífices, guerreros.
¡Qué esfuerzo el de la piedra
cuando por su vagina transitaba
la arista ruda de la geometría!
¡Qué clamor el del tronco, cuando talado y hueco,
resonaba invocando a los divino!
En fiesta, en embriaguez, en frenesí,
dimos lo que teníamos: la riqueza y la sangre.
Y nos aproximamos
a la fija crueldad de la obsidiana
con el rostro cubierto por la piel
del enemigo muerto.
V
Lejos ondea el penacho
del capitán y hasta el confín de alarga
nuestro puño feroz y autoritario.
Las deidades descansan en nostros.
Mas ¿por qué este sabor caduco en nuestros cantos?
¿Por qué nuestros adornos se marchitan?
¿Por qué aun lo duradero nos predice
el fin de nuestro siglo?
Se multiplican voces:
del mar vendrá la tempestad. Del mar.
Ay, todo lo que vemos
tiene un temblor funesto de presagio.
¡Del mar vendrá la tempestad!¡Del mar!
No es mentira. No invento lo que digo.
Solo estoy recordando.
jueves, 26 de enero de 2012
'πoetas' para el Carnaval de Matemáticas
'πoetas', que se lee poetas, es la primera antología de poesía con matemáticas. Por primera vez se hace repaso a cómo las matemáticas han entrado hasta hoy en el verso y cómo desde las matemáticas se ha utilizado la poesía.
Tras la introducción, πoesía en 10 autores literarios importantes de nuestro tiempo. Valgan como ejemplo de qué versωs buscábamos estos de Javier Moreno:
El heroinómano en un portal que bajo una manta se asoma al espejo de papel de plata donde se arroja Narciso y
entre estas cuatro paredes
el deseo
tendiendo un horizonte
mientras añado desorden
al desorden de tu entraña y
en la tele: el 2-el 6-el 0-el 1-el 2-el 9...
En un espacio hiperbólico por un punto
exterior a una recta discurren
infinitas paralelas
y estos de Jesús Malia:
zenon de elea
no me quieras mentir zenon amigo
la flecha horadara mi corazon
por mas infinitud de infimos trayectos que ha de cubrir
no me quieras mentir zenon amigo
la flecha horadara mi corazon
por mas infinitud de infimos trayectos que ha de cubrir
Sed bienvenidos y alegraos conmigo (espero), 'πoetas' es el libro que poesía que merecen las matemáticas, el libro de matemáticas que merece la poesía.
'πoetas' está editado por Amargord, en la naciente Colección pi de poesía que dirijo, con ISBN: 978-84
Casa del libro
Librería Moncloa
(Nota: no creo necesario explicar por qué 'πoetas'. En cuanto a 'versω', recordar que 'ω' es cómo nombramos en matemáticas al primer ordinal trasfinito, el correspondiente a los naturales y los enteros.)
Contribución con la Edición 2.X del Carnaval de Matemáticas.
Anfitrión de la edición actual Resistencia numantina.
Más sonetos de Quevedo
Embarazada el alma y el sentido
con un sueño burlón, aunque dichoso,
aumentando reposo a mi reposo
me hallé toda una noche entretenido.
Tu rostro vi en mis llamas encendido,
que dora lo cruel con lo hermoso,
enlazando tu cuello presuroso
con nudo de los brazos bien tejido.
Túvele por verdad el bien pequeño;
llegué luego a soñar que te gozaba,
hecho de tanta gentileza dueño.
Y en esto conocí que me engañaba,
y que todo mi bien fue breve sueño,
pues yo, tan sin ventura, le alcanzaba.
___
Osar, temer, amar y aborrecerse,
alegre con la gloria atormentarse;
de olvidar los trabajos olvidarse;
entre llamas arder, sin encenderse;
con soledad entre las gentes verse,
y de la soledad acompañarse;
morir continuamente; no acabarse;
perderse, por hallar con qué perderse;
ser fúcar de esperanza sin ventura,
gastar todo el caudal en sufrimientos,
con cera conquistar la piedra dura,
son efectos de Amor en mis lamentos;
nadie le llame dios, que es gran locura:
que más son de verdugo sus tormentos.
con un sueño burlón, aunque dichoso,
aumentando reposo a mi reposo
me hallé toda una noche entretenido.
Tu rostro vi en mis llamas encendido,
que dora lo cruel con lo hermoso,
enlazando tu cuello presuroso
con nudo de los brazos bien tejido.
Túvele por verdad el bien pequeño;
llegué luego a soñar que te gozaba,
hecho de tanta gentileza dueño.
Y en esto conocí que me engañaba,
y que todo mi bien fue breve sueño,
pues yo, tan sin ventura, le alcanzaba.
___
Osar, temer, amar y aborrecerse,
alegre con la gloria atormentarse;
de olvidar los trabajos olvidarse;
entre llamas arder, sin encenderse;
con soledad entre las gentes verse,
y de la soledad acompañarse;
morir continuamente; no acabarse;
perderse, por hallar con qué perderse;
ser fúcar de esperanza sin ventura,
gastar todo el caudal en sufrimientos,
con cera conquistar la piedra dura,
son efectos de Amor en mis lamentos;
nadie le llame dios, que es gran locura:
que más son de verdugo sus tormentos.
miércoles, 25 de enero de 2012
Selección de poemas de "Algo me habita cuando el mundo calla", poemario de Eva R. Picazo en Bubok
(imperfecciones)
no me ve el mundo
como yo me veo,
una mancha, diminuta,
de horas perdidas por el suelo
la lluvia,
como una mano
borrándome la boca,
el instinto animal,
del vómito que provocan
tus ganas, sin noches,
como único resultado posible
no me ve el mundo,
como lo hago yo,
con la importancia
que tiene, el café de las tres,
o la cita del médico.
___
no siempre el ojo mira para ver,
se entretiene en los detalles más simples,
y se olvida del camino, muchas veces
___
de mañana no pasa,
que me siente en esta silla
a esperar
___
(lentamente sucede)
siento brotar
lenguas de viento,
yace el invierno amargo
en cada grieta
amanece,
y van colgando los días,
del cordón de tus zapatos;
es primavera.
___
era tan profunda la noche,
que pintaba luciérnagas al paso,
para que no se perdiera
___
(cuando hagas la maleta
invéntate un lenguaje)
el miedo que aún
te habita en los bolsillos,
se hace nudo,
va asomando el cabo
en los espejos
se burla en esos días
que buscándote,
no me llegan las palabras
a la boca
y ya se que está de más,
ir pintando,
corazones en un árbol.
http://www.bubok.es/libros/209509/algo-me-habita-cuando-el-mundo-calla
no me ve el mundo
como yo me veo,
una mancha, diminuta,
de horas perdidas por el suelo
la lluvia,
como una mano
borrándome la boca,
el instinto animal,
del vómito que provocan
tus ganas, sin noches,
como único resultado posible
no me ve el mundo,
como lo hago yo,
con la importancia
que tiene, el café de las tres,
o la cita del médico.
___
no siempre el ojo mira para ver,
se entretiene en los detalles más simples,
y se olvida del camino, muchas veces
___
de mañana no pasa,
que me siente en esta silla
a esperar
___
(lentamente sucede)
siento brotar
lenguas de viento,
yace el invierno amargo
en cada grieta
amanece,
y van colgando los días,
del cordón de tus zapatos;
es primavera.
___
era tan profunda la noche,
que pintaba luciérnagas al paso,
para que no se perdiera
___
(cuando hagas la maleta
invéntate un lenguaje)
el miedo que aún
te habita en los bolsillos,
se hace nudo,
va asomando el cabo
en los espejos
se burla en esos días
que buscándote,
no me llegan las palabras
a la boca
y ya se que está de más,
ir pintando,
corazones en un árbol.
http://www.bubok.es/libros/209509/algo-me-habita-cuando-el-mundo-calla
Poesía científica: Ricardo López Arcilla, 'Pronósticos de Hipócrates'. De la supuración (3, y fin)
DE LA SUPURACIÓN
62
Sabrás claramente si al fin el abceso
Muy pronto o muy tarde se tiene que abrir,
Por todas aquestas razones de peso
Que voy a decir. .
Si ya en un principio dolor hay muy fuerte,
Si hay tos, y es difícil la respiracion,
Y si es por desgracia quizás de igual suerte
La expectoracion,
Entonces no hay duda, la vómica impía
La túnica rasga que envuelve su ser,
Dentro del aciago vigésimo día
De tanto doler.
Empero no habiendo dolor muy terrible,
Ni síntoma alguno de agüero cruel,
Se rompe más tarde la vómica horrible
Del término aquel.
Y entonces mas fácil respira el doliente,
Y ya no es tan vivo ni fuerte el dolor
Que lleno de pena tristísimo siente
Allá en su interior.
Mas antes que salga del cóncavo pecho
Por fácil camino la supuración ,
Se aumenta primero con grande provecho
La expectoración.
63
Por eso están libres de un triste suceso
Aquellos en quienes se ve con placer
Que ya desde el día que el mórbido absceso
Se llega a romper,
Se calma la fiebre y estado sediento,
Fastidio no causa tener que comer,
Y asaz figurado y escaso excremento
Se llega a expeler.
Que el pus que se arroja ligero y sin moco
Es blanco, sencillo, de simple color,
Y sale del pecho tosiendo muy poco
Sin que haya dolor.
Pues todas aquestas señales morbosas
Indican a veces con gran prontitud
Salvar al enfermo, tornando piadosas
A darle salud.
Y aquellas que tienen mayor semejanza
Con éstas no hay duda ninguna que son
Las que nos presentan mayor confianza
En dicha casión.
Mas grande peligro denotan por cierto
Sino disminuyen la fiebre fatal.
O si ésta aparece después de haber muerto
Su fuego letal.
Si hay sed, anorexia, diarria copiosa,
Si el pus es verdoso, si lívido el tal,
O bien pituita se arroja espumosa,
Es mala señal.
Y así los enfermos que están en tal caso
No pueden ya nunca la muerte evitar,
Y el sol de su vida allá en el ocaso
Se va a sepultar.
Y aquellos que juntas aquestas señales
No ofrecen, los unos se mueren también,
Los otros padecen larguísimos males
Y al fin curan bien.
De todo lo dicho por tanto conviene
Los signos morbosos saber deducir .
De todas las otras dolencias que tiene
O pueda el doliente tal vez adquirir.
62
Sabrás claramente si al fin el abceso
Muy pronto o muy tarde se tiene que abrir,
Por todas aquestas razones de peso
Que voy a decir. .
Si ya en un principio dolor hay muy fuerte,
Si hay tos, y es difícil la respiracion,
Y si es por desgracia quizás de igual suerte
La expectoracion,
Entonces no hay duda, la vómica impía
La túnica rasga que envuelve su ser,
Dentro del aciago vigésimo día
De tanto doler.
