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viernes, 30 de mayo de 2014

Enrique Jardiel Poncela, "Máximas mínimas y otros aforismos" (11)

Máximas mínimas: 535 aforismos sobre temas que, por no ser de actualidad, están siempre de actualidad

PROPINA. MÁXIMAS SOBRE ASUNTOS DIVERSOS

520. De acuerdo con las leyes de la Grafología, para tener un carácter sereno, ecuánime y ordenado lo mejor es escribir siempre a máquina.

521. El órgano suena siempre en toda función de Iglesia, de ahí lo de que la función crea el órgano.

526. La garganta es el tubo de la risa.

531. La embriaguez es el altavoz del carácter.

532. El que es un "pedazo de pan" casi siempre es un zoquete.

533. Hasta acostumbrarse, los primeros días de estancia en el Cielo y en el Infierno son aburridísimos.


El libro del convaleciente

DE LOS DENTISTAS

537. Las casas de los dentistas y los teatros de variedades se parecen en que las estrellas se ven al final.

538. Pasta en lenguaje vulgar significa dinero. Empastar en lenguaje odontológico significa sacar el dinero.

539. Un dentista, aunque le insultéis, no os dará nunca un puñetazo que os tire abajo una muela.


DESCUBRIMIENTOS

548. El rey Sol no sabía nada de Astronomía.

549. En la batalla de Sedán, les dieron.


Exceso de equipaje

EL DESCANSO DOMINICAL

555. El forzoso descanso de los domingos es abrumador; pero existe un medio de huir al aburrimiento de los domingos: no trabajar en toda la semana.


DE LAS GRANDES PASIONES

556. Una gran pasión se parece a un ama de casa aburrida en que todo lo cambia constantemente de sitio.


DE LA DULZURA DEL AMOR

558. La dulzura del amor es la única dulzura que no conduce a la diabetes.


DE LAS BOCAS BONITAS

560. En las mujeres que tienen la boca bonita, los dos labios son superiores.

Selección de versos de Jorge Riechmann (7)





¿Pero tú qué te crees, niño?


Desandar lo andado es dar un quiebro, es deslizarse por la cortadura, no con la insensata ilusión de llegar a coincidir consigo mismo —¿quién hay ahí?—, sino con la idea menos mercurial de sopesar las encrucijadas donde ya se estuvo —quizá sin llegar siquiera en aquel entonces a percibirlas como encrucijadas.

Yo estaba destinado a tal desasosiego. El tiempo transcurría lento como el aceite: abracé una encina previa a toda reconstrucción. Mesetas, mesetas verecundas, láminas de sigilo desde donde organizar un retorno. Una reconstrucción.


ESTÁ AHÍ, está ahí, nosotros sólo        
escribimos lo que estaba ahí, los nombres        
como huellas        
sin fatiga pronunciadas por las cosas.


VIVIR ES pasar        
de una prisa a una urgencia        
de un terror a un naufragio        
de un golpe a otro        

pero sólo vives        
si en medio de ese tránsito        
sabes construir un nido.

"Lucy", cuento de Rocío Peñalta Catalán en "Andar por casa" (4)



Lucy




John estaba leyendo en The Guardian los detalles del lanzamiento del satélite artificial Lunar Orbiter 3, cuando su hijo irrumpió en el salón corriendo y gritando:

–¡Papá, papá! ¡Mira lo que he hecho en el cole!

El pequeño Julian le tendió una hoja de papel bastante manoseada con un dibujo. Una niña con un collar de cuentas de colores y los brazos extendidos volaba entre nubes y estrellas en un cielo nocturno.

–Vaya… esto está muy bien –dijo John, mientras veía cómo Julian pugnaba por quitarse el abrigo y la mochila al mismo tiempo–. Ven, que te ayudo.

–No, no. Puedo yo solo. ¿Te gusta? –preguntó a su padre mientras se sacaba un guante tirando de él con los dientes y arrojaba la mochila y el abrigo sobre el sillón.

–Sí, claro. ¿Es una princesa voladora?

–¡No…! –exclamó Julian sonriendo.

–¿Entonces?

–Es Lucy. Lucy O’Donell.

–¡Ah! Así que Lucy O’Donell. ¿Es de tu clase? ¿Una amiga?

–Sí, bueno –dijo el niño enrojeciendo y bajando la mirada.

–¡Así que es tu novia! –John rió y le revolvió el pelo a su hijo cariñosamente.

–No, no. No es mi novia –protestó el pequeño–. Sólo es Lucy volando.

–Yo creía que era una princesa voladora. Como lleva ese collar de perlas…

–No sé. Es Lucy, en el cielo… con diamantes.



Esa tarde, cuando llegó Paul, John le enseñó la canción en la que había estado trabajando, una melodía pegadiza, entre rock y canción infantil. Aún quedaba mucho por hacer, pero podrían incluirla en su próximo disco.

