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"Costumbres literarias", por Mesonero Romanos




Costumbres literarias

- I -

La literatura

«Virtud y filosofía
Peregrinan como ciegos:
El uno conduce al otro,
Llorando van y pidiendo.
LOPE DE VEGA.

Desde que en España hay literatura, se ha venido repitiendo constantemente que en ella no puede haber literatos; y siéndolo los mismos que dicen esto, preciso será creerlos bajo su palabra, y convenir con ellos en que el cultivo de las letras no es entre nosotros el mejor género de cultivo.

Y a la verdad ¿qué es un literato, meramente literato, en nuestra España? Una planta exótica a quien ningún árbol presta su sombra; ave que pasa sin anidar; espíritu sin forma ni color; llama que se consume por alumbrar a los demás; astro, en fin, desprendido del cielo en una tierra ingrata, que no conoce su valor.

Si, confiado en la superioridad de su genio, no supo unir la adulación a las dotes de su talento; si, mirando desdeñosamente los intereses materiales, no acertó a mendigar un favor del poderoso; favor menguado que apartándole de sus nobles ocupaciones, le convierte en lisonjeador de oficio o en mecánico oficinista; todo su saber, por grande que sea, bastará tal vez a conquistarle un lugar distinguido en las crónicas literarias del país; acaso la posteridad encomiará su genio; acaso levantará estatuas a su memoria; pero en tanto su vida se consumirá angustiosa en medio de las tristes privaciones; y aquel hondo despecho que produce en el alma un desdén injusto, abreviará sus días, y le conducirá muy luego al ignorado sepulcro, que en vano buscarán sus futuros admiradores.

Hubo un tiempo, es verdad, en nuestro país, que parecía presagiar a las letras más alta fortuna, más estimada consideración. Los siglos XVI y XVII, imprimiendo en este punto a las costumbres una tendencia bienhechora, vieron muy luego aparecer eminentes ingenios, que, consignando eternamente la gloria de aquella edad, recompensaron con usura los favores que de ella pudieron recibir.

Sin embargo, no bastó tampoco entonces el talento literario; preciso fue también unir a él la intriga cortesana, y saber prescindir en ocasiones del hombre de letras, para aparecer bajo el aspecto del hombre político o del discreto palaciego. -Los que, como Quevedo, Mendoza y Saavedra, supieron reunir estas cualidades a las de escritores, vieron recompensado su mérito con altos empleos, con regios favores, y figuraron airosamente entre los primeros hombres públicos de su tiempo; los que, como Cervantes, Lope y Moreto, limitaron su ambición a la gloria literaria, fueron, es verdad, el objeto de entusiasmo de su siglo, y pudieron presagiar en vida el tributo de admiración que había de rendirles la posteridad; mas sus trabajos, tan aplaudidos y admirados, no bastaron a asegurarles una cómoda subsistencia, ni a legar a sus hijos otra cosa que la gloria de sus nombres esclarecidos. -Lope de Vega
quedó empeñado al morir después de haber escrito dos mil comedias (que los cómicos solían pagarle a 500 rs.), y otras muchísimas obras sueltas; Calderón vendió todos sus autos sacramentales a la villa de Madrid por 16000 rs., y Miguel de Cervantes tuvo que mendigar el socorro de un magnate para dar a luz la obra inmortal que había de ser el primer título de la gloria literaria del país.

Cuando en el último tercio del siglo anterior volvieron a aparecer las letras, después de un largo periodo de completa ausencia, una feliz casualidad hizo que hombres colocados en alta posición social fueran los primeros a cultivarlas; y de este modo se ofrecieron a los ojos del público con más brillo y consideración. Montiano, Luzán, Jovellanos, Campomanes, Saavedra, Llaguno, y los padres Isla y González, el duque de Híjar, los condes de Haro y de Noroña, Viegas, Forner, Cadahalso y Meléndez, ocupaban los primeros puestos del Estado, las sillas ministeriales, las dignidades eclesiásticas, las embajadas, la alta magistratura y los grados superiores de la milicia; bajo este aspecto pudieron servir y sirvieron efectivamente, a las letras, tanto para adquirirlas en el concepto público aquel respeto que por desgracia solo se prodiga a los falsos oropeles, cuanto para estimular a la juventud a emprender una carrera que no aparecía ya como incompatible con los halagos de la fortuna.

