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miércoles, 9 de mayo de 2012

Poesía científica: Ricardo López Arcilla, 'Pronósticos de Hipócrates'

PRONÓSTICOS DE HIPÓCRATES
LIBRO PRIMERO

1

Nada juzgo del médico más justo
Mientras tenga en el mundo que vivir,
Que con prudencia y delicado gusto
Por do quiera saberse conducir.

2

Si las cosas presentes y futuras,
Las pasadas, y aquellas que el temor
Del enfermo reserva, y las oscuras
Junto al lecho angustiado del dolor
Con acento inspirado pronostica,
Creerán todos que conoce bien
El mal tremendo que el enfermo indica,
Y su remedio bienhechor también.

3

Y esta creencia hará que el que le escucha
En místico silencio en derredor,
Tenga en él siempre confianza mucha,
Y le mire cual nuncio protector.

4

Además, un juicioso tratamiento
Ya puede en adelante establecer,
Si el mal que venir puede en un momento
Le llega con cuidado a preveer.
Mas no siempre a los míseros mortales
Tornar puede la célica salud,
Aunque fuera mejor curar los males
Que el pronóstico hacer con certitud.

5

Muchos pierden a veces la existencia;
Los unos a la fuerza de su mal,
Aun antes que reclamen la asistencia
Del que ejerce la ciencia medical.
Los otros, aunque al Médico requieren
Y junto al lecho le consiguen ver,
En un instante de repente mueren
Sin poderlos la ciencia defender.
Otros apenas transcurrido un día
Hallan al cabo de su vida el fin;
Otros retienen la existencia pía
Poco más tiempo en su carnal confin.
Mas antes que la rápida dolencia
El médico principie a combatir
Con los grandes recursos de la ciencia,
Deja el mísero enfermo de existir.

6

Por eso es necesario de los males
La índole saber con perfección ,
Y conocer por ella si los tales
A la naturaleza superiores son.

7

Cuando síntoma alguno extraordinario
Las dolencias presentan en su faz,
Deducir de eso mismo es necesario
El remedio más pronto y eficaz.
Porque haciéndolo así, sobre este suelo
El respetable médico obrará
Con el juicio más grande, y un consuelo
Al doliente infeliz tal vez dará.
Pues el enfermo que conozca puede
Por algún tiempo con su mal vivir,
Conservará mejor, pues le concede
Cosa por cosa meditando ir.
Y así sabiendo y anunciando al paso
Los que salvarse o perecer podrán,
Evitar la calumnia podrá acaso
De los que en torno del enfermo están.

8

La cara observar conviene
Allá en los agudos males,
Y mirar si ella se aviene
Con la que el enfermo tiene
Cuando se halla sin los tales.
Esto el médico, presente
Debe siempre de tener,
Pues cuanto más diferente
Sea la cara del paciente
Tanto más hay que temer.
De esta diferencia son
Caractéres los siguientes,
Que por su exageracion
Llaman luego la atención
Al visitarlos dolientes.

9

Las narices afiladas,
Ojos cóncavos, hundidas
Ambas sienes, enfriadas
Las orejas, contraídas,
Y hacia delante inclinadas.

10

Dura, tensa, y resecada.
La piel de la extensa frente:
Toda la faz aplomada,
O lívida, o blanqueada,
O bien negra totalmente.

11

Y así, si aquestas señales
De la cara apareciesen
Al principio de los males,
Y las causas de las tales
Ni aun sospechar se pudiesen,
Es preciso averiguar
Si el triste enfermo ha sufrido
Vigilias a su pesar;
Si diarreas ha tenido,
O bien hambre que pasar.
Porque si la alteración
Del rostro depende de esto,
No hay peligro en conclusión;
Pues su mayor duración
Es de sol a sol ya puesto.
Mas si el enfermo dijere
Que nada de esto ha tenido,
Y en su rostro entristecido
Más la alteracion siguiere
Que el tiempo ya establecido,
Es preciso presagiar
Que en torno del blando lecho
La muerte debe de estar,
Reclamando sin cesar
Su imprescriptible derecho.

12

Pero si en una dolencia
Mostrase la faz humana
Tan morbosa diferencia,
Llevando ya de existencia
La mitad de una semana;
Entonces es importante
Dichos signos inquirir,
Y aquellos que del semblante
Con observación constante
Se llegan a deducir.
Los que toda la estrechura
Suministra exteriormente
Buscar también es cordura;
Observando especialmente
De los ojos la figura.


SIGNOS DE LOS OJOS

13

Si los ojos del enfermo
Se presentan lagrimosos,
Si se apartan presurosos
De los rayos de la luz,
Si se separan del eje
De su cóncavo recinto,
Si uno del otro es distinto
Con respecto a magnitud;
Si a toda su parte blanca
Cubre una tinta sangrienta,
Si se muestra amarillenta
De los párpados la tez,
Si lívidas, negras se hallan
En ellos todas las venas,
Si de manchas están llenas
Las dos córneas a la vez;
Si ambos ojos en las órbitas
Con frecuencia en torno giran,
O bien hinchados se miran
Con abatimiento asaz;
Si se muestran empañadas,
Sus membranas transparentes
Y muy poco relucientes
Bajo el párpado tenaz;
Si en el rostro del enfermo
Que antes luciera en bonanza,
Se percibe la mudanza:
Del animado color,
Deben tenerse por malas,
Y por muy perjudiciales
Todas aquestas señales
Que aprecia el observador.

14

Por lo tanto mientras duerme
El enfermo que está echado,
De los ojos el estado
Es necesario observar;
Porque si se hallan los párpados
Sin cerrarse exactamente,
Permitiendo claramente
Ver la blancura ocular
Sin que en esto haya influido
Ni purgante, ni diarrea,
Ni sustancia que posea
Tal virtud medicinal,
Ni el enfermo esté habituado
A dormir de aqueste modo,
Es un signo sobre todo
Peligroso, y aun mortal.

15

Si los párpados se tuercen,
O los labios, o narices;
Si tienen blancos matices ,
O bien lívido color;
Si acompaña aquestos signos
De los ya dichos alguno,
Presagiar es oportuno
Que anda la muerte en redor.
Y si los labios hermosos,
Que antes eran coralinos,
Se presentan blanquecinos,
Inmóviles, sin color,
Y ambos a dos suspendidos
De una y otra propia encía,
También anuncian que impía
Anda la muerte en redor.

SIGNOS DE LOS DECÚBITOS

16

Si el triste doliente
Del lado derecho
Se acuesta en el lecho,
O bien quiere estar
Del lado contrario
Tan solo acostado,
Con mucho cuidado
Se debe observar.
Contempla si se hallan
Los brazos doblados,
Al tronco inclinados
Los muslos y pies,
Si el cuerpo y cabeza
Están en postura
Según la natura
O bien al revés.
Pues mucho más grata
Será ciertamente
Al hombre doliente
Aquella aptitud,
Que en toda su forma
Exacta se avenga
A aquella que tenga
Gozando salud.

17

Por eso no es buena
Postura supina,
Si el hombre reclina
la enhiesta cerviz,
Teniendo los miembros
Asaz extendidos,
En vez de encogidos
Cual signo feliz.