–Por cierto, ¿quién es Lucy? –preguntó Paul interrumpiendo la demostración de su amigo.

–Una compañera de Julian –contestó John, señalando un dibujo infantil que había colgado en la pared del estudio.

Paul arqueó las cejas: –Tu hijo es de lo más psicodélico.



*           *           *



Donald trabajaba con la picola en el área de prospección mientras tarareaba la canción de los Beatles que habían escuchado la noche anterior durante la cena. No lograba quitársela de la cabeza.

–«Cellophane flowers mmm… and green… look for the girl mmmm…». ¡Ey, chicos, creo que he encontrado algo! –exclamó sorprendido al notar cómo su pico tropezaba con un estrato más sólido, y enseguida se arrodilló y comenzó a quitar el polvo con una brocha.

Otros miembros del equipo se acercaron rápidamente y observaron el hallazgo de Donald. Kate y Michael entraron en el agujero y ayudaron al responsable de la excavación a desenterrar lo que parecía ser el esqueleto de un homínido. Después de numerar y fotografiar cada uno de los huesos, los transportaron a la carpa que hacía las veces de laboratorio. En el campamento, situado a unos 150 kilómetros de Adís Abeba, no contaban con los medios técnicos necesarios para datar los restos, pero reconstruyeron el esqueleto sobre la mesa metálica y lo analizaron detenidamente.

–Donald, tío, esto es muy gordo –dijo Michael rascándose la cabeza e inclinándose sobre el hueso de la rótula, todavía manchado de barro.

–Hasta que no regresemos a Cleveland no podremos hacer las pruebas, pero yo diría que esto tiene más de dos millones de años de antigüedad. Debe de ser alguna especie de Australopithecus. Intuyo que es un hallazgo importante –comentó Henry, el encargado del laboratorio, ajustándose las gafas–. Habrá que extraer muestras del terreno, para hacer un estudio bioestratigráfico.

–¡Vamos a salir en los libros, Donald, ya verás! ¡Enhorabuena! –Michael estaba entusiasmado, dando vueltas de allá para acá, mirando de cerca el esqueleto.

–La pelvis es de una hembra –dijo Kate.

–Sí –añadió Henry–. Mide un metro y, en vida, pesaría unos 27 kilos.

–Mirad esto –dijo Donald sosteniendo el cráneo del homínido cuidadosamente y poniéndolo ante la vista de los demás–. Hemos estado analizando la dentadura: las muelas del juicio estaban recién salidas. Era una hembra joven.

–De unos veinte años –precisó Henry.

–¡Pero si era una cría! ¡Una niña! –dijo Michael.

–Una niña antigua –dijo Kate sonriente–. Habrá que bautizarla, ¿no?

–Podríamos llamarla Lucy –dijo Donald recordando el single del grupo británico.



*           *           *



El señor O’Donell estaba impaciente. Su mujer estaba embarazada de seis meses y aquella tarde tenía cita con el ginecólogo.

Desde que había llegado a casa, O’Donell no paraba de dar vueltas. Se había sentado en el sofá a hojear la prensa, se había preparado un té, había visto en la BBC las imágenes de la tierra captadas desde la luna por el laboratorio fotográfico Lunar Orbiter 1, había empezado a escuchar Fidelio y había desconectado el tocadiscos antes de que terminara la obertura, había mirado por la ventana una docena de veces, había encendido un cigarro y lo había apagado después de darle un par de caladas.

«No tengo de qué preocuparme, Helen estará bien –se dijo–. Seguro».

Finalmente, decidió calmarse. Se sentó en su sillón preferido, abrió el libro de antropología que había sobre la mesita y leyó el capítulo dedicado al descubrimiento de Lucy, el esqueleto de un homínido perteneciente a la especie Australopithecus afarensis, de más de tres millones de años de antigüedad. Los restos fueron hallados en el triángulo de Afar, en Etiopía, durante una misión antropológica de la que era responsable el paleoantropólogo estadounidense Donald Johanson.

O’Donell comenzó a tomar algunos apuntes para explicar a sus alumnos del instituto de Weybridge el tema de la evolución del ser humano, que debía exponer el lunes en la clase de ciencias naturales.

En cuanto escuchó las llaves en la cerradura, se levantó dejando caer los papeles y el libro que tenía sobre el regazo.

–¿Qué te ha dicho el doctor? ¿Va todo bien? –preguntó angustiado en cuanto su mujer cruzó la puerta.

–Sí, todo va estupendamente. No te preocupes –dijo Helen mientras colgaba su bolso en el respaldo de una silla–. Y, ¿sabes una cosa? –sonrió enigmáticamente– dice el doctor que será una niña.

–¡Una niña! ¡Una niña! –exclamó O’Donell emocionado–. Entonces…

–Entonces –continuó Helen–, ya podemos decorar la habitación del bebé. E ir pensando un nombre. Qué te parece si la llamamos Margaret, como tu hermana.

