PIROPOS
Tus ojos tienen la profundidad
de los espejos.
Muy a lo hondo de tus miradas
hay un paisaje verde acribillado
por la mil flechas de la brisa.
Tus trenzas tienen el retorcimiento
de los pecados.
Pero son inocentes.
Bajo mis manos palpitaban
mansas y humildes como corderos.
Tus piernas son altivas y castas.
Serenamente te alzan sobre la vida
y amansan su oleaje
como dos rompeolas.
La serpentina de tu risa,
que pintó de colores al viento,
aprisionó en su jaula la tarde
como un pájaro deslumbrado.
A esta luna esponjada y plumada
como pavo real
tu voz tiene color y ritmo de paloma.
Honda guarida de tus manos
para mi corazón.
Cuando tú pasas
callan los cascabeles de las horas
porque el tiempo
de las mil colleras vibrantes
se inmoviliza
como un corazón extasiado.
EVOCZCIÓN
Un álamo cernía el sol y lo espolvoreaba en su nuca, suave y pálido como un aliento. Ella sentada, firme y dulce, sobre la tierra. Yo tendido, con toda mi vida, la cabeza en su falda y un brazo suyo, como una rama indócil, sobre mi cuello. Mi corazón y el tiempo justos, acompasados. Luego acelera el tiempo su corriente, se precipita todo compacto, como un bloque de hielo flotante. Arden mis mejillas del roce vivo, continuado de los días y de las noches. Mi corazón se acongoja detrás... Y abro los ojos. Un cielo asfaltado, frío, de gran ciudad y un airecillo vivaz y desnudo como un pilluelo. A mi alrededor, extendida por todo el mundo, una gran soledad.
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