XII (9)
Nosotros te invocamos, por fin, a ti misma, fuera de la estrofa del poeta.
Que no haya para nosotros, entre la multitud
y tú, el resplandor insostenible del lenguaje:
Ah, teníamos palabras para ti y no teníamos
palabras suficientes;
y he aquí que el amor nos confunde con el
objeto mismo de estas palabras;
y las palabras ya no son más, a nuestros ojos,
ni signos ni apariencias, sino la cosa misma que
figura y la cosa misma que aparentan.
O mejor, al recitarte a ti misma el relato, he aquí que nosotros
nos convertimos en ti misma;
el relato y tú misma somos nosotros, tú que nos eras la inconciliable: el texto mismo y su sustancia y su movieinto de mar
y la gran túnica prosódica de la que nos revestimos.
En ti, movible, nos movemos; en ti, viviente, callamos, y te vivimos, al fin, mar de la Alianza.
Oh mar instancia luminosa y mar sustancia gloriosísima, te aclamamos, por fin, en tu resplandor de mar y en tu esencia propia:
sobre todas las bahías golpeadas de ramas centelleantes, sobre todas las riberas azotadas por las cadenas del Bárbaro,
ah, sobre todas las radas desgarradas del águila meridional y sobre todas las plazas de piedras redondas abiertas delante de ti como delante de la ciudadela en armas,
nosotras te aclamamos, relato. Y la multitud está en pie con el recitante y la mar a todas las puertas, resplandeciente y coronada del oro de la noche.
Y he aquí que un gran viento descendió durante la noche para encontrar la noche marina. Y la multitud está en marcha fuera de la arena y revolotean todas las hojas amarillas de la tierra,
y toda la ciudad se ha puesto en marcha hacia la mar, llevando de la mano a las bestias, enjaezadas de orfebrería de cobre; los figurantes con sus cuernos envainados en oro y todas las mujeres enfebrecidas. Y la estrella que se enciende, junto con los primeros fuegos de la ciudad en las calles. Y todas las cosas marchando y la noche de altamar y las humaredas de alianza sobre las aguas,
en la promiscuidad divina y la depravación del hombre entre los dioses...
¡Actualidad! Tan fugaz/ En su cogollo y su miga,/ Regala a mi lentitud/ El sumo sabor a vida. Jorge Guillén
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viernes, 30 de noviembre de 2012
jueves, 29 de noviembre de 2012
Inés Ramón y Santos Domínguez Ramos sobre "Topología de una página en blanco"
TOPOLOGÍA DE UNA PÁGINA EN BLANCO, de Alejandro Céspedes, Amargord (Colección pi de poesía)
UN VIAJE HACIA LA LUDICEZ
Topología de una página en blanco constituye una ruptura con toda la obra anterior de Alejandro Céspedes. Rompe con la retórica, con la métrica, con los temas, con la tradición en la que estuvo instalado el autor y, sobre todo, se observa el definitivo abandono de la utilización de un yo confesional como vehículo para el texto poético que ya había comenzado en sus dos títulos anteriores.
Si en Los círculos concéntricos la voz del yo aparece trascendida, prestada a un personaje femenino, y en Flores en la cuneta se diluye hasta desaparecer en un conjunto coral y amoral que prescinde del sujeto poético y ahonda en su objetividad, en Topología de una página en blanco “el sujeto no importa” porque “todo permanece inconcluso entre el sujeto que actúa de sujeto y el personaje que actúa de testigo”.
Y es cierto; en este libro se configura un texto en donde la ausencia del sujeto es asfixiante. Estamos ante un libro sin acción. Incluso cuando se utiliza la primera o la segunda persona del verbo no se tiene la certeza de quién o a quién se habla. A veces, como en el poema de la página 57, creador y recreador (usando los términos de Céspedes) no se distinguen. El lector, necesariamente convertido en coautor, ha sido succionado hacia la página: “unos ojos enhebran su hilo por el hueco de tus ojos / minuciosas puntadas confunden las costuras / las aprietan / con ese microscopio verifican / que la distancia que hay entre los dos / no tiene límites / ya ven / lo que tú ves” para terminar con estas desasosegantes frases: “¿qué será ser tú? ¿qué será no ser tú?
Céspedes nos muestra la existencia de un “yo” absolutamente impersonal y diluido que encuentra su forma en un “tú” al que de inmediato vuelve a hacer dudar de su existencia porque en ese instante ya ha sido transformado de nuevo en primera persona. Esta reversibilidad que convierte al lector en autor o que iguala e identifica a ambos sobre el espacio de la página es, tal vez, el principal mérito del libro. El texto de la página 69 nos cuenta asombrosamente de qué forma se produce este acontecimiento: “nos cruzamos, sabemos de repente que en ninguno de los dos quedan orillas”. Otras veces es el mismo espacio/página quien habla, no tanto como sujeto ―que también― sino como manifestación de una presencia inevitable. La virtud de Céspedes es no hablar de la página (eso sería muy fácil) sino hacer que la página sea quien demuestre su existencia.
El autor nos anuncia en un breve texto preliminar que el libro reflexiona sobre los tres elementos esenciales de todo hecho literario: el espacio, el sujeto y el testigo. Y los trata no como partes divididas, sino completamente interdependientes entre sí, interrelacionadas constantemente mediante términos e ideas que funcionan como los enlaces de la red y hacen que el lector pueda moverse en todas direcciones; no sólo hacia atrás o hacia delante, sino hacia abismos o cúspides donde “aúlla su propio desamparo”. Cada uno de esos tres planos (página/soporte, autor y recreador) funciona simultánea y sucesivamente como espacio (espacio topológico) en donde los otros dos se desarrollan como materia reflexiva. Estos tres territorios de conocimiento y reflexión se suceden en el libro en ese mismo orden: primero, aquello que tiene que ver con el soporte; a continuación, lo que tiene que ver con el sujeto y la creación del texto mismo; y, por último, lo que hace al lector más radicalmente consciente de su papel en el poema. Pero ―como hemos dicho― mediante textos interconectados a través de modos de conciencia que se mueven hacia múltiples direcciones.
Porque en Topología de una página en blanco la palabra poética, despojada de todo artificio retórico, se pronuncia como pensamiento en torno a las propias posibilidades y límites de representación. El autor investiga intensa y extensamente las posibilidades de un lenguaje vivo, mutante, a través de un complejo entramado conceptual y simbólico que posee la virtud de ser y producir pensamiento en el acto de creación. Si en algún libro se cumple la máxima expresada por Vicente Huidobro “Cuanto miren los ojos creado sea”, ése es Topología de una página en blanco, porque de los múltiples niveles de lectura que coexisten en este libro singularísimo el más llamativo es el que ofrece al lector la capacidad de participar de manera activa e inédita en la construcción del texto.
Esto acontece en el espacio simbólico de esa página en blanco, “donde todo lo imaginado converge conecta continúa”. El poema se presenta bajo la forma de lo súbitamente inédito en cada nueva lectura e interpela al lector de un modo sorprendente e infrecuente. El poema posee la cualidad de convocarle, de abrir espacios para que éste pueda acceder y habitar el texto, y lo hace apelando e interrogando a su subjetividad. Topología de una página en blanco reclama en el lector la consciencia inequívoca de su propia presencia transitando por el texto. El autor cede su propia capacidad creadora, que se consumará en la mirada del lector: “y de todo tu cuerpo sólo quiere los ojos / para entrar / para verse.” Esa mirada no será una, sino que el texto se manifestará diferente en cada lectura. Su incesante renovación en diversos niveles perceptivos será proporcional al vínculo que el creador ha establecido entre el lector y el texto.
Durante la lectura y, en especial, después de cerrar el libro, el lector podrá asegurar que el poema le ha transfigurado. Será alguien revelado a sí mismo, alguien a quien el texto ha permitido explorar un amplio repertorio de emociones que le impulsará, necesariamente, a crear. No comprende, quizás, en un primer momento, que el poeta le ha invitado a correr el riesgo de ser un pensamiento que busca su propia revelación en el transcurso mismo de la lectura. El texto, por lo tanto, le ha restituido (en su sentido aristotélico) el ser: un ser “en acto”, aunque plenamente consciente de su propio vacío.
En medio de esta compleja profundidad simbólica y conceptual, el poema, como una “frase sin sujeto, se mueve en el espacio de la pérdida”; en ese espacio abierto, en ese vacío, el autor invita al lector a “reformular la ecuación de los regresos” eliminando palabras: “quédate con los versos mutilado / y por esa ventana que has abierto / accede”, porque sólo “en lo in omp eto podemos encontrarnos / lo que falta nos nombra”, versos que nos remiten a lo esencialmente indiscernible, puesto que lo fundamental no es conocer, sino volver a desconocer. Es entonces cuando se vislumbra lo inaccesible, lo que carece de forma y fondo, pero cuya realidad emerge de manera contundente, de modo que es lo indecible lo que se presenta como lo más insinuante y revelador.
Topología de una página en blanco representa un quiebro estético de gran altura que rompe con muchos de los estándares de la poesía española no sólo contemporánea, sino de siempre, e incorpora un reto formal cuya propuesta se halla mucho más allá del encuentro armónico con la palabra dicha; está, por el contrario, inmersa en la hipótesis del feliz encuentro con la palabra por decir. Ésta es su competencia, pero —como lectores— exige que sea también la nuestra. Llevando hasta el extremo las palabras de Ángel González, “la poesía no admite lectores complacientes”, Céspedes pide más: “te exijo tener fe a ti que ya no crees”.
En esta comunión que el poeta reclama al lector éste tiene que desaparecer, desprenderse de lo que se supone es su papel para hacerse él mismo un poeta con el texto; de ahí lo inabarcable de un libro que siempre está en permanente concreción: “un ojo será una entrada...”; y lo inacabable de un libro porque no tiene fondo. Es el propio lector ―en función su propia capacidad y voluntad― quien dispone el último sustrato. El autor va dándole las llaves para seguir descendiendo, para abrir cada nuevo texto ―textos que a veces usa únicamente como recordatorio de lo dicho (“en cada nuevo estrato surgen...”)― para que no se olvide cuál es el papel de su lector.
Topología de una página en blanco es más que una poética, es una autopsia de cómo se producen las ideas poéticas, y digo autopsia sabiendo lo inapropiado de este término porque pocos textos hay más permanentemente vivos que este libro. Ello es así porque describe una “topografía” del territorio de la idea y de cómo ésta intenta cimentarse en la palabra. Y, sin embargo, también es más que eso porque el autor nos advierte de continuo que la palabra “no funciona como material de construcción estable”. El libro se construye como un pavimento de losas movedizas, como un puzzle que va cambiando a medida que se pisa para que no pueda darse ninguna condición de certeza. O sí: la de que la única certeza a la que podemos abrazarnos es la permanente incertidumbre. Y todo ello haciendo poesía mientras se reflexiona sobre su esencia.
Topología exige tal nivel de implicación en el lector que acaso el mayor aspecto negativo de este libro sea, utilizando la antigua calificación de las películas, que “no es apto para todos lo públicos”.
Topología de una página en blanco es un viaje hacia la lucidez; es “leer sin gafas / sin aletas sin oxígeno / hasta que se acaba el aire / y quien lee se da cuenta de que se le ha olvidado / en qué dirección está la superficie”. Lucidez que, como bien nos advierte el propio autor, es “un lugar del que jamás se vuelve”. Le faltó añadir indemne.
Tal vez por esa razón, como otro juego simbólico más o como un guiño a la virtualidad del eBook, haya querido el autor dejar grabadas sus huellas dactilares en las páginas 53 y 54 de todos los ejemplares de esta edición en papel.
Inés Ramón
Noviembre de 2012
La reseña de Santos Domínguez Ramos la puedes leer directamente en su blog. Aquí.
UN VIAJE HACIA LA LUDICEZ
Topología de una página en blanco constituye una ruptura con toda la obra anterior de Alejandro Céspedes. Rompe con la retórica, con la métrica, con los temas, con la tradición en la que estuvo instalado el autor y, sobre todo, se observa el definitivo abandono de la utilización de un yo confesional como vehículo para el texto poético que ya había comenzado en sus dos títulos anteriores.
Si en Los círculos concéntricos la voz del yo aparece trascendida, prestada a un personaje femenino, y en Flores en la cuneta se diluye hasta desaparecer en un conjunto coral y amoral que prescinde del sujeto poético y ahonda en su objetividad, en Topología de una página en blanco “el sujeto no importa” porque “todo permanece inconcluso entre el sujeto que actúa de sujeto y el personaje que actúa de testigo”.
Y es cierto; en este libro se configura un texto en donde la ausencia del sujeto es asfixiante. Estamos ante un libro sin acción. Incluso cuando se utiliza la primera o la segunda persona del verbo no se tiene la certeza de quién o a quién se habla. A veces, como en el poema de la página 57, creador y recreador (usando los términos de Céspedes) no se distinguen. El lector, necesariamente convertido en coautor, ha sido succionado hacia la página: “unos ojos enhebran su hilo por el hueco de tus ojos / minuciosas puntadas confunden las costuras / las aprietan / con ese microscopio verifican / que la distancia que hay entre los dos / no tiene límites / ya ven / lo que tú ves” para terminar con estas desasosegantes frases: “¿qué será ser tú? ¿qué será no ser tú?
Céspedes nos muestra la existencia de un “yo” absolutamente impersonal y diluido que encuentra su forma en un “tú” al que de inmediato vuelve a hacer dudar de su existencia porque en ese instante ya ha sido transformado de nuevo en primera persona. Esta reversibilidad que convierte al lector en autor o que iguala e identifica a ambos sobre el espacio de la página es, tal vez, el principal mérito del libro. El texto de la página 69 nos cuenta asombrosamente de qué forma se produce este acontecimiento: “nos cruzamos, sabemos de repente que en ninguno de los dos quedan orillas”. Otras veces es el mismo espacio/página quien habla, no tanto como sujeto ―que también― sino como manifestación de una presencia inevitable. La virtud de Céspedes es no hablar de la página (eso sería muy fácil) sino hacer que la página sea quien demuestre su existencia.
El autor nos anuncia en un breve texto preliminar que el libro reflexiona sobre los tres elementos esenciales de todo hecho literario: el espacio, el sujeto y el testigo. Y los trata no como partes divididas, sino completamente interdependientes entre sí, interrelacionadas constantemente mediante términos e ideas que funcionan como los enlaces de la red y hacen que el lector pueda moverse en todas direcciones; no sólo hacia atrás o hacia delante, sino hacia abismos o cúspides donde “aúlla su propio desamparo”. Cada uno de esos tres planos (página/soporte, autor y recreador) funciona simultánea y sucesivamente como espacio (espacio topológico) en donde los otros dos se desarrollan como materia reflexiva. Estos tres territorios de conocimiento y reflexión se suceden en el libro en ese mismo orden: primero, aquello que tiene que ver con el soporte; a continuación, lo que tiene que ver con el sujeto y la creación del texto mismo; y, por último, lo que hace al lector más radicalmente consciente de su papel en el poema. Pero ―como hemos dicho― mediante textos interconectados a través de modos de conciencia que se mueven hacia múltiples direcciones.
Porque en Topología de una página en blanco la palabra poética, despojada de todo artificio retórico, se pronuncia como pensamiento en torno a las propias posibilidades y límites de representación. El autor investiga intensa y extensamente las posibilidades de un lenguaje vivo, mutante, a través de un complejo entramado conceptual y simbólico que posee la virtud de ser y producir pensamiento en el acto de creación. Si en algún libro se cumple la máxima expresada por Vicente Huidobro “Cuanto miren los ojos creado sea”, ése es Topología de una página en blanco, porque de los múltiples niveles de lectura que coexisten en este libro singularísimo el más llamativo es el que ofrece al lector la capacidad de participar de manera activa e inédita en la construcción del texto.
Esto acontece en el espacio simbólico de esa página en blanco, “donde todo lo imaginado converge conecta continúa”. El poema se presenta bajo la forma de lo súbitamente inédito en cada nueva lectura e interpela al lector de un modo sorprendente e infrecuente. El poema posee la cualidad de convocarle, de abrir espacios para que éste pueda acceder y habitar el texto, y lo hace apelando e interrogando a su subjetividad. Topología de una página en blanco reclama en el lector la consciencia inequívoca de su propia presencia transitando por el texto. El autor cede su propia capacidad creadora, que se consumará en la mirada del lector: “y de todo tu cuerpo sólo quiere los ojos / para entrar / para verse.” Esa mirada no será una, sino que el texto se manifestará diferente en cada lectura. Su incesante renovación en diversos niveles perceptivos será proporcional al vínculo que el creador ha establecido entre el lector y el texto.
Durante la lectura y, en especial, después de cerrar el libro, el lector podrá asegurar que el poema le ha transfigurado. Será alguien revelado a sí mismo, alguien a quien el texto ha permitido explorar un amplio repertorio de emociones que le impulsará, necesariamente, a crear. No comprende, quizás, en un primer momento, que el poeta le ha invitado a correr el riesgo de ser un pensamiento que busca su propia revelación en el transcurso mismo de la lectura. El texto, por lo tanto, le ha restituido (en su sentido aristotélico) el ser: un ser “en acto”, aunque plenamente consciente de su propio vacío.
