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viernes, 14 de junio de 2013

"Lo cotidiano", "Nacimiento" y "Lívida luz", poemas de Rosario Castellanos en su poemario "Lívida luz"

LO COTIDIANO

Para el amor no hay cielo, amor, sólo este día;
este cabello triste que se cae
cuando te estás peinando ante el espejo.
Esos túneles largos
que se atraviesan con jadeo y asfixia;
las paredes sin ojos,
el hueco que resuena
de alguna voz oculta y sin sentido.

Para el amor no hay tregua, amor. La noche
no se vuelve, de pronto, respirable.
Y cuando un astro rompe sus cadenas
y lo ves zigzaguear, loco, y perderse,
no por ello la ley suelta sus garfios.
El encuentro es a oscuras. En el beso se mezcla
el sabor de las lágrimas.
Y en el abrazo ciñes
el recuerdo de aquella orfandad, de aquella muerte.

NACIMIENTO

Estuvo aquí. Ninguno (y él menos que niguno)
supo quién era, cómo, por qué, adónde.

Decía las palabras que los otros entienden
-las suyas no llegó a escucharlas nunca-;
se escondía en el lugar en que los otros buscan,
en su casa, en su cuerpo, en sus edades,
y sin embargo ausente siempre y mudo.

Como todos fue dueño de su vida
una hora o más y luego abrió las manos.

Entonces preguntaron: ¿era hermoso?
Ya nadie recordaba aquella superficie
que la luz disputó por alumbrar
y le fue arrebatada tantas veces.

Le inventaron acciones, intenciones. Y tuvo
una historia, un destino, un epitafio.

Y fue, por fin, un hombre.

LÍVIDA LUZ

No puedo hablar sino de lo que sé.

Como Tomás tengo la mano hundida
en una llaga. Y duele en el otro y en mí.

¡Ah, qué sudor helado de agonía!
¡Qué convulsión de asco!

No, no quiero consuelo, ni olvido, ni esperanza.

Quiero valor para permanecer,
para no traicionar lo nuestro: el día
presente y esta luz con que se mira entero.

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