Empero no habiendo dolor muy terrible,
Ni síntoma alguno de agüero cruel,
Se rompe más tarde la vómica horrible
Del término aquel.
Y entonces mas fácil respira el doliente,
Y ya no es tan vivo ni fuerte el dolor
Que lleno de pena tristísimo siente
Allá en su interior.
Mas antes que salga del cóncavo pecho
Por fácil camino la supuración ,
Se aumenta primero con grande provecho
La expectoración.
63
Por eso están libres de un triste suceso
Aquellos en quienes se ve con placer
Que ya desde el día que el mórbido absceso
Se llega a romper,
Se calma la fiebre y estado sediento,
Fastidio no causa tener que comer,
Y asaz figurado y escaso excremento
Se llega a expeler.
Que el pus que se arroja ligero y sin moco
Es blanco, sencillo, de simple color,
Y sale del pecho tosiendo muy poco
Sin que haya dolor.
Pues todas aquestas señales morbosas
Indican a veces con gran prontitud
Salvar al enfermo, tornando piadosas
A darle salud.
Y aquellas que tienen mayor semejanza
Con éstas no hay duda ninguna que son
Las que nos presentan mayor confianza
En dicha casión.
Mas grande peligro denotan por cierto
Sino disminuyen la fiebre fatal.
O si ésta aparece después de haber muerto
Su fuego letal.
Si hay sed, anorexia, diarria copiosa,
Si el pus es verdoso, si lívido el tal,
O bien pituita se arroja espumosa,
Es mala señal.
Y así los enfermos que están en tal caso
No pueden ya nunca la muerte evitar,
Y el sol de su vida allá en el ocaso
Se va a sepultar.
Y aquellos que juntas aquestas señales
No ofrecen, los unos se mueren también,
Los otros padecen larguísimos males
Y al fin curan bien.
De todo lo dicho por tanto conviene
Los signos morbosos saber deducir .
De todas las otras dolencias que tiene
O pueda el doliente tal vez adquirir.
martes, 24 de enero de 2012
Sobre "πoetas"
Agustín Fernández Mallo muestra en su blog uno de sus textos que seleccioné para la antología, aprovechando para dar noticia y algunos pareceres.
Copio y pego el texto y te remito a la entrada que refiero.
http://blogs.alfaguara.com/fernandezmallo/2012/01/11/poesia-y-matematicas/
Copio y pego el texto y te remito a la entrada que refiero.
Resulta absurdo pensar que la muerte se halla más cerca de un anciano que de un niño. La muerte es equidistante respecto a cualquier punto; su velocidad es infinita. Un hombre permanece sentado ante la ventana de la habitación que le muestra la calle, mira el reloj, las cinco en punto, alza la vista, y se muere a las cinco y un segundo, un segundo que dio cabida al infinito: todo el polvo levantado en ese intervalo por el giro de la tierra, y el no levantado [lo no ocurrido también ocurrió, pero como ausencia]. Deduzco que existe la muerte porque existe en cada instante un universo inconmesurable que la iguala en cifra. En este sentido [en infinitud] la muerte se parece al nacimiento. Por eso, el hombre que yacía muerto frente a la ventana, resucita, pero permanecerá para siempre con los ojos cerrados porque ahora sabe que todas las cosas imaginables se hallan a su alcance, equidistantes, encerradas en un segundo, y tal abundancia lo paraliza.[38]
http://blogs.alfaguara.com/fernandezmallo/2012/01/11/poesia-y-matematicas/
'Canon de humildad' y 'Patria', sonetos de Leopoldo Díaz (4)
CANON DE HUMILDAD
Es hilo de agua pura brotando de la roca
La inspiración. No tuerzas su curso espiritual.
Enturbiarás su linfa, si tu mano la toca,
Queriendo hacer torrente del claro manantial.
Con pincelada breve, vasto paisaje evoca;
Naturaleza tiene pudores de cristal...
Bridas de blanca seda unce a la rima loca.
Haz de tu verso un canto de alondra matinal.
Pide a la flor su aroma y a la vida sus sueños;
Alza enormes Alhambras de arabescos pequeños;
Arranca el oro virgen de tu mundo interior;
Ilumina los antros de tu vana miseria;
Despierta el alma oscura dormida en la materia.
Y en todo abismo enciende sereno resplandor.
PATRIA
Patria es la tierra donde se ha sufrido,
Patria es la tierra donde se ha soñado,
Patria es la tierra donde se ha luchado,
Patria es la tierra donde se ha vencido.
Patria, es la selva, es el oscuro nido,
La cruz del cementerio abandonado,
La voz de los clarines, que ha rasgado
Con su flecha de bronce nuestro oído.
Patria es la errante barca del marino,
Que en el enorme piélago sonoro
Deja una blanca estela en su camino.
Y patria es el airón de la bandera
Que ciñe con relámpago de oro
El sol, como una virgen cabellera.
Es hilo de agua pura brotando de la roca
La inspiración. No tuerzas su curso espiritual.
Enturbiarás su linfa, si tu mano la toca,
Queriendo hacer torrente del claro manantial.
Con pincelada breve, vasto paisaje evoca;
Naturaleza tiene pudores de cristal...
Bridas de blanca seda unce a la rima loca.
Haz de tu verso un canto de alondra matinal.
Pide a la flor su aroma y a la vida sus sueños;
Alza enormes Alhambras de arabescos pequeños;
Arranca el oro virgen de tu mundo interior;
Ilumina los antros de tu vana miseria;
Despierta el alma oscura dormida en la materia.
Y en todo abismo enciende sereno resplandor.
PATRIA
Patria es la tierra donde se ha sufrido,
Patria es la tierra donde se ha soñado,
Patria es la tierra donde se ha luchado,
Patria es la tierra donde se ha vencido.
Patria, es la selva, es el oscuro nido,
La cruz del cementerio abandonado,
La voz de los clarines, que ha rasgado
Con su flecha de bronce nuestro oído.
Patria es la errante barca del marino,
Que en el enorme piélago sonoro
Deja una blanca estela en su camino.
Y patria es el airón de la bandera
Que ciñe con relámpago de oro
El sol, como una virgen cabellera.
lunes, 23 de enero de 2012
Ofek Kehila Mosches nos comparte algunos poemas (en hebreo y traducción)
Cinco poemas traducidos del ciclo “Sarah”
1.
Acasoy una mujer. Acaso una niña, tan pequeniña es la cuerda. Acaso todos mis parpadeos están buscando la mirada, son mariposas plateardas en este bosque ojón que en parejas se muebaila al ritmo de la milonga.
אוּלַי אַנִי אִישָה. אוּלַי יָלְדַה קְטָנַה, יָלְדַק הַחֶבֶל. אוּלַי כֹּל רִיסְרוּסַי מֶחָפְּשִׂים אֶת הַמָּבַּט, הֶם פָּרְפָּרֶי נֶכוֹסֶף בַּיָעַר הַעֶינִי הַזֶה שֶבֶּזוּגוֹת מִתְרָקֶד לֶצְלִילֶי הַמִילוֹנְגַה
4.
Si la milonga se violinea estoy en la noche, si una mano seadora deja la muñeca y señala hacia una silla, si el bosque de los ojos víboratoréa en mi redor, estoy en la noche
אִם הַמִילוֹנְגַה מִתְכָּנֶרֶת אַנִי בֶּתוֹך הַעֶרֶב, אִם יָד צִבְתִית יוֹרֶדֶת מֶהַפֶּרֶק ומָצְבִּיעַה עַל כִּיסֶא, אִם יָעַר הַעֶינַיים מִתְנָכְשֶף סְבִיבוֹנִי, אַנִי בֶּתוֹך הַעֶרֶב
7.
Ya sé, a partir de dos minutos, respirar y esparir dos palabras, soy una mujer al señal del enmagiante soñido. Viente segundos parapadear por la pista al sector de los hombres, las maripostañas plateardas alazotean las caras de los sentados, van y vienen, buscandos la mirada
אַנִי יוֹדָעַת, בֶּסוּפָן שֶל שְתֶי דָקוֹת, לִנְשוֹם ולֶהָמְלֶט מִילוֹתָיים, אַנִי אִישָה לֶאוֹת הַצְלִיל הַמִתְכָּשֶף. עֶשְׂרִים שְנִיוֹת לֶרָסְרֶס דֶרֶך הַרָחָבַה לֶשוּרַת הַגְבָרִים, פָּרְפָּרִיסֶי הַנֶכוֹשֶף כּוֹנְפִים עַל פְּנֶיהֶם שֶל הַיוֹשְבִים, עוֹבְרִים ושְבָבִים, בֶּחִיפּוּש אָחַר הַמָבַּט
17.
Una vez que un pie se clava en la pista, y otro relojea las doce y viente, se alza del piso perturbellino desnudante, soy yo, rodeada y girdada por bailombres. Tan y uno más, golopeándo cuerdamón, y la mirada se va paratrás, el cadeneo de viñedos en Bologna, en la niebla, veredangelo en las calles de Roma, no olvidar, sólo, no, ol, vida, r, la noche ante el vuelo en Tortoni, y ya empezaron a valsear. Smoking negro azul amarijo, turquoizahár, vuelta naranjiza, velzosa e spumosa, vuel, de, ma, no, ama, no, más.
מִשֶרֶגֶל נִנְעָצַצִירִית בֶּרָחְבַת הַעִיקוּדִים, ורֶגֶל שְנִיה מֶשָעֶנֶת חָצוֹת ועֶשְׂרִים, גוֹאָה מֶהַרִצְפָּה מָעַרְטוֹלֶת אִיפָפוֹן, זֹאת אַנִי, סְבוּבַה ומֶסוּחְבֶבֶת בֶּין רָקְגְבַרִים. טָנ ועוֹד אֶחָד, גוֹלְאֶש מֶיתִירְתָרִי, והַמָבַּט נִזְרָץ אָחוֹרַה, שִרְשוּר הַכְּרָמִים בֶּבּוֹלוֹנִיה, בַּעָרָפְלֶח, מִדְרָכַנְגֶ'לוֹ בֶּרְחוֹבוֹת רוֹמָא, לֹא לִשְכּוֹח, רַק, לֹא, לִש, כּוֹח, הַלָילָה לִפְנֶי הַטִיסָה בֶּטוֹרְטוֹנִי, וכְּבַר הֶתְחִילוּ לֶוַלְסֶס. סְמוֹקִינְג שָחוֹר כָּחוֹל צָדוֹם כְּתוּמְקִיז, צִיבוּב כְּתִימוּמִי, וַלוּס וקִצְפִי, סוּב, מִי, יָד, לֶ, יָד, כְּרוּך, עָד
20.
