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viernes, 23 de marzo de 2012

En 'Versiones' de Rosario Castellanos el poema de Paul Claudel 'Oda segunda, el espíritu y el agua' (4)

Ni el marino, ni el pez que atrae el otro pez para devorarlo, sino la cosa misma y la vena viva, y el agua misma y el elemento mismo. ¡Yo gozo, yo resplandezco! ¡Yo comparto la libertad del mar omnipresente! El agua viene siempre para volver a encontrar el agua, componiendo una gota única. Si yo fuera el mar, crucificado por un millar de brazos sobre sus dos continentes, a pleno vientre, padeciendo la tracción ruda del cielo circular, con el sol inmóvil como la mecha encendida bajo el vidrio, conocedor de mi propia cantidad, soy yo, que llamo, sobre todas mis raíces, el Ganges, el Mississippi, el ancho tejido del Orinoco; el largo hilo del Rin; el Nilo con su doble vejiga, y el león nocturno bebiendo, y los pantanos y los vasos subterráneos y el corazón redondo y pleno de los hombres que duran su momento. No el mar. Yo soy espíritu. Y como el agua al agua, el espíritu reconoce al espíritu, el espíritu, el silbo secreto, el espíritu creador que hace reír, el espíritu de vida y el gran aliento neumático, el espíritu desatándose, ¡el espíritu que halaga y que enerva y que hace reír! Oh, es vivo y ágil. ¡No temáis que no os alcance! Por lejos que yo me hunda no puedo vencer la elasticidad del abismo. ¡Como al fondo del agua se ven, a veces, una docena de diosas de hermosos miembros, verdes, subir en una erupción de burbujas, que gozan levantando el día divino en el gran encaje blanco, en el fuego amarillo y el frío, el mar transparente y chispeante! ¿Qué puerta me detendría? ¿Qué muro? El agua huele a agua y yo, soy más que ella misma, líquido. ¡Como el agua disuelve la tierra y la piedra cimentada, yo estoy por encima de las inteligencias! el agua que hace la tierra la deshace y el espíritu que ha hecho la puerta abre la cerradura.

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