Empero de un extremo vinimos a caer en el opuesto; los jóvenes se hicieron literatos para ser políticos: unos cultivaron las musas para explicar las Pandectas; otros se hicieron críticos para pretender un empleo; cuáles consiguieron un beneficio eclesiástico en premio de una comedia; cuáles vieron recompensado un tomo de anacreónticas con una toga o una embajada. -Y siguiendo este orden lógico se ha continuado hasta el día, en términos que un mero literato no sirve para nada, a menos que guste de cambiar su título de autor por un título de autoridad.

De aquí las singulares anomalías que vemos diariamente; de aquí la prostitución de las letras bajo el falso oropel de los honores cortesanos. -¿Fulano escribió una letrilla satírica? Excelente sujeto para intendente de rentas. -¿Zutano compuso un drama romántico, o un clásico epitalamio? Preciso es recompensarle con una plaza en la Amortización. -Aquel que hace muy buenas novelas, a formar la estadística de una provincia. -Este, que ha traducido a Byron; a poner notas oficiales en una secretaría. -El otro, que escribió un folletín de teatros; a representar al Gobierno español en un país extranjero.

Entre tanto, aquellos escritores concienzudos, que ven en el cultivo de las letras su sagrada y única misión, y que no sabiendo o no queriendo abandonarlas, esperan recibir de ellas la única corona a que aspiran, yacen arrinconados, y como se dijo al principio, peregrinos en su propia patria; y el pueblo que los mira, y los magnates que no comprenden la causa noble de su desdén, le arrojan al pasar una mirada compasiva, o llegan a dudar hasta de sus intenciones o su talento... -«¡Literato!... ¿Qué quiere decir literato?...», le preguntará la autoridad al empadronarle. -«¡Poeta!...», repetirá el pueblo... «¡Valiente poeta será él, cuando no ha llegado a ser ni siquiera intendente o covachuelo!».

De esta manera, la multitud, que solo juzga por resultados, se acostumbra a ver la literatura como un medio, no como un fin; como un título de elevación, no como un patrimonio de gloria; y entre tanto que ensalza y eleva al talento, y engalana la persona del autor con relumbrantes uniformes, deja olvidadas sus obras en la librería; y por una singular contradicción, aquellos mismos escritos bajo los cuales se escondía una elevada posición social, sirven al mismo tiempo para que el inhumano tendero envuelva en ellos las pasas de Málaga, o los quesos de roquefort.


- II -

El manuscrito

«Así se animarán nuevos autores a imprimir obras que vender al peso».
IRIARTE.

Y para hacer más sensible el argumento por medio de un ejemplo, figurémonos un autor que después de haber dedicado largos años a trabajar concienzudamente una obra literaria, ve por fin concluido el trabajo en que vincula la gloria de su nombre y las esperanzas lisonjeras de su porvenir...

¡Pobre autor! ¡Tú creías cuando dabas fin a la última página de tu libro, que nada te quedaba ya que trabajar, nada que padecer! -Pues entonces es cuando empieza tu verdadero sufrimiento, tu más ingrata tarea. -Por fortuna, en el día no tienes que temer las trabas de una censura arbitraria, ni necesitas mendigar un permiso, que las leyes actuales te conceden gratuitamente... Si hubiera sido hace algunos años, tu primera diligencia sería la de poner un pedimento en papel sellado, y cargado con él y con tu manuscrito, acudir a la escribanía de cámara del Consejo de Castilla, dejándolos allí confiados en manos de curiales entre despojos y moratorias ... ¡Qué agudo puñal para un escritor al dar el tierno adiós (que podía muy bien ser el último) a su amada obra, y arrojarla entre profanos, que midiéndola por su escasa inteligencia, no hacían escrúpulo en despreciar un manuscrito que acaso la posteridad miraría como un tesoro!

