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jueves, 11 de septiembre de 2014

Poemas de Miguel d'Ors



Vista de Roma

Esto es vivir:
resquebrajados muros,
fustes truncados, torsos abatidos
dioses que no respeta
ni el cardo ni la ortiga, pulcros trazos
piadosos ofendidos
por la lata herrumbrosa, la suela calcinada,
la camada de galgos polvorientos,
consuetudinaria prostituta...
Y la tarde que pasa sobre todas las cosas
indiferentemente, como el carro
del vencedor hollando los despojos.
Estos es vivir: un porvenir de polvo,
la chispa que sucumbe en el oscuro
reino de la ceniza.


As time goes by

Decir pestes de él tiene, sin duda,
un sólido prestigio literario
-tacharlo de asesino, por ejemplo,
o compararlo con
uno de esos ciclones con nombre de corista
que pasan y que dejan en los telediarios
un paisaje de grandes palmeras derrocadas
y uralitas errantes,
o simplemente lamentarlo a base
de tardes y de otoños en pálidos jardines-,
pero ahora, con la mano en el poema,
os lo confieso: he sido siempre yo
el que salió ganando de todos nuestros tratos.
A cambio de esta luz sabia y serena
con la que la experiencia ilumina las cosas
a mí se me ha llevado
sólo la juventud, ese divino
tesoro que no sirve para nada
-ya lo dijo Mark Twain- puesto en las manos
insensatas de un joven.


Como el agua

Como el agua
se afana
callada
bajo el trigo,

como la tierra,
humilde,
elabora
metales
y eleva
hasta la rosa
la hermosura,

así, de esa manera,
escribirás
tus versos:
sólo en hondo
silencio
germinan
las palabras
luminosas.

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