En medio de esta compleja profundidad simbólica y conceptual, el poema, como una “frase sin sujeto, se mueve en el espacio de la pérdida”; en ese espacio abierto, en ese vacío, el autor invita al lector a “reformular la ecuación de los regresos” eliminando palabras: “quédate con los versos mutilado / y por esa ventana que has abierto / accede”, porque sólo “en lo in omp eto podemos encontrarnos / lo que falta nos nombra”, versos que nos remiten a lo esencialmente indiscernible, puesto que lo fundamental no es conocer, sino volver a desconocer. Es entonces cuando se vislumbra lo inaccesible, lo que carece de forma y fondo, pero cuya realidad emerge de manera contundente, de modo que es lo indecible lo que se presenta como lo más insinuante y revelador.
Topología de una página en blanco representa un quiebro estético de gran altura que rompe con muchos de los estándares de la poesía española no sólo contemporánea, sino de siempre, e incorpora un reto formal cuya propuesta se halla mucho más allá del encuentro armónico con la palabra dicha; está, por el contrario, inmersa en la hipótesis del feliz encuentro con la palabra por decir. Ésta es su competencia, pero —como lectores— exige que sea también la nuestra. Llevando hasta el extremo las palabras de Ángel González, “la poesía no admite lectores complacientes”, Céspedes pide más: “te exijo tener fe a ti que ya no crees”.
En esta comunión que el poeta reclama al lector éste tiene que desaparecer, desprenderse de lo que se supone es su papel para hacerse él mismo un poeta con el texto; de ahí lo inabarcable de un libro que siempre está en permanente concreción: “un ojo será una entrada...”; y lo inacabable de un libro porque no tiene fondo. Es el propio lector ―en función su propia capacidad y voluntad― quien dispone el último sustrato. El autor va dándole las llaves para seguir descendiendo, para abrir cada nuevo texto ―textos que a veces usa únicamente como recordatorio de lo dicho (“en cada nuevo estrato surgen...”)― para que no se olvide cuál es el papel de su lector.
Topología de una página en blanco es más que una poética, es una autopsia de cómo se producen las ideas poéticas, y digo autopsia sabiendo lo inapropiado de este término porque pocos textos hay más permanentemente vivos que este libro. Ello es así porque describe una “topografía” del territorio de la idea y de cómo ésta intenta cimentarse en la palabra. Y, sin embargo, también es más que eso porque el autor nos advierte de continuo que la palabra “no funciona como material de construcción estable”. El libro se construye como un pavimento de losas movedizas, como un puzzle que va cambiando a medida que se pisa para que no pueda darse ninguna condición de certeza. O sí: la de que la única certeza a la que podemos abrazarnos es la permanente incertidumbre. Y todo ello haciendo poesía mientras se reflexiona sobre su esencia.
Topología exige tal nivel de implicación en el lector que acaso el mayor aspecto negativo de este libro sea, utilizando la antigua calificación de las películas, que “no es apto para todos lo públicos”.
Topología de una página en blanco es un viaje hacia la lucidez; es “leer sin gafas / sin aletas sin oxígeno / hasta que se acaba el aire / y quien lee se da cuenta de que se le ha olvidado / en qué dirección está la superficie”. Lucidez que, como bien nos advierte el propio autor, es “un lugar del que jamás se vuelve”. Le faltó añadir indemne.
Tal vez por esa razón, como otro juego simbólico más o como un guiño a la virtualidad del eBook, haya querido el autor dejar grabadas sus huellas dactilares en las páginas 53 y 54 de todos los ejemplares de esta edición en papel.
Inés Ramón
Noviembre de 2012
La reseña de Santos Domínguez Ramos la puedes leer directamente en su blog. Aquí.
Poemas de Lidia Fernández en su poemario 'Sociedades en trastienda' (3, y fin)
El suicida
En los tiempos que vivimos
No es tan difícil
Querer estar muerto a veces,
Sólo un minuto, un segundo
Ausente de maniobras
Para retener serotonina.
Ese libro que me dejaste
Le quema la piel a la estantería
Y aún no sabe
Cómo ha de serte devuelto.
Ese libro que me dejaste
Enclava los poemas,
Los echa hacia el asfalto
Y yo tengo pocas ganas de aprender
A estos mejunjes de llorar,
Tu libro ha de soportar
Que yo no pueda leerlo.
Y en lugar del paso de cebra
Sigo en mi semáforo,
Y doy cuenta del festín de no saberte.
Y doy pétalos dormidos a la luna
Como prenda.
Pero no estoy en deuda
Lo sé, ni con sus páginas
Ni con las nuestras,
La poca historia que nos duele.
Es mejor cerrar y poner un separador
Tal vez, eterno.
Pero cuando miro la portada
Me pongo a temblar,
Cuándo podré renovar
El disfraz de muchedumbre
Fundirme en los neones de las tumbas
Cambiarme de camisa
Y ser alguna vez esa mano
Que te entrega el libro.
No lo sé.
Tú tampoco puedes decírmelo
Y se incendia la casa,
Se calcina mi pecho soluble
En la noche
Mientras no leo, mientras no veo
Mientras me escondo
Con el lomo abierto
Como un ladrón de cuentos,
Pero no es un cuento la poesía,
La dedicatoria,
Ni lo que nunca tendremos
En las cuencas de los ojos.
En los tiempos que vivimos
No es tan difícil
Querer estar muerto a veces,
Sólo un minuto, un segundo
Ausente de maniobras
Para retener serotonina.
Ese libro que me dejaste
Le quema la piel a la estantería
Y aún no sabe
Cómo ha de serte devuelto.
Ese libro que me dejaste
Enclava los poemas,
Los echa hacia el asfalto
Y yo tengo pocas ganas de aprender
A estos mejunjes de llorar,
Tu libro ha de soportar
Que yo no pueda leerlo.
Y en lugar del paso de cebra
Sigo en mi semáforo,
Y doy cuenta del festín de no saberte.
Y doy pétalos dormidos a la luna
Como prenda.
Pero no estoy en deuda
Lo sé, ni con sus páginas
Ni con las nuestras,
La poca historia que nos duele.
Es mejor cerrar y poner un separador
Tal vez, eterno.
Pero cuando miro la portada
Me pongo a temblar,
Cuándo podré renovar
El disfraz de muchedumbre
Fundirme en los neones de las tumbas
Cambiarme de camisa
Y ser alguna vez esa mano
Que te entrega el libro.
No lo sé.
Tú tampoco puedes decírmelo
Y se incendia la casa,
Se calcina mi pecho soluble
En la noche
Mientras no leo, mientras no veo
Mientras me escondo
Con el lomo abierto
Como un ladrón de cuentos,
Pero no es un cuento la poesía,
La dedicatoria,
Ni lo que nunca tendremos
En las cuencas de los ojos.
miércoles, 28 de noviembre de 2012
José Luis Gómez Toré sobre Πoetas en La tormenta en un vaso
Πoetas (primera antología de poesía con matemáticas), Edición de Jesús Malia
José Luis Gómez Toré
Aunque todavía puede resultar chocante para algunos esta asociación de la lírica con las matemáticas, lo cierto es que los vínculos entre poesía y ciencia (ambas son, junto con la filosofía, según Deleuze y Guattari, hijas del caos) son más antiguos de lo que parece, como se encarga de mostrarnos el poeta Jesús Malia (Barbate, Cádiz, 1978) en el esclarecedor prólogo que precede a su antología. La relación entre la poesía y las matemáticas (entre la poesía y la ciencia, en general) ha sido una historia de aproximaciones y desencuentros, en la que tal vez pueda señalarse el Romanticismo como uno de los hitos más significativos: si un autor como Novalis comparte, sin problema, la vocación de poeta con su labor de ingeniero y su interés por la geología, un hijo de la literatura romántica como Poe condena a la ciencia por ser el principal agente del desencantamiento del mundo. Aunque Malia destaque en su prefacio la progresiva independencia del saber matemático de doctrinas místicas y esotéricas, conviene matizar que no se trata de una trayectoria lineal y, de cuando en cuando, aparecen figuras como la de Isaac Newton, eximio físico y matemático que, pese a que para Blake representara el símbolo execrable de un racionalismo excluyente, fue al tiempo un cultivador de la alquimia y un fanático religioso, convencido de que Dios en persona le había encomendado una misión. Las matemáticas no son sino una de las formas más eficaces de poner orden en el agitado magma de la experiencia y no es de extrañar que a lo largo de la historia hayan dado pie a todo tipo de analogías y lecturas simbólicas (que no faltan, por cierto, en los poetas seleccionados). Al fin y al cabo, tanto cuando hablamos de matemáticas como de poesía estamos refiriéndonos al complejo mundo de los símbolos. Northrop Frye destacó, en ese sentido, que las matemáticas, al igual que la literatura, hablan del mundo (en una aproximación asintótica constante) sin confundirse con él.
Entre los antologados, encontramos dos peruanos (Rodolfo Hinostroza y Enrique Verástegui), un venezolano (Daniel Ruiz) y siete españoles (José Florencio Martínez, David Jou, Ramón Dach, Agustín Fernández Mallo, Javier Moreno, Julio Reija y el propio Jesús Malia). El antólogo señala con acierto en su texto inicial que en este terreno encontramos al menos dos direcciones posibles: la de quienes utilizan las matemáticas como tema (con todos los riesgos de la poesía “temática”, el mayor de los cuales es creer que basta un motivo poco transitado para abrir nuevos territorios) y la de quienes más bien utilizan las matemáticas como elemento estructural, que afecta incluso al entendimiento global del poema. Personalmente, me parece más interesante la segunda aproximación o la de quienes, como Javier Moreno o Hinostroza, combinan ambos procedimientos. Aunque no todas las propuestas muestran la misma calidad y ambición, en conjunto nos encontramos ante una lectura muy recomendable, sobre todo para quienes creen (creemos) que el diálogo entre la ciencia y el arte sigue siendo más que necesario, un camino imprescindible.
Aquí el enlace.
José Luis Gómez Toré
Aunque todavía puede resultar chocante para algunos esta asociación de la lírica con las matemáticas, lo cierto es que los vínculos entre poesía y ciencia (ambas son, junto con la filosofía, según Deleuze y Guattari, hijas del caos) son más antiguos de lo que parece, como se encarga de mostrarnos el poeta Jesús Malia (Barbate, Cádiz, 1978) en el esclarecedor prólogo que precede a su antología. La relación entre la poesía y las matemáticas (entre la poesía y la ciencia, en general) ha sido una historia de aproximaciones y desencuentros, en la que tal vez pueda señalarse el Romanticismo como uno de los hitos más significativos: si un autor como Novalis comparte, sin problema, la vocación de poeta con su labor de ingeniero y su interés por la geología, un hijo de la literatura romántica como Poe condena a la ciencia por ser el principal agente del desencantamiento del mundo. Aunque Malia destaque en su prefacio la progresiva independencia del saber matemático de doctrinas místicas y esotéricas, conviene matizar que no se trata de una trayectoria lineal y, de cuando en cuando, aparecen figuras como la de Isaac Newton, eximio físico y matemático que, pese a que para Blake representara el símbolo execrable de un racionalismo excluyente, fue al tiempo un cultivador de la alquimia y un fanático religioso, convencido de que Dios en persona le había encomendado una misión. Las matemáticas no son sino una de las formas más eficaces de poner orden en el agitado magma de la experiencia y no es de extrañar que a lo largo de la historia hayan dado pie a todo tipo de analogías y lecturas simbólicas (que no faltan, por cierto, en los poetas seleccionados). Al fin y al cabo, tanto cuando hablamos de matemáticas como de poesía estamos refiriéndonos al complejo mundo de los símbolos. Northrop Frye destacó, en ese sentido, que las matemáticas, al igual que la literatura, hablan del mundo (en una aproximación asintótica constante) sin confundirse con él.
Entre los antologados, encontramos dos peruanos (Rodolfo Hinostroza y Enrique Verástegui), un venezolano (Daniel Ruiz) y siete españoles (José Florencio Martínez, David Jou, Ramón Dach, Agustín Fernández Mallo, Javier Moreno, Julio Reija y el propio Jesús Malia). El antólogo señala con acierto en su texto inicial que en este terreno encontramos al menos dos direcciones posibles: la de quienes utilizan las matemáticas como tema (con todos los riesgos de la poesía “temática”, el mayor de los cuales es creer que basta un motivo poco transitado para abrir nuevos territorios) y la de quienes más bien utilizan las matemáticas como elemento estructural, que afecta incluso al entendimiento global del poema. Personalmente, me parece más interesante la segunda aproximación o la de quienes, como Javier Moreno o Hinostroza, combinan ambos procedimientos. Aunque no todas las propuestas muestran la misma calidad y ambición, en conjunto nos encontramos ante una lectura muy recomendable, sobre todo para quienes creen (creemos) que el diálogo entre la ciencia y el arte sigue siendo más que necesario, un camino imprescindible.
Aquí el enlace.
"Tres fragmentos" e "Improvisaciones" de Bartrina (último cuarto del siglo XIX)
TRES FRAGMENTOS
- a) -
El doctor que por mi suerte
pone remedio a mis males,
me explicó ayer las señales
para conocer la muerte.
Y en verdad que me dio horror,
pensando, mi ex bien, en ti,
lo que claramente oí
de los labios del doctor.
¡Oh dolor! Pero ello es cierto
y es forzoso que lo diga:
¡Oh!, tú que fuiste mi amiga,
has de saber que te has muerto.
¿Qué respondes?, ¿que ayer mismo
admire tu lindo talle,
pues pasaste por mi calle?
¡Efectos del galvanismo!...
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
Además, por conclusión,
del cadáver, en verdad,
tienes la misma frialdad
y la misma corrupción.
IMPROVISACIONES
Leídas en la velada literaria, dada por los señores de Bremón, en obsequio a la distinguida escritora doña María del Pilar Sinués
ELECTRICIDAD
A FERNANDA LLANOS DE BREMÓN
Al ver que es una verdad
que, gracias a un buen doctor,
mitiga ya tu dolor
la activa electricidad,
reconozco la excelencia
del doctor y aquí le alabo.
Libre era el rayo: hoy esclavo
es tan solo de la ciencia.
La ciencia siempre intranquila
en su busca al cielo sube;
coge el rayo en una nube
y lo encierra en una pila;
y hoy el rayo, esclavo, lidia
para dar fuerzas dobladas
a la que con sus miradas
tantas veces le dio envidia.
A PILAR SINUÉS
La señora de Sinués
sabe ya mejor que yo
que es la pila, y hasta lo
que la electricidad es.
Hay dos polos: negativo
el uno, da una corriente
en un todo diferente
de la que da el positivo.
(No cuento el polo andaluz
entre un polo y otro polo.)
De esta lucha nace solo
el esplendor de la luz.
Y al ver en la ilustre autora
de tanta y tanta novela
con las que su nombre vuela
y más en fama atesora;
al ver en la de Sinués
un estilista, portento
de habilidad y talento,
y al mirarme yo al revés
y verme tan diferente,
creo, y por mi parte sé
que ha de establecerse, a fe,
de la amistad la corriente.
A LAS DAMAS DE LA REUNIÓN
Al ver en este salón
las eléctricas miradas
de las bellas invitadas,
un polo es mi corazón;
pero decírselo esquivo,
pues temo, porque lo arguyo,
que el polo corazón suyo
sea un polo negativo.
A TODOS LOS CONCURRENTES
Si al rayo debo el placer
de ver a Fernanda buena
y al rayo la dicha plena
de la amistad por doquier;
cuando el cielo, oscuro y fiero,
lance un rayo entre las aguas,
en vez de abrir el paraguas
me le quitaré el sombrero.
- a) -
El doctor que por mi suerte
pone remedio a mis males,
me explicó ayer las señales
para conocer la muerte.
Y en verdad que me dio horror,
pensando, mi ex bien, en ti,
lo que claramente oí
de los labios del doctor.
¡Oh dolor! Pero ello es cierto
y es forzoso que lo diga:
¡Oh!, tú que fuiste mi amiga,
has de saber que te has muerto.
¿Qué respondes?, ¿que ayer mismo
admire tu lindo talle,
pues pasaste por mi calle?
¡Efectos del galvanismo!...
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
Además, por conclusión,
del cadáver, en verdad,
tienes la misma frialdad
y la misma corrupción.
IMPROVISACIONES
Leídas en la velada literaria, dada por los señores de Bremón, en obsequio a la distinguida escritora doña María del Pilar Sinués
ELECTRICIDAD
A FERNANDA LLANOS DE BREMÓN
Al ver que es una verdad
que, gracias a un buen doctor,
mitiga ya tu dolor
la activa electricidad,
reconozco la excelencia
del doctor y aquí le alabo.
Libre era el rayo: hoy esclavo
es tan solo de la ciencia.
La ciencia siempre intranquila
en su busca al cielo sube;
coge el rayo en una nube
y lo encierra en una pila;
y hoy el rayo, esclavo, lidia
para dar fuerzas dobladas
a la que con sus miradas
tantas veces le dio envidia.
