A un caballero que con perros y cazas de montería ocupaba su vida
Primero va seguida de los perros,
vana, tu edad, que de sus pies, la fiera;
deja que el corzo habite la ribera,
y los arroyos, la espadaña y berros.
Quieres en ti mostrar que los destierros
no son castigos ya de ley severa;
el ciervo, empero, sin tu envidia muera;
muera de viejo el oso por los cerros.
¿Qué afrenta has recibido del venado,
que le sigues con ansia de ofendido?
Perdona al monte al pueblo que ha criado.
El pelo de Acteón, endurecido
en su frente, te advierte tu pecado:
oye, porque no brames, su bramido.
Advertencia a España de que así como se ha hecho señora de muchos, así será de tantos enemigos envidiada y perseguida, y necesita de continua prevención por esa causa
Un godo, que una cueva en la montaña
guardó, pudo cobrar las dos Castillas;
del Betis y Genil las dos orillas,
los herederos de tan grande hazaña.
A Navarra te dio justicia y maña;
y un casamiento, en Aragón, las sillas
con que a Sicilia y Nápoles humillas,
y a quien Milán espléndida acompaña.
Muerte infeliz en Portugal arbola
tus castillos. Colón pasó los godos
al ignorado cerco de esta bola.
Y es más fácil, ¡oh España!, en muchos modos,
que lo que a todos le quitaste sola
te puedan a ti sola quitar todos.
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