–Sí, está bien. Aunque también se podría llamar Helen, como tú, o Lucy…

martes, 27 de mayo de 2014

"Máximas, sentencias y aforismo" de Séneca (7, y fin)

El que callar no puede, hablar no sabe.

En tanto se debe aprender, en cuanto no se sabe y aun en cuanto se vive.

Para nuestra avaricia, lo mucho es poco, y para nuestra necesidad, lo poco es mucho.

No hay cosa tan útil, que después de pasada aproveche.

Enseñando aprendemos.

El sabio debe caminar siempre por un sendero, mas no a un paso.

El sabio no debe huir de la vida, sino apartarse de ella.

Más seguro es el camino de que se duda.

Más sutileza  es dejar ciertas cuestiones que desatarlas.

No solamente nos inquieta el golpe, sino también el sonido.

Para pocos nació el que solamente es útil a las gentes de su tiempo.

Procura en tus estudios no saber más que los otros, mas saberlo mejor.

En menos tiempo se deshacen las cosas que se restauran.

No conocerás cuando el sabio te es útil, y lo conocerás cuando te haya sido útil.

Menos teme los peligros el que más veces los venció.

No va en más nuestro acertar que en no imitar al pueblo.

No hace solamente la guerra el que se halla en el campo.

Antes nos faltarán lágrimas que causas para verterlas.

Por venganza tiene el magnánimo haber podido vengarse.

Lo que hay después de la muerte, vida es, no muerte.

lunes, 26 de mayo de 2014

Epicteto (1)


De las enseñanzas de Epicteto (55-135) se conserva un Manual o Enchiridion o Enquiridion, gracias a la labor de recopilación de su discípulo Flavio Arriano, pues Epicteto, al parecer, no puso sus pensamientos por escrito.

Fieles a nuestra costumbre, ningún comentario a la obra de Epicteto, mi única intervención sobre ella, y no menor, es la selección.

Lo que a partir de ahora te ofrezco de Epicteto, lo extraigo de Máximas: Epicteto, en traducción, prólogo y notas de Juan Bautista Bergua y editado en Colección la Crítica Literaria por Ediciones Ibéricas en el año 2010.

Va.

DE LOS BIENES VERDADEROS Y QUE NOS SON PROPIOS, DE LOS FALSOS Y EXTRAÑOS

1. Nuestro bien y nuestro mal no existe más que en nuestra voluntad.

2. De todas las cosas del mundo, unas dependen de nosotros y otras no. Dependen de nosotros nuestros juicios y opiniones, nuestros movimientos, nuestros deseos, nuestras inclinaciones y nuestras aversiones: en una palabra, todos nuestros actos.

3. Las que no dependen de nosotros son: el cuerpo, los bienes materiales, la reputación, las dignidades y honores: en una palabra, todas aquellas cosas que no entran en el círculo de nuestros propios actos.

4. Las cosas que dependen de nosotros son libres por su misma naturaleza; nada puede detenerlas ni levantar ante ellas obstáculos. En cambio, las que no dependen de nosotros son débiles, esclavas, sujetas a mil contingencias e inconvenientes y extrañas por completo a nosotros.

9. La enfermedad entorpece los actos del cuerpo, pero no los de la voluntad. Si me quedo cojo, ello será una dificultad para mis pies, pero en modo alguno para mi espíritu. Piensa de este modo en cuantos accidentes te sobrevengan y pronto te convencerás de que para cualquier cosa podrán ser obstáculo menos para ti.

15. La nobleza del hombre procede de la virtud, no del nacimiento. "Valgo más que tú porque mi padre fue cónsul y además soy tribuno, y tú no eres nada". Vanas palabras, amigo. Si fuésemos dos caballos y me dijeses: Mi padre fue el más ligero de los caballos de su tiempo y yo tengo alfalfa y avena en abundancia y además soberbios arneses, te contestaría: lo creo, pero corramos juntos. ¿No hay, asimismo, en el hombre algo que le es propio -como al caballo la velocidad-, algo por medio de lo cual puede conocerse su calidad y estimarse su verdadero valer? Y este algo, ¿no es el pudor, la honradez, la justicia?... Muéstrame, pues, la ventaja que en todo esto me llevas; hazme ver que como hombre vales más que yo y te consideraré superior a mí. Porque si no me dices sino que sabes rebuznar y dar coces, te contestaré que te envaneces de cualidades propias de un asno o de un caballo; pero no de un hombre.

viernes, 23 de mayo de 2014

Enrique Jardiel Poncela, "Máximas mínimas y otros aforismos" (10)

Máximas mínimas: 535 aforismos sobre temas que, por no ser de actualidad, están siempre de actualidad

DE LA FE

463. Tener fe es como masticar sin dientes.

465. Una gran mayoría de los que elevan los brazos al cielo lo hacen para desperezarse.

466. La fe es absolutamente necesaria para ser blasfemo.


DE LA HISTORIA Y LA FILOSOFÍA

469. La Historia es la mentira encuadernada.

470. La Filosofía es la Física recreativa del alma.

471. El conocimiento de la Historia, en lugar de servir de enseñanza, sirve solo para despertar odios dormidos.

472. La Historia y la Filosofía se diferencian en que la Historia cuenta cosas que no conoce nadie con palabras que sabe todo el mundo, en tanto que la Filosofía cuenta cosas que sabe todo el mundo con palabras que no conoce nadie.