18

Si en medio sus males
No puede en el lecho
Tenerse derecho
Y baja a los pies,
Entonces la dicha
Supina postura,
Mas daños augura
Que vienen después.

19

Y cuando destapa
Los pies por entero,
Sin que a ello severo
Le obligue el calor,
Y muslos y brazos
No extiende igualmente
Ni el cuello doliente
De blando color,
Señal es de alguna
Dolencia angustiosa
Y asaz peligrosa
Que acosa sin fin
Al mísero enfermo
De noche y de día,
Con furia sombría
Que no halla confín.

20

También como un signo
Funesto señalo
Que aquel que esté malo
De un modo esencial,
Durante las horas
Que el sueño sustente
Abierta presente
La entrada bucal.

21

Si se halla en el lecho
De espaldas echado
Habiendo doblado
Con gran rigidez
Las piernas que a un tiempo
Presenta enlazadas,
Señales menguadas
Son más de una vez.

22

Si no es de costumbre
Y está boca abajo
Aquel que contrajo
Alguna afección,
Denota que el vientre
Le causa martirio,
O tiene delirio
De grande intensión.

23

Si quiere sentarse
Durante lo crudo
De un mal muy agudo,
Es mala señal;
Y mucho más mala
Allá en ocasiones
Que están los pulmones
Sufriendo algún mal.

SIGNOS DEL RECHINAMIENTO DE DIENTES

24

Si desde el tiempo infantil
No es costumbre con los dientes
Hacer ruidos diferentes;
En toda afección febril,
De los dientes de marfil
El crujido es una nota
Que muerte o furor denota,
Y de ambas cosas al par
Debemos pronosticar
Que en torno la muerte flota.
Mas si hace algún tiempo ya
Que el horroroso martirio
Del frenético delirio
Sufriendo el enfermo está,
Y sobreviene quizá
De un momento a otro momento
El cruel rechinamiento,
Es una de las señales
Más terribles y fatales
Del grande padecimiento.

DE LAS ÚLCERAS

25

Las úlceras observar
Se debe con gran cuidado,
Ya se hayan antes formado
O con la dolencia al par;
Porque si llega a espirar
El enfermo infortunado,
De color amoratado
O pálidas aparecen,
O bien áridas parecen,
Y secas por de contado.

DEL MOVIMIENTO DE LAS MANOS

26

Del variado movimiento
De ambas manos, se deducen
Las señales que conducen
Al pronóstico al momento:
Si durante el sufrimiento
De una aguda neumonía,
De una frenitis impía,
De una fiebre, de un dolor
De cabeza, sin temor
Allá en la cama sombría,
Lleva el enfermo a la cara
Las manos como a quitar
Lo que le pueda estorbar,
O si de aquí las separa
Y las mueve como para
Algunas pajas tomar,
O las motas arrancar
De la ropa; o la pared,
Señal es de que tal vez
El enfermo va a expirar.

DE LA RESPIRACIÓN

27

La respiracion frecuente
Demuestra al observador,
Que inflamación o dolor
Encima el diafragma siente
El angustiado paciente:
¿Es grande y a la par rara?
Ella el delirio declara:
¿Por boca y nariz es fría?
Ella anuncia la agonía
Que de la muerte se ampara.

28

En toda aguda afección
De una fiebre acompañada,
En cuarenta días dada
Su más grande duración,
La fácil respiración
Es un signo tan hermoso,
Y de un valor tan precioso
Para la cura anunciar,
Que se debe de observar
Con cuidado minucioso.

SIGNOS DEDUCIDOS DEL SUDOR

29

En toda aguda dolencia
Por bueno el sudor se cuenta,
Si en el día se presenta
Crítico por excelencia:
Si termina Inexistencia
De la febril afección,
O si en toda la ostensión
Del cuerpo humano aparece,
Y el alivio favorece
Del enfermo en conclusión.
Si algo de esto con presteza
No produce, inútil es;
Si sale solo al través
De la piel de la cabeza,
O de la faz sin belleza,
O del cuello, o bien es frío,
Anuncia la muerte impío
Allá en las fiebres agudas,
Y en las que son sub-agudas
Un curso largo y tardío.

30

Aquel que igual se presenta
Por el cuerpo, es saludable,
Y también es apreciable
Cuando se exhala y se cuenta
Gota a gota; y no contenta
El que cual granos de mijo
Se presenta siempre fijo
Allá en el mórbido cuello,
Pues por malo hay que tenello
Según la experiencia dijo.
Conviene siempre observar.
Con muchísima atención
El sudor en su extensión
Para poder indagar
De que llega a dimanar;
Pues por falta de energía
Tal vez se exhala algún día,
Mas otro por la intensión
De una grande inflamación
Tal vez se exhala y se cría.

SIGNOS DEDUCIDOS DE LOS HIPOCONDRIOS

31

Es muy bueno que flexibles
Los hipocondrios estén,
Y sin dolores también;
Porque si se hallan sensibles,
Inflamados, o inflexibles,
En mayor o menor trecho,
Ya el izquierdo, ya el derecho,
Debemos de recelar
Que algo se debe ocultar
Que no sirva de provecho.

32

Si en ellos hay pulsaciones
Tiene el enfermo delirio,
Y turbación y martirio:
Y a los que estas afecciones
Padecen en ocasiones,
Es muy bueno examinar
Ambos ojos sin tardar,
Pues el furor al momento
Su frecuente movimiento
Llega al Médico anunciar.

SIGNOS DEDUCIDOS DE LOS TUMORES

33

Si en los dos hipocondrios se viese,
Hinchazón, y dureza y dolor,
Es muy malo: si en uno lo hubiese,
Y es izquierdo, el peligro es menor.

34

Casi todos aquestos tumores
Que en los dos hipocondrios se ven,
Al principio demuestran temores
Y una próxima muerte también.
Mas si veinte o más días caminan
Sin faltar la febril afección,
Ni los dichos tumores, terminan
Sólamente por supuración.

35

Cuando allá en el primer septenario
Fluye bien por la hueca nariz
El sangriento licor necesario,
Tienen ellos alivio feliz.
Si ha dolor de cabeza el doliente,
Si su vista se llega a turbar,
La hemorragia nasal es corriente
Que se debe al instante esperar.

36

Y mas bien al enfermo esto pasa
Que treinta años no llega a cumplir,
Que no aquel que este tiempo traspasa
Aún mas años llegando a vivir.

37

El tumor que aparece muy blando,
Sin causar un pequeño dolor,
La impresión de los dedos dejando,
Dura mucho sin que haya temor.

38

Mas si pasan dos meses y duran
El tumor y la fiebre a la par,
Estas cosas al Médico auguran
Que el tumor llegará a supurar.
Y lo mismo de aquellos tumores
Que en el vientre aparecen do quier
Es preciso pensar, Profesores,
Es preciso lo mismo temer.

39

Un tumor con dolor, y muy duro,
De un volumen enorme también,
Es un signo que anuncia seguro
Una próxima muerte muy bien.
Mas si es blando, y el dedo se hunde
A la leve y suave presión,
Si dolor su presencia no infunde,
Suele ser de una gran duración.

