Cual sin arrimo vid; cual planta umbrosa,
viuda del ruiseñor que antes solía
con dulce canto, al parecer del día,
invocar de Titón la blanca esposa;
cual navecilla en noche tenebrosa,
do el gobierno faltó que la regía;
cual caminante que perdió su guía
en selva oscura, horrible y tenebrosa;
cual nube de mil vientos combatida;
cual ave que atajó la red su vuelo;
cual siervo fugitivo y cautivado;
cual de peso infernal alma afligida;
o cual quedó tras el diluvio el suelo...;
tal quedé yo sin vos, hermano amado.
Mil veces callo que romper deseo
el cielo a gritos y otras tantas tiento
dar a mi lengua voz y movimiento
que en silencio mortal yacer la veo;
anda, cual velocísimo correo
por dentro el alma, el suelto pensamiento
con alto y, de dolor, lloroso acento,
casi en sombra de muerte un nuevo Orfeo.
No halla la memoria o la esperanza
rastro de imagen dulce o deleitable
con que la voluntad viva segura;
cuanto en mí hallo es maldición que alcanza,
muerte que tarda, llanto inconsolable,
desdén del cielo, error de la ventura.
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