Mi abuelo, al tomar el café,
me habla de Juárez y de Porfirio,
los zuavos y los plateados.
Y el mantel olía a pólvora.
Mi padre, al tomar la copa,
me habla de Zapata y de Villa,
Soto y Gama y los Flores Magón.
Y el mantel olía a pólvora.
Yo me quedo callado:
¿de quién podría hablar?
Octavio Paz, del que ayer se cumplió el nonagésimo tercer año de su nacimiento, y que vió tanto desastre mexicano.
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