40

Los tumores del vientre no se hacen
Purulentos abscesos también
Como aquellos tumores que nacen
Y en los dos hipocondrios se ven.
Si aparecen debajo el ombligo,
La experiencia ha sabido enseñar
Que estos mismos tumores que digo
Raras veces se ven supurar.

41

Cuando en un hipocondrio aparecen,
Causan una hemorragia nasal;
0 si fijos allí permanecen
Un absceso producen fatal.

SIGNOS QUE SE DEDUCEN DE LA SUPURACIÓN

42

De la manera siguiente
En el mísero paciente
Debe el Médico observar
Aquellas supuraciones
Que en distintas ocasiones
Un absceso pueda dar.
Las que vienen de tumores
Que a las partes exteriores
Se abren al fin, buenas son;
Siendo el tumor prominente,
Muy pequeño juntamente,
Y aguzado en conclusión.
Porque si es muy abultado,
Y al mismo tiempo aplanado
El absceso también es,
La supuración es mala
Que por su boca resbala
De sus labios al través.

43

La supuración inerte
Que dentro el cuerpo se vierte
No es maligna si el color
De la blanca piel no altera,
Ni causa dolor siquiera ,
Ni se muestra al exterior.

44

También el pus es muy bueno
Si de blancura está lleno,
Si es muy leve y sin hedor;
Y es malo el pus, a fe mía.
Que olor al olfato envía,
Que es espeso y sin albor.


PRONÓSTICOS DE HIPÓCRATES
LIBRO SEGUNDO

SIGNOS SACADOS DE LAS HIDROPESÍAS

1

Toda aquella hidropesía
Que dimana a la verdad
De una aguda enfermedad,
Peligrosa es a fe mía.
Porque viene acompañada
De calentura, y dolores,
Que ocasionan sinsabores
Y acaso la muerte airada.
Pues proviene a veces todo
De una inflamación entérica,
O hepática, o mesentérica,
Que ataca de fuerte modo.

2

Cuando de una inflamación
De intestino, o mesenterio,
Trae origen el imperio
De la hidrópica afección,
Un pie y otro edematoso
Se presenta a la verdad,
Y una diarrea tenaz
Que ni el dolor angustioso
Del conducto intestinal
Ni del mesenterio cura,
Ni ocasiona la blandura
De la parte abdominal.

3

Si es de alguna alteración
Que al hígado acosa impía
Causa tos la hidropesía
Sin casi expectoración.
Y pone hinchados los pies,
Y el excremento muy duro,
Que con trabajo es seguro
Sale del ano al través.
Y tumores ocasiona
Del abdomen en el trecho,
Al lado izquierdo o derecho,
Que por fin luego abandona.

4

De una mala enfermedad
Signo cierto tambien es
En manos, cabeza, y pies,
Percibir la frialdad,
Teniendo a la vez calientes
El abdomen, los costados,
Los infelices dolientes
De sus males acosados.

5

Pero es muy buena señal
Tener el cuerpo igualmente
A la par blando y caliente
En su extensión general.

6

Y también es signo bueno
El poderse menear,
Y en la cama levantar
Naturalmente y sereno.

7

Mas si se nota torpeza
Ya en las manos, ya en los pies
O en el cuerpo, anuncio es
De que haber peligro empieza.

8

Y si a más la lividez
De dedos y uñas se agrega,
Con la mayor rapidez
El grave peligro llega.

9

Pero si es negro el color
De los dedos y los pies,
El peligro ya es menor
Que cuando lívido es.
Apesar de esto, inquirir
Los demás signos conviene;
Porque si el enfermo tiene
Vigor para resistir
La dolencia, y a la par
Existiesen otros signos
De buena esperanza dignos,
Debe el médico esperar
La supuracion sereno,
Y en pos de ella la caída
De la parte denegrida
Quedando el enfermo bueno,

10

Los testículos y el pene
Juntamente retraídos,
Dicen que el enfermo tiene
Dolores descomedidos:
Y que se halla el desgraciado
En un peligro inminente
De morir atormentado
Por una afección vehemente.

DEL SUEÑO

11

En cuanto al sueño, conviene
Dormir de noche, y de día
Vigilar
Como aquel que salud tiene;
Y es muy malo esta armonía
Quebrantar.
No lo es tanto en la mañana
La tercer parte del día
Dar al sueño,
Y es costumbre poco sana
Dormir después todavía
Con empeño.

12

Pero inspira más temores
De un largo insomnio el martirio,
Pues radica
En trabajos, o dolores;
O que habrá grave delirio
Significa.

DE LA DEYECCIONES VENTRALES

13

Entre las buenas notas o señales
Que en el mísero enfermo se presentan
A nuestra observación, a las ventrales
Deyecciones se cuentan.
Cuando son de cilíndrica figura,
Y a las horas se excretan que es costumbre
Cuando recorre con placer natura
De la salud la cumbre:
Si están en relación con lo comido,
Pues esto indica de que el vientre bajo
Se encuentra en el estado que es debido
Sin dar ningún trabajo.

14

Mas si líquidas son en consistencia
Conviene que se excreten sin dolor;
No a cada instante, ni con gran frecuencia
Tampoco es lo mejor.
Pues se cansa el enfermo sin consuelo
Si del lecho a menudo se levanta,
Y las vigilias le consumen luego
Con diligencia tanta.
Y si abundantes son y repetidas,
El peligro hay entonces que temer
De que sean las fuerzas abatidas
A tanto deponer.

15

Con aquellos precisos alimentos
Que dentro del estómago se ingieren,
Deben de convenir los excrementos
Duros o blandos fueren;
Y deponerlos mientras dura el día
Dos o tres veces, por la noche una,
Especialmente al empezar su vía
El sol desde su cuna.
Mas las veces que debe de excretarse
Por el día y la noche , es necesario
Saber que es según llega acostumbrarse
El hombre de ordinario.

16

Si la dolencia a disiparse empieza,
Es muy buen signo que el común color
Tomen los excrementos, su dureza
Siendo a la par mayor.

17

Y es muy bueno también que no superen
En el fétido olor al excremento
De aquellos hombres que salud tuvieren
Y el ánimo contento.

18

Conviene que hacia el fin de la afección
Si hay lombrices, se arrojen confundidas
Con las materias que del vientre son
Por el ano expelidas.

19

En cualquiera dolencia debe el vientre
Un mediano volumen presentar,
Y también es preciso que se encuentre
Blando y flexible al par.

20

Es muy mal excremento el que hace espuma;
El que es muy rojo, o de color mediano,
El que líquido o blanco sale en suma
Por el ojo del ano.

21

Si del vientre se arroja el excremento
En pequeñas y cortas cantidades,
Glutinoso y un poco amarillento,
Son malas cualidades.

22

El excremento en fin que da más susto
Es el lívido, negro, eruginoso,
El que huele peor de lo que es justo,
Y el que es pingüedinoso.

23

Aun cuando muerte próxima no indican
Excrementos variados, sin embargo
Todos ellos muy claro significan
Un desenlace amargo.
De aquesta especie son los sanguinosos,
Los que cual raeduras se presentan;
Y los negros, porráceos, y biliosos,
También aquí se cuentan.
Todos ellos se muestran a los ojos
Algunas veces entre sí mezclados,
Otras salen del cuerpo por despojos
Sin mezcla y alternados.