DE LA VEJEZ Y LA JUVENTUD

473. La vejez es un exceso que aumenta por días.

474. La juventud es un defecto que se corrige con el tiempo.

475. Cada ser posee todo el tiempo que existe.

476. El mayor defecto del joven es que separa la idea-sexo de la idea-amor; y el mayor defecto del viejo es que separa la idea-amor de la idea-sexo.


DEL TRABAJO

483. Pedir más retribución es justo; pedir menos trabajo es humano; pedir más retribución y menos trabajo es gollería.

484. Un trabajo hecho a disgusto es el mayor suplicio.

486. Si el hombre supiera divertirse no sentiría la necesidad de trabajar.


DEL HOMBRE Y LA MUJER

489. El hombre tiene cada año un año más; la mujer tiene cada año dos años menos.

490. El hombre miope se compra lentes; la mujer miope entorna los párpados.

493. Lo mejor de la Humanidad son los hombres y las mujeres.

494. La mujer pierde la virginidad cuando quiere y el hombre cuando puede.

495. Las mujeres son los faroles y el hombre es el farolero, que va de farol en farol -o de mujer en mujer-, los encuentra apagados y, de un golpe de quinqué, les inyecta la luz de la vida y se larga.

499. Para el hombre la mujer es bonita o fea según le atraiga o no sexualmente; y es inteligente o torpe según le mire a él con agrado o con indiferencia.

505. Al separarse de un hombre al que ha amado, la mujer le devuelve todos sus regalos excepto los de valor.

511. En la mujer hay un prurito de ocultar sus amores; en el hombre, una inclinación a hacerlos públicos. QUizás ello obedece a que los órganos sexuales de la mujer son internos y los del hombre exteriores.

514. El amor del hombre va de más a menos; el de la mujer va de menos a más; por eso cuando la mujer se halla entusiasmada, el hombre está ya harto.

Ramón G. del Pomar, "El subjuntivo errante" (6, y fin)




29.

EXTIENDO los brazos
entre ráfagas del viento
que traspasa las fronteras
donde se haya la intuición
que agita el ritmo de mi corazón
hacia el dinámico mundo silente.
Siento no poder más.
Mi libertad es como un episodio pixelado.
La pasión me dice
que ya no queda esperanza
y la razón cesa de darle brillo a la boca.
No importa.
Mi voz sigue cantando
que el corazón siempre responde.
Concluye el juego de la carne
forjada en cada sentido
que encontró atento,
pero aún aprecio en mis labios
el néctar que deposita tu aliento.
Imploras que despierte
que reavive el alma.
Que sigamos juntos
construyendo el sueño.
Vuela, amor mio, vuela.
No viajes con mi latido,
que por mío cesa.
Ceso y extiendo mis alas
entre ráfagas del viento
que traspasó las fronteras
donde dejé la intuición
que agitó el ritmo de mi corazón
hacia el dinámico mundo silente.
Elevado con el amor que nos dimos.


33.

Quiero pensar que el dolor,
sueño donde el amor queda ausente,
no solo es canto del débil.
Que la fidelidad no es una sombra arañando el alma.
Quiero pensar que estoy fuera del laberinto,
que no soy una prisión.
Quiero pensar que la puta mentira es un duda inocente,
o el reloj que se adelanta en los labios de un poeta.
Quiero pensar en los días y las noches que me sujeté a la
[muerte,
y en las veces que logré tacharme de las tinieblas.
Por encima del recuerdo,
ahora que me arquea el tiempo para atragantarme,
quiero pensar en quienes turbé.
La profundidad del eco medirá mi sombra.

"Metamorfosis", "Curiosidad" y "Electricidad", relatos de Rocío Peñalta Catalán en "Andar por casa" (3)



Metamorfosis

Mordí una manzana podrida. Ahora tengo mariposas en el estómago.