A PILAR SINUÉS
La señora de Sinués
sabe ya mejor que yo
que es la pila, y hasta lo
que la electricidad es.
Hay dos polos: negativo
el uno, da una corriente
en un todo diferente
de la que da el positivo.
(No cuento el polo andaluz
entre un polo y otro polo.)
De esta lucha nace solo
el esplendor de la luz.
Y al ver en la ilustre autora
de tanta y tanta novela
con las que su nombre vuela
y más en fama atesora;
al ver en la de Sinués
un estilista, portento
de habilidad y talento,
y al mirarme yo al revés
y verme tan diferente,
creo, y por mi parte sé
que ha de establecerse, a fe,
de la amistad la corriente.
A LAS DAMAS DE LA REUNIÓN
Al ver en este salón
las eléctricas miradas
de las bellas invitadas,
un polo es mi corazón;
pero decírselo esquivo,
pues temo, porque lo arguyo,
que el polo corazón suyo
sea un polo negativo.
A TODOS LOS CONCURRENTES
Si al rayo debo el placer
de ver a Fernanda buena
y al rayo la dicha plena
de la amistad por doquier;
cuando el cielo, oscuro y fiero,
lance un rayo entre las aguas,
en vez de abrir el paraguas
me le quitaré el sombrero.
martes, 27 de noviembre de 2012
Versos de Clara Janés en su libro "Variables ocultas", con matemáticas y física en algunos de ellos
Preso de inquietud, observaba el silencio de la flor, aterida por la rigidez de la línea, y acechaba el peso del pensamiento
___
Antes de que aparecieran los alfabetos y los signos, la vibración se moduló en vocales cuyo eco recogieron los astros y trocaron en música. La Vía Láctea no sabía aún qué orientación seguir.
Belleza, realidad, amor, enunció el horizonte. Y el ojo humano lo filtró todo a través del color.
___
Si es una línea pura el pensamiento que todo lo rechaza excepto el infinito al que no llega, detenla en el punto donde imposibilidad es posibilidad. Entra en él y busca en su interior la palabra prístina que alberga la luz secreta, que el estallido inicial se aleja también indefinidamente.
Y todo sigue en fuga. No hay paso que se detenga en el punto de llegada.
___
Y la palabra deja de ser su forma, que queda como una piel de serpiente abandonada en la arena. Su fuerza es interior, posee incluso a la boca muda.
___
Aquella bandada de pájaros que arrastró la niebla... Ni valles, ni caminos limitaron la dimensión del frío, que no es espacio. Los troncos negros y los negros animales eran solo barras divisorias de un profundo aquietamiento.
___
Caer hacia arriba, entrar y salir de la nada, carecer de materia, pero esa función de onda de cada ser que se extiende por todo el universo...
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Antes de que aparecieran los alfabetos y los signos, la vibración se moduló en vocales cuyo eco recogieron los astros y trocaron en música. La Vía Láctea no sabía aún qué orientación seguir.
Belleza, realidad, amor, enunció el horizonte. Y el ojo humano lo filtró todo a través del color.
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Si es una línea pura el pensamiento que todo lo rechaza excepto el infinito al que no llega, detenla en el punto donde imposibilidad es posibilidad. Entra en él y busca en su interior la palabra prístina que alberga la luz secreta, que el estallido inicial se aleja también indefinidamente.
Y todo sigue en fuga. No hay paso que se detenga en el punto de llegada.
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Y la palabra deja de ser su forma, que queda como una piel de serpiente abandonada en la arena. Su fuerza es interior, posee incluso a la boca muda.
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Aquella bandada de pájaros que arrastró la niebla... Ni valles, ni caminos limitaron la dimensión del frío, que no es espacio. Los troncos negros y los negros animales eran solo barras divisorias de un profundo aquietamiento.
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Caer hacia arriba, entrar y salir de la nada, carecer de materia, pero esa función de onda de cada ser que se extiende por todo el universo...
Sonetos de Sor Juana Inés de la Cruz (4). Hoy " Muestra sentir que la baldonen por los aplausos de su habilidad" y "No quiere pasar por olvido lo descuidado"
Muestra sentir que la baldonen por los aplausos de su habilidad
¿Tan grande, ¡ay, hado!, mi delito ha sido
que por castigo de él o por tormento
no basta el que adelanta el pensamiento
sino el que le previenes al oído?
Tan severo en mi contra has procedido,
que me persuado de tu duro intento,
a que solo me diste entendimiento
porque fuese mi daño más crecido.
Dísteme aplausos para más baldones,
subir me hiciste, para penas tales;
y aun pienso que me dieron tus traiciones
penas a mi desdicha desiguales
porque viéndome rica de tus dones
nadie tuviese lástima a mis males.
No quiere pasar por olvido lo descuidado
Dices que yo te olvido, Celio, y mientes
en decir que me acuerdo de olvidarte,
pues no hay en mi memoria alguna parte
en que, aún como olvidado, te presentes.
Mis pensamientos son tan diferentes
y en todo tan ajenos de tratarte,
que ni saben si pueden olvidarte,
ni si te olvidan saben si lo sientes.
Si tú fueras capaz de ser querido,
fueras capaz de olvido; y ya era gloria
al menos la potencia de haber sido.
Mas tan lejos estás de esa victoria,
que aqueste no acordarme no es olvido
sino una negación de la memoria.
¿Tan grande, ¡ay, hado!, mi delito ha sido
que por castigo de él o por tormento
no basta el que adelanta el pensamiento
sino el que le previenes al oído?
Tan severo en mi contra has procedido,
que me persuado de tu duro intento,
a que solo me diste entendimiento
porque fuese mi daño más crecido.
Dísteme aplausos para más baldones,
subir me hiciste, para penas tales;
y aun pienso que me dieron tus traiciones
penas a mi desdicha desiguales
porque viéndome rica de tus dones
nadie tuviese lástima a mis males.
No quiere pasar por olvido lo descuidado
Dices que yo te olvido, Celio, y mientes
en decir que me acuerdo de olvidarte,
pues no hay en mi memoria alguna parte
en que, aún como olvidado, te presentes.
Mis pensamientos son tan diferentes
y en todo tan ajenos de tratarte,
que ni saben si pueden olvidarte,
ni si te olvidan saben si lo sientes.
Si tú fueras capaz de ser querido,
fueras capaz de olvido; y ya era gloria
al menos la potencia de haber sido.
Mas tan lejos estás de esa victoria,
que aqueste no acordarme no es olvido
sino una negación de la memoria.
lunes, 26 de noviembre de 2012
'La político-manía' según Mesonero Romanos
La político-manía
«Traten otros del gobierno
Del mundo y sus monarquías,
Mientras gobiernan mis días
Mantequillas y pan tierno,
Y las mañanas de invierno
Naranjada y aguardiente;
Y ríase la gente».
GÓNGORA
Pero, señor, ¿todo ha de ser gravedad? ¿todo ha de ser proclamas y discursos, y notas y discusiones, y cálculos y proyectos? ¿Y no habrá de sufrirse que yo, menguado de mí, que no conozco al filósofo Ginebrino más que de oídas en un sermón, ni al presidente de Burdeos más que de vista en la comedia de "La Llave falsa", intente colocar mis pobres razonamientos aunque sea al abrigo del cañón de la ciudadela de Amberes? ¿O habré de estar siempre sujeto a que mis discursos salten a cada paso de la prensa, para ceder su lugar a cualquiera disertación política que impolíticamente venga a tomarme la delantera?
-Sí, señor; preciso será que V. lo sufra; no faltaba más sino que ahora, que el aspecto guerrero de la Europa ofrece al discurso tantas combinaciones; ahora, que los periódicos (crónicas más o menos parciales del tiempo presente) deben esforzarse para tenernos al tanto de lo que ocurre desde Cádiz al Japón, nos viniese V. con tres o cuatro columnas de observaciones crítico-filosóficas sobre nuestros sos y costumbres. Eso, amigo, desengáñese usted, era muy bueno allá en los tiempos de antaño, cuando los epigramas de la Crónica o los versos de Rabadán formaban acontecimientos importantes; pero ahora es otra cosa, y no hay ya lector, por festivo que sea, que quede satisfecho si no se desayuna cada mañana con media docena de protocolos de la conferencia de Londres.
Sin embargo, señor don Zoilo, parecíame a mí que esto de la política no es, o a lo menos no debía ser, para todas las cabezas, así como ciertos alimentos no son digeribles por todos los estómagos; y por otro lado, estaba persuadido de que el utile dulci del poeta latino y el per troppo variare del toscano, emblemas ambos tan manoseados de los autores, se dirían con algún motivo. Creía yo ¡qué no cree la ignorancia! que las altas cuestiones de la política eran tan difíciles de comprender como de tratar, y que sólo una disposición natural y un estudio profundo podrían conducir tal vez al descubrimiento de sus arcanos.
-Pues, señor mío, debe V. convencerse de lo contrario, y si no, escuche V. las conversaciones de hombres y mujeres, de viejos y niños, de grandes y pequeños; escuche V. sus reflexiones, sus discusiones y sus conclusiones, y por resultado de ellas adquirirá el convencimiento de que la política es una ciencia que se da espontáneamente en nuestras cabezas, sin más preparativos ni sementeras, y que el gusto dominante del siglo, desarrollando en nosotros aquella natural facultad, hace de cada uno un improvisador de leyes capaz de disputar con el mismo Solón Ateniense.
Así será bien que lo crea, pues que el inapelable dictamen de V. me lo afirma; sin embargo (y sin que sea visto contradecir en un punto su opinión) ¿me permitirá usted que le entretenga con un v. gr., que, o yo soy un bolo, o viene aquí de molde? -¿Sí? -Pues óigale usted.
Yo tenía un tío llamado D. Gaspar, el cual tío era natural de Navarra, y siéndolo, podrá V. venir en conocimiento de que era navarro; quiero decir, un navarro verdadero; honrado y testarudo, generoso y determinado. Los estudios de este buen señor se habían limitado a las primeras letras y algo de contar; con lo cual y su buena suerte, tuvo la fortuna de hacer prosperar su comercio, primeramente en su provincia, y después en la corte, donde fijó al fin su residencia. Casado en ella y con una posteridad correspondiente, había llegado en paz a la cuarta decena de su vida, pronosticando seguir el resto del mismo modo; pero la revolución de 1808 vino a alterar su tranquilidad, mudando completamente su carácter.
Enemigo irreconciliable del invasor de España, y declarado desde luego acérrimo partidario de aquel no importa, que por tantas veces ha hecho triunfar a nuestra patria de sus enemigos, no hubo en él un instante de incertidumbre, tanto sobre la verdad de su opinión como sobre el indispensable triunfo de ella. Guiado por sus propias ideas, convirtió su casa en un receptáculo general de todos los noticieros de Madrid, los cuales, reunidos día y noche, se complacían en tejer fábulas análogas a sus esperanzas, que a pocos instantes de concebidas pasaban por axiomas a los ojos de los mismos que las habían formado.
Y era lo más gracioso de esta escena el oírlos glosar los papeles y baletines franceses, siempre por el lado favorable: V. gr., decían aquellos: -«En la batalla de tal perecieron quinientos franceses »; -al instante no faltaba uno que replicaba: «Algunos más serán»; -Continuaba el Boletín diciendo: -«y diez mil de los españoles; -y todos prorrumpían exclamando: - ¡Ya se ve, ellos qué han de decir!». -Asegurábase que, tal plaza había sido ocupada por los enemigos. -«Imposible». -Hombre,que lo dicen las cartas. -«Se equivocan las cartas». -Que lo dan de oficio los periódicos. -«Mienten los periódicos». -Pero al fin las semanas y los meses pasaban; la noticia se confirmaba, y entonces mi tío solía decir con aire misterioso y satisfecho: -No tengan ustedes cuidado, eso es un ardid del Lord; tanto mejor, dejarlos que se internen».
Pero, en fin, aquella época pasó, y mi tío vio realizadas sus esperanzas, si no por un efecto de sus planes y combinaciones, por resultado del heroísmo de la nación entera. Parecía, pues, natural que, restituida la calma, y restablecida en Europa la paz general, tornaría mi don Gaspar a su tranquilidad primitiva y haría prosperar su comercio con el mismo interés que en otros tiempos. Pues nada menos que eso; el demonio de la política (que debe ser un personaje principal entre los demás espíritus infernales) se había agarrado tan bien de él, que ni aun la voluntad le dejó de escaparse de sus uñas; antes bien, atormentándole con sus continuas inspiraciones, le hacía correr aquí y allí buscando alimento con que satisfacerlas. Desde aquel punto y hora no hubo lugar público ni secreto de la capital que no fuese testigo de sus eternas disputas, ni bóveda que no resonase con su agudo chillido provincial.
Levantábase al amanecer, y su primera operación era rodearse de todos los periódicos nacionales y extranjeros que podía procurarse; los primeros los leía sin entenderlos, y los segundos los entendía sin saberlos leer; quiero decir, que, como ignoraba otras lenguas que la suya, sólo podía adivinar aquellas palabras que presentaban alguna analogía, con lo cual, y con los nombres propios de los generales y de las plazas, hacía él su composición de lugar para formar luego su opinión; y salíale acontecer a veces tomar el nombre del comandante de un sitio por el de la ciudadela, o hacer maniobrar a un río, creyéndole general de división.
Pero luego que bien penetrado de estos antecedentes se creía en estado de poder fijar todas las cuestiones, salía a la calle, y sin más rodeos se dirigía a la Puerta del Sol, donde siempre tenía dos o tres tiendas en que ya se le esperaba con gran ansiedad, para oír de su boca los proyectos ulteriores del ruso o los secretos recónditos del inglés. Allí era el oírle disertar y argüir con sus contrincantes, haciendo trizas el mapa con más garbo que un sastre opera en una pieza de tela; allí el verle saltar montañas, adjudicar ríos, firmar tratados, pasar notas, expedir correos, reunir congresos, publicar manifiestos, y manejar, en fin, la política universal desde una tienda de sombrerero, teniendo por oyentes a un prestamista sobre alhajas, a un corista de la ópera, dos mozos de cuerda y tres aprendices del almacén.
Luego pasaba a los cafés, y allí, rodeado de oficiales a medio sueldo y de paisanos sin sueldo ninguno, ocupaba su conocido lugar, y su primera operación era pedir la "Gaceta" para volverla a repasar; después, tomando por base cualquiera de sus párrafos, empezaba la discusión, unos en pro y otros en contra, asegurando todos que los motivos en que fundaban su opinión los sabían de muy buena tinta, citando autoridades tales, que cualquiera hubiera creído que habían cenado la noche anterior con el Rey de Francia o con el Emperador de Rusia; hasta que, cansados de estragos y mortandades, se separaban en distintas direcciones, encaminándose unos al patio del Correo a ver si era cierta la salida del extraordinario; otros, al gabinete de lectura a cielo raso de la calle de la Paz, cuál a las tiendas de la calle de la Montera; cuál, en fin (y éste era mi tío), a la escalera de Palacio, a ver subir y bajar los magnates, y augurar, por las arrugas perpendiculares o trasversales de sus semblantes, lo que pasaba en lo interior del gabinete.
Por la tarde salía rodeado de dos o tres amigos de su mismo carácter, y paseaban por sitios extraviados y solitarios, parándose a cada momento y disputando a voces sobre la navegación del Escalda o sobre las fronteras de Hungría. De allí venían a nuestro país, y hacían caer a su antojo todos los magnates, sustituyéndolos inmediatamente por otros; luego decían en confianza los proyectos de decretos de todo el año corriente, y toda esta máquina continuaba después en el café, sazonada con un bol de ponche, o en la tertulia entre jugada y jugada del ajedrez.
No hay que decir que los negocios particulares de mi tío decayeron a medida que se había ido ocupando de los negocios públicos; siendo tanto más chocante, cuanto que, a pesar de que su mujer, en vista de su debilidad, quiso sacar partido de ella excitándole a pretender algún empico, él nunca vino en ello, porque decía que no quería sujetar su opinión ni depender de ninguna influencia. Mas por de pronto, aquello que él llamaba independencia y franqueza le valió tres o cuatro delaciones, en virtud de en las cuales tuvo que saltar de un punto a otro, sin que en ninguna parte dejase de perseguirle su inconcebible manía. Por último, agotadas sus fuerzas morales y físicas con tanto discurrir y tanto sufrimiento, adquirió una enfermedad cerebral, que dio con él en el Nuncio de Toledo, adonde se entretuvo hasta su muerte en componer un periódico para uso de los demás locos, que, si he de decir verdad, podía pasar por cuerdo al lado de algunos que alcanzamos a ver hoy.
Quedé, pues, por tutor de sus hijos menores, y haciendo el inventario de los bienes, encontré una larga relación de acreedores, y un sistema completo de amortización de la Deuda pública; dos o tres papeles sobre la paz interior, y un pleito de divorcio con su mujer; tres o cuatro libros de Filosofía, y una pistola, que, según él repetía, era para cuando se hubiese cansado de vivir; un tratado general de educación pública, y cuatro muchachos que no sabían leer; un...