24

Es muy buena señal que el flato salga
Del cuerpo sin estrépito ni ruido ,
Aunque para el placer mucho más valga
Que salga con sonido,
Que en el cóncavo vientre retenerlo;
Pues si sale con ruido involuntario
Denota que ya habido para hacerlo
Delirio o dolor vario.

25

Los recientes dolores y los bultos
Que en los dos hipocondrios aparecen,
Con sonoros estrépitos incultos
Al fin desaparecen,
A no ser de una flógosis nacidos;
Y se expelen por cierto al arrojar
Los excrementos con el flato unidos
Y al tiempo de orinar.
Cuando así no suceda, será bueno
Que de sitio varíen los dolores,
Y más si buscan en lugar del seno
Las partes inferiores.

SIGNOS QUE SE DEDUCEN DE LA ORINA

26

Es muy buena aquella orina
Blanquecina;
Con el sedimento igual,
Y al mismo tiempo ligero
Y duradero
Durante el curso del mal.
Porque no sólo denota
Si así brota,
Una gran seguridad,
Sino que a decir se atreve
Será breve
La presente enfermedad.
Mas si de estas cualidades
O bondades
Dejase alguna de haber,
Ya mostrándose la orina
Cristalina
Como debe siempre ser,
Ya después con sedimento
Turbulento,
Ligero y blanco a la par,
Señal que el mal será largo,
Y en descargo
Debemos desconfiar.

27

Aunque la orina rojiza
Que matiza
Sedimento leve, igual,
Indique con su presencia
Que la ausencia
Tardará mucho del mal,
No por eso vez alguna
Por fortuna
Deja de anunciar salud
Para el enfermo angustiado
Y acosado
De una morbosa inquietud.

28

Si a granos gordos de harina
De la orina
Se parece el poso bien,
Es muy malo, y no merece
Lo que ofrece
Que se mire con desdén.
Y aún es mucho más dañoso
Dicho poso
De la orina del mortal,
Cuando presenta sus tramas
Como escamas
De salvado vegetal.
Es malo también el fino
Y blanquecino;
Pero causa más temor
El que a modo de salvado
Se ha formado
En el úrico licor.

29

Si son nevadas las telas
Pequeñuelas
Que sobre la orina están,
Son muy buenas; mas fatales
Si las tales
Un color muy negro dan.

30

La orina que tenue y roja
Se recoja,
Indica que la afección
Que al enfermo da tristeza
Su crudeza
No ha pasado a la cocción.

31

Y si mucho tiempo corre
Sin que borre
La citada cualidad,
Hay peligro ciertamente
Que el doliente
Se vaya a la eternidad,
Por su dolencia acosado
Despojado.
De las fuerzas y vigor,
Antes de que el tiempo cueza
La crudeza
Del urinoso licor.

32

La orina también es mala
Cuando exhala
En el aire mal olor,
Y es negra, tenue, y acuosa,
U otra cosa,
Como de un turbio espesor.

33

La orina negra y oscura
Mal augura
En el hombre y la mujer,
Y la delgada y acuosa
Peligrosa
En los niños suele ser.

34

Si largo tiempo la orina
Sale fina,
Con crudeza y sin cocción,
Y todos los demás signos
Son muy dignos
De una buena aprobación ,
Casi siempre abscesos crecen
Y aparecen
Bajo del septo carnal,
Por el diafragma formado
Colocado
En un plano horizontal.

35

Si en la orina ya arrojada
Sobrenada
Una tela al parecer
Pingüedinosa y extraña
Cual de araña
Por su forma y por su ser;
Hay peligro; y es corriente
Que al doliente
Le atormenta una afección
Consuntiva y destructora
Que devora
Su vital constitución.

36

Observar mucho conviene
Si es que tiene
En el extremo inferior
La nubécula la orina,
O si está encima
Del nefrítico licor.
Pues si a su parte más baja
Se rebaja
Con los colores también
Que se han dicho anteriormente,
Ciertamente
Que se debe augurar bien.
Mas si con dichos colores
Anteriores
En la parte superior
De la orina está la tela,
Desconsuela,
Pues no puede ser peor.

37

Pero cuidado, no sea
Que posea
La vejiga una afección
Que alterando las orinas
Cristalinas
Cause engaño a la razón.
Porque en tal caso los signos
Son muy dignos
De un afecto vesical,
Pero no de una dolencia
Por su esencia
Puramente general.

DEL VÓMITO

38

Es el vómito
Muy bueno
Si del seno
Estomacal
Sale bilis
Entre moco,
Si es que es poco
Y suelto el tal.
Mas si solo
Se vomita
Pituita,
Malo es:
Y si bilis
Solo brota,
Triste nota
También es.

39

Si es muy negro,
O aplomado,
O pintado
De verdín,
Ya no es bueno,
Que es vicioso,
Peligroso
Por su fin.
Si se acerca
A los matices
Infelices
Dichos ya,
Es lo mismo
Peligroso
O vicioso,
Claro está.

40

Cuando ofrece
Los colores
Anteriores
A la vez,
Sólo anuncia
¡ Triste suerte!
De la muerte
La avidez.

41

Y si lívido
Se ostenta,
Y presenta
Mal olor,
El desorden
Ha tocado
Su alto grado
De vigor.

42

Si en un vómito
Cualquiera
Se advirtiera
Fetidez,
Siempre ha sido
Peligrosa
Su asquerosa
Hediondez.

DEL ESPUTO

43

Conviene en la pulmonía
Y en el dolor de costado,
Que el esputo que se cría
Fácilmente por su vía
Se halle pronto expectorado.

44

Y que la sangre arrojada
Con el esputo mucoso
No esté de éste separada,
Sino muy bien combinada
Con el líquido flemoso,

45

Pues si vemos que ha pasado
Mucho tiempo de dolor ,
Y aparece ensangrentado
El esputo matizado
De enrojecido color,
No pudiéndolo expulsar
Sino a fuerza de gran tos
Puro, solo y sin mezclar ,
Se debe pronosticar
Tristemente de esto en pos.

46

Porque si es rojo, denota
Peligro de una derrota;
Y si es viscoso en el fondo
Y a la par blanco y redondo,
Es inútil cuando brota.

47

Si aparece muy verdoso
Y al mismo tiempo espumoso
Durante la enfermedad,
Es de agüero peligroso
Por su mala cualidad.

48

Mas de todos el peor
Es el negro ciertamente,
Aunque sea fácilmente
Arrojado al exterior
Por el mísero paciente.
Tampoco en verdad es bueno
El que no fragua el pulmón ,
Ni lo arroja de su seno,
Y hierve en el tubo lleno
Del gutural pabellón.

49

En todas las afecciones
Que padecen los pulmones,
La coriza y estornudo
Peligro indican sañudo
De graves alteraciones,
Ya precedan a las tales,
Ya en su curso sobrevengan
Ambos síntomas fatales,
Aunque otras veces convengan
En otros agudos males.

