Dulce neurosis;
plenitud en el seísmo
de tus labios.
Aranxa Oteo
(vino despacio,
cuando el reloj)
Me retiró las lágrimas
que asomaban frágiles.
La soledad no entiende
de citas, ni de fechas,
se adhiere a los zapatos
restregándose
en todas las grietas
de esta ciudad
como una puta cualquiera,
mientras la noche
discrepa de nuevo
con este reloj que no avanza,
y viene, siempre viene,
como aquel amor que ya no es,
como ese temblor antes conocido
que no necesita papeles
ni cuenta corriente
ni dinero en el banco,
y viene,
como ese amor
que ya se me hace necesario.
Eva R. Picazo
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