-Basta, basta -interrumpió vivamente D. Zoilo con el rostro encendido y la voz trémula-; basta que V. me haya bosquejado las principales escenas de mi vida; no se complazca V. en presentarme las que sucederán después de mi muerte.
-Yo, amigo, no intenté...
-Conozco la sana intención de V.; estoy convencido de que de ninguna manera fue la de retratarme; pero ¡ay, amigo mío! me ha presentado V. un espejo y me he mirado en él: ¿quiere V. más?
-Pues si ello es así, debo felicitarme por la conmoción que V. manifiesta, y que no dejará de producir su resultado.
-Sí, amigo; desde este momento veo que mis ideas toman otro giro, y si bien no renuncio al interés que todo ser bien organizado debe sentir por la felicidad de su país y del mundo entero, trataré de apartarme de cuestiones ajenas a mi obligación y a mi capacidad, procurando aplicar los buenos principios al gobierno de mi familia, y contribuyendo de este modo al orden y la felicidad pública.
Entonces no pude contenerme, y abrazándole arrebatado, exclamé: -¡Ay, amigo mío, si todos me entendieran como V.!
«Traten otros del gobierno
Del mundo y sus monarquías,
Mientras gobiernan mis días
Mantequillas y pan tierno,
Y las mañanas de invierno
Naranjada y aguardiente;
Y ríase la gente».
GÓNGORA
Pero, señor, ¿todo ha de ser gravedad? ¿todo ha de ser proclamas y discursos, y notas y discusiones, y cálculos y proyectos? ¿Y no habrá de sufrirse que yo, menguado de mí, que no conozco al filósofo Ginebrino más que de oídas en un sermón, ni al presidente de Burdeos más que de vista en la comedia de "La Llave falsa", intente colocar mis pobres razonamientos aunque sea al abrigo del cañón de la ciudadela de Amberes? ¿O habré de estar siempre sujeto a que mis discursos salten a cada paso de la prensa, para ceder su lugar a cualquiera disertación política que impolíticamente venga a tomarme la delantera?
-Sí, señor; preciso será que V. lo sufra; no faltaba más sino que ahora, que el aspecto guerrero de la Europa ofrece al discurso tantas combinaciones; ahora, que los periódicos (crónicas más o menos parciales del tiempo presente) deben esforzarse para tenernos al tanto de lo que ocurre desde Cádiz al Japón, nos viniese V. con tres o cuatro columnas de observaciones crítico-filosóficas sobre nuestros sos y costumbres. Eso, amigo, desengáñese usted, era muy bueno allá en los tiempos de antaño, cuando los epigramas de la Crónica o los versos de Rabadán formaban acontecimientos importantes; pero ahora es otra cosa, y no hay ya lector, por festivo que sea, que quede satisfecho si no se desayuna cada mañana con media docena de protocolos de la conferencia de Londres.
Sin embargo, señor don Zoilo, parecíame a mí que esto de la política no es, o a lo menos no debía ser, para todas las cabezas, así como ciertos alimentos no son digeribles por todos los estómagos; y por otro lado, estaba persuadido de que el utile dulci del poeta latino y el per troppo variare del toscano, emblemas ambos tan manoseados de los autores, se dirían con algún motivo. Creía yo ¡qué no cree la ignorancia! que las altas cuestiones de la política eran tan difíciles de comprender como de tratar, y que sólo una disposición natural y un estudio profundo podrían conducir tal vez al descubrimiento de sus arcanos.
-Pues, señor mío, debe V. convencerse de lo contrario, y si no, escuche V. las conversaciones de hombres y mujeres, de viejos y niños, de grandes y pequeños; escuche V. sus reflexiones, sus discusiones y sus conclusiones, y por resultado de ellas adquirirá el convencimiento de que la política es una ciencia que se da espontáneamente en nuestras cabezas, sin más preparativos ni sementeras, y que el gusto dominante del siglo, desarrollando en nosotros aquella natural facultad, hace de cada uno un improvisador de leyes capaz de disputar con el mismo Solón Ateniense.
Así será bien que lo crea, pues que el inapelable dictamen de V. me lo afirma; sin embargo (y sin que sea visto contradecir en un punto su opinión) ¿me permitirá usted que le entretenga con un v. gr., que, o yo soy un bolo, o viene aquí de molde? -¿Sí? -Pues óigale usted.
Yo tenía un tío llamado D. Gaspar, el cual tío era natural de Navarra, y siéndolo, podrá V. venir en conocimiento de que era navarro; quiero decir, un navarro verdadero; honrado y testarudo, generoso y determinado. Los estudios de este buen señor se habían limitado a las primeras letras y algo de contar; con lo cual y su buena suerte, tuvo la fortuna de hacer prosperar su comercio, primeramente en su provincia, y después en la corte, donde fijó al fin su residencia. Casado en ella y con una posteridad correspondiente, había llegado en paz a la cuarta decena de su vida, pronosticando seguir el resto del mismo modo; pero la revolución de 1808 vino a alterar su tranquilidad, mudando completamente su carácter.
Enemigo irreconciliable del invasor de España, y declarado desde luego acérrimo partidario de aquel no importa, que por tantas veces ha hecho triunfar a nuestra patria de sus enemigos, no hubo en él un instante de incertidumbre, tanto sobre la verdad de su opinión como sobre el indispensable triunfo de ella. Guiado por sus propias ideas, convirtió su casa en un receptáculo general de todos los noticieros de Madrid, los cuales, reunidos día y noche, se complacían en tejer fábulas análogas a sus esperanzas, que a pocos instantes de concebidas pasaban por axiomas a los ojos de los mismos que las habían formado.
Y era lo más gracioso de esta escena el oírlos glosar los papeles y baletines franceses, siempre por el lado favorable: V. gr., decían aquellos: -«En la batalla de tal perecieron quinientos franceses »; -al instante no faltaba uno que replicaba: «Algunos más serán»; -Continuaba el Boletín diciendo: -«y diez mil de los españoles; -y todos prorrumpían exclamando: - ¡Ya se ve, ellos qué han de decir!». -Asegurábase que, tal plaza había sido ocupada por los enemigos. -«Imposible». -Hombre,que lo dicen las cartas. -«Se equivocan las cartas». -Que lo dan de oficio los periódicos. -«Mienten los periódicos». -Pero al fin las semanas y los meses pasaban; la noticia se confirmaba, y entonces mi tío solía decir con aire misterioso y satisfecho: -No tengan ustedes cuidado, eso es un ardid del Lord; tanto mejor, dejarlos que se internen».
Pero, en fin, aquella época pasó, y mi tío vio realizadas sus esperanzas, si no por un efecto de sus planes y combinaciones, por resultado del heroísmo de la nación entera. Parecía, pues, natural que, restituida la calma, y restablecida en Europa la paz general, tornaría mi don Gaspar a su tranquilidad primitiva y haría prosperar su comercio con el mismo interés que en otros tiempos. Pues nada menos que eso; el demonio de la política (que debe ser un personaje principal entre los demás espíritus infernales) se había agarrado tan bien de él, que ni aun la voluntad le dejó de escaparse de sus uñas; antes bien, atormentándole con sus continuas inspiraciones, le hacía correr aquí y allí buscando alimento con que satisfacerlas. Desde aquel punto y hora no hubo lugar público ni secreto de la capital que no fuese testigo de sus eternas disputas, ni bóveda que no resonase con su agudo chillido provincial.
Levantábase al amanecer, y su primera operación era rodearse de todos los periódicos nacionales y extranjeros que podía procurarse; los primeros los leía sin entenderlos, y los segundos los entendía sin saberlos leer; quiero decir, que, como ignoraba otras lenguas que la suya, sólo podía adivinar aquellas palabras que presentaban alguna analogía, con lo cual, y con los nombres propios de los generales y de las plazas, hacía él su composición de lugar para formar luego su opinión; y salíale acontecer a veces tomar el nombre del comandante de un sitio por el de la ciudadela, o hacer maniobrar a un río, creyéndole general de división.
Pero luego que bien penetrado de estos antecedentes se creía en estado de poder fijar todas las cuestiones, salía a la calle, y sin más rodeos se dirigía a la Puerta del Sol, donde siempre tenía dos o tres tiendas en que ya se le esperaba con gran ansiedad, para oír de su boca los proyectos ulteriores del ruso o los secretos recónditos del inglés. Allí era el oírle disertar y argüir con sus contrincantes, haciendo trizas el mapa con más garbo que un sastre opera en una pieza de tela; allí el verle saltar montañas, adjudicar ríos, firmar tratados, pasar notas, expedir correos, reunir congresos, publicar manifiestos, y manejar, en fin, la política universal desde una tienda de sombrerero, teniendo por oyentes a un prestamista sobre alhajas, a un corista de la ópera, dos mozos de cuerda y tres aprendices del almacén.
Luego pasaba a los cafés, y allí, rodeado de oficiales a medio sueldo y de paisanos sin sueldo ninguno, ocupaba su conocido lugar, y su primera operación era pedir la "Gaceta" para volverla a repasar; después, tomando por base cualquiera de sus párrafos, empezaba la discusión, unos en pro y otros en contra, asegurando todos que los motivos en que fundaban su opinión los sabían de muy buena tinta, citando autoridades tales, que cualquiera hubiera creído que habían cenado la noche anterior con el Rey de Francia o con el Emperador de Rusia; hasta que, cansados de estragos y mortandades, se separaban en distintas direcciones, encaminándose unos al patio del Correo a ver si era cierta la salida del extraordinario; otros, al gabinete de lectura a cielo raso de la calle de la Paz, cuál a las tiendas de la calle de la Montera; cuál, en fin (y éste era mi tío), a la escalera de Palacio, a ver subir y bajar los magnates, y augurar, por las arrugas perpendiculares o trasversales de sus semblantes, lo que pasaba en lo interior del gabinete.
Por la tarde salía rodeado de dos o tres amigos de su mismo carácter, y paseaban por sitios extraviados y solitarios, parándose a cada momento y disputando a voces sobre la navegación del Escalda o sobre las fronteras de Hungría. De allí venían a nuestro país, y hacían caer a su antojo todos los magnates, sustituyéndolos inmediatamente por otros; luego decían en confianza los proyectos de decretos de todo el año corriente, y toda esta máquina continuaba después en el café, sazonada con un bol de ponche, o en la tertulia entre jugada y jugada del ajedrez.
No hay que decir que los negocios particulares de mi tío decayeron a medida que se había ido ocupando de los negocios públicos; siendo tanto más chocante, cuanto que, a pesar de que su mujer, en vista de su debilidad, quiso sacar partido de ella excitándole a pretender algún empico, él nunca vino en ello, porque decía que no quería sujetar su opinión ni depender de ninguna influencia. Mas por de pronto, aquello que él llamaba independencia y franqueza le valió tres o cuatro delaciones, en virtud de en las cuales tuvo que saltar de un punto a otro, sin que en ninguna parte dejase de perseguirle su inconcebible manía. Por último, agotadas sus fuerzas morales y físicas con tanto discurrir y tanto sufrimiento, adquirió una enfermedad cerebral, que dio con él en el Nuncio de Toledo, adonde se entretuvo hasta su muerte en componer un periódico para uso de los demás locos, que, si he de decir verdad, podía pasar por cuerdo al lado de algunos que alcanzamos a ver hoy.
Quedé, pues, por tutor de sus hijos menores, y haciendo el inventario de los bienes, encontré una larga relación de acreedores, y un sistema completo de amortización de la Deuda pública; dos o tres papeles sobre la paz interior, y un pleito de divorcio con su mujer; tres o cuatro libros de Filosofía, y una pistola, que, según él repetía, era para cuando se hubiese cansado de vivir; un tratado general de educación pública, y cuatro muchachos que no sabían leer; un...
-Basta, basta -interrumpió vivamente D. Zoilo con el rostro encendido y la voz trémula-; basta que V. me haya bosquejado las principales escenas de mi vida; no se complazca V. en presentarme las que sucederán después de mi muerte.
-Yo, amigo, no intenté...
-Conozco la sana intención de V.; estoy convencido de que de ninguna manera fue la de retratarme; pero ¡ay, amigo mío! me ha presentado V. un espejo y me he mirado en él: ¿quiere V. más?
-Pues si ello es así, debo felicitarme por la conmoción que V. manifiesta, y que no dejará de producir su resultado.
-Sí, amigo; desde este momento veo que mis ideas toman otro giro, y si bien no renuncio al interés que todo ser bien organizado debe sentir por la felicidad de su país y del mundo entero, trataré de apartarme de cuestiones ajenas a mi obligación y a mi capacidad, procurando aplicar los buenos principios al gobierno de mi familia, y contribuyendo de este modo al orden y la felicidad pública.
Entonces no pude contenerme, y abrazándole arrebatado, exclamé: -¡Ay, amigo mío, si todos me entendieran como V.!
Fernando Franco Fernández, "Prosas y Versos"
Nos tropezamos en Madrid Cómico de 26 de noviembre de 1898 con un libro de título Prosas y Versos de autor innombrado y que identificamos tras algunas pesquisas (que no te declaro) como Fernando Franco Fernández. Pues sí, he curioseado en la obra, no en el personaje. Ah, solo en la poesía claro. Quien quiera prosa, que la busque.
Inicialmente recibo del libro algunas impresiones... que me tientan a abandonar la lectura. Si no, dime tú que te despierta esto:
Fatal encuentro
Vámonos al ambigú,
lindísima disfrazada;
no temas, no temas nada;
conmigo vienes bien tú.
No te amedentre tu esposo
que yo también tengo esposa;
anda, mascarita hermosa,
descubre tu rostro hermoso.
[...]
y esto otro:
La primavera
Estación de la alegría,
de la vida y del encanto
¿qué decir de ti podría
la pálida pluma mía
habiéndose dicho tanto?
[...]
Si él mismo dice que no va a decir nada, a qué seguir leyendo. Pero como uno es curioso y ya que le ha tropezado le dedica completa atención, sigue en su verso, y encuentra este epigrama:
El tocador
Cualquiera que haya tratado
a mi amiga Florentina,
dirá que es joven, divina,
pero no se habrá fijado.
Y es que todo su esplendor
y toda su juventud
son solamente virtud
de su lindo tocador.
¡Oh!, exclamo. Y aquí no acaba, vienen algunas cosas tan y más divertidas, por las que te hago esperar una semanita más, que mucho trabajo me ha llevado pasarlas.
Inicialmente recibo del libro algunas impresiones... que me tientan a abandonar la lectura. Si no, dime tú que te despierta esto:
Fatal encuentro
Vámonos al ambigú,
lindísima disfrazada;
no temas, no temas nada;
conmigo vienes bien tú.
No te amedentre tu esposo
que yo también tengo esposa;
anda, mascarita hermosa,
descubre tu rostro hermoso.
[...]
y esto otro:
La primavera
Estación de la alegría,
de la vida y del encanto
¿qué decir de ti podría
la pálida pluma mía
habiéndose dicho tanto?
[...]
Si él mismo dice que no va a decir nada, a qué seguir leyendo. Pero como uno es curioso y ya que le ha tropezado le dedica completa atención, sigue en su verso, y encuentra este epigrama:
El tocador
Cualquiera que haya tratado
a mi amiga Florentina,
dirá que es joven, divina,
pero no se habrá fijado.
Y es que todo su esplendor
y toda su juventud
son solamente virtud
de su lindo tocador.
¡Oh!, exclamo. Y aquí no acaba, vienen algunas cosas tan y más divertidas, por las que te hago esperar una semanita más, que mucho trabajo me ha llevado pasarlas.
Brevísima muestra del ultraísmo, más poemas de Antonio Espina
AGUATINTA
La nube en lo alto
Da la sensación
De un Don Nicanor tocando el tambor.
Ríe el casucho
Del gran rascacielos
Con su desdentado balconaje negro.
Un árbol torcido
Va en fuga incial
Hacia algún posible sanatorio de árboles.
En el cielo dril,
Bellaco y zumbón
Va Don Nicanor tocando el tambor.
Silueta urbana.
Reclinada. Enferma.
De agujas católicas y de neurastenia.
Médicos de cámara
Son las chimeneas
(Como cien doctores bajo cien chisteras).
Vihuela del vésper
Tonando su scherzo.
Clamor del requinto en el azulejo.
La nube en el cielo
Se peri-varió.
¡Ya Don Nicanor no toca el tambor!
Ahora es un pelícano
De pico insolente, agudo, muy largo...
¿Espera
Festín
Estrellas?
CONCÉNTRICA IV
Matemática extraña. (Hora del reloj).
un mendigo ríe
Y
Muere de tedio
Un emperador.
TISÚ
Ah, sí, sí. Es la Patria.
¿Comprendéis?
Banderas.
Mohín.
Para esto, la entrega a la mujer.
Siempre
Equis sub-Uno
El niño.
(Los que rompen
El cristal).
La nube en lo alto
Da la sensación
De un Don Nicanor tocando el tambor.
Ríe el casucho
Del gran rascacielos
Con su desdentado balconaje negro.