50

El esputo sanguinoso
Cuyo elemento mucoso
Aparece combinado
Con poca sangre, es precioso
Si al principio es arrojado
De una aguda pulmonía;
Pero si el séptimo día
Se concluye, y aun así
Permanece todavía,
Ya no.es tan bueno por sí.

51

El esputo que el dolor
No mitiga, es mal esputo;
Pero aún es mucho peor
El que es de negro color,
Pues ya trae consigo el luto.
El que alivia del paciente
Que suspira tristemente
El dolor que le atormenta,
Es el mejor ciertamente
Que a la vista se presenta.

DE LA SUPURACIÓN

52

Los fuertes dolores que ocupan el pecho,
O aquellas entrañas que cerca en redor,
Llenando al paciente de amargo despecho
Con fiero rigor,
Si no se mitigan por medio de esputos,
Diarreas, ni drogas, ni haciendo sangrar,
O bien a la dieta severos tributos
Heciendo pagar,
Terminan de un modo tristísimo, aciago,
Causando en el pecho la supuración,
Haciendo con ella mortífero estrago
En dicha región.

53

Si estando el esputo saliendo bilioso
El pus se expectora ya solo, o con él
Mezclada la bilis, es signo dañoso
De agüero cruel.

54

Si el pus aparece al séptimo día
Del mal que lo fragua saliendo a la par
Bilioso el esputo, peor todavía
Se debe juzgar.

55

Pues es muy temible que muera el doliente
El día catorce de su enfermedad,
Si dichos esputos arroja y no siente
Feliz novedad.

56

Empero son buenos los signos morbosos
Si el triste doliente su grave afección
Muy bien sobrelleva sin medios costosos
De su nutrición.
Si es fácil aquella función de la vida
Que ejerce en el pecho tranquilo el pulmón;
Si hay leves dolores, y es bien ejercida
Cualquier excreción.
Si está todo el cuerpo flexible y caliente;
Sino le atormenta ni un punto la sed;
Y en fin, si la orina muy buena igualmente
Se ofrece a la vez;
Si los excrementos, el sueño, y sudores,
Benéficos signos ofrecen también,
Podrán del paciente los males traidores
Curarse muy bien.
Mas ¡ay! al contrario, si el triste doliente
Muy bien no soporta su grave afección;
Si se hace muy grande y a un tiempo frecuente
Su respiración;
Si no se mitiga dolor tan impío
Y apenas consigue su esputo arrojar,
Si sed insaciable le acosa con brío
Y le hace penar;
Si a un tiempo la fiebre que el cuerpo padece
Se encuentra esparcida sin mucha igualdad;
Si más en un punto que en otro aparece
Con gran variedad;
Y en fin, si el abdomen en todos sus planos
Al tacto presenta vehemente calor
Estando la frente, los pies, y las manos
Con frío rigor;
Si son las orinas, las heces ventrales,
El sueño, y sudores del mismo jaez
Que arriba se ha dicho, son malas señales,
Muy malas pardiez.
Cualquiera de aquestas señales que se una
Al antes ya dicho esputo fatal,
Denota por siempre sin duda ninguna
Que el bárbaro mal,
Al hombre la muerte dará el nono día,
O el once es probable le llegue a matar;
Mas nunca al catorce su grave energía
Le deja llegar.
Conviene mal juicio formar de este esputo,
Pues dos septenarios no deja existir
Al triste paciente, su muerte es el fruto
De tanto sufrir.
De todos los signos que he dado ya indicio
Conviene con maña saber distinguir
Los buenos y malos si ansiamos con juicio
Saber predecir.

57

Las más de las veces al fin se revienta
La vómica el día que veinte cumplió,
O treinta, o cuarenta; y a veces sesenta
De abrirse tardó.

58

Por esto conviene saber cuando empieza
El pus a formarse, pues suele ocurrir
Que cuando se forma, la naturaleza
Principia a sentir
Horrores, o fiebre, o grandes dolores,
O peso en el sitio que había dolor;
Pues estos trastornos y aun otros mayores
Que causan temor,
Se suelen a veces mostrar claramente
Al irse la balsa de pus a formar,
Y el médico entonces atento y prudente
Los debe notar,
Debiendo esperarse desque esto ya nota
Hasta aquellos días ya dichos aquí;
Que quede en el pecho la vómica rota
Del pus que hay allí.

59

El lado que ocupa la vómica impura
Del cóncavo tórax, se puede saber
Por medio de aquesta siguiente pintura
Que vamos hacer.
Si estando ardoroso tan sólo un costado
Hubiese en el mismo vehemente dolor
Y estando el enfermo del otro acostado
Que se halla mejor,
Preguntas que nota, y al punto el doliente
Responde “que un peso”, dirás para ti,
Si aquí en este lado el peso se siente,
El pus está aquí.

60

De aquel que en un punto cualquiera supura
De un modo siniestro se debe juzgar
Si nunca al enfermo la vil calentura
Le llega a faltar,
Y sólo su fuerza se aplaca de día ,
De noche se aumenta, y hay grande sudor,
Y tos muy frecuente que casi no envía
Del pecho licor;
Si se hunden los ojos, y están coloradas
Entrambas mejillas, las uñas después
En cálidos dedos estando encorvadas
E hinchados los pies;
Si en fin, los manjares también se aborrecen,
Y pústulas salen en toda la piel
Del cuerpo doliente, señales parecen,
De agüero cruel.

61

Pues todas aquestas señales impías
Ya casi de todas las vómicas son:
Mas todas aquellas que habrán menos días
De dar aflicción,
Presentan los signos que en esta dolencia
Allá en el principio se suelen mostrar,
Y más si se encuentra mayor resistencia
Para respirar.

62

Sabrás claramente si al fin el abceso
Muy pronto o muy tarde se tiene que abrir,
Por todas aquestas razones de peso
Que voy a decir. .
Si ya en un principio dolor hay muy fuerte,
Si hay tos, y es difícil la respiracion,
Y si es por desgracia quizás de igual suerte
La expectoracion,
Entonces no hay duda, la vómica impía
La túnica rasga que envuelve su ser,
Dentro del aciago vigésimo día
De tanto doler.
Empero no habiendo dolor muy terrible,
Ni síntoma alguno de agüero cruel,
Se rompe más tarde la vómica horrible
Del término aquel.
Y entonces mas fácil respira el doliente,
Y ya no es tan vivo ni fuerte el dolor
Que lleno de pena tristísimo siente
Allá en su interior.
Mas antes que salga del cóncavo pecho
Por fácil camino la supuración ,
Se aumenta primero con grande provecho
La expectoración.