Acasoy una mujer. Acaso una niña, tan pequeniña es la cuerda. Acaso en la proxima semana tengo un vuelo a São Paulo. Acaso todos mis tobillagas no desaparezcan hasta mañana, pero, ahora, andar sombraro en la pista, se destalza una milonga. ahora, voy a bailar
אוּלַי אַנִי אִישָה. אוּלַי יָלְדַה קְטָנַה, יָלְדַק הַחֶבֶל. אוּלַי בַּשָבוּע הַבָּא יֶש לִי טִיסָה לֶסָאוּ פָּאוּלוֹ. אוּלַי כֹּל קִרְסוּלַי לֹא יַפוּגוּ עַד מָחַר, אָבַל, עָכְשַיו, הִילוּך צִילִי בַּרָחָבַה, מִתְפָּצָחַת לַה מִילוֹנְגַה. עָכְשַיו, אַנִי אֶרְקוֹד
1.
Acasoy una mujer. Acaso una niña, tan pequeniña es la cuerda. Acaso todos mis parpadeos están buscando la mirada, son mariposas plateardas en este bosque ojón que en parejas se muebaila al ritmo de la milonga.
אוּלַי אַנִי אִישָה. אוּלַי יָלְדַה קְטָנַה, יָלְדַק הַחֶבֶל. אוּלַי כֹּל רִיסְרוּסַי מֶחָפְּשִׂים אֶת הַמָּבַּט, הֶם פָּרְפָּרֶי נֶכוֹסֶף בַּיָעַר הַעֶינִי הַזֶה שֶבֶּזוּגוֹת מִתְרָקֶד לֶצְלִילֶי הַמִילוֹנְגַה
4.
Si la milonga se violinea estoy en la noche, si una mano seadora deja la muñeca y señala hacia una silla, si el bosque de los ojos víboratoréa en mi redor, estoy en la noche
אִם הַמִילוֹנְגַה מִתְכָּנֶרֶת אַנִי בֶּתוֹך הַעֶרֶב, אִם יָד צִבְתִית יוֹרֶדֶת מֶהַפֶּרֶק ומָצְבִּיעַה עַל כִּיסֶא, אִם יָעַר הַעֶינַיים מִתְנָכְשֶף סְבִיבוֹנִי, אַנִי בֶּתוֹך הַעֶרֶב
7.
Ya sé, a partir de dos minutos, respirar y esparir dos palabras, soy una mujer al señal del enmagiante soñido. Viente segundos parapadear por la pista al sector de los hombres, las maripostañas plateardas alazotean las caras de los sentados, van y vienen, buscandos la mirada
אַנִי יוֹדָעַת, בֶּסוּפָן שֶל שְתֶי דָקוֹת, לִנְשוֹם ולֶהָמְלֶט מִילוֹתָיים, אַנִי אִישָה לֶאוֹת הַצְלִיל הַמִתְכָּשֶף. עֶשְׂרִים שְנִיוֹת לֶרָסְרֶס דֶרֶך הַרָחָבַה לֶשוּרַת הַגְבָרִים, פָּרְפָּרִיסֶי הַנֶכוֹשֶף כּוֹנְפִים עַל פְּנֶיהֶם שֶל הַיוֹשְבִים, עוֹבְרִים ושְבָבִים, בֶּחִיפּוּש אָחַר הַמָבַּט
17.
Una vez que un pie se clava en la pista, y otro relojea las doce y viente, se alza del piso perturbellino desnudante, soy yo, rodeada y girdada por bailombres. Tan y uno más, golopeándo cuerdamón, y la mirada se va paratrás, el cadeneo de viñedos en Bologna, en la niebla, veredangelo en las calles de Roma, no olvidar, sólo, no, ol, vida, r, la noche ante el vuelo en Tortoni, y ya empezaron a valsear. Smoking negro azul amarijo, turquoizahár, vuelta naranjiza, velzosa e spumosa, vuel, de, ma, no, ama, no, más.
מִשֶרֶגֶל נִנְעָצַצִירִית בֶּרָחְבַת הַעִיקוּדִים, ורֶגֶל שְנִיה מֶשָעֶנֶת חָצוֹת ועֶשְׂרִים, גוֹאָה מֶהַרִצְפָּה מָעַרְטוֹלֶת אִיפָפוֹן, זֹאת אַנִי, סְבוּבַה ומֶסוּחְבֶבֶת בֶּין רָקְגְבַרִים. טָנ ועוֹד אֶחָד, גוֹלְאֶש מֶיתִירְתָרִי, והַמָבַּט נִזְרָץ אָחוֹרַה, שִרְשוּר הַכְּרָמִים בֶּבּוֹלוֹנִיה, בַּעָרָפְלֶח, מִדְרָכַנְגֶ'לוֹ בֶּרְחוֹבוֹת רוֹמָא, לֹא לִשְכּוֹח, רַק, לֹא, לִש, כּוֹח, הַלָילָה לִפְנֶי הַטִיסָה בֶּטוֹרְטוֹנִי, וכְּבַר הֶתְחִילוּ לֶוַלְסֶס. סְמוֹקִינְג שָחוֹר כָּחוֹל צָדוֹם כְּתוּמְקִיז, צִיבוּב כְּתִימוּמִי, וַלוּס וקִצְפִי, סוּב, מִי, יָד, לֶ, יָד, כְּרוּך, עָד
20.
Acasoy una mujer. Acaso una niña, tan pequeniña es la cuerda. Acaso en la proxima semana tengo un vuelo a São Paulo. Acaso todos mis tobillagas no desaparezcan hasta mañana, pero, ahora, andar sombraro en la pista, se destalza una milonga. ahora, voy a bailar
אוּלַי אַנִי אִישָה. אוּלַי יָלְדַה קְטָנַה, יָלְדַק הַחֶבֶל. אוּלַי בַּשָבוּע הַבָּא יֶש לִי טִיסָה לֶסָאוּ פָּאוּלוֹ. אוּלַי כֹּל קִרְסוּלַי לֹא יַפוּגוּ עַד מָחַר, אָבַל, עָכְשַיו, הִילוּך צִילִי בַּרָחָבַה, מִתְפָּצָחַת לַה מִילוֹנְגַה. עָכְשַיו, אַנִי אֶרְקוֹד
'Observaciones y máximas de Blas' (7), de Noel Clarasó, Afirmaciones (II, y fin)
AFIRMACIONES (II)
Una de las ventajas del arrepentimiento es que no tiene efecto retroactivo.
¡Qué fácil es mostrarnos sinceros con aquellos de los que no esperamos ninguna ventaja!
Una fortuna no la goza el que la gana, sino el que la pierde.
Los parientes son muy útiles cuando se es viejo y no se tiene otra cosa que hacer.
Los gritos no convencen a nadie, pero desahogan el mal humor; de aquí que el que está de mal humor hace bien en gritar.
Sobre las buenas resoluciones pesa una fatalidad: uno las toma siempre demasiado tarde.
Siempre que se dice la pura verdad se molesta a alguien o se da la impresión de que se habla en broma.
La reina de las abejas es siempre una hembra, y el genio, en la especie humana, es siempre masculino; son cosas de la naturaleza.
Es fácil marcharse de un restaurante sin comer; pero el único mérito está en marcharse sin pagar.
Lo mejor para dar un salto mortal, es darlo mal.
El placer de llegar a un sitio desconocido no es nada comparado con el placer de marcharse de un sitio desconocido.
Si siempre leyéramos los periódicos con cinco fechas de retraso acabaríamos por dejar de interesarnos por todo lo que sucede en el mundo.
Cosas desagradables nos proporcionan el pan nuestro de cada día; y cosas agradables nos ayudan a digerirlo.
El autor que quiera ser leído ha de decir cosas sencillas que puedan interesar a las inteligencias comunes; al autor que no quiera ser leído, no.
Hay un arte más difícil que el de escoger los amigos, y es el de evitar que los amigos nos escojan.
Todas las vidas son ridículas si las miramos con los ojos abiertos y los oídos tapados; es como ver bailar sin oír la música.
Estamos hartos los unos de los otros, como de comer patatas; pero nos buscamos con afán porque no tenemos con que substituirnos.
Una de las ventajas del arrepentimiento es que no tiene efecto retroactivo.
¡Qué fácil es mostrarnos sinceros con aquellos de los que no esperamos ninguna ventaja!
Una fortuna no la goza el que la gana, sino el que la pierde.
Los parientes son muy útiles cuando se es viejo y no se tiene otra cosa que hacer.
Los gritos no convencen a nadie, pero desahogan el mal humor; de aquí que el que está de mal humor hace bien en gritar.
Sobre las buenas resoluciones pesa una fatalidad: uno las toma siempre demasiado tarde.
Siempre que se dice la pura verdad se molesta a alguien o se da la impresión de que se habla en broma.
La reina de las abejas es siempre una hembra, y el genio, en la especie humana, es siempre masculino; son cosas de la naturaleza.
Es fácil marcharse de un restaurante sin comer; pero el único mérito está en marcharse sin pagar.
Lo mejor para dar un salto mortal, es darlo mal.
El placer de llegar a un sitio desconocido no es nada comparado con el placer de marcharse de un sitio desconocido.
Si siempre leyéramos los periódicos con cinco fechas de retraso acabaríamos por dejar de interesarnos por todo lo que sucede en el mundo.
Cosas desagradables nos proporcionan el pan nuestro de cada día; y cosas agradables nos ayudan a digerirlo.
El autor que quiera ser leído ha de decir cosas sencillas que puedan interesar a las inteligencias comunes; al autor que no quiera ser leído, no.
Hay un arte más difícil que el de escoger los amigos, y es el de evitar que los amigos nos escojan.
Todas las vidas son ridículas si las miramos con los ojos abiertos y los oídos tapados; es como ver bailar sin oír la música.
Estamos hartos los unos de los otros, como de comer patatas; pero nos buscamos con afán porque no tenemos con que substituirnos.
sábado, 21 de enero de 2012
Madrid Cómico: 17 de septiembre de 1898 (1)
Aparece en la primera página la expresión "can petarroso". Petarroso no aparece ni en la edición electrónica del DRAE ni en la que yo tengo, dos ediciones atrás, según creo. Rastreando con Google en la red, el único uso que hallo del término se da (aquí) en el sentido de pedorro o pedorrero. Bonito término, "petarroso", si le llaman así a uno por liberar ventosidades, no dando tanto apuro.
viernes, 20 de enero de 2012
'Relato del augur(II-V)' y fin, poema de Rosario Castellanos que concluye 'Al pie de la letra'
RELATO DEL AUGUR
II
He aquí la heredad: el valle, el valle.
Cerros donde los dioses se quebraron las manos,
lava de las catástrofes antiguas.
La luz húmeda, siempre recién manada; el breve
espejo y el relámpago del agua.
Y sobre la extensión del aletazo
del águila y el pico
curvo y la uña rapaz.
