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lunes, 28 de abril de 2014

Selección de versos de Jorge Riechmann (3)

Escena de infancia

De niño encendí hogueras        
para quemar lombrices de tierra vivas.        
Veraneaba entonces en el valle de Hecho.        

La crueldad de quienes        
torturaban sapos me asqueaba,        
alguna vez llegamos a las manos.        

Lombrices: carne        
rosa hasta la indefensión, universales anillos        
de sufrimiento mudo.        

Se retorcían como seres humanos.


Yo celebro

Canto        
mientras mi jardín se agosta.        

Canto        
mientras agonizan mis animales mis padres y mis hijos.        

Canto        
mientras mueren mares que no he navegado        
selvas que no he hollado        
ciudades que no he conocido.        

Canto        
con mi dulce cósmica expansiva        
carraspera de cadáver más brillante.


Justificación de la poesía

La poesía es injustificable.        
La tensión de las sílabas no es ni con mucho tan alta        
como la de las zumbantes torres eléctricas hincadas en el lomo de la tierra.        
La energía represada en los versos resulta ridícula        
en comparación con la embalsada por la presa.        
La canción y el cirujano prestan ayuda a la vida        
—¿quién preferiría la de la canción?        
La poesía tiene manos de nieve,        
tiene manos de cebolla, tiene manos de arena.        
Su respuesta al último para qué        
es un silencio        
ensimismado de angustia y de esperanza.        

La respuesta del ser humano        
al último para qué        
es también un silencio        
ensimismado de angustia y de esperanza.        
El ser humano es injustificable.

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