63

Por eso están libres de un triste suceso
Aquellos en quienes se ve con placer
Que ya desde el día que el mórbido absceso
Se llega a romper,
Se calma la fiebre y estado sediento,
Fastidio no causa tener que comer,
Y asaz figurado y escaso excremento
Se llega a expeler.
Que el pus que se arroja ligero y sin moco
Es blanco, sencillo, de simple color,
Y sale del pecho tosiendo muy poco
Sin que haya dolor.
Pues todas aquestas señales morbosas
Indican a veces con gran prontitud
Salvar al enfermo, tornando piadosas
A darle salud.
Y aquellas que tienen mayor semejanza
Con éstas no hay duda ninguna que son
Las que nos presentan mayor confianza
En dicha casión.
Mas grande peligro denotan por cierto
Sino disminuyen la fiebre fatal.
O si ésta aparece después de haber muerto
Su fuego letal.
Si hay sed, anorexia, diarria copiosa,
Si el pus es verdoso, si lívido el tal,
O bien pituita se arroja espumosa,
Es mala señal.
Y así los enfermos que están en tal caso
No pueden ya nunca la muerte evitar,
Y el sol de su vida allá en el ocaso
Se va a sepultar.
Y aquellos que juntas aquestas señales
No ofrecen, los unos se mueren también,
Los otros padecen larguísimos males
Y al fin curan bien.
De todo lo dicho por tanto conviene
Los signos morbosos saber deducir .
De todas las otras dolencias que tiene
O pueda el doliente tal vez adquirir.

DE LOS ABSCESOS

64

En aquellos que sufriendo
Neumónicas afecciones
Purulentas colecciones
Se les llegan a formar
Inmediatas al oído
O a las márgenes del ano
Formando fístula, es llano
Que suelen muy bien curar.

65

Mas obsérvese en los mismos
El cuadro que aquí se ofrece:
Si la fiebre no decrece
Ni se mitiga el dolor;
Si el esputo no es muy franco
Ni el excremento bilioso,
Ni como líquido acuoso,
Ni de carácter traidor;
Si la orina no es copiosa
Ni con mucho sedimento,
Ni presagian detrimento
Los demás signos del mal,
Esperar se debe siempre
Que después de estos sucesos
Los morbíficos abscesos
Aparezcan por final.

66

Cuando están los hipocondrios
En cierto modo inflamados,
Los abscesos ya anunciados
En ciertos puntos están
De las partes que se encuentran
Debajo de estas regiones,
Ejerciendo sus funciones
Que a la vida impulso dan.
Mas cuando se hallan flexibles
Y ambos a dos sin dolores,
En las partes superiores
De la máquina vital
Los morbíficos abscesos
Que incomodan al paciente
Aparecen solamente
A consecuencia del mal.
Pero sucede por cierto
Que en algunas ocasiones
Las neumónicas funciones
Se hacen con dificultad,
Volviendo después las mismas
Sin aparente motivo
A su estado primitivo
De apacible libertad.

67

En la aguda pulmonía
Muy vehemente y peligrosa
Es sin duda provechosa
La oportuna aparición
De los críticos abscesos
En los muslos del paciente
Que deplora tristemente
Su torácica afección.
Pues no puede en este caso
Presentarse mejor nota
Sobre todo, si denota
El esputo variación;
Pues si es rojo, y cambia y sale
Hecho pus, es muy plausible,
Si el dolor es ya sensible,
O se nota la hinchazón.
Porque no solo con esto
El enfermo desgraciado
Del peligro se ha salvado
Que le cercaba do quier,
Sino que el absceso dicho
Libre ya del dolor fiero,
Desaparece ligero
Minorando el padecer.
Mas si el esputo no es fácil
Ni en la orina a ver se alcanza
Signo alguno de esperanza,
Que quede cojo temblad,
Y que no pueda entregarse
Por aquestos padeceres
A los precisos quehaceres
De la triste humanidad.

68

Sí después de presentado
Desaparece el absceso,
Y un completo retroceso
Hace al fin a lo interior,
No expectorando y habiendo
Todavía calentura,
Témase la muerte dura
O el delirio aterrador.

69

Generalmente los viejos
Mueren de supuraciones
Que produce en los pulmones
Una grande inflamación;
Siendo víctima la vida
De los jóvenes dolientes
De las demás existentes
En cualquier otra región.

70

Cuando atacan a los lomos
Y a las partes inferiores
Vehementísimos dolores
Con febril agitación,
Si abandonan estas partes
Y en el diafragma se fijan,
Por muy poco que allí aflijan
Muy perjudiciales son.
Y todos los demás signos
Observar mucho conviene
Pues si alguno sobreviene
Que denote exposición,
Ni una pequeña esperanza
Se debe tener sin duda
De que el enfermo sacuda
Su dolorosa afección.

71

Cuando un foco purulento
Con el fuego se destruye,
Si el pus que de allí fluye
Puro, blanco, y sin hedor,
Salva su vida el paciente;
Mas si el pus es sanguinoso
Y algo turbio y cenagoso,
Muere siempre a lo mejor.
Empero si el mal refluye
Hacia el diafragma que flota
Sin haber ninguna nota
Peligrosa ni mortal,
La supuración inmunda
Debe esperarse a fe mia
Con cuidado cada día
Como término del mal.

DE LA VEJIGA

72

Vejiga dura y doliente
Manifiesta claramente
Peligro grave y mortal;
Mucho más si la acompaña
Fiebre continua que daña
La organización vital.
Por que los fuertes dolores
De esta entraña moradores
Tienen bastante poder
Para matar al paciente
Que suspira tristemente
En su amargo padecer.
Mas antes que fin encuentre,
Tenaz astricción de vientre
Se llega en él a observar,
Sin que salga en tal apuro
Más que material muy duro,
Y eso a fuerza de pujar.

73

Si la orina se presenta
De materia purulenta
Con sedimento a la par
Ligero y de color blanco,
Asegura luego franco
Que no hay nada que temblar.

74

Si esta orina no mitiga
El dolor de la vejiga,
Ni la ablanda, ni se va
De la fiebre un solo ripio,
Pronostica en el principio
Que el enfermo morirá.

75

Especialmente a los chicos
Que son algo grandecicos
Esto llega acontecer,
Por lo cual aquestos daños
Desde siete a quince años
Mucho más son de temer.

PRONOSTICOS DE HIPÓCRATES
LIBRO TERCERO

SIGNOS DE LA FIEBRE

1

En las fiebres las crisis se presentan
En unos mismos días siempre igual,
Ya sucumba el enfermo que atormentan,
O bien se cure de tan fuerte mal.

2

Las fiebres de carácter placentero
Con buenísimos síntomas también
Al cuarto día de transcurso entero
O antes se suelen terminar muy bien.
Pero las fiebres de maligno aspecto
Que con síntomas malos juntas van,
Al cuarto día del febril afecto
O antes la muerte muchas veces dan.

3

Y este crítico día es el primero
Que se presenta en la afección febril,
El segundo es el siete, y el tercero
El once forma de la fiebre hostil.
El cuarto es el catorce; mas el quinto
El día diez y siete tiene acción;
Y el sesto finalmente no es distinto
Del vigésimo día de afección.
Las accesiones mismas que promueven
Las dolencias agudas, tienen fin
En veinte días que contarse deben
De cuarto en cuarto numeral confín.

4

Mas no es posible que juzgadas queden
Por días tan completos como aquí;
Pues ni los años ni los meses pueden
Completamente numerarse así.

5

Por eso, y por contar de aquese modo,
El primer día crítico será
El treinta y cuatro con su tiempo todo,
Y el segundo el cuarenta abarcará.
El tercero será sin duda alguna
El día sexagésimo del mal,
Que mil pesares sobre el hombre aduna
Enfermo y triste en la región mortal.