III
Merodeamos en los alrededores
del pueblo establecido y las ciudades prósperas.
Comimos alimañas,
hojas inmundas,
moscos.
Acechador, ladrón, tal era nuestro mote.
(Y en silencio pulíamos la punta de la flecha.)
IV
Aguardamos el turno,
la hora de nutrir las potencias famélicas.
He aquí que el sol nos exigió tributo,
que la noche bramaba buscando su alimento.
Y fuimos laboriosos:
sacerdotes, artífices, guerreros.
¡Qué esfuerzo el de la piedra
cuando por su vagina transitaba
la arista ruda de la geometría!
¡Qué clamor el del tronco, cuando talado y hueco,
resonaba invocando a los divino!
En fiesta, en embriaguez, en frenesí,
dimos lo que teníamos: la riqueza y la sangre.
Y nos aproximamos
a la fija crueldad de la obsidiana
con el rostro cubierto por la piel
del enemigo muerto.
V
Lejos ondea el penacho
del capitán y hasta el confín de alarga
nuestro puño feroz y autoritario.
Las deidades descansan en nostros.
Mas ¿por qué este sabor caduco en nuestros cantos?
¿Por qué nuestros adornos se marchitan?
¿Por qué aun lo duradero nos predice
el fin de nuestro siglo?
Se multiplican voces:
del mar vendrá la tempestad. Del mar.
Ay, todo lo que vemos
tiene un temblor funesto de presagio.
¡Del mar vendrá la tempestad!¡Del mar!
No es mentira. No invento lo que digo.
Solo estoy recordando.
II
He aquí la heredad: el valle, el valle.
Cerros donde los dioses se quebraron las manos,
lava de las catástrofes antiguas.
La luz húmeda, siempre recién manada; el breve
espejo y el relámpago del agua.
Y sobre la extensión del aletazo
del águila y el pico
curvo y la uña rapaz.
III
Merodeamos en los alrededores
del pueblo establecido y las ciudades prósperas.
Comimos alimañas,
hojas inmundas,
moscos.
Acechador, ladrón, tal era nuestro mote.
(Y en silencio pulíamos la punta de la flecha.)
IV
Aguardamos el turno,
la hora de nutrir las potencias famélicas.
He aquí que el sol nos exigió tributo,
que la noche bramaba buscando su alimento.
Y fuimos laboriosos:
sacerdotes, artífices, guerreros.
¡Qué esfuerzo el de la piedra
cuando por su vagina transitaba
la arista ruda de la geometría!
¡Qué clamor el del tronco, cuando talado y hueco,
resonaba invocando a los divino!
En fiesta, en embriaguez, en frenesí,
dimos lo que teníamos: la riqueza y la sangre.
Y nos aproximamos
a la fija crueldad de la obsidiana
con el rostro cubierto por la piel
del enemigo muerto.
V
Lejos ondea el penacho
del capitán y hasta el confín de alarga
nuestro puño feroz y autoritario.
Las deidades descansan en nostros.
Mas ¿por qué este sabor caduco en nuestros cantos?
¿Por qué nuestros adornos se marchitan?
¿Por qué aun lo duradero nos predice
el fin de nuestro siglo?
Se multiplican voces:
del mar vendrá la tempestad. Del mar.
Ay, todo lo que vemos
tiene un temblor funesto de presagio.
¡Del mar vendrá la tempestad!¡Del mar!
No es mentira. No invento lo que digo.
Solo estoy recordando.
jueves, 19 de enero de 2012
Más sonetos de Quevedo
Dejad que a voces diga el bien que pierdo,
si con mi llanto a lástima os provoco;
y permitidme hacer cosas de loco:
que parezco muy mal amante y cuerdo.
La red que rompo y la prisión que muerdo
y el tirano rigor que adoro y toco,
para mostrar mi pena son muy poco,
si por mi mal de lo que fui me acuerdo.
Óiganme todos: consentid siquiera
que, harto de esperar y de quejarme,
pues sin previo viví, sin juicio muera.
De gritar solamente quiero hartarme.
Sepa de mí, a lo menos, esta fiera
que he podido morir, y no mudarme.
___
Por la cumbre de un monte levantado,
mis temerosos pasos, triste, guío;
por norte llevo sólo mi albedrío,
y por mantenimiento, mi cuidado.
Llega la noche, y hállome engañado,
y sólo en la esperanza me confío;
llego al corriente mar de un hondo río:
ni hallo barca ni puente, ni hallo vado.
Por la ribera arriba el paso arrojo;
dame contento el agua con su ruido;
mas en verme perdido me congojo.
Hallo pisadas de otro que ha subido;
párome a verlas; pienso con enojo
si son de otro, como yo, perdido.
si con mi llanto a lástima os provoco;
y permitidme hacer cosas de loco:
que parezco muy mal amante y cuerdo.
La red que rompo y la prisión que muerdo
y el tirano rigor que adoro y toco,
para mostrar mi pena son muy poco,
si por mi mal de lo que fui me acuerdo.
Óiganme todos: consentid siquiera
que, harto de esperar y de quejarme,
pues sin previo viví, sin juicio muera.
De gritar solamente quiero hartarme.
Sepa de mí, a lo menos, esta fiera
que he podido morir, y no mudarme.
___
Por la cumbre de un monte levantado,
mis temerosos pasos, triste, guío;
por norte llevo sólo mi albedrío,
y por mantenimiento, mi cuidado.
Llega la noche, y hállome engañado,
y sólo en la esperanza me confío;
llego al corriente mar de un hondo río:
ni hallo barca ni puente, ni hallo vado.
Por la ribera arriba el paso arrojo;
dame contento el agua con su ruido;
mas en verme perdido me congojo.
Hallo pisadas de otro que ha subido;
párome a verlas; pienso con enojo
si son de otro, como yo, perdido.
miércoles, 18 de enero de 2012
Poesía científica: Ricardo López Arcilla, 'Pronósticos de Hipócrates'. De la supuración (2)
DE LA SUPURACIÓN
57
Las más de las veces al fin se revienta
La vómica el día que veinte cumplió,
O treinta, o cuarenta; y a veces sesenta
De abrirse tardó.
58
Por esto conviene saber cuando empieza
El pus a formarse, pues suele ocurrir
Que cuando se forma, la naturaleza
Principia a sentir
Horrores, o fiebre, o grandes dolores,
O peso en el sitio que había dolor;
Pues estos trastornos y aun otros mayores
Que causan temor,
Se suelen a veces mostrar claramente
Al irse la balsa de pus a formar,
Y el médico entonces atento y prudente
Los debe notar,
Debiendo esperarse desque esto ya nota
Hasta aquellos días ya dichos aquí;
Que quede en el pecho la vómica rota
Del pus que hay allí.
59
El lado que ocupa la vómica impura
Del cóncavo tórax, se puede saber
Por medio de aquesta siguiente pintura
Que vamos hacer.
Si estando ardoroso tan sólo un costado
Hubiese en el mismo vehemente dolor
Y estando el enfermo del otro acostado
Que se halla mejor,
Preguntas que nota, y al punto el doliente
Responde “que un peso”, dirás para ti,
Si aquí en este lado el peso se siente,
El pus está aquí.
60
De aquel que en un punto cualquiera supura
De un modo siniestro se debe juzgar
Si nunca al enfermo la vil calentura
Le llega a faltar,
Y sólo su fuerza se aplaca de día ,
De noche se aumenta, y hay grande sudor,
Y tos muy frecuente que casi no envía
Del pecho licor;
Si se hunden los ojos, y están coloradas
Entrambas mejillas, las uñas después
En cálidos dedos estando encorvadas
E hinchados los pies;
Si en fin, los manjares también se aborrecen,
Y pústulas salen en toda la piel
Del cuerpo doliente, señales parecen,
De agüero cruel.
61
Pues todas aquestas señales impías
Ya casi de todas las vómicas son:
Mas todas aquellas que habrán menos días
De dar aflicción,
Presentan los signos que en esta dolencia
Allá en el principio se suelen mostrar,
Y más si se encuentra mayor resistencia
Para respirar.
57
Las más de las veces al fin se revienta
La vómica el día que veinte cumplió,
O treinta, o cuarenta; y a veces sesenta
De abrirse tardó.
58
Por esto conviene saber cuando empieza
El pus a formarse, pues suele ocurrir
Que cuando se forma, la naturaleza
Principia a sentir
Horrores, o fiebre, o grandes dolores,
O peso en el sitio que había dolor;
Pues estos trastornos y aun otros mayores
Que causan temor,
Se suelen a veces mostrar claramente
Al irse la balsa de pus a formar,
Y el médico entonces atento y prudente
Los debe notar,
Debiendo esperarse desque esto ya nota
Hasta aquellos días ya dichos aquí;
Que quede en el pecho la vómica rota
Del pus que hay allí.
59
El lado que ocupa la vómica impura
Del cóncavo tórax, se puede saber
Por medio de aquesta siguiente pintura
Que vamos hacer.
Si estando ardoroso tan sólo un costado
Hubiese en el mismo vehemente dolor
Y estando el enfermo del otro acostado
Que se halla mejor,
Preguntas que nota, y al punto el doliente
Responde “que un peso”, dirás para ti,
Si aquí en este lado el peso se siente,
El pus está aquí.
60
De aquel que en un punto cualquiera supura
De un modo siniestro se debe juzgar
Si nunca al enfermo la vil calentura
Le llega a faltar,
Y sólo su fuerza se aplaca de día ,
De noche se aumenta, y hay grande sudor,
Y tos muy frecuente que casi no envía
Del pecho licor;
Si se hunden los ojos, y están coloradas
Entrambas mejillas, las uñas después
En cálidos dedos estando encorvadas
E hinchados los pies;
Si en fin, los manjares también se aborrecen,
Y pústulas salen en toda la piel
Del cuerpo doliente, señales parecen,
De agüero cruel.
61
Pues todas aquestas señales impías
Ya casi de todas las vómicas son:
Mas todas aquellas que habrán menos días
De dar aflicción,
Presentan los signos que en esta dolencia
Allá en el principio se suelen mostrar,
Y más si se encuentra mayor resistencia
Para respirar.
martes, 17 de enero de 2012
'Edelweis' e 'Inscripción funeraria', sonetos de Leopoldo Diaz (3)
EDELWEIS
Por abruptos peñascos circundada
La pensativa flor entre la nieve.
Abre el estuche de sus hojas, leve,
Semejando una estrella amortajada.
El beso triste de la noche helada
Sobre rígidos témpanos la mueve
Y su existencia, más que un sueño breve,
Expira con la luz de una alborada.
Como trémula virgen indecisa,
Ostenta grácil la nevada toca
Al roce gemebundo de la brisa.
Y su blancura sideral evoca
Un escorzo de pálida sonrisa
En el semblante adusto de la roca.
