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martes, 6 de marzo de 2012

"Órbita cementerio" de Nuria Ruiz de Viñaspre (3, y fin)

PLANETA ARTEFACTO

El mundo está a punto de explotar. Las yemas de las flores altas están a punto de explotar. Esas otras flores altas que son los pensamientos también están a punto de explotar. La maquinaria de nuestros molinos está a punto de explotar. La garganta del pájaro que anida en nuestro pecho está a punto de explotar el aire en pedazos azules. La voz de la soprano que no somos está a punto de explotar el piano en el que se apoya. El blanco invierno de las ideas ha detonado en un mundo ¿glauco? Las órbitas se expanden para dar cabida el estacional planeta. Los corazones de todos los animales —entre los que me incluyo— están a punto de explotar. Los ciegos están a nada de ver. Los silencios están a nada de oír. Los tímpanos están a punto de explotar por aquella voz soprana que no fuimos. Las coronillas de todos los dedos están a punto de explotar. La física de los cuerpos está a punto de explotar. La muerte química está a punto de explotar porque los laboratorios y las tumbas están a nada de abrirse. Y esta tierra se abre porque el mundo es una bomba y no le queda espacio para el diámetro que tiene el artefacto. Pero si todo esto explota, ¿volverán aquellas oscuras golondrinas de invierno —allí donde la naturaleza es tan inasible—?


ÓRBITA OPERACIONAL

Orbitar. Tensar mi intra-vena con extra-vertida aguja. Como si fuera un compás envejeciendo circunferencias. Orbitar. Con un acompasado pie clavado en tierra mientras el otro baila y araña mi baldosa. Mi planeta. Orbitar. Hacer girar mis moléculas. Mi voz-carne. Quemar la mansedumbre de mi cuerpo. La mancha de esta casa que graniza y que es hoy mi cuerpo-meteoro. Rescatar ese otro cuerpo calcinado que ahí afuera nos orbita. Quiero permanecer allí. Corticalmente extraviada. En mi cerebro. Hasta que todo en él se vuelva confusamente
normal

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