6

Mas es difícil en aquestos males
Poder desde el principio saber cuál
Habrá de durar mucho, pues los tales
Todos ofrecen un principio igual.
Pero conviene vigilarlo todo
Desde el día primero, y mucho más
Los cuartos días, porque de este modo,
Aunque muy vagamente, ver podrás
La marcha, la carrera, o el camino
Que la oscura dolencia ha de seguir;
Y esto sirve también para el destino
Del mísero doliente predecir.

7

Igual marcha también siguen por cierto
Las cuartanas, según la observación
Nos demuestra en su libro siempre abierto
A la vista de humana aplicación.

8

Las dolencias que un tiempo muy pequeño
En el mísero enfermo han de durar
Se conocen muy bien por el diseño
Que abinicio nos llegan a mostrar.
Pues los que curan de dolencias tales
Respiran fácilmente y sin dolor,
Duermen de noche, y las demás señales
Inspiran confianza y no temor.

9

Los que han de perecer no duermen nada,
Tienen disnea, con delirio al par,
Y su dolencia en fin va acompañada
De los signos más malos de curar.

10

A los que se hallen en aquestos casos
Conviene atentamente el observar,
Para saber hacia qué fin sus pasos
Las dolencias dirigen sin cesar.
El tiempo que durar aquestas pueden
Y al mísero paciente hacer sufrir,
Con otras circunstancias que se enreden
Y puedan en el mal sobrevenir.

11

Juzgarse pueden por el mismo estilo
Los efectos morbosos que atacar
A las puérperas puedan con sigilo
Alterando su estado singular.

12

La cefalalgia intensa y permanente
Junta con algún síntoma letal,
Es perniciosa en cualesquier paciente
Que una fiebre padece por su mal.
Mas si la dicha cefalalgia viene
Sin síntomas letales, y el dolor
Aún más de veinte días se mantiene
Sin que calme la fiebre su vigor,
Debe esperarse con algún sosiego
Que sangre fluya en la nasal región,
O que un absceso se presente luego
Allá en las partes que inferiores son.
A una reciente cefalalgia suele
Ya el pus seguirse, o la epístasis* ya,
Principalmente si al enfermo duele
Lo que en las sienes o en la frente está.

*forma actual, epistaxis. Marco este caso por ser notoriamente más pronunciado que aquellos en que una j pasa a ser g o una s pasa a ser s, al cambiar también la acentuación del término.
Por cierto, me da para un chascarrillo. ¿Qué son los epistaxis? Pues taxis voladores. El futuro, amigo, el futuro.

13

En los que siete lustros no han cumplido
Se debe sobre todo de esperar
Que con pasos callados y sin ruido
La epistaxis se llegue a presentar.
Y en los que en dicha edad se hallan al frente
O pasan de la misma en conclusión,
Se debe de aguardar generalmente
Sobrevenga por fin supuración.

14

El agudo dolor de los oídos
Con fiebre permanente es muy fatal,
Porque causa delirio, y los sentidos
Turba, y al hombre le asesina el mal.
Pero siempre no siendo aquesto cierto,
Conviene con cuidado investigar
Desde el día primero con acierto
Los demás signos que se ven al par.

15

Los que jóvenes son en dicho caso
Al primer septenario mueren pues,
Los ancianos empero tal fracaso
No sufren sino ya mucho después.
Pues estos no teniendo calenturas
Tan grandes, ni al delirio propensión ,
Hasta fraguarse el pus, las amarguras
Pueden sufrir mejor de su afección.
Mas si en aquesta edad tan débil pasa
A otro punto la cruda enfermedad,
Suele una parte perecer no escasa
De los enfermos de provecta edad.
Los jóvenes empero mueren antes
Que el oído principie a supurar;
A no ser el pus blanco, y los restantes
Síntomas ser muy buenos y agradar.

16

También nos debe de inspirar tristura
Y no menos hacernos recelar
El que aquellos que tienen calentura
Se les lleguen las fauces a ulcerar.
Pues si a esto se agrega algún mal signo
De aquellos que se acaba de decir,
El pronóstico entonces es maligno
Porque hay grande peligro que advertir.

DE LA ANGINA

17

Si en el cuello o en las fauces
No se ve señal morbosa,
Es la angina peligrosa
Y prontamente mortal:
Y si el dolor es muy vivo
Y hay disnea muy vehemente,
Asesina comúnmente
Al enfermo dicho mal.
En el mismo primer día,
Aunque otras veces si mata
Su golpe fatal dilata
Hasta el día dos o tres,
O cuando más hasta el cuarto;
Pero siempre es perniciosa
Si alguna señal morbosa
En cuello o fauces no ves.

18

La angina que se presenta
Con hinchazón dolorosa
Y rubicundez morbosa,
No es mejor que la anterior;
Pero dura sin disputa
Mucho más, especialmente
Si es muy grande interiormente
En las fauces el rubor.

19

Mas sobre todo, la angina
Dura aún mas que todo aquello,
Si en las fauces y en el cuello
Se nota rubefacción;
Pero si aquesta se extiende
Hasta el pecho, y no camina
Hacia lo interior la angina,
Aún puede haber curación.

20

Si fuera los días críticos
La erisipela se ahuyenta,
Y tumor no se presenta
Sobre la parte exterior;
Si el enfermo no espectora
Por la boca pus cual debe,
Sino líquido muy leve
Sin que exista ya dolor,
Señal es de que al enfermo
Que padece de esta suerte
Le ocasionará la muerte
De la dolencia el rigor;
O si conserva la vida
El enfermo por fortuna,
Volverá sin duda alguna
A molestarle el dolor.


21

Es muy bueno que se fijen
En las partes exteriores,
Pero no en las interiores,
El rubor y la hinchazón;
Pues si metástasis hacen
Cual sucede en ciertos casos,
Y van con rápidos pasos
a fijarse en el pulmón,
Se pronuncia en el enfermo
Que padece este martirio,
El tormento del delirio
Que trastorna a su magín;
Empero también algunos
Que en este mísero estado
Por desgracia se han hallado
Han supurado por fin.

22

Si está hinchada y rubicunda
La campanilla movible,
Sin peligro no es posible
Que se consiga cortar;
Pues sobreviene al instante
La inflamación dolorosa,
Y una hemorragia copiosa
Que se debe de evitar.
Por lo tanto es preferible
En instantes tan penosos
Otros medios provechosos
Con prontitud emplear;
Para curar si es posible
Con muchísimo cuidado
Al enfermo desgraciado
La inflamacion uvular.
Cuando está descolorida
La campanilla se suele,
.Sobre todo cuando duele,
Garrotillo apellidar;
Mas si en su parte más baja
Redondeada se presenta
Y en ella también se aumenta
El volumen a la par,
Si al mismo tiempo delgada
Se representa a la vista
Cuando se pasa revista
A su parte superior,
Se debe cortar al punto,
Si se juzga conveniente
Para el mísero paciente,
Sin cuidado ni temor.
Pero conviene primero
Que en la boca a cortar se entre,
Evacuar antes el vientre
Si es propicia la ocasión,
Y además no hay un peligro
Muy cercano y evidente
De que se muera el paciente
Por la gran sofocación.