INSCRIPCIÓN FUNERARIA
Pasajero: no turbes mi placidez serena
Con libación inútil o sufrimiento vano;
El vuelo de las Horas me arrebató temprano
Como, al pasar, arrastra la brisa una falena.
Mi largo y dulce sueño no amargará tu pena:
Como de las cigarras el sibilar lejano
Se perderá en los aires todo gemir humano,
Rumor de espuma o dulce lamento de sirena.
Mas, si tu marcha sigues con rumbo a Mytilene,
Si ante mi hogar, un día, tu planta se detiene
Y cruzas los umbrales, y si mi madre llora,
Besa su frente donde crecieron albos lirios,
Ocúltale mi muerte, y engaña sus martirios
¡Diciéndole que habito las islas de la Aurora!
Por abruptos peñascos circundada
La pensativa flor entre la nieve.
Abre el estuche de sus hojas, leve,
Semejando una estrella amortajada.
El beso triste de la noche helada
Sobre rígidos témpanos la mueve
Y su existencia, más que un sueño breve,
Expira con la luz de una alborada.
Como trémula virgen indecisa,
Ostenta grácil la nevada toca
Al roce gemebundo de la brisa.
Y su blancura sideral evoca
Un escorzo de pálida sonrisa
En el semblante adusto de la roca.
INSCRIPCIÓN FUNERARIA
Pasajero: no turbes mi placidez serena
Con libación inútil o sufrimiento vano;
El vuelo de las Horas me arrebató temprano
Como, al pasar, arrastra la brisa una falena.
Mi largo y dulce sueño no amargará tu pena:
Como de las cigarras el sibilar lejano
Se perderá en los aires todo gemir humano,
Rumor de espuma o dulce lamento de sirena.
Mas, si tu marcha sigues con rumbo a Mytilene,
Si ante mi hogar, un día, tu planta se detiene
Y cruzas los umbrales, y si mi madre llora,
Besa su frente donde crecieron albos lirios,
Ocúltale mi muerte, y engaña sus martirios
¡Diciéndole que habito las islas de la Aurora!
lunes, 16 de enero de 2012
'Observaciones y maximas de Blas' (6), de Noel Clarasó, Afirmaciones(I)
AFIRMACIONES (I)
Cuando se ha conseguido la paz interior (búsquenla ustedes por donde quieran) ningún conflicto exterior, aparte del dolor de muelas, puede perturbarnos.
En este mundo ha de haber de todo, menos de lo que no hay; si se dieran cuenta de esta verdad los innovadores podrían descansar, por lo menos hasta el otro mundo.
Nuestros actos dependen de nuestros impulsos, y las razones que los justifican de nuestra facilidad de palabra.
Hay que tener el valor de sucumbir a las tentaciones y la humildad de no hacer gala de este valor.
Solo los insolentes dicen de nosotros lo que verdaderamente piensan.
Las palabras tienen el gran defecto de significar algo; pero si las libramos de este defecto podremos lograr con ellas efectos sorprendentes.
El entendimiento es un órgano deficiente y perezoso que de vez en cuando suena bien y de vez en cuando suena mal.
Vivimos oprimidos por dos castigos divinos: el amor y el trabajo. Solo los elegidos de los dioses consiguen vivir sin trabajar y sin enamorarse.
La gordura es un mal, como el dolor de muelas; pero no se quita de un tirón.
Una hija única para ser perfecta ha de ser, desgraciadamente, huérfana.
El ideal de un escritor es llegar a que le alaben los que nunca le han leído.
La mayor humildad de quien se cree superior a otro es confesarlo; y si le llaman presuntuoso,soportarlo con grandeza de ánimo.
Uno de los goces celestiales consistirá en ver el infierno por una rendija.
Las únicas consecuencias que se han de reparar, sea como sea, son las de los actos cuyas consecuencias son irreparables.
Los padres guapos y los padres feos coinciden en que ninguno desea que su hijo se parezca a otro.
La única diversión auténtica consiste en contemplar de cerca la desgracia de las personas que se han divertido antes fastidiándonos.
En los actos trascendentales de la vida, nacimiento, boda, entierro, el único que no se divierte es el protagonista.
Cuando se ha conseguido la paz interior (búsquenla ustedes por donde quieran) ningún conflicto exterior, aparte del dolor de muelas, puede perturbarnos.
En este mundo ha de haber de todo, menos de lo que no hay; si se dieran cuenta de esta verdad los innovadores podrían descansar, por lo menos hasta el otro mundo.
Nuestros actos dependen de nuestros impulsos, y las razones que los justifican de nuestra facilidad de palabra.
Hay que tener el valor de sucumbir a las tentaciones y la humildad de no hacer gala de este valor.
Solo los insolentes dicen de nosotros lo que verdaderamente piensan.
Las palabras tienen el gran defecto de significar algo; pero si las libramos de este defecto podremos lograr con ellas efectos sorprendentes.
El entendimiento es un órgano deficiente y perezoso que de vez en cuando suena bien y de vez en cuando suena mal.
Vivimos oprimidos por dos castigos divinos: el amor y el trabajo. Solo los elegidos de los dioses consiguen vivir sin trabajar y sin enamorarse.
La gordura es un mal, como el dolor de muelas; pero no se quita de un tirón.
Una hija única para ser perfecta ha de ser, desgraciadamente, huérfana.
El ideal de un escritor es llegar a que le alaben los que nunca le han leído.
La mayor humildad de quien se cree superior a otro es confesarlo; y si le llaman presuntuoso,soportarlo con grandeza de ánimo.
Uno de los goces celestiales consistirá en ver el infierno por una rendija.
Las únicas consecuencias que se han de reparar, sea como sea, son las de los actos cuyas consecuencias son irreparables.
Los padres guapos y los padres feos coinciden en que ninguno desea que su hijo se parezca a otro.
La única diversión auténtica consiste en contemplar de cerca la desgracia de las personas que se han divertido antes fastidiándonos.
En los actos trascendentales de la vida, nacimiento, boda, entierro, el único que no se divierte es el protagonista.
sábado, 14 de enero de 2012
viernes, 13 de enero de 2012
'Relato del Augur (I)',poema de Rosario Castellanos en 'Al pie de la letra'
RELATO DEL AUGUR
I
Antes que amaneciera nos encontramos juntos.
Como quien sale de un sopor nos vimos
y a oscuras nos buscamos las caras y los nombres.
Y dijimos: hermanos seremos de una misma
memoria, de unos mismos trabajos y esperanzas.
El principio fue así. La niebla, último aliento
de la noche, jugaba a enloquecernos.
Nos mostraba figuras de monstruos, nos hacía
tropezar siempre con la misma piedra
y partir y volver, después de mucho andar,
al sitio del que habíamos partido.
Fueron estos los años de peregrinación
y uno fue dicho "el del jadear penoso"
y otro "el del sobresalto" y "el del rastro falaz".
El muerto se moría y su muerte nos era
afrenta, deserción, pacto incumplido
y juramento roto.
Lo abandonábamos a la intemperie,
al buitre, al que devora carroña, al exterminio.
Pues aun este misterio no nos era sagrado.
Íbamos en manada como los animales;
nuestros caciques eran Hambre y Miedo
y el freno que tascábamos se llamaba Peligro.
Pero alguno sentía ya dentro de su entraña
el espasmo del dios,
la quemadura de la profecía.
Al fin prevaleció sobre sus adversarios.
Pasamos a ser hombres que llevan a su espalda
un cargamento, un peso, un ídolo, un destino.
A veces nos hablaba la ceniza,
nos hacía señales el viento, nos dictaba
mandatos la hojarasca.
Y muy pronto quisimos saber más,
hurgar la voluntad a la que obedecíamos,
arrancar su secreto a la mudez del mundo.
Así fue como abrimos corazones,
como despedazamos materias, como hicimos
de toda cosa augurio, y del destazador,
del cuchillo, su intérprete.
Empezamos entonces a atesorar palabras.
El sabidor, el dueño, llegó a ser poderoso.
Estaba aparte, solo. Un día ya no quiso
continuar por su pie. Y otros, los hombrecillos
que no entienden y tiemblan,
se pusieron las andas sobre el hombro.
De tal modo, la marcha
se hizo lenta y difícil para muchos.
Rendidos de fatiga
dormíamos oyendo murmullos: bestezuelas
que palpitan y medran en la sombra;
cuchicheos de mujeres, suspiros sofocados,
el llanto del que nace
y el gemido angustioso del que sueña.
Alguno, antes que nadie
escrutó la tiniebla.
Miró hacia el firmamento nocturno (para ti,
para mí -desatentos-,
imagen de mazorca desgranada)
y halló la ley y el número.
¿Quién de los caminantes
dijo: hasta aquí llegamos?
¿La preñada de huella doble? ¿El cojo?
¿El anciano reumático? ¿El hombre que medita?
¿O el pájaro que iba delante de nosotros?
Pero la tribu unánime
se detuvo y hundió
su cayado, con fuerza de raíz, en la tierra.
Sobrevino la hora
del constructor y de los fundadores.
Cada uno, como el árbol,
era él y el contorno que amparaba su sombra.
Y por primera vez sembramos nuestros muertos.
I
Antes que amaneciera nos encontramos juntos.
Como quien sale de un sopor nos vimos
y a oscuras nos buscamos las caras y los nombres.
Y dijimos: hermanos seremos de una misma
memoria, de unos mismos trabajos y esperanzas.
El principio fue así. La niebla, último aliento
de la noche, jugaba a enloquecernos.
Nos mostraba figuras de monstruos, nos hacía
tropezar siempre con la misma piedra
y partir y volver, después de mucho andar,
al sitio del que habíamos partido.
Fueron estos los años de peregrinación
y uno fue dicho "el del jadear penoso"
y otro "el del sobresalto" y "el del rastro falaz".
El muerto se moría y su muerte nos era
afrenta, deserción, pacto incumplido
y juramento roto.
Lo abandonábamos a la intemperie,
al buitre, al que devora carroña, al exterminio.
Pues aun este misterio no nos era sagrado.
Íbamos en manada como los animales;
nuestros caciques eran Hambre y Miedo
y el freno que tascábamos se llamaba Peligro.
Pero alguno sentía ya dentro de su entraña
el espasmo del dios,
la quemadura de la profecía.
Al fin prevaleció sobre sus adversarios.
Pasamos a ser hombres que llevan a su espalda
un cargamento, un peso, un ídolo, un destino.
A veces nos hablaba la ceniza,
nos hacía señales el viento, nos dictaba
mandatos la hojarasca.
Y muy pronto quisimos saber más,
hurgar la voluntad a la que obedecíamos,
arrancar su secreto a la mudez del mundo.
Así fue como abrimos corazones,
como despedazamos materias, como hicimos
de toda cosa augurio, y del destazador,
del cuchillo, su intérprete.