Un árbol torcido
Va en fuga incial
Hacia algún posible sanatorio de árboles.
En el cielo dril,
Bellaco y zumbón
Va Don Nicanor tocando el tambor.
Silueta urbana.
Reclinada. Enferma.
De agujas católicas y de neurastenia.
Médicos de cámara
Son las chimeneas
(Como cien doctores bajo cien chisteras).
Vihuela del vésper
Tonando su scherzo.
Clamor del requinto en el azulejo.
La nube en el cielo
Se peri-varió.
¡Ya Don Nicanor no toca el tambor!
Ahora es un pelícano
De pico insolente, agudo, muy largo...
¿Espera
Festín
Estrellas?
CONCÉNTRICA IV
Matemática extraña. (Hora del reloj).
un mendigo ríe
Y
Muere de tedio
Un emperador.
TISÚ
Ah, sí, sí. Es la Patria.
¿Comprendéis?
Banderas.
Mohín.
Para esto, la entrega a la mujer.
Siempre
Equis sub-Uno
El niño.
(Los que rompen
El cristal).
sábado, 24 de noviembre de 2012
26 de noviembre de 1898 (4, y fin). Madrid Cómico
Repare en que no se nombra al autor del libro Prosas y Versos, pero sí a su prologuista, epiloguista y que incluso consta de un intermedio a cargo de Sinesio Delgado. Y el nombre del prosista y poeta albaceteño es... Fernando Franco Fernández. Para más detalles, te cito el lunes 26 a las 15 H.
viernes, 23 de noviembre de 2012
Sobre 'aguinaldo' y 'aguilando'. Mesoneros Romanos, Covarrubias, el DRAE
Que sea uno mismo nuestro aguinaldo que les étrennes franceses, lo asegura por mí un autor acreditado cuando dice: - «Y por ser a cuatro días de mi llegada día de Año Nuevo, cobré mi aguinaldo de los señores de aquella corte» . -Mas si la costumbre es la misma, la palabra tiene distinto origen. Tal lo siente el famoso Covarrubias cuando la hace venir de la voz arábiga guineldun, que significa regalar, o de la palabra griega gininaldo, que vale tanto como regalar en el día de natalicio. Mas sea de ello lo que quiera, es lo cierto que con la voz aguinaldo (o aguilando, como dicen en algunas provincias) designamos generalmente todos los presentes que se hacen desde la víspera de Navidad hasta la Epifanía, y que esta es costumbre bastante general para haberla de pasar por alto.
Mesonero Romanos en 'El aguinaldo'
Sin embargo el DRAE recoge:
Mesonero Romanos en 'El aguinaldo'
Sin embargo el DRAE recoge:
aguilando.
aguinaldo.
(De aguilando).
4. m. Planta tropical silvestre de la familia de las Convolvuláceas, muy común en Cuba y que florece por Pascua de Navidad.
¿Son, por tanto, un doblete?
En 'Versiones' de Rosario Castellanos St.-John Perse (25)
XII (8)
Y ahora nosotros hemos dicho tus actos; y ahora te espiaremos y nos prevaldremos de ti en nuestros asuntos humanos.
Escucha y nos oirás; escucha y nos asistirás.
Oh tú, que pecas infinitamente contra la muerte y la declaración de las cosas;
oh tú, que cantas infinitamente la arrogancia de las puertas, gritando tú misma a otras puertas,
y tú que merodeas entre los grandes como un fragor sin fin del alma sin guarida.
Tú, en las profundidades abismáticas de la desdicha, tan pronto a semejarte a los grandes hierros del amor;
tú, en el ensayo de tus grandes máscaras de alegría,
tan pronto a cubrirte de ulceraciones profundas.
Sé con nosotros en la debilidad y en la fuerza y en la extrañeza de vivir, más alta que el gozo.
Sé con nosotros, tú, el de la última noche. Porque nos avergonzamos de nuestras obras y tú nos dispensarás también de la vergüenza.
Vigila. ¡Y a la hora del descorazonamiento y bajo nuestros velos desfallecientes,
asístenos aún con tu gran calma y tu fuerza y tu hálito, oh mar natal del más grande orden!
¡Y la sobreabundancia viene a nosotros en sueños a tu solo nombre de mar!
Y ahora nosotros hemos dicho tus actos; y ahora te espiaremos y nos prevaldremos de ti en nuestros asuntos humanos.
Escucha y nos oirás; escucha y nos asistirás.
Oh tú, que pecas infinitamente contra la muerte y la declaración de las cosas;
oh tú, que cantas infinitamente la arrogancia de las puertas, gritando tú misma a otras puertas,
y tú que merodeas entre los grandes como un fragor sin fin del alma sin guarida.
Tú, en las profundidades abismáticas de la desdicha, tan pronto a semejarte a los grandes hierros del amor;
tú, en el ensayo de tus grandes máscaras de alegría,
tan pronto a cubrirte de ulceraciones profundas.
Sé con nosotros en la debilidad y en la fuerza y en la extrañeza de vivir, más alta que el gozo.
Sé con nosotros, tú, el de la última noche. Porque nos avergonzamos de nuestras obras y tú nos dispensarás también de la vergüenza.
Vigila. ¡Y a la hora del descorazonamiento y bajo nuestros velos desfallecientes,
asístenos aún con tu gran calma y tu fuerza y tu hálito, oh mar natal del más grande orden!
¡Y la sobreabundancia viene a nosotros en sueños a tu solo nombre de mar!
jueves, 22 de noviembre de 2012
Versos de Luis Luna en 'Umbilical' (3, y fin)
En círculo caminas / pendiente de tu extremo / miras puntos de fuga / espacios que no duelan.
___
Muro en blanco. Piedra o página donde habitan aquellos que te habitan / que recorren / el hueco o la memoria / para que todo peso se transforme en astilla / en hueco / en maroma tensada / en un nervio de viva cal.
___
Como un camino frágil / tus ojos o los ojos / qué hablan con la sombra.
___
No la mutilación sino la poda.
Reducir cada rama a su exacta extensión.
Para que crezca.
___
Verbo roto / dices / de sí mismo exiliado / en qué nicho de luz / en qué refugio.
___
Todo tu cuerpo tuyo / raíz que espera cielo / y luz / y agua.
Pero el barro también.
Su podredumbre.
___
Comienzas el discurso sin relieve / sin forma.
Sólo como la luz.
Sin atributos.
___
No hay tierra que te cubra / tras el muro / si la hubiera / podrías trazar signos / mientras todo el lenguaje / se desangra.
___
La sintaxis, la palabra certera que no supo expresarse sino como la nieve. En su caída.
___
Muro en blanco. Piedra o página donde habitan aquellos que te habitan / que recorren / el hueco o la memoria / para que todo peso se transforme en astilla / en hueco / en maroma tensada / en un nervio de viva cal.
___
Como un camino frágil / tus ojos o los ojos / qué hablan con la sombra.
___
No la mutilación sino la poda.
Reducir cada rama a su exacta extensión.
Para que crezca.
___
Verbo roto / dices / de sí mismo exiliado / en qué nicho de luz / en qué refugio.
___
Todo tu cuerpo tuyo / raíz que espera cielo / y luz / y agua.
Pero el barro también.
Su podredumbre.
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Comienzas el discurso sin relieve / sin forma.
Sólo como la luz.
Sin atributos.
___
No hay tierra que te cubra / tras el muro / si la hubiera / podrías trazar signos / mientras todo el lenguaje / se desangra.
___
La sintaxis, la palabra certera que no supo expresarse sino como la nieve. En su caída.
Poemas de Lidia Fernández en su poemario 'Sociedades en trastienda' (2)
De carne y hueso
Hemos ido a la puerta del teatro
A protegernos de la lluvia,
Hemos desarrollado la placenta adecuada
Para seguir moviéndonos,
Para no decir que nos sangran las uñas
De agarrarnos a la nada.
Hemos ido a la puerta del mercado
Para alimentar nuestras bocas
De crías hambrientas,
Pero hemos sido abordados por el desastre
Del estómago vacío de sentidos.
Nos duelen los tímpanos de escucharnos
Al estornudar, y de organizar campamentos
Donde el eco de la voz propia se diluye.
Hemos ido a la puerta del teatro,
Nos ha faltado la huella de los hombres,
Ahora mismo la inocencia me enternece
Profundamente, porque el retumbar del aire
En el escenario, me remite a la carne y hueso
Que echo en falta.
Sin embargo, todos estamos hechos de lo mismo.
El reparto- Círculos viciosos
El día que repartieron líneas,
A mí me tocaron círculos viciosos.
Me tocaron curvas húmedas
Para derrapar,
Y frenos defectuosos
Para no parar en seco
Cuando me cansara del perímetro.
Por eso, tengo mis procesos febriles,
En los que cada duelo atraviesa
Cada una de sus fases
Y no me quejo,
Al menos en el círculo
Y aunque pueda parecer vicioso,
De tanto en tanto,
Se sacan algunas conclusiones:
“Hay que aprender a frenar a marchas forzadas
Y hay que buscar desesperadamente las tangentes”.
Hemos ido a la puerta del teatro
A protegernos de la lluvia,
Hemos desarrollado la placenta adecuada
Para seguir moviéndonos,
Para no decir que nos sangran las uñas
De agarrarnos a la nada.
Hemos ido a la puerta del mercado
Para alimentar nuestras bocas
De crías hambrientas,
Pero hemos sido abordados por el desastre
Del estómago vacío de sentidos.
Nos duelen los tímpanos de escucharnos
Al estornudar, y de organizar campamentos
Donde el eco de la voz propia se diluye.
Hemos ido a la puerta del teatro,
Nos ha faltado la huella de los hombres,
Ahora mismo la inocencia me enternece
Profundamente, porque el retumbar del aire
En el escenario, me remite a la carne y hueso
Que echo en falta.
Sin embargo, todos estamos hechos de lo mismo.
El reparto- Círculos viciosos
El día que repartieron líneas,
A mí me tocaron círculos viciosos.
Me tocaron curvas húmedas
Para derrapar,
Y frenos defectuosos
Para no parar en seco
Cuando me cansara del perímetro.
Por eso, tengo mis procesos febriles,
En los que cada duelo atraviesa
Cada una de sus fases
Y no me quejo,
Al menos en el círculo
Y aunque pueda parecer vicioso,
De tanto en tanto,
Se sacan algunas conclusiones:
“Hay que aprender a frenar a marchas forzadas
Y hay que buscar desesperadamente las tangentes”.
miércoles, 21 de noviembre de 2012
Poemas de Daniel Ruiz en 'Πoetas'
Circunferencia
Abrazo perpetuo
Sobre la nada
___
Circunferencia
Anhelo constante
Giras
___
Circunferencia
Dentro de ti
La oquedad
___
Resto,
lo que queda
de dividir sueños
entre deseos ajenos
Dudas
___
Es el perro
esclavo
del círculo que traza,
geómetra por obligación
sujeto
al eslabón.
Abrazo perpetuo
Sobre la nada
___
Circunferencia
Anhelo constante
Giras
___
Circunferencia
Dentro de ti
La oquedad
___
Resto,
lo que queda
de dividir sueños
entre deseos ajenos
Dudas
___
Es el perro
esclavo
del círculo que traza,
geómetra por obligación
sujeto
al eslabón.
"Íntima" y "A una artista lírica", poemas de Bartrina
ÍNTIMA
A R.
Cansado de farsa y dolo,
en aislamiento profundo,
camino llorando, solo,
¡solo!,
sin un amigo en el mundo.
El tiempo todo lo trunca
¡ay!, y por eso en la vida
sé que no ha de volver nunca
¡nunca!,
la dicha, una vez perdida.
Aunque luz mi mente irradie,
cuando yo triste sucumba,
ni amante, ni amigo; nadie
¡nadie
vendrá a llorar en mi tumba!
A UNA ARTISTA LÍRICA
En la noche de su beneficio
Es opinión de recibo
que, mejor que a la acción prúsica,
se considera a la música
cual método curativo.
En ella hallarás la calma,
público, cuando la pierdas,
que ella hace vibrar las cuerdas
del alma, si acaso hay alma.
Y aunque es una idea cómica
que al pronto bien no se alcanza,
más excita una romanza
que una dosis de nux vomica[nuez vómica].
En ningún libro está escrito
y a nadie tal vez le acuda,
mas, por si alguno lo duda,
a la prueba me remito.
Da una tiple con profundo arte
un mi bemol; bien pues
el mi da 603
vibraciones por segundo.
Y sumando vibraciones
por cada nota que brota,
el que oye, por cada nota
goza un mar de sensaciones.
Y multiplicando así
todas ellas sin temor,
por la sensación mayor
que es el admirarte a ti,
resulta de esta doctrina
que cuando cantando estás,
te han de aplaudir a ti más
que a un doctor en medicina.
A R.
Cansado de farsa y dolo,
en aislamiento profundo,
camino llorando, solo,
¡solo!,
sin un amigo en el mundo.
El tiempo todo lo trunca
¡ay!, y por eso en la vida
sé que no ha de volver nunca
¡nunca!,
la dicha, una vez perdida.
Aunque luz mi mente irradie,
cuando yo triste sucumba,
ni amante, ni amigo; nadie
¡nadie
vendrá a llorar en mi tumba!
A UNA ARTISTA LÍRICA
En la noche de su beneficio
Es opinión de recibo
que, mejor que a la acción prúsica,
se considera a la música
cual método curativo.
En ella hallarás la calma,
público, cuando la pierdas,
que ella hace vibrar las cuerdas
del alma, si acaso hay alma.
Y aunque es una idea cómica
que al pronto bien no se alcanza,
más excita una romanza
que una dosis de nux vomica[nuez vómica].
En ningún libro está escrito
y a nadie tal vez le acuda,
mas, por si alguno lo duda,
a la prueba me remito.
Da una tiple con profundo arte
un mi bemol; bien pues
el mi da 603
vibraciones por segundo.
Y sumando vibraciones
por cada nota que brota,
el que oye, por cada nota
goza un mar de sensaciones.
Y multiplicando así
todas ellas sin temor,
por la sensación mayor
que es el admirarte a ti,
resulta de esta doctrina
que cuando cantando estás,
te han de aplaudir a ti más
que a un doctor en medicina.
martes, 20 de noviembre de 2012
'Alicia y las lentes Junto al lago', 'Alicia dentro del reloj de pared' y 'Alicia Dédalo', poemas en "Alicia volátil" (5, y fin) de Sofía Rhei
Alicia y las lentes Junto al lago
Una de las veces,
me dio a elegir entre un cilindro cubierto de gemas
iluminado por dentro
y un pequeño periscopio de bolsillo.
Yo intuía que se trataba de una trampa
y que no debía escoger como lo haría una niña cualquiera.
Sabía que si acertaba me regalaría ambos objetos
una vez más, tuve razón al intentarlo.
Aquel día me mostró cómo a los huevos de rana les salen pequeñas colas,
cómo las cáscaras de gelatina se transforman en cuerpos esbeltos
infinitamente más bellos que sus amorfos progenitores adultos.
También me dijo que si pasaba demasiado tiempo
dorándome las pestañas con los soles del caleidoscopio
acabarían saliendo de mis ojos polillas de colores.
Aquella no fue la primera de sus mentiras,
pero por mucho que me empeñe en no creeerle
lo sigo intentando.
Sé que algún día le saldrán alas a mis lágrimas.
Alicia Moebius
Si a los adultos solo les muestro una cara, siempre la misma,
me veré obligada a curvarme de maneras
cada vez más osadas,
porque los adultos están por todas partes.
Desgarrada por lo que imagino que piensan,
por la torsión de las opiniones,
vuelvo a encontrarme, yo misma después del bucle,
y comprendo que ha sido necesario.
Alicia dentro del reloj de pared
Un reloj detenido es más exacto que muchos otros.
Basta un pequeño retraso de un minuto al día
para que un reloj solo de la hora precisa cada dos años,
y sin embargo un reloj parado
es exacto dos veces al día,
puntual y fiable
en dos momentos cincelados en piedra.
Por eso sé que las niñas muertas se comportan mucho mejor que las vivas.
El sesgo de la exactitud es un péndulo que sirve de guadaña.
Alicia Dédalo
Dentro de cualquier pulso
hay una astronomía diferente,
un acto de territorio,
un bosque inesperado.
El laberinto se lleva por dentro
profundamente grabado en el jardín de las arterias que se bifurcan,
en el dibujo de prejuicicos que brotan de la carne
cuando se ha sido la niña más querida
del ser que más ha amado nunca a las niñas
y de repente se crece.
¿Podía yo saberlo, reverendo?
Una de las veces,
me dio a elegir entre un cilindro cubierto de gemas
iluminado por dentro
y un pequeño periscopio de bolsillo.
Yo intuía que se trataba de una trampa
y que no debía escoger como lo haría una niña cualquiera.
Sabía que si acertaba me regalaría ambos objetos
una vez más, tuve razón al intentarlo.
Aquel día me mostró cómo a los huevos de rana les salen pequeñas colas,
cómo las cáscaras de gelatina se transforman en cuerpos esbeltos
infinitamente más bellos que sus amorfos progenitores adultos.