Curiosidad

Un pasillo blanco, iluminado, con puertas a ambos lados. Las puertas, también blancas, con picaportes metálicos, se dibujan sobre la pared lisa a intervalos regulares. Los fluorescentes del techo emiten una luz lechosa y deslumbrante que parece vibrar. Se percibe un leve zumbido. Procede de los tubos incandescentes. O del propio oído, que se esfuerza por captar algún eco, el mínimo crujido.
Silencio. Ni un rumor, ni un paso. Sólo el ronroneo constante del espacio vacío. La respiración del pasillo.
El corredor acaba en un recodo. Un ángulo recto. Al girar la esquina, el pasillo continúa. O se detiene, contra un muro blanco. Al final no hay nada. O hay algo. Como detrás de cada puerta.
Las puertas están cerradas y no van a abrirse. No importa si se podría o no. Simplemente, no se abrirán.
Detrás de cada una de ellas hay una realidad latente, una posibilidad que no va a realizarse. Al otro lado de cada panel podría haber una tapia de ladrillo. O un abismo. Cada abertura podría ser una entrada o una salida. Tampoco importa.
Como no interesa lo que quedó atrás. El comienzo del pasillo. Podría ser igual, blanco, con puertas cerradas en las dos paredes. O totalmente distinto.
Lo que no se ve no existe. Puede intuirse, sospecharse. Abrir una puerta supondría descifrar un secreto. Ceder a un deseo velado. Extinguir el enigma.



 Electricidad


Tengo un cable. Mejor dicho, el cabo cortado de un cable cuyo extremo contrario –cercano o remoto– está conectado a algún enchufe, instalación o aparato eléctrico.

Cuando uno hace un taladro en la pared, se imagina que puede encontrar una tubería, el dormitorio del vecino, o una cucaracha que pasaba por allí en aquel momento. Pero no un cable. Bueno… tal vez un cable sí. Pero no un cable como el que ha decidido engancharse en mi broca.

Tiro suavemente del extremo que sobresale por el agujerito de mi pared –aun a riesgo de sufrir una electrocución– para asegurarme de que no es simplemente un resto olvidado; un cachito abandonado por accidente entre dos tabiques de escayola. Después, compruebo que funcionan todas las bombillas, focos, fluorescentes, diodos de mi casa. Los enchufes, interruptores, ladrones, regletas, conexiones, terminales, empalmes, prolongadores, clavijas. Que siguen encendidos la lavadora, el frigorífico, el horno, la radio, la vitrocerámica, el aire acondicionado, el lavavajillas, el ordenador, la cafetera, el despertador, la impresora. El teléfono, el módem, la calefacción. El telefonillo del portero automático, el timbre.

Si el cable cortado no ha afectado al funcionamiento de ninguna de las instalaciones eléctricas de mi casa… ¿habré dejado sin luz al vecino?

Después de pasarme por el piso de al lado para asegurarme de que todo sigue en orden, subo a cerciorarme de que el vecino de arriba tampoco ha sufrido las consecuencias de la intrusión de mi osada broca exploradora en los emparedados misterios del edificio. Nada. La corriente alterna continúa circulando por todos los circuitos del inmueble… excepto por el cable que ahora asoma por el hoyito de mi pared.

En vista de que –aparentemente– no he causado ningún desaguisado, vuelvo a introducir el cable por el agujero, lo ocluyo con un taco, una alcayata, un cáncamo del que cuelga un cuadro. Aquí no ha pasado nada.

Sin embargo, estoy segura de que ese cable cortado impide que llegue la corriente eléctrica necesaria para el funcionamiento de algún aparato. Algo ha dejado –ha tenido que dejar– de funcionar. El ascensor, el interruptor que abre el portal, la puerta del garaje, el extractor del bar que hay en los bajos del edificio. Quizás la farola de la esquina, la luz verde del semáforo de mi calle, el reloj de la iglesia. El foco que ilumina la fachada del Ayuntamiento, el alumbrado de la próxima Navidad en la calle Mayor. La megafonía de la estación de ferrocarril, la línea dos de metro entre las estaciones de Ópera y Banco de España. Tal vez el radar del kilómetro 33 de la carretera de La Coruña, el faro de Torredambarra, la apertura automática de las puertas de El Corte Inglés de Sevilla, la alarma de incendios del colegio público Victoria Kent. El ascensor de la Tour Eiffel, el marcador del visiting team del estadio del Manchester United. El marcapasos de Lech Wałęsa. La draga de succión del Canal de Suez, el micrófono ante el que dará su próximo mitin Barack Obama, el circuito cerrado de televisión de la 中国中央电视台 (Zhōngguó Zhōngyāng Diànshìtái). La antena parabólica del observatorio de Arecibo en Puerto Rico, la línea telefónica interna del Kremlin, el satélite artificial ECHOSTAR 10.

El movimiento de rotación de la tierra.

Tu corazón.
 

martes, 20 de mayo de 2014

"Máximas, sentencias y aforismo" de Séneca (6)

Todo es lícito al vencedor.

Lo que nunca se hizo, se puede hacer.

La mayor parte del tormento es el tiempo que precede al tormento.