Empezamos entonces a atesorar palabras.
El sabidor, el dueño, llegó a ser poderoso.
Estaba aparte, solo. Un día ya no quiso
continuar por su pie. Y otros, los hombrecillos
que no entienden y tiemblan,
se pusieron las andas sobre el hombro.
De tal modo, la marcha
se hizo lenta y difícil para muchos.
Rendidos de fatiga
dormíamos oyendo murmullos: bestezuelas
que palpitan y medran en la sombra;
cuchicheos de mujeres, suspiros sofocados,
el llanto del que nace
y el gemido angustioso del que sueña.
Alguno, antes que nadie
escrutó la tiniebla.
Miró hacia el firmamento nocturno (para ti,
para mí -desatentos-,
imagen de mazorca desgranada)
y halló la ley y el número.
¿Quién de los caminantes
dijo: hasta aquí llegamos?
¿La preñada de huella doble? ¿El cojo?
¿El anciano reumático? ¿El hombre que medita?
¿O el pájaro que iba delante de nosotros?
Pero la tribu unánime
se detuvo y hundió
su cayado, con fuerza de raíz, en la tierra.
Sobrevino la hora
del constructor y de los fundadores.
Cada uno, como el árbol,
era él y el contorno que amparaba su sombra.
Y por primera vez sembramos nuestros muertos.
jueves, 12 de enero de 2012
Más sonetos de Quevedo
Otro largo soneto, lo rompemos al fin del segundo cuarteto
Más solitario pájaro ¿en cuál techo
se vio jamás, ni fiera en monte o prado?
Desierto estoy de mí que me has dejado
mi alma propia en lágrimas deshecho.
Lloraré siempre mi mayor provecho;
penas serán y hiel cualquier bocado;
la noche afán, y la quietud cuidado,
y duro campo de batalla el lecho.
___
Amor me ocupa el seso y los sentidos;
absorto estoy en éxtasi amoroso;
no me concede tregua ni reposo
esta guerra civil de los nacidos.
Explayose el raudal de mis gemidos
por el grande distrito y doloroso
del corazón, en su penar dichoso,
y mis memorias anegó en olvidos.
Todo soy ruinas, todo soy destrozos,
escándalo funesto a los amantes,
que fabrican de lástimas sus gozos.
Los que han de ser, y los que fueron antes,
estudien su salud en mis sollozos,
y envidien mi dolor, si son constantes.
Más solitario pájaro ¿en cuál techo
se vio jamás, ni fiera en monte o prado?
Desierto estoy de mí que me has dejado
mi alma propia en lágrimas deshecho.
Lloraré siempre mi mayor provecho;
penas serán y hiel cualquier bocado;
la noche afán, y la quietud cuidado,
y duro campo de batalla el lecho.
___
Amor me ocupa el seso y los sentidos;
absorto estoy en éxtasi amoroso;
no me concede tregua ni reposo
esta guerra civil de los nacidos.
Explayose el raudal de mis gemidos
por el grande distrito y doloroso
del corazón, en su penar dichoso,
y mis memorias anegó en olvidos.
Todo soy ruinas, todo soy destrozos,
escándalo funesto a los amantes,
que fabrican de lástimas sus gozos.
Los que han de ser, y los que fueron antes,
estudien su salud en mis sollozos,
y envidien mi dolor, si son constantes.
miércoles, 11 de enero de 2012
Poesía y noticia de Magnus William-Olsson
De Una ciudad sin
muros, de Magnus
William-Olsson, primera entrega de la colección
Jardín Cerrado 2012:
Creer en el cuerpo.
Vivir esta fe cuando todos se aferran al alma, identidad y futuro.
Ante la muerte poblamos todos una ciudad sin muros, dice
Epicuro.
No soy maricón, ni hetero ni bisexual. Creo
en un cuerpo más acá del cuerpo, una especie de sueño o un sensualismo
violento, una verdad
donde la lengua toca el ojo, donde la lengua toca el sexo, la
verdad de las mucosas y de la
piel.
No estamos obligados a vivir con necesidades, dice Epicuro.
Creo en el necesitar. La imperfección del cuerpo.
¿Qué es el placer?
El placer no es evitar, no es poder, no es
entregarse
El placer es soportar
placer.
Y siempre en una ciudad sin muros.
Magnus William-Olsson ofrecerá recitales de su obra
en:
MADRID
Embajada de Suecia
c/ Caracas, 25, 28010 Madrid. Metro Alonso Martínez
Jueves 12 de enero - 1930 horas
Ateneo de Madrid
c/ Prado, 21 28014 Madrid. Metro
Sol
Viernes 13 de enero - 22,30
horas
BARCELONA
Librería La
Central
c/ Mallorca, 237, 08008
Barcelona
Lunes 16 de enero -
19,00 horas
Poesía científica: Ricardo López Arcilla, 'Pronósticos de Hipócrates'. De la supuración (1)
DE LA SUPURACIÓN
52
Los fuertes dolores que ocupan el pecho,
O aquellas entrañas que cerca en redor,
Llenando al paciente de amargo despecho
Con fiero rigor,
Si no se mitigan por medio de esputos,
Diarreas, ni drogas, ni haciendo sangrar,
O bien a la dieta severos tributos
Heciendo pagar,
Terminan de un modo tristísimo, aciago,
Causando en el pecho la supuración,
Haciendo con ella mortífero estrago
En dicha región.
53
Si estando el esputo saliendo bilioso
El pus se expectora ya solo, o con él
Mezclada la bilis, es signo dañoso
De agüero cruel.
54
Si el pus aparece al séptimo día
Del mal que lo fragua saliendo a la par
Bilioso el esputo, peor todavía
Se debe juzgar.
55
Pues es muy temible que muera el doliente
El día catorce de su enfermedad,
Si dichos esputos arroja y no siente
Feliz novedad.
56
Empero son buenos los signos morbosos
Si el triste doliente su grave afección
Muy bien sobrelleva sin medios costosos
De su nutrición.
Si es fácil aquella función de la vida
Que ejerce en el pecho tranquilo el pulmón;
Si hay leves dolores, y es bien ejercida
Cualquier excreción.
Si está todo el cuerpo flexible y caliente;
Sino le atormenta ni un punto la sed;
Y en fin, si la orina muy buena igualmente
Se ofrece a la vez;
Si los excrementos, el sueño, y sudores,
Benéficos signos ofrecen también,
Podrán del paciente los males traidores
Curarse muy bien.
Mas ¡ay! al contrario, si el triste doliente
Muy bien no soporta su grave afección;
Si se hace muy grande y a un tiempo frecuente
Su respiración;
Si no se mitiga dolor tan impío
Y apenas consigue su esputo arrojar,
Si sed insaciable le acosa con brío
Y le hace penar;
Si a un tiempo la fiebre que el cuerpo padece
Se encuentra esparcida sin mucha igualdad;
Si más en un punto que en otro aparece
Con gran variedad;
Y en fin, si el abdomen en todos sus planos
Al tacto presenta vehemente calor
Estando la frente, los pies, y las manos
Con frío rigor;
Si son las orinas, las heces ventrales,
El sueño, y sudores del mismo jaez
Que arriba se ha dicho, son malas señales,
Muy malas pardiez.
Cualquiera de aquestas señales que se una
Al antes ya dicho esputo fatal,
Denota por siempre sin duda ninguna
Que el bárbaro mal,
Al hombre la muerte dará el nono día,
O el once es probable le llegue a matar;
Mas nunca al catorce su grave energía
Le deja llegar.
Conviene mal juicio formar de este esputo,
Pues dos septenarios no deja existir
Al triste paciente, su muerte es el fruto
De tanto sufrir.
De todos los signos que he dado ya indicio
Conviene con maña saber distinguir
Los buenos y malos si ansiamos con juicio
Saber predecir.
52
Los fuertes dolores que ocupan el pecho,
O aquellas entrañas que cerca en redor,
Llenando al paciente de amargo despecho
Con fiero rigor,
Si no se mitigan por medio de esputos,
Diarreas, ni drogas, ni haciendo sangrar,
O bien a la dieta severos tributos
Heciendo pagar,
Terminan de un modo tristísimo, aciago,
Causando en el pecho la supuración,
Haciendo con ella mortífero estrago
En dicha región.
53
Si estando el esputo saliendo bilioso
El pus se expectora ya solo, o con él
Mezclada la bilis, es signo dañoso
De agüero cruel.
54
Si el pus aparece al séptimo día
Del mal que lo fragua saliendo a la par
Bilioso el esputo, peor todavía
Se debe juzgar.
55
Pues es muy temible que muera el doliente
El día catorce de su enfermedad,
Si dichos esputos arroja y no siente
Feliz novedad.
56
Empero son buenos los signos morbosos
Si el triste doliente su grave afección
Muy bien sobrelleva sin medios costosos
De su nutrición.
Si es fácil aquella función de la vida
Que ejerce en el pecho tranquilo el pulmón;
Si hay leves dolores, y es bien ejercida
Cualquier excreción.
Si está todo el cuerpo flexible y caliente;
Sino le atormenta ni un punto la sed;
Y en fin, si la orina muy buena igualmente
Se ofrece a la vez;
Si los excrementos, el sueño, y sudores,
Benéficos signos ofrecen también,
Podrán del paciente los males traidores
Curarse muy bien.
Mas ¡ay! al contrario, si el triste doliente
Muy bien no soporta su grave afección;
Si se hace muy grande y a un tiempo frecuente
Su respiración;
Si no se mitiga dolor tan impío
Y apenas consigue su esputo arrojar,
Si sed insaciable le acosa con brío
Y le hace penar;
Si a un tiempo la fiebre que el cuerpo padece
Se encuentra esparcida sin mucha igualdad;
Si más en un punto que en otro aparece
Con gran variedad;
Y en fin, si el abdomen en todos sus planos
Al tacto presenta vehemente calor
Estando la frente, los pies, y las manos
Con frío rigor;
Si son las orinas, las heces ventrales,
El sueño, y sudores del mismo jaez
Que arriba se ha dicho, son malas señales,
Muy malas pardiez.
Cualquiera de aquestas señales que se una
Al antes ya dicho esputo fatal,
Denota por siempre sin duda ninguna
Que el bárbaro mal,
Al hombre la muerte dará el nono día,
O el once es probable le llegue a matar;
Mas nunca al catorce su grave energía
Le deja llegar.
Conviene mal juicio formar de este esputo,
Pues dos septenarios no deja existir
Al triste paciente, su muerte es el fruto
De tanto sufrir.