También me dijo que si pasaba demasiado tiempo
dorándome las pestañas con los soles del caleidoscopio
acabarían saliendo de mis ojos polillas de colores.
Aquella no fue la primera de sus mentiras,
pero por mucho que me empeñe en no creeerle
lo sigo intentando.
Sé que algún día le saldrán alas a mis lágrimas.
Alicia Moebius
Si a los adultos solo les muestro una cara, siempre la misma,
me veré obligada a curvarme de maneras
cada vez más osadas,
porque los adultos están por todas partes.
Desgarrada por lo que imagino que piensan,
por la torsión de las opiniones,
vuelvo a encontrarme, yo misma después del bucle,
y comprendo que ha sido necesario.
Alicia dentro del reloj de pared
Un reloj detenido es más exacto que muchos otros.
Basta un pequeño retraso de un minuto al día
para que un reloj solo de la hora precisa cada dos años,
y sin embargo un reloj parado
es exacto dos veces al día,
puntual y fiable
en dos momentos cincelados en piedra.
Por eso sé que las niñas muertas se comportan mucho mejor que las vivas.
El sesgo de la exactitud es un péndulo que sirve de guadaña.
Alicia Dédalo
Dentro de cualquier pulso
hay una astronomía diferente,
un acto de territorio,
un bosque inesperado.
El laberinto se lleva por dentro
profundamente grabado en el jardín de las arterias que se bifurcan,
en el dibujo de prejuicicos que brotan de la carne
cuando se ha sido la niña más querida
del ser que más ha amado nunca a las niñas
y de repente se crece.
¿Podía yo saberlo, reverendo?
Sonetos de Sor Juana Inés de la Cruz (3). Hoy "A la esperanza" y "En que satisface un recelo con la retórica del llanto"
A la esperanza
Verde embeleso de la vida humana,
loca Esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;
alma del mundo, senectud lozana,
decrépito verdor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado
y de los desdichados el mañana:
sigan tu sombra en busca de tu día
los que, con verdes vidrios por antojos,
todo lo ven pintado a su deseo;
que yo, más cuerda en la fortuna mía,
tengo en entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.
En que satisface un recelo con la retórica del llanto
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;
y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste;
no te atormente más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.
Verde embeleso de la vida humana,
loca Esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;
alma del mundo, senectud lozana,
decrépito verdor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado
y de los desdichados el mañana:
sigan tu sombra en busca de tu día
los que, con verdes vidrios por antojos,
todo lo ven pintado a su deseo;
que yo, más cuerda en la fortuna mía,
tengo en entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.
En que satisface un recelo con la retórica del llanto
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;
y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste;
no te atormente más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.
lunes, 19 de noviembre de 2012
"Mecánica del canto" es un poemario de Cristian Piné publicado por Amargord. Versos de poemario (2, y fin)
Poética
Molestar al vecino
con tanta quietud
que se despierte,
no parecerse a dios
en absoluto,
modular la voz
hasta el infrasonido,
como si alguien pudiera comprenderte
Ceniza
Era como encontrar en las palabras
acentos de un abismo autoritario,
dejar en la costumbre los trastornos
que surgen al plegar la medianoche.
Era como la vida
de la extraña ceniza que sujetas
y vuelves a ignorar.
Lenguaje
Un idioma
es un bramido
de tímidos insectos,
un zumbido
de céfiros
artificiosos.
Un idioma
es un encuentro
en el lado oscuro
de las muecas,
es ver como envejece
con rapidez
lo desconocido,
es una excusa
que llevan los reptiles
bajo el vientre.
Un idioma
es una máscara
de espuma
que, vulnerables,
nos acerca.
Molestar al vecino
con tanta quietud
que se despierte,
no parecerse a dios
en absoluto,
modular la voz
hasta el infrasonido,
como si alguien pudiera comprenderte
Ceniza
Era como encontrar en las palabras
acentos de un abismo autoritario,
dejar en la costumbre los trastornos
que surgen al plegar la medianoche.
Era como la vida
de la extraña ceniza que sujetas
y vuelves a ignorar.
Lenguaje
Un idioma
es un bramido
de tímidos insectos,
un zumbido
de céfiros
artificiosos.
Un idioma
es un encuentro
en el lado oscuro
de las muecas,
es ver como envejece
con rapidez
lo desconocido,
es una excusa
que llevan los reptiles
bajo el vientre.
Un idioma
es una máscara
de espuma
que, vulnerables,
nos acerca.
Brevísima muestra del ultraísmo, poemas de Joaquín Edwards Bello y Antonio Espina
Joaquín Edwards Bello (1888-1968)
ACUARELA (escuetísima selección)
el agua de América
profunda y esférica.
___
millones de kilómetros cuadrados en mi taza de café
Revolución francesa de las nubes
Brasil fantástico y fecundo
joyería del mundo
BULEVAR DE CARTÓN (selección archibreve)
Otra vez el mar... EL MAR... EL MAR.
yo no creo en el mar
¡Cómo ha podido liquidarse tanta tierra!
Antonio Espina (1894-1972)
HÉLICE
Y
Exaltar la pasión. Redoblar los afanes...
¡Si no estuviese el mundo
Lleno de sacristanes!
Pero sí.
MUY
Desconcertante, en las equívocas
trasmutaciones de tu sutil
vibrar ambiguo, yo encuentro un algo
un algo
"Muy".
Tigresa y tigre, diablo y diablesa
entre ellos y ellas, llevas gentil
los comentarios significantes pero indecisos
de "bien"
y "muy".
(Oh! la desesperante colisión
de los dictados de la emoción
con las protestas recias y altivas
del corazón).
A ti, felina, trivial, perversa,
tan solo a Ti
envío este hermético silábico algo
este algo
muy.
ACUARELA (escuetísima selección)
el agua de América
profunda y esférica.
___
millones de kilómetros cuadrados en mi taza de café
Revolución francesa de las nubes
Brasil fantástico y fecundo
joyería del mundo
BULEVAR DE CARTÓN (selección archibreve)
Otra vez el mar... EL MAR... EL MAR.
yo no creo en el mar
¡Cómo ha podido liquidarse tanta tierra!
Antonio Espina (1894-1972)
HÉLICE
Y
Exaltar la pasión. Redoblar los afanes...
¡Si no estuviese el mundo
Lleno de sacristanes!
Pero sí.
MUY
Desconcertante, en las equívocas
trasmutaciones de tu sutil
vibrar ambiguo, yo encuentro un algo
un algo
"Muy".
Tigresa y tigre, diablo y diablesa
entre ellos y ellas, llevas gentil
los comentarios significantes pero indecisos
de "bien"
y "muy".
(Oh! la desesperante colisión
de los dictados de la emoción
con las protestas recias y altivas
del corazón).
A ti, felina, trivial, perversa,
tan solo a Ti
envío este hermético silábico algo
este algo
muy.
domingo, 18 de noviembre de 2012
Suburbia, en Ciudad Real, del jueves 22 de noviembre al sábado 24 de noviembre
Viernes 23, recitales desde las 19 H en Travelling; Calle de los Hidalgos, 4. Donde participaremos una gran variedad de voces.
El sábado, con Bolo.
sábado, 17 de noviembre de 2012
viernes, 16 de noviembre de 2012
Otro doblete: 'agüero'-'augurio'
agüero.
1. m.
Procedimiento o práctica de adivinación utilizado en la Antigüedad y en
diversas épocas por pueblos supersticiosos, y basado principalmente en
la interpretación de señales como el canto o el vuelo de las aves,
fenómenos meteorológicos, etc.
3. m. Pronóstico, favorable o adverso, formado supersticiosamente por señales o accidentes sin fundamento.
augurio.
Todos nuestros dobletes bajo la etiqueta Dobletes. Además, bajo la etiqueta DRAE encontrarás las próximas entradas a desaparecer del DRAE, el listado completo. Y más cosas. ¡Viva la lengua viva!
En 'Versiones' de Rosario Castellanos St.-John Perse (24)
XII (7)
Y es aquella a la que decimos nuestra edad de hombres. Y es aquella a quien va nuestra alabanza.
Es como la piedra de la consagración fuera de sus envolturas; es del color de la espada que reposa sobre su macizo de sedería blanca.
En su pureza lustral reinan las líneas fuertes de su gracia; toma reflejos del cielo movible que se orienta a imagen suya.
Es mar federal y mar de alianza, en la confluencia de todas las mares y de todos los nacimientos.
Es mar de mar, ebria de mar y de la más grande risa; y viene a los labios del más ebrio, sobre sus grandes libros abiertos como la piedra de los templos.
Mar innumerable en su números y el múltiplo de sus números; mar infatigable en sus nombres y en el cómputo de sus imperios.
Crece sin cifras ni figuras y viene a los labios del más ebrio, como esa enumeración oral que se menciona en las ceremonias secretas.
Mar magnánima del desvío y mar del más grande lapso donde se festejan los reinos despoblados y las provincias sin censo.
Errante sin retorno y mar de ciega migración, conduciendo sobre sus grandes caminos desiertos y sobre sus pistas temporarias, entre sus grandes decoraciones de hierbas pintadas,
conduciendo la multitud de su pueblo y las hordas que le rinden tributo, hacia la fusión remota de una sola y misma raza.
¿Estás presente ante mí -grita el grito del más ebrio- o en la supervivencia del presagio? Esres tú, presencia, y quien nos sueña.
¡Nosotros te citamos: sé allá! Pero tú, tú nos has hecho este otro signo al que no se elude; nos has gritado todas estas cosas sin medida.
Y nuestro corazón está contigo, entre la espuma profética y la numeración lejana y el espíritu se prohíbe el lugar de tus ímpetus.
Nosotros te decimos esposa semiterrestre, periódica como la mujer y, según las emociones, como la gloria.
Pero tú te vas y nos ignoras; te vas rodando tu espesor de idioma sobre la tristeza de nuestras glorias y la celebridad de los parajes sumergidos.
¿Es preciso gritar? ¿Es preciso rezar? Tú te vas, tú te vas, inmensa y vana, y te pavoneas en el umbral de otra inmensidad.
Y es aquella a la que decimos nuestra edad de hombres. Y es aquella a quien va nuestra alabanza.
Es como la piedra de la consagración fuera de sus envolturas; es del color de la espada que reposa sobre su macizo de sedería blanca.
En su pureza lustral reinan las líneas fuertes de su gracia; toma reflejos del cielo movible que se orienta a imagen suya.
Es mar federal y mar de alianza, en la confluencia de todas las mares y de todos los nacimientos.
Es mar de mar, ebria de mar y de la más grande risa; y viene a los labios del más ebrio, sobre sus grandes libros abiertos como la piedra de los templos.
Mar innumerable en su números y el múltiplo de sus números; mar infatigable en sus nombres y en el cómputo de sus imperios.
Crece sin cifras ni figuras y viene a los labios del más ebrio, como esa enumeración oral que se menciona en las ceremonias secretas.
Mar magnánima del desvío y mar del más grande lapso donde se festejan los reinos despoblados y las provincias sin censo.
Errante sin retorno y mar de ciega migración, conduciendo sobre sus grandes caminos desiertos y sobre sus pistas temporarias, entre sus grandes decoraciones de hierbas pintadas,
conduciendo la multitud de su pueblo y las hordas que le rinden tributo, hacia la fusión remota de una sola y misma raza.
¿Estás presente ante mí -grita el grito del más ebrio- o en la supervivencia del presagio? Esres tú, presencia, y quien nos sueña.
¡Nosotros te citamos: sé allá! Pero tú, tú nos has hecho este otro signo al que no se elude; nos has gritado todas estas cosas sin medida.
Y nuestro corazón está contigo, entre la espuma profética y la numeración lejana y el espíritu se prohíbe el lugar de tus ímpetus.
Nosotros te decimos esposa semiterrestre, periódica como la mujer y, según las emociones, como la gloria.
Pero tú te vas y nos ignoras; te vas rodando tu espesor de idioma sobre la tristeza de nuestras glorias y la celebridad de los parajes sumergidos.
¿Es preciso gritar? ¿Es preciso rezar? Tú te vas, tú te vas, inmensa y vana, y te pavoneas en el umbral de otra inmensidad.
jueves, 15 de noviembre de 2012
Versos de Luis Luna en 'Umbilical' (2)
Renglones, sogas, cordón, líneas tensas qué anudan sino ceniza o sombra / rudo ruido / despojo de animal:
el ala herida
___
La palabra abandono
como un pájaro oscuro
posado sobre nieve y bajo la tormenta.
La palabra abandono.
Su intemperie.
___
Estás en ti / y al mismo tiempo al lado / como un testigo incómodo.
En quien ya no confías.
___
Nadie dice el porqué de las hojas. Las miras desparramadas en un orden que sólo la lluvia reconoce.
La lluvia escribe / sobre ti / y tú no desentrañas.
___
La significación del pelo, de las uñas, del orín, del excremento. Del lenguaje también. De todo cuanto inútil te desprendes en suelo, en agua, en silencio.
___
Miras tú los renglones como si conformaran alguna encarnadura conocida. Un sistema nervioso. Tu cuerpo verdadero.
___
Trazas un círculo de tiza / dentro / pájaro eres / que canta y que no sabe / a quién / en qué lengua o sistema / o sucesión de signos.
el ala herida
___
La palabra abandono
como un pájaro oscuro
posado sobre nieve y bajo la tormenta.
La palabra abandono.
Su intemperie.
___
Estás en ti / y al mismo tiempo al lado / como un testigo incómodo.
En quien ya no confías.
___
Nadie dice el porqué de las hojas. Las miras desparramadas en un orden que sólo la lluvia reconoce.
La lluvia escribe / sobre ti / y tú no desentrañas.
___
La significación del pelo, de las uñas, del orín, del excremento. Del lenguaje también. De todo cuanto inútil te desprendes en suelo, en agua, en silencio.
___
Miras tú los renglones como si conformaran alguna encarnadura conocida. Un sistema nervioso. Tu cuerpo verdadero.
___
Trazas un círculo de tiza / dentro / pájaro eres / que canta y que no sabe / a quién / en qué lengua o sistema / o sucesión de signos.
Poemas de Lidia Fernández en su poemario 'Sociedades en trastienda'
Me hundo
He pensado en el pequeño medio beso
Que me diste al irnos,
Suponiendo que tú fueras a alguna parte
Y yo fuera a otra distinta,
A reorganizar los estantes psicográficos
De nuestra casa.
Pero he pensado en el pequeño medio beso
Como un pañuelo bien doblado
Que aún huele a bolsillos,
Que aún huele a tu pelo sutil acaracolado
Y no lo entiendo.
No entiendo por qué te deseo
Mientras me hundo.
Jack
Jack me dijo que no quería que le hiciera
Daño,
Mientras todas las rendijas de sus manos
Se empeñaban en tragarme.
Jack me dijo que quería que lo tomara
En serio,
Mientras trataba de succionar mis versos.
Jack me dijo que era menor que yo,
Pero que había recorrido más mundos que yo
Desde el otro mundo de Guinea Bisao.
Jack me dijo que yo parecía buena gente,
Jack me dijo,
Jack me llamó,
Y yo no lo cogí.
Conspiran
Conspiran
Las rubias y las morenas,
Y todas llevan
Bolsos enormes,
Corazones vacíos.
Todas llevan vasos rotos
De miradas trasnochadas.
He pensado en el pequeño medio beso
Que me diste al irnos,
Suponiendo que tú fueras a alguna parte
Y yo fuera a otra distinta,
A reorganizar los estantes psicográficos
De nuestra casa.
Pero he pensado en el pequeño medio beso
Como un pañuelo bien doblado
Que aún huele a bolsillos,
Que aún huele a tu pelo sutil acaracolado
Y no lo entiendo.
No entiendo por qué te deseo
Mientras me hundo.
Jack
Jack me dijo que no quería que le hiciera
Daño,
Mientras todas las rendijas de sus manos
Se empeñaban en tragarme.
Jack me dijo que quería que lo tomara
En serio,
Mientras trataba de succionar mis versos.
Jack me dijo que era menor que yo,
Pero que había recorrido más mundos que yo
Desde el otro mundo de Guinea Bisao.
Jack me dijo que yo parecía buena gente,
Jack me dijo,
Jack me llamó,
Y yo no lo cogí.
Conspiran
Conspiran
Las rubias y las morenas,
Y todas llevan
Bolsos enormes,
Corazones vacíos.
Todas llevan vasos rotos
De miradas trasnochadas.
miércoles, 14 de noviembre de 2012
También en Alenarte y en El bolsillo del albornoz lleno de notas hablaron de Πoetas
Reseña de Carlos Feral con imágenes de la presentación en el Ateneo de Madrid el pasado día 10 de febrero de 2012. Con acceso a los audios que grabaron con tal ocasión.Gracias.
A falta de chica que poder mostrarte (pues Alenarte no me permite seleccionar el texto), anoto otra referencia con versos. En el blog El bolsillo del albornoz lleno de notas (de Jesús Alonso), se muestra un poema de José Florencio Martínez recogido en la antología. lo reproduzco, y te remito al blog. Allí, en palabras de Jesús Alonso, conocerás lo que le dijo el editor cuando le llamó para pedirle un ejemplar: "Nos ha jodido, es que es un libro fantástico", y cuál es su opinión tras leerlo.
