Sedales
(La mar, como la vida...)
Miras desde la orilla unos sedales
sobre fulgentes, calmas aguas,
que apenas sí se ondulan en las rocas.
Concéntricos círculos van marcando
el punto en que vida o muerte aguardan
la inocente ignorancia de los peces.
Han de morder -habrientos- los anzuelos...
Un temblor de escamas y de aletas
agita el fondo marino de tu alma.
Hay que escapar, huir, nadar tan lejos
que no haya hilos, ni garfios que sujeten
este libre discurrir de sinos,
de vida silenciosa y sumergida,
en esta mar de sombras y misterios.
Nadar, quizá hambrientos de paz y libres.
Libres de encauzar sentir y vida
hacia lugares cristalinos y vacíos
de redes, de nasas, de cordajes...
Lugares sin señuelos en sus aguas.
Sirenas de hielo
Hay sirenas entre las algas
de fondos abismales,
atrapan el tiempo con sus manos,
deshojan los sueños que se pierden
pintándolos de luces
que roban a la noche
cuando llueven luceros sobre el agua.
Hay marineros de humo sobre barcas
que perdieron su rumbo
entre rachas de oscuros temporales.
Quebrados remos
en sus pálidas manos sin retorno.
Velas rasgadas por el aire
esperan que algún viento las impulse.
A veces, hay auroras sumergidas,
rasgaduras de luz entre las aguas
tenebrosas, honduras insondables
que se rompen en burbujas de sueños
trenzados por el tiempo: fuegos fatuos.
Son escamas de hielo destinadas
a fundirse en la nada con el humo,
ilusorias hogueras, cicatrices
de estrellas atrapadas
en fondos de tinieblas abisales.
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