¡Actualidad! Tan fugaz/ En su cogollo y su miga,/ Regala a mi lentitud/ El sumo sabor a vida. Jorge Guillén
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viernes, 19 de septiembre de 2014
José Bergamín, "Aforismos de la cabeza parlante" (3)
La guerra no es solamente una forma de la política, sino su fisonomía propia, su rostro desenmascarado, su faz desnuda o descarnada. Por eso la guerra, como la política, tiene dos caras: una se llama hipocresía, la otra cinismo. La guerra es -sigue siendo- la lucha de la hipocresía contra el cinismo.
El cinismo es todo lo contrario de la hipocresía porque es la máscara moral de la sinceridad. O dicho de otro modo: es la sinceridad moralmente desenmascarada. Ser cínico es la única manera moral de ser sincero. Tartufo en el antípoda de Don Juan.
¡Qué admirable fe la de esos desgraciados!, me decían ante el espectáculo doloroso de una muchedumbre implorante. Esos desdichados, con los brazos en cruz, arrastrándose de rodillas y lamiendo el polvo de los suelos, tocando y besando el trozo de madera idolatrado, con tan tremenda súplica sacrifican espantosamente en sí mismos la conciencia humana al destino. Su credulidad es la hermana cainita, fratricida, de la creencia. La credulidad mata la fe como Caín: por envidia divina.
La corrupción sacerdotal y política de las religiones explota la credulidad por conveniencia propia. El sacerdocio endemoniado se autodiviniza.
¿Para qué quemáis las iglesias?-preguntaba un católico político a un impolítico anarquista.
Y el anarquista respondía: -Quemamos las iglesias para libertar a Dios.
-¡Y nosotros que las habíamos construido -suspiraba el politicastro católico- para libertarnos de Dios!
La música nos engaña siempre porque no puede nunca cumplir una palabra que no tiene.
Esa poesía, esa pintura, esa música... lo son de tan buen gusto y tan buen tono, me decía un chusco, que parecen fórmulas leucocitarias del pensamiento.
El buen tono, pasa. El buen gusto, queda. [...]
"El pensamiento no delinque", dijo un político. Y le contestaba un filósofo: "ni el delincuente piensa".
"Aprende a ser el que eres", afirmó Píndaro. Y nuestro Calderón, al paño: aprende a ser el que sueñas. A ser el que sueñas y no a soñar el que eres, como hacen todos [...]
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