Extracto del cuaderno de ejercicios de Alicia (José Florencio Martínez)
(Operaciones con infinitos)
1)- ¿Pueden sumarse 17 infinitos?
2)- ¿Cuál es la raíz cuadrada de 3 infinitos y ½ de cajas de bombones?
3)- Si a 1 infinito de dioses le sustraemos 5 infinitos de dioses, ¿nos quedan -4 infinitos?
4)- ¿Cuántos infinitos juntos de pulgas pueden correr en un caballo de luz?
5)- ¿Es lo mismo una mariposa infinita que un número de mariposas sin fin?
6)- Si la circunferencia es una forma infinita, ¿cuántos infinitos recorren las dos ruedas de una bicicleta persiguiendo la vaca perdida de Buster Keaton en un prado sin lindes?
7)- A cero euros el infinito, ¿cuánto cuesta una infinidad de ceros?
8)- Si suponemos que el resultado del problema anterior es cero, ¿estaba este cero incluido en el infinito de la infinitud en cuestión?
9)- ¿Qué es más grande, una infinidad de elefantes dormidos o una infinidad de pájaros despiertos?
10)- Si el árbol genealógico de los números infinitos otoñeciese, ¿cuántos otoños serían necesarios para que perdiera todas sus hojas?
11)- ¿Puede una jirafa de cuello infinito beberse la luna reflejada en el agua de un estanque bidimensional?
12)- Los números de la poesía: a)- ¿Son redondos? ¿Son infinitesimales? b)- ¿Están sesgados de paralelas que se juntan en el infinito? c)- ¿resisten hasta el infinito la tensión de la rosa?
13)- ¿Cuánto suma el dolor de 10 pobres si se le divide por 5 realidades racionales y al resultado se le restan sus propios sueños multiplicados por 7 infinitos?
14)- ¿cuántas montañas blancas puede saltar la reina de Corazones con un caballo de blancor infinito en la inocencia del alba?
15)- Si con las sobras de la merienda haces un reguero de pan para las hormigas, ¿podrá llevarte su recuerdo al 2laberibto del no-lugar” sin que el Conejo Blanco desenmascare la noche que se cierne sobre la poesía de los números infinitos? En caso afirmativo, despeja la incógnita y razona la respuesta.
A falta de chica que poder mostrarte (pues Alenarte no me permite seleccionar el texto), anoto otra referencia con versos. En el blog El bolsillo del albornoz lleno de notas (de Jesús Alonso), se muestra un poema de José Florencio Martínez recogido en la antología. lo reproduzco, y te remito al blog. Allí, en palabras de Jesús Alonso, conocerás lo que le dijo el editor cuando le llamó para pedirle un ejemplar: "Nos ha jodido, es que es un libro fantástico", y cuál es su opinión tras leerlo.
Extracto del cuaderno de ejercicios de Alicia (José Florencio Martínez)
(Operaciones con infinitos)
1)- ¿Pueden sumarse 17 infinitos?
2)- ¿Cuál es la raíz cuadrada de 3 infinitos y ½ de cajas de bombones?
3)- Si a 1 infinito de dioses le sustraemos 5 infinitos de dioses, ¿nos quedan -4 infinitos?
4)- ¿Cuántos infinitos juntos de pulgas pueden correr en un caballo de luz?
5)- ¿Es lo mismo una mariposa infinita que un número de mariposas sin fin?
6)- Si la circunferencia es una forma infinita, ¿cuántos infinitos recorren las dos ruedas de una bicicleta persiguiendo la vaca perdida de Buster Keaton en un prado sin lindes?
7)- A cero euros el infinito, ¿cuánto cuesta una infinidad de ceros?
8)- Si suponemos que el resultado del problema anterior es cero, ¿estaba este cero incluido en el infinito de la infinitud en cuestión?
9)- ¿Qué es más grande, una infinidad de elefantes dormidos o una infinidad de pájaros despiertos?
10)- Si el árbol genealógico de los números infinitos otoñeciese, ¿cuántos otoños serían necesarios para que perdiera todas sus hojas?
11)- ¿Puede una jirafa de cuello infinito beberse la luna reflejada en el agua de un estanque bidimensional?
12)- Los números de la poesía: a)- ¿Son redondos? ¿Son infinitesimales? b)- ¿Están sesgados de paralelas que se juntan en el infinito? c)- ¿resisten hasta el infinito la tensión de la rosa?
13)- ¿Cuánto suma el dolor de 10 pobres si se le divide por 5 realidades racionales y al resultado se le restan sus propios sueños multiplicados por 7 infinitos?
14)- ¿cuántas montañas blancas puede saltar la reina de Corazones con un caballo de blancor infinito en la inocencia del alba?
15)- Si con las sobras de la merienda haces un reguero de pan para las hormigas, ¿podrá llevarte su recuerdo al 2laberibto del no-lugar” sin que el Conejo Blanco desenmascare la noche que se cierne sobre la poesía de los números infinitos? En caso afirmativo, despeja la incógnita y razona la respuesta.
"Un viaje fantástico", poema de Bartrina
UN VIAJE FANTÁSTICO
No sé dónde, ni sé cuándo
hubo un ente original
que para ser inmortal
pasaba el tiempo buscando
la piedra filosofal.
Y aunque por rico pasaba
y aunque sabio se creía,
trabajando noche y día
por buscar lo que soñaba
perdió lo que ya tenía.
De su suerte la impiedad
maldijo airado y terrible
y por calmar su ansiedad
de saber, creyó posible
hallar la felicidad.
Arreglóse el equipaje,
cambió un tubo por un traje,
quemó su laboratorio,
y así emprendió su ilusorio
y fantástico viaje.
Al cabo de buen espacio
y de buen rato de andar,
vio a lo lejos a un juglar
que iba a un señorial palacio
para sus penas trovar.
Al divisarle su vista
siguióle un rato la pista,
alcanzóle, y -Perdonad
-le dijo nuestro alquimista-,
-¿sabéis qué es felicidad?
-¿Felicidad? Es pasar
en un deliquio la vida
y dulcemente cantar
los placeres del amar
al pie de nuestra querida.
-¿Y nada más es?
-Sí, a fe,
amar entusiasta el arte.
-¿Y eres feliz?
-¿Yo?, no.
-Ve, pues, -y el buen juglar se fue
con la música a otra parte.
Sonrió el alquimista, apenas
de él el juglar se ausentó,
cruzó praderas amenas,
hasta que al fin las almenas
de un castillo divisó.
Tras mucho andar se vio enfrente
de aquel enhiesto castillo,
hallóse con otra gente
y bajaron el rastrillo
con el levadizo puente.
Por él paso el cenagoso
y profundísimo pozo,
y entró en el recinto, donde,
pensativo y caviloso,
encontró al ceñudo conde.
Inclinóse y saludó
a la altiva majestad
(que ni siquier le miró),
y cual siempre, preguntó:
-¿Sabéis qué es felicidad?
-Felicidad es la ley
imponer a nuestra grey
y unir, pues me corresponde,
a una corona de conde
una corona de rey.
-¿Y sois feliz?
-Y ¿quién lo es?
Si un rey antes me humilló,
él lo será, mas yo no,
ya que me incliné a sus pies.
Dijo el conde, y se marchó.
Al sacerdote halló luego
y a la condesa y a un paje
y a todos alzó su ruego
explicándoles con fuego
el objeto de su viaje.
-Fuera feliz -la condesa
le dijo, -a ser yo duquesa,
que ahora, de mi suerte esclava,
para mí el placer acaba,
mientras para ella no cesa.
Entonces yo miraría
batirse con fe bravía,
al eco de cien clarines,
mil apuestos paladines
por una mirada mía.
-Feliz -respondióle el paje-
fuéralo yo, según creo,
si ciñera un marcial traje,
rompiendo en brioso coraje
cien lanzas en un torneo.
Y oír, alegre el corazón,
que aclamaran mi tesón
al rumor del añafil,
desde el pechero más vil
al más cumplido garzón.
-Feliz -dijo el sacerdote-
sólo lo es quien cree en Dios.
-Entonces ¿lo seréis vos?
-¡Yo!... -y calló, y luego a buen trote
se fue siguiendo a los dos.
Huyó presto el alquimista,
aburrido y despechado,
salió del castillo airado,
y hasta perderlo de vista
no respiró sosegado.
Caminó muy diligente
y creyó lograr su idea
acertada y prontamente,
al ver un corro de gente
a la puerta de una aldea.
Fuese allí con ansiedad,
abriéronle el paso todos
al ver su provecta edad,
y él les dijo en sabios modos:
-¿Sabéis qué es felicidad?
Cuando la pregunta oyeron
su objeto no comprendieron;
unos al cielo miraron,
al suelo otros se inclinaron,
y al fin así respondieron:
El menos necio: -¡No sé!
Un labrador: -¡Ya se ve!,
tener yugadas de tierra,
no ver de señores guerra
e ir a los autos de fe.
Uno: -Por siempre gozar
del amor de una mujer.
Una (en voz muy baja): -¡Amar!
Aquel a esta: -Tu adorar.
Esa a aquel: -¡Ay!, su querer.
Uno rico: -La indigencia.
Uno pobre: -La opulencia.
Uno muy viejo: -La infancia.
Uno estúpido: -La ciencia.
Uno sabio: -La ignorancia.
Cuando halló en tan pocos seres
tan diversos pareceres,
nuestro cuitado alquimista,
antes de hablar las mujeres
se marchó con planta lista.
En su loco desvarío
el mundo cruzó bravío
de su bello ideal en pos,
viniendo a ser un Judío
errante número dos.
Matóle su ideal maldito,
y arrepentido y contrito,
dejó, fruto de su numen,
de sus viajes el resumen
en quince líneas escrito:
«Nuestra vida pobre y triste
sólo en un punto consiste,
que fijó la suerte ciega
entre un ayer que no existe
y un mañana que no llega.
Y cansados de no ver
el goce en nuestro alredor,
en nuestro cruel padecer
solo llamamos placer
a la escasez del dolor.
La felicidad que amamos
siempre está en lo que perdemos
y siempre en lo que buscamos,
y ¡ay!, nunca está en lo que hallamos
y nunca en lo que tenemos.»
No sé dónde, ni sé cuándo
hubo un ente original
que para ser inmortal
pasaba el tiempo buscando
la piedra filosofal.
Y aunque por rico pasaba
y aunque sabio se creía,
trabajando noche y día
por buscar lo que soñaba
perdió lo que ya tenía.
De su suerte la impiedad
maldijo airado y terrible
y por calmar su ansiedad
de saber, creyó posible
hallar la felicidad.
Arreglóse el equipaje,
cambió un tubo por un traje,
quemó su laboratorio,
y así emprendió su ilusorio
y fantástico viaje.
Al cabo de buen espacio
y de buen rato de andar,
vio a lo lejos a un juglar
que iba a un señorial palacio
para sus penas trovar.
Al divisarle su vista
siguióle un rato la pista,
alcanzóle, y -Perdonad
-le dijo nuestro alquimista-,
-¿sabéis qué es felicidad?
-¿Felicidad? Es pasar
en un deliquio la vida
y dulcemente cantar
los placeres del amar
al pie de nuestra querida.
-¿Y nada más es?
-Sí, a fe,
amar entusiasta el arte.
-¿Y eres feliz?
-¿Yo?, no.
-Ve, pues, -y el buen juglar se fue
con la música a otra parte.
Sonrió el alquimista, apenas
de él el juglar se ausentó,
cruzó praderas amenas,
hasta que al fin las almenas
de un castillo divisó.
Tras mucho andar se vio enfrente
de aquel enhiesto castillo,
hallóse con otra gente
y bajaron el rastrillo
con el levadizo puente.
Por él paso el cenagoso
y profundísimo pozo,
y entró en el recinto, donde,
pensativo y caviloso,
encontró al ceñudo conde.
Inclinóse y saludó
a la altiva majestad
(que ni siquier le miró),
y cual siempre, preguntó:
-¿Sabéis qué es felicidad?
-Felicidad es la ley
imponer a nuestra grey
y unir, pues me corresponde,
a una corona de conde
una corona de rey.
-¿Y sois feliz?
-Y ¿quién lo es?
Si un rey antes me humilló,
él lo será, mas yo no,
ya que me incliné a sus pies.
Dijo el conde, y se marchó.
Al sacerdote halló luego
y a la condesa y a un paje
y a todos alzó su ruego
explicándoles con fuego
el objeto de su viaje.
-Fuera feliz -la condesa
le dijo, -a ser yo duquesa,
que ahora, de mi suerte esclava,
para mí el placer acaba,
mientras para ella no cesa.
Entonces yo miraría
batirse con fe bravía,
al eco de cien clarines,
mil apuestos paladines
por una mirada mía.
-Feliz -respondióle el paje-
fuéralo yo, según creo,
si ciñera un marcial traje,
rompiendo en brioso coraje
cien lanzas en un torneo.
Y oír, alegre el corazón,
que aclamaran mi tesón
al rumor del añafil,
desde el pechero más vil
al más cumplido garzón.
-Feliz -dijo el sacerdote-
sólo lo es quien cree en Dios.
-Entonces ¿lo seréis vos?
-¡Yo!... -y calló, y luego a buen trote
se fue siguiendo a los dos.
Huyó presto el alquimista,
aburrido y despechado,
salió del castillo airado,
y hasta perderlo de vista
no respiró sosegado.
Caminó muy diligente
y creyó lograr su idea
acertada y prontamente,
al ver un corro de gente
a la puerta de una aldea.
Fuese allí con ansiedad,
abriéronle el paso todos
al ver su provecta edad,
y él les dijo en sabios modos:
-¿Sabéis qué es felicidad?
Cuando la pregunta oyeron
su objeto no comprendieron;
unos al cielo miraron,
al suelo otros se inclinaron,
y al fin así respondieron:
El menos necio: -¡No sé!
Un labrador: -¡Ya se ve!,
tener yugadas de tierra,
no ver de señores guerra
e ir a los autos de fe.
Uno: -Por siempre gozar
del amor de una mujer.
Una (en voz muy baja): -¡Amar!
Aquel a esta: -Tu adorar.
Esa a aquel: -¡Ay!, su querer.
Uno rico: -La indigencia.
Uno pobre: -La opulencia.
Uno muy viejo: -La infancia.
Uno estúpido: -La ciencia.
Uno sabio: -La ignorancia.
Cuando halló en tan pocos seres
tan diversos pareceres,
nuestro cuitado alquimista,
antes de hablar las mujeres
se marchó con planta lista.
En su loco desvarío
el mundo cruzó bravío
de su bello ideal en pos,
viniendo a ser un Judío
errante número dos.
Matóle su ideal maldito,
y arrepentido y contrito,
dejó, fruto de su numen,
de sus viajes el resumen
en quince líneas escrito:
«Nuestra vida pobre y triste
sólo en un punto consiste,
que fijó la suerte ciega
entre un ayer que no existe
y un mañana que no llega.
Y cansados de no ver
el goce en nuestro alredor,
en nuestro cruel padecer
solo llamamos placer
a la escasez del dolor.
La felicidad que amamos
siempre está en lo que perdemos
y siempre en lo que buscamos,
y ¡ay!, nunca está en lo que hallamos
y nunca en lo que tenemos.»
martes, 13 de noviembre de 2012
'Caja de música Alicia', 'Examen para llegar a reina' y 'Como la cabeza de Alicia', poemas en "Alicia volátil" (4) de Sofía Rhei
Caja de música Alicia
El aire no me traspasa para insuflarme vida,
sino que extrae de mí canciones,
eleva mi pecho para vaciarlo a su antojo.
Con tal de hacerme sonar
golpeo mis propias cuerdas y me arranco
del interior
las notas de lo profundo y de lo hueco,
el acorde culpable.
Pura fricción cubierta de resina,
intérprete del roce de la lógica.
Examen para llegar a reina
No basta con haber alcanzado a la última casilla,
no basta con tener el cabello tan largo como está dibujado en los cánones.
Después hay que acostumbrarse a llevar el peso de la corona.
Ignoro lo alta que soy cuando la llevo,
solo conozco la altura de mis ojos,
aquello que veo.
Si desapareciera
solo podría darme cuenta por el tacto;
si todos supieran lo que estoy pensando
puede que yo fuera la última en enterarme.
Las reinas gemelas terminan las frases la una de la otra.
Lección número uno: "No serás más real porque llores".
Lección número dos: "No hay razón alguna para llorar".
Sin embargo, yo ya me he dado cuenta de aquello
en lo que se transforma una cuando no llora:
para decir "reina" y "rey" no se necesitan dos palabras.
Quieren que cargue con las multiplicaciones de la memoria.
Como la cabeza de Alicia
A veces hay cuerdas que tiran de mis manos
obligándome a hacer cosas en las que una niña nunca habría pensado,
yo no quiero darme prisa en crecer,
pero esas mismas cuerdas tiran de mi cuello hacia lo alto,
sostienen mi cabeza en direcciones absurdas.