23

Si en días que no son críticos
Las calenturas terminan,
Si antes de hacerlo caminan
Sin buenos signos también,
Debe esperarse a fe mía,
Que aparezcan nuevamente
En el mísero paciente
De su vida en el vaivén.

24

En una fiebre muy larga,
Mas de la cual el paciente
Aunque no muy fácilmente
Pueda quedar vencedor,
Si de alguna flegmasía
Que lo aflige y le molesta,
O de causa manifiesta
No dimana su dolor,
Debe esperarse que se haga
Por este febril acceso,
Duro y sensible un absceso
En una articulación,
Principalmente de aquellas
Que están en los interiores
De las partes inferiores
Ejerciendo su función.

25

Los abscesos de esta clase,
A la verdad harto cruda,
Se suelen formar, no hay duda,
Con bastante prontitud
En aquellos infelices
Que treinta años no han cumplido,
Y ya ven así perdido
El caudal de su salud.

26

Mas con todo, no se debe
De aguardar en tal suceso
Que se presente el absceso
Hasta que el tiempo sutil
Haya llevado veloz
Sobre sus alas impías
Los primeros veinte dias
De la alteracion febril.

27

Los abscesos raras veces
Se presentan en los viejos
Aun cuando se halle muy lejos
La feliz terminación
De la ardiente calentura
Que devora su existencia
Combatiendo sin clemencia
Su cansado corazón.

28

También en fiebres continuas
Abscesos suelen mostrarse,
Pero en cuartanas cambiarse
Las erráticas se ven
Y todas las que intermiten,
Sobre todo si se acerca
La estación lluviosa y puerca
Del triste otoño también..

29

Los que aún no tienen seis lustros
Son los que abscesos presentan,
Mas aquellos que los cuentan
O traspasan de esta edad,
Las calenturas que sufren
Con pobres fuerzas humanas
Se convierten en cuartanas
Que es bien mala enfermedad.

30

Por lo tanto es provechoso
Saber que son más frecuentes,
Y mucho más permanentes,
Y con menos propensión
A la metástasis, todos
Los abscesos, mientras dura
Con su incómoda frescura
Del invierno la estación.

DEL VÓMITO ESPONTÁNEO

31

Si el que padece una fiebre
Que no presenta agudeza
Siente dolor de cabeza
Y ve oscura lobreguez,
Si en la boca del estómago
Siente el triste dolor sumo,
Que ha de vomitar presumo
Solo bilis esta vez.
Mas si siente escalofríos
Y el frío al calor sustrajo
De las partes que hay debajo
De los hipocondrios pues,
Vendrá el vómito más pronto,
Y si estando así comiere,
O alguna cosa bebiere ,
Pronto lo echará después.

32

Los que desde el primer día
Tienen dolor de cabeza,
Cuando el cuarto y quinto empieza
Se les principia agravar,
Mas el séptimo un consuelo
Por fortuna les ofrece,
Porque en él solo decrece
Y aún se llega a disipar.
Muchos hay que no padecen
Ni siquiera instante alguno
Este dolor importuno
Hasta que llega el día tres,
Se les agrava el día cinco,
Mas al llegar el noveno,
O a mas tardar el onceno,
Ya ninguno el dolor es.
Y en aquellos que en el cinco
Por primera vez lo sienten,
Siempre y cuando se presenten
En debida relación
Con los signos anteriores
Estas últimas señales,
El catorce en casos tales
Se disipa la afección.

33

En las febriles tercianas
Aún más particularmente
Esto pasa comúnmente
A la mujer, al varón,
Y aun al joven, pero a este
Aún mas en las calenturas
Continuas, y en las que puras
Tercianas sencillas son.

34

En aquellos que padecen
Semejantes calenturas
Y no ven cosas oscuras
Sino un vívido esplendor
Que despiden los corpúsculos
Que juzgan ver en el viento,
Si además les da tormento
en la cabeza el dolor;
Si en vez del dolor de estómago
Se presentan distendidos
Sin hallarse doloridos
Ni con una inflamación
Ambos a dos hipocondrios,
La epistaxis sobreviene,
Pero el vómito no viene,
Y más si jóvenes son.
Porque si tienen seis lustros,
O más años han cumplido,
El vómito consabido
Les viene al fin a acosar,
En lugar de la epistaxis
Que se ha dicho anteriormente
Que suele en algún paciente
Al vómito reemplazar.

DE LA CONVULSIÓN

35

Si los muchachos traviesos
De aguda fiebre están presos
Y no pueden defecar,
Si no duermen y se aterran ,
Si sus ojos nunca cierran
Para dejar de llorar,
Si el color del cuerpo todo
Mudan también de tal modo
Que unas veces cual carmín
Se presenta enrojecido,
Y otras de verde teñido,
Y otras es lívido en fin;
Una convulsion impía
Debe temerse a fe mía,
Sobre todo si la edad
No han cumplido de siete años
Porque están a questos daños
Más expuestos en verdad.
En los jóvenes adultos
Los convulsivos insultos
No se llegan a mostrar
Tan fácilmente en las duras
Y fatales calenturas
Que les llegan a acosar.
A no ser que se presente
En el mísero paciente,
Como algunas veces vi,
Una señal perniciosa,
Cual sucede al que le acosa
Un intenso frenesí.

36

Así pues, de las señales
Que en cada cual de los tales
Os acabo de explicar,
Deducir es conveniente
Por el médico prudente
Los que se pueden curar.
Y los que al fin la existencia
Perderán con la dolencia
En un instante fatal,
Ya sean jóvenes o viejos,
Adultos o chiquillejos
Los que padecen el mal.

37

Todo lo ya consabido
Decir aquí os he querido
Por las dolencias que son
Agudas, y por aquellas
Que puedan resultar de ellas
En cualesquiera ocasión.

38

Y así, si acertadamente
Queréis saber si el paciente
Ha de morir ó sanar,
Si la enfermedad amarga
Ha de ser muy corta o larga,
Aprended a comparar
Todas aquellas señales
Que en cada cual de los males
Os acabo de explicar,
Y observad con juicio astuto,
La orina, el pus, el esputo,
Y la bilis a la par.

39

También conviene a los médicos
De los males epidémicos
Observar bien el vigor,
Y la época del año
En que se presenta el daño
Cual torrente asolador.

40

Y en fin, por lo que hace al juicio
Y a todo lo que es indicio
De una morbosa afección,
No debe de despreciarse,
Ni menos debe ignorarse
Que hay ciertos signos que son
En cualquier tiempo malignos,
Mas tambien hay otros signos
Que nunca inspiran temor;
Como puede sin recelos
Verlo en Libia, Scytia,y Delos,
El médico observador.

41

Véase el del pronóstico anterior.

42

Se infiere de estas razones
Que en otras varias regiones
Estas cosas podrá ver
Aquel que sepa observarlas
Y con criterio juzgarlas
Como es justo y menester.

43

Mas no es preciso que el hombre
Procure saber el nombre
De los males que aquí pues
No se han descrito y tratado,
Que semejante cuidado
No es del mayor interés.
Pues las dolencias impías
Que siempre en los mismos días
Malo o bueno tienen fin,
Por sus mismos signos pronto
Hasta el médico más tonto,
Las distingue en su magín.

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