El secretario formulaba su relación, y cargando con el manuscrito entre los demás papeles del despacho, entraba al Consejo a dar cuenta de él entre un permiso de feria y un alegato de bien probado; -el tribunal mandaba censurar aquel, y el escribano era regularmente el que designaba el censor; y si la obra era de bella literatura, la remitía al guardián de San Francisco o al cocinero de los Mínimos; y si hablaba de Historia, no faltaba algún capellán de monjas; o un abogado del Colegio, si se trataba de una colección de poesías. -En vano el pobre autor trataba de adivinar por todos los medios posibles en qué manos se hallaba; este secreto era secreto de Estado, y los hombres de ley sabían guardarlo, y dar así a los censores todo el desahogo posible para que pudieran meditarla a su sabor dos o tres años.

¿Quién pintará las angustias de aquel mísero autor en este tiempo? ¿Quién sus exquisitas diligencias para descubrir el paradero de su futura gloria? Por fin, al cabo de muchos meses y de varios pedimentos de recuerdo, decretados por el tribunal, el tiránico censor devolvía la obra, o con una negativa terminante, o toda mutilada con inmundos borrones, que hacían desaparecer su mérito principal; y gracias, cuando no se metía a enmendarla de su propia autoridad y hacer decir al autor cosas que ni en sueños imaginara. -Satisfecho de este modo el tribunal de que el libro no contenía nada contra nuestra santa religión ni las regalías de la corona, solía conceder el permiso, y el autor se daba por muy satisfecho cuando a vuelta de algunos ducados, y aparapetado con su Real cédula, lograba recoger aquella oveja descarriada, su libro querido, todo desvencijado por manos impuras, y con sendas rúbricas en cada una de sus hojas.


Ahora, es verdad, los tiempos han cambiado; para ser autor no se necesita más que un buen ánimo; y en gracia de esta libertad, han llegado las letras a la altura que las vemos. Asombroso, a decir verdad, debe ser el número de obras importantes que han debido ver la luz desde que se abolió toda censura; nuestros escritores, que antes se escudaban con ella para justificar su silencio, han podido dar a conocer sus prodigiosos adelantos y su genio superior. Ciencias, artes, literatura, todo han podido tratarlo con extensión; nadie les ha ido a la mano... Desde entonces las imaginaciones han tomado un vuelo gigantesco, las luces se propagan, las prensas gimen, y... ¡desgraciada la madre que en estos tiempos no tiene un hijo escritor!... Por resultado de este movimiento admirable, benéfico, sublime, ¿dónde están las enciclopedias profundas, las filosóficas historias, los científicos viajes, las críticas novelas, los admirables poemas? -Sin duda que han debido abundar en estos tiempos de franquía político-literaria. -Sin duda que nuestros escritores se habrán dado prisa a vengar el honor nacional, y a responder victoriosamente a los terribles cargos que de dos siglos a esta parte les dirige la Europa entera... -Sí, señor, han respondido, han escrito multitud de volúmenes... de periódicos, llenos de partes militares o de alocuciones civiles. El público no quiere más historias que la historia contemporánea, ni busca otro progreso sino el progreso de la guerra.


- III -

La librería

«En literatura, el producto del trabajo esté en razón inversa de su importancia».
ADISSON.

Mas, volviendo a nuestro anónimo escritor, a quien hemos dejado con su manuscrito bajo el brazo, salvándole, cual otro Camoens, de los embates de las olas, sigámosle paso a paso en sus diligencias ulteriores hasta ver realizado el objeto de sus esperanzas.

Por de pronto, le encontraremos corriendo una a una todas las imprentas de Madrid, y cotejando formas, y demandando precios, y escogiendo papel, y reduciendo, en fin, a números todas las circunstancias del contrato, hasta arreglar convenientemente sus bases.