Debería ser un sello o un billete,
cualquier cosa que no pesara tanto,
¿disminuye el universo mientras la esfera sujeta al cuello
no deja de expandirse?
En riesgo constante de rodar,
de desprenderla fácilmente de mi cuerpo,
comprendo que hay una gravedad diferente,
reglas y leyes completamente opuestas,
las rojas, para mi cabeza,
las azules, para el resto de mi cuerpo.
Nota del bloguero: el texto completo del libro está escrito a dos colores, azul y rojo.
El aire no me traspasa para insuflarme vida,
sino que extrae de mí canciones,
eleva mi pecho para vaciarlo a su antojo.
Con tal de hacerme sonar
golpeo mis propias cuerdas y me arranco
del interior
las notas de lo profundo y de lo hueco,
el acorde culpable.
Pura fricción cubierta de resina,
intérprete del roce de la lógica.
Examen para llegar a reina
No basta con haber alcanzado a la última casilla,
no basta con tener el cabello tan largo como está dibujado en los cánones.
Después hay que acostumbrarse a llevar el peso de la corona.
Ignoro lo alta que soy cuando la llevo,
solo conozco la altura de mis ojos,
aquello que veo.
Si desapareciera
solo podría darme cuenta por el tacto;
si todos supieran lo que estoy pensando
puede que yo fuera la última en enterarme.
Las reinas gemelas terminan las frases la una de la otra.
Lección número uno: "No serás más real porque llores".
Lección número dos: "No hay razón alguna para llorar".
Sin embargo, yo ya me he dado cuenta de aquello
en lo que se transforma una cuando no llora:
para decir "reina" y "rey" no se necesitan dos palabras.
Quieren que cargue con las multiplicaciones de la memoria.
Como la cabeza de Alicia
A veces hay cuerdas que tiran de mis manos
obligándome a hacer cosas en las que una niña nunca habría pensado,
yo no quiero darme prisa en crecer,
pero esas mismas cuerdas tiran de mi cuello hacia lo alto,
sostienen mi cabeza en direcciones absurdas.
Debería ser un sello o un billete,
cualquier cosa que no pesara tanto,
¿disminuye el universo mientras la esfera sujeta al cuello
no deja de expandirse?
En riesgo constante de rodar,
de desprenderla fácilmente de mi cuerpo,
comprendo que hay una gravedad diferente,
reglas y leyes completamente opuestas,
las rojas, para mi cabeza,
las azules, para el resto de mi cuerpo.
Nota del bloguero: el texto completo del libro está escrito a dos colores, azul y rojo.
Sonetos de Sor Juana Inés de la Cruz (2). Hoy "Prosigue el mismo asunto, y determina que prevalezca la razón contra el gusto" y "Escoge antes el morir que exponerse a los ultrajes de la vejez"
Prosigue el mismo asunto, y determina que prevalezca la razón contra el gusto
Al que ingrato me deja busco amante;
al que amante me sigue dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata,
maltrato a quien mi amor busca constante.
Al que trato de amor hallo diamante
y soy diamante al que de amor me trata,
triunfante quiero ver al que me mata
y mato al que me quiere ver triunfante.
Si a este pago, padece mi deseo;
si ruego a aquel, mi pundonor enojo;
de entre ambos modos infeliz me veo.
Pero yo por mejor partido escojo
de quien no quiero ser violento empleo
que de quien no me quiere, vil despojo.
Escoge antes el morir que exponerse a los ultrajes de la vejez
Miró Celia una rosa que en el prado
ostentaba feliz la pompa vana
y con afeites de carmín y grana
bañaba alegre el rostro delicado;
y dijo: -Goza, sin temor del Hado
el curso breve de tu edad lozana,
pues no podrá la muerte de mañana
quitarte lo que hubieres hoy gozado;
y aunque llega la muerte presurosa
y tu fragante vida se te aleja,
no sientas el morir tan bella y moza:
mira que la experiencia te aconseja
que es fortuna morirte siendo hermosa
y no ver el ultraje de ser vieja.
Al que ingrato me deja busco amante;
al que amante me sigue dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata,
maltrato a quien mi amor busca constante.
Al que trato de amor hallo diamante
y soy diamante al que de amor me trata,
triunfante quiero ver al que me mata
y mato al que me quiere ver triunfante.
Si a este pago, padece mi deseo;
si ruego a aquel, mi pundonor enojo;
de entre ambos modos infeliz me veo.
Pero yo por mejor partido escojo
de quien no quiero ser violento empleo
que de quien no me quiere, vil despojo.
Escoge antes el morir que exponerse a los ultrajes de la vejez
Miró Celia una rosa que en el prado
ostentaba feliz la pompa vana
y con afeites de carmín y grana
bañaba alegre el rostro delicado;
y dijo: -Goza, sin temor del Hado
el curso breve de tu edad lozana,
pues no podrá la muerte de mañana
quitarte lo que hubieres hoy gozado;
y aunque llega la muerte presurosa
y tu fragante vida se te aleja,
no sientas el morir tan bella y moza:
mira que la experiencia te aconseja
que es fortuna morirte siendo hermosa
y no ver el ultraje de ser vieja.
lunes, 12 de noviembre de 2012
'Observaciones y máximas de Blas', de Noel Clarasó (48, y fin)
VERDAD Y MENTIRA
Decir la verdad en prosa es muy difícil, pero decirla en verso es casi imposible; la verdad en verso suena como un ripio.
La verdad se distingue de la mentira en que la verdad siempre parece una tontería, y la mentira solo lo parece cuando lo es.
La única ventaja de decir siempre la verdad sería que los hombres hablarían menos.
YO
Yo no doy malos ejemplos, pero los sigo.
Yo necesito a los demás y ellos me necesitan a mí, pero ellos son muchos y yo uno solo; o sea, que el equilibrio de mi vida de relación exige de mí una labor abrumadora.
Siempre repito las frases ajenas que me han gustado, por si algún día encuentro quien me las explique.
Sé muy bien lo que debería hacer si una vecina guapa me diera una cita a escondidas de mi santa mujer; pero no sé lo que haría.
Mi cultura personal consiste en saber más medicina que un profesor de idiomas y más historia que un jefe de estación.
O yo soy tonto o lo son los demás; desde el punto de vista humano me consuela más pensar que lo soy yo.
Creo que hay mujeres inteligentes y sanas y espero casarme con una de ellas; la que lo sea bastante para descubrirme.
Tengo buena opinión de la mujer, y si una mujer me abandona por otro hombre, creo que le prefiere y me resisto a creer que disimula.
Hago todo lo posible para no querer a las mujeres que me gustan y casi nunca lo consigo.
Me dicen que no he hecho nada en toda mi vida. ¡Claro! He tenido que deshacer tanto de lo que han hecho los otros, que no me ha quedado tiempo.
Cuando uno ha tenido la suerte de nacer inteligente, como yo, ha de procurar hablar siempre sin pensar lo que dice. Ya basta.
Yo sostengo siempre con firmeza mis propias convicciones y me molesta mucho tropezar con estos testarudos insoportables que sostienen las suyas.
Supongo que estoy dotado de buenos sentimientos porque quiero bien a muchos hombres a los que conozco a fondo.
Basta con observar a los otros para estar contento de uno mismo.
No oigo que los demás hablen mal de mí, y yo me veo con frecuencia obligado a hablar mal de ellos; suponiendo que todos somos sinceros, queda probada mi superioridad.
En mi casa soporto a mi mujer, y, en público, si no habla, también; pero cuando le oigo decir disparates preferiría que fuera la mujer de otro.
Nunca quiero ir a otra parte porque en donde estoy siempre tengo alguna misión que cumplir; la gente que tanto desea viajar nada tiene que hacer, naturalmente, en ninguna parte.
Debo a tres cosas mi posición económica independiente. Primero: a que nunca me he fiado de nadie. Segundo: a que no he sido vicioso ni jugador. Tercero: a que he tenido siempre presente que es mucho más difícil guardar el dinero que ganarlo. Tal vez hay una cuarta causa que he de tener en cuenta: mi padre, al morir, ya me dejó una posición económica independiente.
Decir la verdad en prosa es muy difícil, pero decirla en verso es casi imposible; la verdad en verso suena como un ripio.
La verdad se distingue de la mentira en que la verdad siempre parece una tontería, y la mentira solo lo parece cuando lo es.
La única ventaja de decir siempre la verdad sería que los hombres hablarían menos.
YO
Yo no doy malos ejemplos, pero los sigo.
Yo necesito a los demás y ellos me necesitan a mí, pero ellos son muchos y yo uno solo; o sea, que el equilibrio de mi vida de relación exige de mí una labor abrumadora.
Siempre repito las frases ajenas que me han gustado, por si algún día encuentro quien me las explique.
Sé muy bien lo que debería hacer si una vecina guapa me diera una cita a escondidas de mi santa mujer; pero no sé lo que haría.
Mi cultura personal consiste en saber más medicina que un profesor de idiomas y más historia que un jefe de estación.
O yo soy tonto o lo son los demás; desde el punto de vista humano me consuela más pensar que lo soy yo.
Creo que hay mujeres inteligentes y sanas y espero casarme con una de ellas; la que lo sea bastante para descubrirme.
Tengo buena opinión de la mujer, y si una mujer me abandona por otro hombre, creo que le prefiere y me resisto a creer que disimula.
Hago todo lo posible para no querer a las mujeres que me gustan y casi nunca lo consigo.
Me dicen que no he hecho nada en toda mi vida. ¡Claro! He tenido que deshacer tanto de lo que han hecho los otros, que no me ha quedado tiempo.
Cuando uno ha tenido la suerte de nacer inteligente, como yo, ha de procurar hablar siempre sin pensar lo que dice. Ya basta.
Yo sostengo siempre con firmeza mis propias convicciones y me molesta mucho tropezar con estos testarudos insoportables que sostienen las suyas.
Supongo que estoy dotado de buenos sentimientos porque quiero bien a muchos hombres a los que conozco a fondo.
Basta con observar a los otros para estar contento de uno mismo.
No oigo que los demás hablen mal de mí, y yo me veo con frecuencia obligado a hablar mal de ellos; suponiendo que todos somos sinceros, queda probada mi superioridad.
En mi casa soporto a mi mujer, y, en público, si no habla, también; pero cuando le oigo decir disparates preferiría que fuera la mujer de otro.
Nunca quiero ir a otra parte porque en donde estoy siempre tengo alguna misión que cumplir; la gente que tanto desea viajar nada tiene que hacer, naturalmente, en ninguna parte.
Debo a tres cosas mi posición económica independiente. Primero: a que nunca me he fiado de nadie. Segundo: a que no he sido vicioso ni jugador. Tercero: a que he tenido siempre presente que es mucho más difícil guardar el dinero que ganarlo. Tal vez hay una cuarta causa que he de tener en cuenta: mi padre, al morir, ya me dejó una posición económica independiente.
"Mecánica del canto" es un poemario de Cristian Piné publicado por Amargord. Versos de poemario (1)
Prólogo
Acércate y busca la síntesis de mi adjetivo,
mi verdad latiendo en su plenitud de átomo.
Hay salud donde antes había catedrales de óxido,
hay animales tuertos donde había supervivencia;
ahora existo debajo de los cráneos líquidos,
mientras un tumulto de pájaros oculta lo eterno.
Y no me asustes con el juicio de los ángeles,
no me asustes con su sexo, no me aterres con las mujeres gordas,
ni siquiera con el barro que caduca entre mis dientes.
No me aterrorices con tu mecánica del canto
ahora que sé que hay basura y reciclaje en la distancia de los símbolos.
Acércate y busca mi mueca en la curva de las interrogaciones
y no te olvides de su parábola invisible.
Otros ya han olvidado su lengua de madera y hierven
bajo el polvo y parece que me invocan con su ruido lento de resina.
Mientras
La gente normal estaba restregando sus ojos en estiércol,
lanzaban como dados amarillos los dientes de sus hijos
y yo me obsesionaba con arrugarte la camisa.
Un señor compraba un periódico a cambio de un relámpago
y su mujer, con la única referencia
de una vieja foto, ponía en hora su reloj.
Mientras, tú eras tú y una ventana abierta.
Se firmaba un tratado de luz en alguna parte,
alguien coleccionaba insectos o doctrinas
y la ciudad sufría una plaga de murmullos.
Nosotros
inventábamos una lengua muerta.
Acércate y busca la síntesis de mi adjetivo,
mi verdad latiendo en su plenitud de átomo.
Hay salud donde antes había catedrales de óxido,
hay animales tuertos donde había supervivencia;
ahora existo debajo de los cráneos líquidos,
mientras un tumulto de pájaros oculta lo eterno.
Y no me asustes con el juicio de los ángeles,
no me asustes con su sexo, no me aterres con las mujeres gordas,
ni siquiera con el barro que caduca entre mis dientes.
No me aterrorices con tu mecánica del canto
ahora que sé que hay basura y reciclaje en la distancia de los símbolos.
Acércate y busca mi mueca en la curva de las interrogaciones
y no te olvides de su parábola invisible.
Otros ya han olvidado su lengua de madera y hierven
bajo el polvo y parece que me invocan con su ruido lento de resina.
Mientras
La gente normal estaba restregando sus ojos en estiércol,
lanzaban como dados amarillos los dientes de sus hijos
y yo me obsesionaba con arrugarte la camisa.
Un señor compraba un periódico a cambio de un relámpago
y su mujer, con la única referencia
de una vieja foto, ponía en hora su reloj.
Mientras, tú eras tú y una ventana abierta.
Se firmaba un tratado de luz en alguna parte,
alguien coleccionaba insectos o doctrinas
y la ciudad sufría una plaga de murmullos.
Nosotros
inventábamos una lengua muerta.
Brevísima muestra del ultraísmo, "Paraíso" y "Panorama", poemas de Gerardo Diego
PARAÍSO
A J. Moreno Villa
Danzar
Cautivos del bar
La vida es una torre
y el sol un palomar
Lancemos las camisas tendidas a volar
Por el piano arriba
subamos con los pies frescos de cada día
Hay que dejar atrás
las estelas oxidadas
y el humo casi florecido
Hay que llegar sin hacer ruido
Bien saben los remeros
con sus alas de insecto que no pueden cantar
y que su proa no se atrevió a volar
Ellos son los pacientes hilanderos de rías
fumadores tenaces de espumas y de días
Danzar
Cautivos del bar
Porque las nubes cantan
aunque estén siempre abatidas las alas de la mar
De un lado a otro del mundo
los arco iris van y vienen
para vosotros todos
los que perdisteis los trenes
Y también para vosotros
mi flauta hace girar los árboles
y el crepúsculo alza
los pechos y los mármoles
Las nubes son los pájaros
y el sol el palomar
Hurra
Cautivos del bar
La vida es una torre
que crece cada día sobre el nivel del mar
PANORAMA
El cielo está hecho con lápices de colores
Mi americana intacta no ha visto los amores
Y nacido en las manos del jardinero
el arco iris riega los arbustos exteriores
Un pájaro perdido anida en mi sombrero
Las parejas de amantes marchitan el parqué
Y se oyen débilmente las órdenes de Dios
que juega consigo mismo al ajedrez
Los niños cantan por abril
La nube verde y rosa ha llegado a la meta
Yo he visto nacer flores
entre las hojas del atril
y al cazador furtivo matar una cometa
En su escenario nuevo ensaya el verano
y en un rincón del paisaje
la lluvia toca el piano
A J. Moreno Villa
Danzar
Cautivos del bar
La vida es una torre
y el sol un palomar
Lancemos las camisas tendidas a volar
Por el piano arriba
subamos con los pies frescos de cada día
Hay que dejar atrás
las estelas oxidadas
y el humo casi florecido
Hay que llegar sin hacer ruido
Bien saben los remeros
con sus alas de insecto que no pueden cantar
y que su proa no se atrevió a volar
Ellos son los pacientes hilanderos de rías
fumadores tenaces de espumas y de días
Danzar
Cautivos del bar
Porque las nubes cantan
aunque estén siempre abatidas las alas de la mar
De un lado a otro del mundo
los arco iris van y vienen
para vosotros todos
los que perdisteis los trenes
Y también para vosotros
mi flauta hace girar los árboles
y el crepúsculo alza
los pechos y los mármoles
Las nubes son los pájaros
y el sol el palomar
Hurra
Cautivos del bar
La vida es una torre
que crece cada día sobre el nivel del mar
PANORAMA
El cielo está hecho con lápices de colores
Mi americana intacta no ha visto los amores
Y nacido en las manos del jardinero
el arco iris riega los arbustos exteriores
Un pájaro perdido anida en mi sombrero
Las parejas de amantes marchitan el parqué
Y se oyen débilmente las órdenes de Dios
que juega consigo mismo al ajedrez
Los niños cantan por abril
La nube verde y rosa ha llegado a la meta
Yo he visto nacer flores
entre las hojas del atril
y al cazador furtivo matar una cometa
En su escenario nuevo ensaya el verano
y en un rincón del paisaje
la lluvia toca el piano