El ímpetu cruel de mi destino
¡cómo me arroja miserablemente
de tierra en tierra, de una en otra gente,
cerrando a mi quietud siempre el camino!
¡Oh!, si tras tanto mal grave y contino,
roto su velo mísero y doliente,
el alma con un vuelo diligente
volviese a la región de donde vino,
iríame por el cielo en compañía
del alma de algún caro y dulce amigo,
con quien hice común acá mi suerte.
¿Qué gran montón de cosas le diría,
cuáles y cuántas, sin tener castigo
de fortuna, de amor, de tiempo y muerte!
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