Pocas cosas hay tan entretenidas como ver a un literato ajustar una cuenta o formar un cálculo con aquella pluma con que suele volar por las vagas regiones de la fantasía. La falta de práctica y su escaso conocimiento de los guarismos le hacen equivocar a cada paso la cuenta; y suma y multiplica, y vuelve a sumar y multiplicar, y unas veces saca mil y otras un millón; y quien de 24 quita 6 deja 40, y llevo 7; dos mil ejemplares vendidos a duro hacen 200000 duros; rebajados 500 por el coste de su impresión, quedan 150000 duros limpios de polvo y paja... ¿A dónde vamos a parar?

Que se ajustan, en fin, literato e impresor, y que empieza la tarea de la composición y la corrección de pruebas, y el ajuste, y el pliego de prensa, y la tiración y retiración, y las capillas , y el alce y el plegado; y mi autor en algunos meses no sabe qué cosa es dormir, ni sosiega un solo instante; y unas veces riñe con el regente de la imprenta por la tardanza, y otras con los cajistas por la precipitación; y se desespera por una errata, porque en vez de tu mano esquiva, le han puesto tu mano de escriba, o en lugar de memoria póstuma han estampado memoria postema, u otros quid pro quos tan inocentes como estos, en que suelen incurrir los inocentes cajistas.

Llega, por fin, el suspirado momento en que, ya corrientes y encuadernados los ejemplares de impresión, va a proceder a la venta, y una mañanita muy temprano sale mi diligente autor a revistar uno por uno todos los esquinazos de Madrid, donde ha hecho fijar grandes cartelones con letras tan grandes como todo el libro; y se aflige y desespera porque unos los encuentran demasiado altos, y otros demasiado torcidos; cuáles empezados a rasgar; cuáles rasgados del todo; estos cubiertos por un anuncio de novillos; aquellos ofuscados por una función de cofradía. -Pero se consuela con que en aquel mismo día la Gaceta y el Diario han anunciado su obra en términos precisos, y que ya de antemano ha regalado un ejemplar a todos los periodistas de Madrid, los cuales, en conciencia no podrán menos de decir que la obra es excelente, y el autor un buen sujeto, con la demás música celestial de costumbre, no olvidando al final la librería donde se vende o se quiere vender.

Y aquí llamo la atención de mis lectores no madrileños, para hacerles un pasajero bosquejo de lo que es una librería en nuestra heroica capital.

Siempre que a su paso se encuentren una portada gótico-arabesca y hermoso cierre de cristalería; siempre que vean relucir en el interior brillantes dorados y transparentes, y coronada la pintada muestra por un cuerno de Amaltea o por una fama trompetera; aquello, por supuesto, no es una librería, sino un almacén de objetos más útiles, tales como guantes o confitura.

Siempre que miren un prolongado mostrador, asediado por multitud de bellezas mercantes, por infinidad de galanes paganos; allí, por supuesto, no se venden libros, sino sedas y cachemiras, ni se conocen otras letras que las de «Precio fijo», estampadas en góticos caracteres en el fondo del almacén.

Empero cuando vean un menguado recinto de cuarenta pies de superficie, abierto y ventilado por todas sus coyunturas, cubiertas las paredes de unos andamios bajo la forma de estantería, y en ellos fabricada una segunda pared de volúmenes de todos gustos y dimensiones, pared tan sólida e inamovible como la que forma el cuadrilátero recinto; -siempre que vean este, cortado a su término medio por un menguado mostrador de pino sin disfraz, tan angosto como banco de herrador, y tan plana su superficie como las montañas de la Suiza; -siempre que encima de este laboratorio vean varias hojas impresas a medio plegar, varias horteras de engrudo, y el todo amenizado con las cortaduras del papel y los restos del pergamino; -siempre que detrás acierten a columbrar la fementida estampa de un hombre chico y panzudo, como una olla de miel de la Alcarria, y vean sobre la abertura que forma la trastienda un pequeño nicho en forma de altar con una estampa de San Casiano, patrón de los hombres de letras; -siempre que encuentren, en fin, todas estas circunstancias, detengan el paso, alcen la cabeza, y verán en los dos esquinazos de entrada unos misteriosos emblemas de líneas blancas y coloradas, y sobre el cancel un mal formado rótulo, que en anticuadas letras dirá forzosamente: «LIBRERÍA».