Lo que a lo más alto llega, cerca está de caer.

Cosas hay que para saberlas no basta haberlas aprendido.

Si de alguna cosa tuvieras necesidad, a ti mismo pídela prestada.

Mejor es precaver lo venidero que disputar sobre lo pasado.

Debemos considerar quiénes somos, y no la reputación en la que estamos.

Vilmente vive el que conforme a las costumbres del vulgo vive.

El bien se conoce más tarde que el mal.

A nuestra diligencia debemos lo que contra voluntad de otro alcanzamos.

Las esperanzas se encadenan.

La parte de nuestro cuerpo más sana es la que más se ejercita.

Los estudios, aunque no tengan efecto, son dignos de loor.

Esperanza es nombre de un bien dudoso.

La inexperiencia destruye e inutiliza muchas buenas ocasiones.

Pierde su autoridad la gavedad continua.

Yerra el que no principia a prender por parecerle que ya es tarde.

Más apocado queda el que es fríamente alabado que el que es ásperamenre reprehendido.

Vergüenza es en el viejo no saber más de lo que lee.

Sonetos de Fernando de Herrera (5)


Oye tú solo, eterno i sacro río
el grave i mustio son de mi lamento,
i confuso en tu grande crecimiento
mezcla en el ponto inmenso el llanto mío.

Los suspiros ardientes, que a ti envío,
antes que los derrame
acoge en tu sonante movimiento,
porque s'asconda en ti mi desvarío.

No sean más testigos de mi pena
los árboles, las peñas que solían
responder i quexars'a mi gemido.

I en estas ondas altas i esta llena
corriente, que mis lagrimas porfían
vencer, vivan mi mal i amor crecido.



Voi siguiendo la fuerça de mi hado
por este campo estéril i ascondido;
todo calla, i no cessa mi gemido
i lloro ausente 'l bien, que vi engañado.

Crece el camino, i crece mi cuidado
que nunca mi dolor pone en olvido,
el curso al fin acaba, aunqu' estendido;
pero no acaba el daño dilatado.

¿Qu'aprovecha en un duro afán presente
rehuir, si s'esculpe'n la memoria,
i frescas muestra siempre las señales?

Buela Amor en mi alcance i no consiente,
en mi afrenta, qu'olvide aquella istoria
que descubrió la senda de mis males.



¡O cara perdición, ô dulce engaño,
suäve mal, sabroso descontento,
amado error del tierno pensamiento,
luz, que nunca desubre 'l desengaño,

puerta, por la cual entra el bien i el daño,
descanso i grave pena del tormento,
vida del mal, vigor del sufrimiento,
de confusión rebuelta cerco estraño,

vario mar de tormenta i de bonança,
segura playa i peligroso puerto,
sereno, instable, oscuro i claro cielo,

¿por qué, como me diste confiança
d'osar perderme, ya qu'estoi desierto
de bien, no pones a mi mal consuelo?
airado viento,

lunes, 19 de mayo de 2014

Selección de versos de Jorge Riechmann (6)

27 maneras de responder a un golpe

8

Renuncia al centro.       

El sol succiona la sangre de los muertos; la acuña       

en monedas de luz con que engaña a los vivos.       

La gran ciudad diluye tanto el sueño       

que este deja de reparar fuerzas y purificar el sudor;       

en la gran ciudad el pan supura arena;       

los ojos de las mujeres se vidrian de mudez.       

Renuncia al centro.       

Un punto que no existe imanta todas las miradas:       

mientras tanto se siegan cuerpos       

los árboles pierden la memoria       

las parturientas mastican cristal.       

Renuncia al centro.       

Puedes buscar las manos fértiles de los ancianos       

las manos inventoras de los niños       

el gozoso misterio en las manos de tus hermanos y hermanas:       

renuncia al centro.

25


De repente el olor de las mimosas        
como una antorcha que respira o como        
una ola inmemorial que besa        
la desnudez expectante de la playa.        

No es más que la puerta        
que se abre, pero pone en movimiento        
un aire donde cuaja        
toda la dulzura de este precario otoño.

viernes, 16 de mayo de 2014

Enrique Jardiel Poncela, "Máximas mínimas y otros aforismos" (9)

Máximas mínimas: 535 aforismos sobre temas que, por no ser de actualidad, están siempre de actualidad

DEL IDEAL Y LA ILUSIÓN

420. La ilusión es el error poetizado.

421. El ideal es el horizonte.

424. Tener ilusiones es propio de idealistas; tener ideales es propio de ilusos.


DEL CINISMO

426. Ser cínico es volver a escribir lo que ya habíamos tachado.


DE LA PROPIEDAD

429. Todo lo propio parece mejor que lo ajeno excepto la mujer.

430. El que no posee quiere que nadie posea.


DE LA EXPERIENCIA

442. Se llama experiencia a una cadena de errores.

443. La experiencia es una enfermedad que no se contagia.


DE LA LIBERTAD

446. La libertad se desea para volverla a perder.

448. Nunca hay suficiente libertad para imponer la libertad.

449. La libertad vive encerrada en la cárcel de las matemáticas.

450. Ser libre es dejar de depender de alguien para depender de todos.

452. Se es más esclavo de los débiles que de los fuertes.


DE LA AMISTAD

453. La amistad, como el Diluvio universal, es un fenémeno del que todo el mundo habla, pero que nadie ha visto con sus ojos.