De todos los signos que he dado ya indicio
Conviene con maña saber distinguir
Los buenos y malos si ansiamos con juicio
Saber predecir.
martes, 10 de enero de 2012
Orión nos sigue compartiendo su poesía de a poquito, gracias
DEL SOL DE DICIEMBRE
… aquí no me toquéis;
no,
aquí no;
... bajo el son del mundo dejadme este verdor crecer
y que siga la sal, y la tarde;
… no, aquí no me toquéis, que tengo que aguardar a la flor
del almendro;
... para ser de manzana no hacen falta diciembres,
ni martirios, ni borrascas, ni altares;
... ser de hombre,
- ay de mí -
significa que he de hallar la fuente,
y, bebiendo, acallar los rumores del agua y de la luz que persigo;
… no, no;
aquí no me toquéis.
… aquí no me toquéis;
no,
aquí no;
... bajo el son del mundo dejadme este verdor crecer
y que siga la sal, y la tarde;
… no, aquí no me toquéis, que tengo que aguardar a la flor
del almendro;
... para ser de manzana no hacen falta diciembres,
ni martirios, ni borrascas, ni altares;
... ser de hombre,
- ay de mí -
significa que he de hallar la fuente,
y, bebiendo, acallar los rumores del agua y de la luz que persigo;
… no, no;
aquí no me toquéis.
De Leopoldo Díaz, los sonetos 'Bacante' y 'Vértigo' (2)
BACANTE
La cabeza de pámpanos ceñida,
Desnuda, palpitante, voluptuosa,
Ostenta su blancura luminosa
En el sagrado pórtico extendida.
Ebria de ardiente juventud, la vida
Corre bajo su piel de tuberosa,
Y, erecto el seno mórbido, reposa
como la estatua del placer, caída.
La rebosante crátera de vino
Rueda a su flanco, un éxtasis divino
Brilla en su faz, con lúbrico embeleso;
Y, por sus labios entreabiertos, gira,
Cual fugitivo acorde de una lira,
La suspirante languidez de un beso.
VÉRTIGO
La púrpura de ocaso enrojecía
Las caladas ojivas del convento
Y, como canto funeral, el viento,
sobre las torres al pasar gemía.
Era un viviente mármol... Parecía
Latir su corazón. Sentí su aliento,
Y forjóse febril mi pensamiento
Que su labio de virgen me ofrecía.
Miré en torno: quietud. Crucé la nave
Del templo hundido en la penumbra grave,
y en un impulso de la mente loca,
Por misterioso vértigo arrastrado,
Me aproximé a la estatua fascinado
Y con lúbrico ardor besé su boca.
La cabeza de pámpanos ceñida,
Desnuda, palpitante, voluptuosa,
Ostenta su blancura luminosa
En el sagrado pórtico extendida.
Ebria de ardiente juventud, la vida
Corre bajo su piel de tuberosa,
Y, erecto el seno mórbido, reposa
como la estatua del placer, caída.
La rebosante crátera de vino
Rueda a su flanco, un éxtasis divino
Brilla en su faz, con lúbrico embeleso;
Y, por sus labios entreabiertos, gira,
Cual fugitivo acorde de una lira,
La suspirante languidez de un beso.
VÉRTIGO
La púrpura de ocaso enrojecía
Las caladas ojivas del convento
Y, como canto funeral, el viento,
sobre las torres al pasar gemía.
Era un viviente mármol... Parecía
Latir su corazón. Sentí su aliento,
Y forjóse febril mi pensamiento
Que su labio de virgen me ofrecía.
Miré en torno: quietud. Crucé la nave
Del templo hundido en la penumbra grave,
y en un impulso de la mente loca,
Por misterioso vértigo arrastrado,
Me aproximé a la estatua fascinado
Y con lúbrico ardor besé su boca.
lunes, 9 de enero de 2012
Un amigo poeta de los sobresalientes, Aarón García Peña
Es Aarón otro bicho raro, sin ser raro ni bicho. Un poeta en ideas (no hablo de estilo) de un Antonio Machado y otros de su tiempo a los que dolía España en la vida (como a todos) y además en el verso. Poeta preocupado por la forma y que se ocupa de ella, antes de este libro publicó una sextina en 'Dios y sus cómplices'; y ahora en aforismos, sentencias, máximas... pildoras poéticas, da comienzo con Barcelona a su 'Enciclopedia poética de España'.
Algunos versos me dan ganas de extraer, créeme, y se lo adeudo a Aarón si alguna vez tengo ocasión entre tantas locuras en las que ando, pero ya sabéis, y si no os lo digo, que el tremendo esfuerzo de teclear y transcribir se lo reservo a poetas no vivos y raros. Bastante ridículo hago con mi torpeza al teclado como para exponerme con versos de amigos. Aarón está a nuestro alcance. Y si me hubiera pasado su libro en formato electrónico gustoso os mostraría la selección que he hecho.
De todos modos sí que me comparte el poema que sin lugar a dudas prefiero, el que abre, y en el que Aarón nos da una muestra de su capacidad y elocuencia en la forma en que yo le prefiero, el endecasílabo blanco. Ahí va.
Te mueres, sí, ¡y qué!, me molestabas.
Te mueres sobre el prólogo incorrupto
de la Nueva Gramática Española,
al modo en que se ofrecen los ateos
por si buscara Dios quien le reemplace.
Te mueres sin saber por qué se caen
tus pulsaciones cuando escribes prosa,
por qué los ojos saben, si se cierran,
aquello que olvidaron al abrirse.
Te mueres por venganza, con costumbre,
sin consenso, amablemente a solas
como mi cuerpo en el sesenta y uno
después de concluir la Enciclopedia.
Te mueres para ser rememorado
muchísimo mejor de lo que fuiste.
Has comprendido demasiadas veces
las cosas que sirvieron para poco
y ahora que te mueres, español,
va siendo tiempo ya de que me importe.
No busques en mi voz ningún consuelo,
España es hoy el fondo de tu tumba,
el musgo que lubrica la paciencia,
cadáver que se excusa porque huele
y exige un cementerio para él sólo.
Te crees en democracia como un niño
se piensa que el maestro no le miente,
has elevado el mar unos centímetros
para cederle sitio a la torpeza,
aburres tantas veces como opinas
y sabes que tus pueblos se distinguen
por cómo engordan todos sus alcaldes.
Para reconocer a un español
observo si hace tanto como anuncia,
si quiere parecerse a quien desprecia
y lanza su barbilla hacia las nubes.
Los españoles somos parecidos
en eso de creernos especiales;
apenas unos pocos se lamentan
de hacer, de su dinero, sus disgustos.
Así las cosas, ¿cuál es el enigma?,
España es no saber en qué has fallado.
Quien quiera fallecer que lo haga ahora.
Quien quiera ser feliz que me pregunte.
'Obervaciones y máximas de Blas'(5), de Noel Clarasó, Aforismos (II y fin)
AFORISMOS (II)
Creo que hace falta ser más inteligente para apreciar el poder nutritivo de la patata que para apreciar la belleza de la rosa.
Hacer favores a gentes que no nos han de corresponder es como recitar bellas poesías en un idoma que los otros no entienden.
El hombre mejor situado para triunfar no es el que sabe dominar sus pasiones, sino el que sabe dominar las pasiones ajenas.
La mayoría de los que lloran desconsoladamente a un muerto, no harían nada para resucitarlo.
El hombre parece bastante feliz cuando tiene las manos desocupadas y la cabeza libre.
Todos los libros nuevos son execrables; solo los libros antiguos enseñan algo nuevo.
El que dice lo que sabe, da lo que le sobra y hace lo que le parece, no está obligado a más.
Los hombres no se conocen en un año, pero se inventan en un día.
Un cerebro no abarca todo lo que el hombre puede hacer; ni mil cerebros todo lo que el hombre puede dejar de hacer.
Sacrificar su porvenir a sus principios es cosa frecuente en los hombres que no tienen principios ni porvenir.
En todas partes se está bien mientras los demás no han encontrado el truco para fastidiarnos.
Desistir honradamente de los buenos propósitos también es, en cierta manera, ser hombre de carácter.
Media humanidad se ríe de la otra media, pero unos tienen gracia y los otros no.
Por mucho pan nunca mal año; pero sí malas digestiones.
El que se sienta a la orilla a meditar no sigue la corriente; y el que sigue la corriente no sube las montañas.
Dime con quien andas y te diré si te acompaño.
Creo que hace falta ser más inteligente para apreciar el poder nutritivo de la patata que para apreciar la belleza de la rosa.
Hacer favores a gentes que no nos han de corresponder es como recitar bellas poesías en un idoma que los otros no entienden.
El hombre mejor situado para triunfar no es el que sabe dominar sus pasiones, sino el que sabe dominar las pasiones ajenas.
La mayoría de los que lloran desconsoladamente a un muerto, no harían nada para resucitarlo.
El hombre parece bastante feliz cuando tiene las manos desocupadas y la cabeza libre.
Todos los libros nuevos son execrables; solo los libros antiguos enseñan algo nuevo.
El que dice lo que sabe, da lo que le sobra y hace lo que le parece, no está obligado a más.
Los hombres no se conocen en un año, pero se inventan en un día.
Un cerebro no abarca todo lo que el hombre puede hacer; ni mil cerebros todo lo que el hombre puede dejar de hacer.
Sacrificar su porvenir a sus principios es cosa frecuente en los hombres que no tienen principios ni porvenir.
En todas partes se está bien mientras los demás no han encontrado el truco para fastidiarnos.
Desistir honradamente de los buenos propósitos también es, en cierta manera, ser hombre de carácter.
Media humanidad se ríe de la otra media, pero unos tienen gracia y los otros no.
Por mucho pan nunca mal año; pero sí malas digestiones.
El que se sienta a la orilla a meditar no sigue la corriente; y el que sigue la corriente no sube las montañas.
Dime con quien andas y te diré si te acompaño.
sábado, 7 de enero de 2012
viernes, 6 de enero de 2012
'Una palabra para el heredero', poema de Rosario Castellanos en 'Al pie de la letra'
UNA PALABRA PARA EL HEREDERO
Heme aquí, el heredero con su haber: apellido
que empurpuró la fama
y una mansión en ruinas.
Aquí la planta del jardín, que antaño
era lujo y adorno,
hoy medra devorando lo construido.
¡Ah, me asfixio entre muros!
¡Dejad sus reinos a la lagartija
y a la araña el rincón en donde teje
el sudario para mi antepasado!
¡Al pozo los fantasmas! Y para el aire (el aire
en el que se difunden un aroma y un eco
que niguno exhaló y nadie reconoce)
¡condenad las ventanas y las puertas,
cerrad con triple llave los candados!
Pues ¿quién soy yo, paseante de una ciudad que duerme?
A ratos me detengo
reclinado en el tronco del monólogo.
Soy menos que mi nombre:
mi voluntad ya no es heraldo de mi sangre.
Hago lo que no hicieron los que vivían: sueño.
A veces rememoro y se encabrita en mí
el potro del heroísmo y la rapacidad,
el ulular del rapto.