A decir verdad, que nada es más a propósito para dar una idea del estado de la literatura en nuestro país, como el aspecto de las tiendas de libros, que sin celos ni estímulos de ninguna especie han visto progresar y modificarse, según los preceptos de la moda, a las quincallerías, floristas, confiteros, todos los almacenes de comercio, hasta las zapaterías y tabernas; y ellas, impasibles en aquel estado normal que las imprimió el siglo XVIII, han permanecido estacionarias, sobreviviendo indiferentes a las revoluciones de la moda y a las convulsiones heroicas del país.

Si, prescindiendo de la librería, consideramos aisladamente la persona del librero, hallaremos en él la misma inamovilidad, igual estoicismo que en aquella. -Desdeñando con altivez todos los esfuerzos del resto del comercio, vive tranquilamente encuadernado en su mostrador de pino y sus anaqueles de becerro, repartiendo el producto del humano saber con sus compañeros los ratones (que hoy los hay con un hambre del año 12). Si escucha hablar del colosal movimiento de los libreros de Londres y de París, del lujo de sus almacenes, de la pompa de sus catálogos, y de sus grandes empresas mercantiles, el librero madrileño sonríe desdeñoso, y sigue sin responder plegando calendarios o dando a los cartones una mano de engrudo. -Si se le pregunta por el mérito de una obra, responde con indiferencia: -«No es cosa; no se han vendido más que cien ejemplares». Para él la pauta de todos los libros está en su libro de caja, y por este estilo aprecia más que las obras de Homero, el Sarrabal de Milán; y mucho más el Arte de cocina, que los Varones ilustres de Plutarco.

Ocupado sin cesar en sus mecánicas tareas, escucha con indiferencia las interesantes polémicas de los abonados concurrentes (todos por supuesto literatos), que ocupan constantemente los mal seguros bancos extramuros del mostrador; los cuales literatos, cuando alguno entra a pedir algún libro, le glosan y le comentan; y dicen que no vale cosa; y después de juzgarle a su sabor, le piden prestado al librero un ejemplar para leerle. Y mientras tanto ojean un periódico, y mascan y muerden a su sabor el artículo de fondo, y luego la pegan con la comedia nueva y hacen una disección anatómica de ella y de su autor. Todo hasta que dan las dos, hora en que el librero, recogiendo sus chismes, les invita a comer la puchera, que es lo mismo que decirles que se vayan a la calle. Y luego cierra la tienda, y come y duerme su siesta, y vuelve a abrir, y vuelve a reproducirse la escena anterior.

Pero si mal no me acuerdo, dejamos a mi autor caminando hacia la librería; pues bien, figurémonos que entra en ella a la sazón que acaba el librero de despachar un ejemplar, el tercer ejemplar de su obra, y que los literatos del banquillo han abierto la discusión sobre ella.

-¿Ha leído V., señor don Hermógenes, ese libro nuevo?

-¡Cómo si lo he leído! Página por página me lo ha consultado su autor.

-¡Calle! ¿conoce V. al autor?

-Pues ¡no le he de conocer, si ha sido discípulo mío! y dé gracias a mis advertencias y correcciones, que si no... pero callemos, que no es cosa de decirlo todo; dejémosle gozar tranquilamente de los honores del triunfo.

-Me han dicho (replica D. Pedancio), que es un muchacho de mérito, y que...

-Sí, señor, tiene chispa, y si estuviera bien dirigido...

-¿Cómo bien dirigido? ¿pues no he dicho que le dirijo yo?

-Tiene V. razón, y a decir la verdad, ya me parecía a mí que era imposible que ese mozo hiciera por sí nada de provecho; figúrense ustedes que le he conocido hace veinte años jugando a la rayuela todas las tardes con los chicos de mi vecino don Abundio... y luego, señor, lo que yo digo, ¿qué han de saber estos muchachos, ni qué universidades han cursado, ni qué oposiciones han sostenido, ni...?