456. Un buen amigo os dirá siempre la verdad, salvo en el caso de que la verdad sea agradable.

460. Aconsejar amistosamente es querer que hagan los demás lo que no haríamos nosotros mismos.

461. Al llevar al lado una mujer linda los amigos hallados en la calle tienen siempre más cosas que decir que cuando vamos solos.

462. Si queréis lograr la amistad de la mayoría de las gentes habladles mal de los amigos que les hayan favorecido.

Ramón G. del Pomar, "El subjuntivo errante" (5)




25.

PASO a paso repongo fuerzas
catando al compás del eco de mis zapatos.
No siempre cimbrea sobre mi
el espíritu que me pone el alma
ni me pierdo en canciones
que llevan sangre a las grietas.
Mis oídos se guían
por latidos inspiradores
y me sobra la memoria.
Tan solo una voz para la esencia rebosada de cenizas.
Polvo por el que cantan las venas.
Latidos del pensamiento
mientras el sol se cuela por las sorpresas
escritas en las comisuras.
Aquí no hace falta que me hable de mí.
Este silencio escucha las bromas de la parsimonia
y rebosa la copa de los pasos que da hoy
por donde ayer fue mañana.
Y aunque mis ojos continúen ciegos
todo a mi alrededor bebe de la primavera.
Por la que avanzo.


26.

EL roce cálido de los deseos vivos
me deja una sensación cercana a la fuente
que me dotó de sensibilidad.
A ese regazo de amor traslúcido
con gestos balsámicos
que escondía besos en las rojeces
de mis morcillitas
depositando emociones calladas
entre mis misterios.
Sonidos habitando dentro de los míos.
Mensajes dejados para la distancia.
Secretos aunados a la inocencia
escondidos donde la impericia
me adiestraba para soñar.
El eco de lo incorpóreo es tenue,
invisible al roce de una nueva madrugada
pero inconmensurable dentro de sí.
En este mundo lleno de cadencia en el movimiento
¿por qué nadie me avisó del esfuerzo sobrehumano
que produce la desidia?

miércoles, 14 de mayo de 2014

"Mentiras", Rocío Peñalta Catalán en "Andar por casa (2)