Y las figuras cruzan
con esa libertad magnífica y triunfante
de los hechos pretéritos.
No, no escuchéis mi pulso. Su latido es tan débil
como el del grillo oculto en la hojarasca.
¿Qué riendas podría asir mi puño? ¿Qué ambición
no pierde lozanía si soy quien la sustenta?
Ay, me hice bachiller en minuciosidades.
He aprendido la ciencia de lo furtivo y
de lo que se agazapa.
Ciencia del usurero y del cobarde.
Ved mi botín después de la pelea:
no es más que una perdiz de torpe vuelo.
¿Quién me castró de mi posteridad?
¿Quién me puso esta giba monstruosa del pasado?
Quedaré donde estoy, como esos recipientes
a los que se obstruyó el desaguadero.
Se va empozando en mí, por centurias, el tiempo.
Se mueve y no transcurre. Se agita y permanece.
Su pura transparencia no se turba jamás
con la piedra violenta de los actos.
Heme aquí, el heredero con su haber: apellido
que empurpuró la fama
y una mansión en ruinas.
Aquí la planta del jardín, que antaño
era lujo y adorno,
hoy medra devorando lo construido.
¡Ah, me asfixio entre muros!
¡Dejad sus reinos a la lagartija
y a la araña el rincón en donde teje
el sudario para mi antepasado!
¡Al pozo los fantasmas! Y para el aire (el aire
en el que se difunden un aroma y un eco
que niguno exhaló y nadie reconoce)
¡condenad las ventanas y las puertas,
cerrad con triple llave los candados!
Pues ¿quién soy yo, paseante de una ciudad que duerme?
A ratos me detengo
reclinado en el tronco del monólogo.
Soy menos que mi nombre:
mi voluntad ya no es heraldo de mi sangre.
Hago lo que no hicieron los que vivían: sueño.
A veces rememoro y se encabrita en mí
el potro del heroísmo y la rapacidad,
el ulular del rapto.
Y las figuras cruzan
con esa libertad magnífica y triunfante
de los hechos pretéritos.
No, no escuchéis mi pulso. Su latido es tan débil
como el del grillo oculto en la hojarasca.
¿Qué riendas podría asir mi puño? ¿Qué ambición
no pierde lozanía si soy quien la sustenta?
Ay, me hice bachiller en minuciosidades.
He aprendido la ciencia de lo furtivo y
de lo que se agazapa.
Ciencia del usurero y del cobarde.
Ved mi botín después de la pelea:
no es más que una perdiz de torpe vuelo.
¿Quién me castró de mi posteridad?
¿Quién me puso esta giba monstruosa del pasado?
Quedaré donde estoy, como esos recipientes
a los que se obstruyó el desaguadero.
Se va empozando en mí, por centurias, el tiempo.
Se mueve y no transcurre. Se agita y permanece.
Su pura transparencia no se turba jamás
con la piedra violenta de los actos.
jueves, 5 de enero de 2012
Un poema de Miguel Pastrana
UNAS RAMAS
Murallas de Buitrago
Apareciendo como el trazo
de alguna raza antigua
de animal, más que de árbol,
podrían estas ramas secas
a orillas del Lozoya
ser unos huesos,
la escritura
de un tiempo junto al agua
extinto ya.
Y sin embargo,
por cómo están dispuestas
-igual que dedos que parecen
buscar el río-
podrían ser también una metáfora
de la resurrección.
Pues se derrumba sobre el cauce
su forma poco a poco, y en las aguas
adquieren nueva forma y otra vida
en el fluir sin fin.
Murallas de Buitrago
Apareciendo como el trazo
de alguna raza antigua
de animal, más que de árbol,
podrían estas ramas secas
a orillas del Lozoya
ser unos huesos,
la escritura
de un tiempo junto al agua
extinto ya.
Y sin embargo,
por cómo están dispuestas
-igual que dedos que parecen
buscar el río-
podrían ser también una metáfora
de la resurrección.
Pues se derrumba sobre el cauce
su forma poco a poco, y en las aguas
adquieren nueva forma y otra vida
en el fluir sin fin.
Más sonetos de Quevedo
Si en el loco jamás hubo esperanza,
ni desesperación hubo en el cuerdo,
¿de qué accidentes hoy la vida pierdo?
¿Qué sentimiento mi razón alcanza?
¿Quién hace en mi memoria tal mudanza,
que de aquello que busco no me acuerdo?
Velo soñando, y sin dormir, recuerdo:
el mal pesa y el bien igual balanza.
Escucho sordo y reconozco ciego;
descanso trabajando y hablo mudo;
humilde aguardo y con soberbia pido.
Si no es amor mi gran desasosiego,
de conocer lo que me acaba dudo:
que no hay de sí quien viva más rendido.
___
A fugitivas sombras doy abrazos;
en los sueños se cansa el alma mía;
paso luchando a solas noche y día
con un trasgo que traigo entre mis brazos.
Cuando le quiero más ceñir con lazos,
y viendo mi sudor, se me desvía;
vuelvo con una fuerza a mi porfía,
y temas con amor me hacen pedazos.
Voyme a vengar en una imagen vana
que no se aparta de los ojos míos;
búrlame, y de burlarme corre ufana.
Empiézola a seguir, fáltanme bríos;
y como de alcanzarla tengo gana,
hago correr tras ella el llanto en ríos.
ni desesperación hubo en el cuerdo,
¿de qué accidentes hoy la vida pierdo?
¿Qué sentimiento mi razón alcanza?
¿Quién hace en mi memoria tal mudanza,
que de aquello que busco no me acuerdo?
Velo soñando, y sin dormir, recuerdo:
el mal pesa y el bien igual balanza.
Escucho sordo y reconozco ciego;
descanso trabajando y hablo mudo;
humilde aguardo y con soberbia pido.
Si no es amor mi gran desasosiego,
de conocer lo que me acaba dudo:
que no hay de sí quien viva más rendido.
___
A fugitivas sombras doy abrazos;
en los sueños se cansa el alma mía;
paso luchando a solas noche y día
con un trasgo que traigo entre mis brazos.
Cuando le quiero más ceñir con lazos,
y viendo mi sudor, se me desvía;
vuelvo con una fuerza a mi porfía,
y temas con amor me hacen pedazos.
Voyme a vengar en una imagen vana
que no se aparta de los ojos míos;
búrlame, y de burlarme corre ufana.
Empiézola a seguir, fáltanme bríos;
y como de alcanzarla tengo gana,
hago correr tras ella el llanto en ríos.
miércoles, 4 de enero de 2012
Poesía científica: Ricardo López Arcilla, 'Pronósticos de Hipócrates'. Del esputo
DEL ESPUTO
43
Conviene en la pulmonía
Y en el dolor de costado,
Que el esputo que se cría
Fácilmente por su vía
Se halle pronto expectorado.
44
Y que la sangre arrojada
Con el esputo mucoso
No esté de éste separada,
Sino muy bien combinada
Con el líquido flemoso,
45
Pues si vemos que ha pasado
Mucho tiempo de dolor ,
Y aparece ensangrentado
El esputo matizado
De enrojecido color,
No pudiéndolo expulsar
Sino a fuerza de gran tos
Puro, solo y sin mezclar ,
Se debe pronosticar
Tristemente de esto en pos.
46
Porque si es rojo, denota
Peligro de una derrota;
Y si es viscoso en el fondo
Y a la par blanco y redondo,
Es inútil cuando brota.
47
Si aparece muy verdoso
Y al mismo tiempo espumoso
Durante la enfermedad,
Es de agüero peligroso
Por su mala cualidad.
48
Mas de todos el peor
Es el negro ciertamente,
Aunque sea fácilmente
Arrojado al exterior
Por el mísero paciente.
Tampoco en verdad es bueno
El que no fragua el pulmón ,
Ni lo arroja de su seno,
Y hierve en el tubo lleno
Del gutural pabellón.
49
En todas las afecciones
Que padecen los pulmones,
La coriza y estornudo
Peligro indican sañudo
De graves alteraciones,
Ya precedan a las tales,
Ya en su curso sobrevengan
Ambos síntomas fatales,
Aunque otras veces convengan
En otros agudos males.
50
El esputo sanguinoso
Cuyo elemento mucoso
Aparece combinado
Con poca sangre, es precioso
Si al principio es arrojado
De una aguda pulmonía;
Pero si el séptimo día
Se concluye, y aun así
Permanece todavía,
Ya no.es tan bueno por sí.
51
El esputo que el dolor
No mitiga, es mal esputo;
Pero aún es mucho peor
El que es de negro color,
Pues ya trae consigo el luto.
El que alivia del paciente
Que suspira tristemente
El dolor que le atormenta,
Es el mejor ciertamente
Que a la vista se presenta.
43
Conviene en la pulmonía
Y en el dolor de costado,
Que el esputo que se cría
Fácilmente por su vía
Se halle pronto expectorado.
44
Y que la sangre arrojada
Con el esputo mucoso
No esté de éste separada,
Sino muy bien combinada
Con el líquido flemoso,
45
Pues si vemos que ha pasado
Mucho tiempo de dolor ,
Y aparece ensangrentado
El esputo matizado
De enrojecido color,
No pudiéndolo expulsar
Sino a fuerza de gran tos
Puro, solo y sin mezclar ,
Se debe pronosticar
Tristemente de esto en pos.
46
Porque si es rojo, denota
Peligro de una derrota;
Y si es viscoso en el fondo
Y a la par blanco y redondo,
Es inútil cuando brota.
47
Si aparece muy verdoso
Y al mismo tiempo espumoso
Durante la enfermedad,
Es de agüero peligroso
Por su mala cualidad.
48
Mas de todos el peor
Es el negro ciertamente,
Aunque sea fácilmente
Arrojado al exterior
Por el mísero paciente.
Tampoco en verdad es bueno
El que no fragua el pulmón ,
Ni lo arroja de su seno,
Y hierve en el tubo lleno
Del gutural pabellón.
49
En todas las afecciones
Que padecen los pulmones,
La coriza y estornudo
Peligro indican sañudo
De graves alteraciones,
Ya precedan a las tales,
Ya en su curso sobrevengan
Ambos síntomas fatales,
Aunque otras veces convengan
En otros agudos males.
50
El esputo sanguinoso
Cuyo elemento mucoso
Aparece combinado
Con poca sangre, es precioso
Si al principio es arrojado
De una aguda pulmonía;
Pero si el séptimo día
Se concluye, y aun así
Permanece todavía,
Ya no.es tan bueno por sí.
51
El esputo que el dolor
No mitiga, es mal esputo;
Pero aún es mucho peor
El que es de negro color,
Pues ya trae consigo el luto.
El que alivia del paciente
Que suspira tristemente
El dolor que le atormenta,
Es el mejor ciertamente
Que a la vista se presenta.