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martes, 22 de mayo de 2012

Más sonetos de Quevedo

Amenaza de la inocencia perseguida, que hace el rigor de un poderoso

Ya te miro caer precipitado,        
y que en tus propias ruinas te confundes;        
que en ti propio te rompes y te hundes,        
entre tus chapiteles sepultado.        

Tanto como has crecido has enfermado
y, por mas bien que los cimientos fundes,        
mientras en oro y vanidad abundes,        
tu tesoro y poder son tu pecado.        

Si de los que derribas te levantas        
y si de los que entierras te edificas,
en amenazas propias te adelantas.        

Medrosos escarmientos multiplicas;        
lágrimas tristes, que ocasionas, cantas:        
son tu caudal calamidades ricas.

Las causas de la ruina del Imperio romano

En el precio, el favor; y la ventura,        
venal; el oro, pálido y tirano;        
el erario, sacrílego y profano;        
con togas, la codicia y la locura;        

en delitos, patíbulo la altura;
más suficiente el más soberbio y vano;        
en opresión, el sufrimiento humano;        
en desprecio, la ciencia y la cordura,        

promesas son, ¡oh Roma!, dolorosas        
del precipicio y ruina que previenes
a tu imperio y sus fuerzas poderosas.        

El laurel que te abraza las dos sienes        
llama al rayo que evita, y peligrosas        
y coronadas por igual las tienes.

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