Mentiras

Lo admito, me gusta mentir. Pero no engaño a nadie. Sólo a mí mismo. A veces me digo cosas que no son del todo ciertas como «Querer es poder», «Ánimo, tú puedes conseguirlo», me digo. «No eres ni más ni menos que los demás», «Has estado a punto de lograrlo», «No tienes que compararte con nadie». «Todos somos únicos», me digo.
Me engaño sobre mi estado de ánimo: «Hoy te has levantado con el pie izquierdo, mañana estarás más animado». O miento acerca de mis sentimientos: «Esa chica empieza a gustarte», cuando en realidad estoy locamente enamorado. «No tenéis una relación seria, cada uno es libre de hacer lo que quiera», me digo. «Tú no eres celoso» o «Serías capaz de cualquier cosa por ella», «Matarías a quien intentase interponerse entre vosotros», «Pero si apenas la conoces...».
También me digo cosas como «Tienes clase, estilo, carisma»; «Eres especial». O algo así como «Esa mujer te ha mirado, seguro que le interesas», «A tu vecino le gusta tu traje», «Tus amigos te envidian».
O «Ese hombre lleva la misma corbata que tú», aunque no lleve corbata...
También invento rumores sobre mí mismo y me los susurro al oído: «En el trabajo creen que eres gay». Y me contesto: «No tengo que dar explicaciones», «Que crean lo que quieran», «No me importa lo que los demás piensen de mí», «Estoy por encima de todo eso»... pero puede que no siempre sea cierto.
También suelo engañarme con mis aficiones, pretendo hacerme el interesante: «Me gusta la numismática» o «En mi tiempo libre, colecciono sellos» o «Diseco mariposas; mira, ésta es una bómbice del alianto», cuando en realidad me paso las horas conectado a internet... pero, ¡si soy un analfabeto digital! «No sabes ni coger un ratón», me digo, a pesar de mi licenciatura en ingeniería informática, ¿o era aeronáutica? «Pero si eres de letras...».
«¿Por qué no vas a un restaurante chino?, te encanta la comida asiática», me digo. «Pero si eres alérgico a la soja», exclamo. «Siempre has preferido la comida italiana», «Te vuelve loco el cous-cous», me digo.
A veces miento sobre mi edad: «Ya estás mayor», me digo. «Aún estás en edad de hacer locuras, si apenas tienes 20 años» o «Nunca superarás la crisis de los cuarenta», me convenzo.
Algunos días me ilusiono con noticias como: «Antonio, tu jefe está pensando en darte un ascenso». Y planeo un viaje con el aumento de sueldo: «Si ahorro, podré ir a La India, siempre lo he deseado», aunque lo que en realidad quiero es tomar el sol en alguna playa del Caribe... o tal vez preferiría hacer una excursión por los Alpes suizos.
Otros días estoy negativo y pienso: «Se me acaba el paro, tendré que empezar a buscar empleo» o «Este trabajo es demasiado aburrido para ti, tantas horas encerrado en la oficina...». Pero en realidad tengo un trabajo emocionante, soy astronauta o detective privado. Otras veces invierto en la bolsa: «Compra acciones ahora, antes de que suba el IBEX 35», me digo apremiante.
A veces me engaño sobre mi aspecto físico. «Los años no pasan en vano, te estás quedando calvo», me digo. Al día siguiente, me miro en el espejo y exclamo: «¡Daniel, deberías cortarte esas greñas, las rastas ya no se llevan!». «Es duro ser mujer, odio que se me hagan carreras en las medias», confieso.
Empapelo el pasillo con carteles: «He perdido a mi perro», me digo y miro a mi gato que ronronea en el sofá.
«El vecino del tercero te ha rallado el coche», me digo y me enfado con él. Luego saco mi scooter del aparcamiento. «A estas alturas ya deberías tener carnet de conducir», me digo.
«Es reconfortante recibir tantas cartas de tus fans, aunque a veces agobia un poco», pero reconozco que es divertido. O lo sería... Saco del buzón una factura de la luz y publicidad de Telepizza. Alguna vez me escribo un anónimo y lo paso por debajo de la puerta. «Han secuestrado a tu hija», me digo. O a tu hermano... no sé bien si lo tengo.
A veces me miento sobre mi número de DNI o sobre los fondos de mi cuenta corriente. Algunos días cambio de domicilio: «Tu casa está en 63th Ewhurst Street», me digo o en la Quinta Avenida. A veces no recuerdo bien dónde vivo: «¿Ves, Jorge? Ya te has perdido», me digo mientras meto la llave en la cerradura del portal.
En ocasiones, mi trabajo me obliga a viajar. «Ya lo sabías cuando decidiste ser diplomático», me digo. A veces soy agente de la CIA o tengo que huir de la mafia. «Te persiguen por tus deudas de juego», me reprendo. O la policía me busca por mis crímenes de guerra, «Serás juzgado por un tribunal internacional».
A veces hago cosas emocionantes: he formulado la teoría de la relatividad, «Fue genial cuando te dieron el Premio Nobel de la Paz», me recuerdo. A veces descubrí América o un satélite de Neptuno.
También miento sobre mi nombre: «Sabes que el nombre que aparece en el carnet no es el verdadero», me digo, «en realidad te llamas Víctor o Guillermo». Un día soy James y otro Vincent o Carla. También me he llamado Marie Curie, Adolf Hitler, Gustav Klimt, Johan Sebastian Bach, Clint Eastwood... «Todos conocen tu nombre, Miguel de Cervantes», me digo. «Eres famoso en el mundo entero, Sidharta».
Pero cuando lo pienso detenidamente, ni siquiera sé bien cómo me llamo, ni quién soy... Algunas veces soy yo y otras veces, tú.

martes, 13 de mayo de 2014

"Máximas, sentencias y aforismo" de Séneca (5)

Todo lo vence la porfiada diligencia.

No interesa el que leas muchos libros, mas interesa mucho que sean buenos los que leas.

Ninguno ama a su patria porque es grande, sino porque es suya.

No hay camino que no tenga fin.

Para el hombre ocupado no hay día largo.

La virtud no permanece oculta.

No se debe imitar a uno solo, aunque sea el más sabio.

Si algún animal tiene paz, la debe a nuestro hartamiento.

El que sin fundamento empieza, nunca tiene, en lo que hace, asiento.

El verdadero amor no sufre dilaciones.

La obediencia del vasallo hace pacífico al señor.

Toda vida es tormento.

Bien acaba la virtud, si acaba primero la vida.

Del tormento se libra el que fácilmente lo sufre.

Al que va de prisa se le hace grande un pequeño estorbo.

Mejor parece a los mozos el peor consejo.

Poco nos hubiera dado naturaleza si más que a sí no nos diera.

Natural es al pobre contar muchas veces el caudal.

Más daño hace el enemigo al que huye.

Si alguna cosa deseas de mucho valor, procura que haya pocas como ella.