(Mientras este ligero diálogo, el joven autor ha entablado un aparte con el librero para informarse de la venta; y luego que este le asegura que en todo el día ha realizado tres ejemplares, hace un gesto expresivo, da un suspiro, y lanzando una mirada fulminante a los interlocutores, se sale precipitadamente de la tienda.)

-Oiga V., señor amo de casa, ¿no querrá V. decirnos quién es ese caballerete que acaba de salir?

-Ese caballerete (responde el librero), es un amigo de todos ustedes y protegido de mi señor don Hermógenes.

-¿De verdad?

-Sí, señores, es el autor de quienes ustedes hablaban, y no sé cómo no lo han conocido.

-A la verdad, replican todos, que está bastante desfigurado... y luego esta vista tan cansada... ¿no es verdad, V., señor don Pedancio?

Los quince primeros días repite diariamente el joven la visita a la librería, y ajustando mentalmente la cuenta, saca la consecuencia de que en ellos ha despachado veinte y cinco ejemplares; y sin embargo, todo el mundo le habla de la obra, y todos sus amigos se la elogian y le colocan a par de Cervantes; es verdad que él ha tomado la precaución de regalársela a todos; y al cabo del mes pide cuentas al librero, el cual se la da de treinta ejemplares; al segundo mes de diez, y al tercero de ninguno; y entre tanto el impresor le ha cobrado la suya, y el encuadernador igualmente; y advierte, en fin, que su futura gloria le ha costado un purgatorio presente; y que en vez de los ciento cincuenta mil duros de ganancia, se halla con cien doblones de menos en el bolsillo.


- IV -

El autor

«Oui, j'aime mieux, n'en deplaise à la gloire, vivre au monde deux jours que mil ans dans l'histoire» .
MOLIÈRE.

Y con perdón de la gloria,
mucho más estimaría
vivir en el mundo un día
que mil años en la historia.

Entonces reconoce la ingratitud del siglo, y medita filosóficamente sobre la ignorancia de la multitud; pero templa su dolor con la consideración de los inconvenientes de la riqueza, y la gloria que le brinda la fama en las futuras edades, con lo cual se determina a pasar el resto de sus días dedicado a la filosofía y al estudio. -Mas desgraciadamente llega el día 30 del mes, y el casero le recuerda el alquiler del cuarto; la patrona le reclama el gasto de la casa; el sastre tiene la inhumanidad de presentarle la cuenta, y hasta el grosero asturiano que le sirve se atreve a interpelarle sobre el pago de su salario.

El desdichado autor cae entonces bruscamente desde su cielo ideal en este mundo mecánico y positivo; mira con dolor que el ingenio es un capital pasivo, que no empieza a producir hasta después de la muerte; que la sabiduría no tiene cosecha, o que si siembra ideas es para recoger únicamente desengaños; que hacer libros donde nadie lee, es ponerse a fabricar rosarios en Pekín; que aquella individualidad, aquella sublime excepción a que ha aspirado por resultado de sus tareas, le han constituido en una situación exótica en medio de una sociedad material y positiva; y que, en fin, todo su talento, toda su nombradía, no pueden hacerle prescindir de aquellas necesidades que esta misma sociedad le impone.

Entonces es cuando, dando un nuevo giro a sus ideas, las materializa y dirige a un resultado positivo; entonces cuando hace el sacrificio de su futura gloria en gracia de su vivir presente, y trata de hacer valer sus circunstancias para llegar a clasificarse en esta misma sociedad que antes miraba con enfático desdén. Entonces es cuando cambia las bibliotecas por las antesalas; los profundos volúmenes por los periódicos fugitivos; las relaciones literarias por las encumbradas y políticas. Entonces cuando hace la oposición o la defensa de los ministros; entonces cuando brilla en su mayor esplendor, y todos alaban su talento, y pasa de mano en mano altamente recomendado, hasta que da en las de un poderoso mecenas, que, en justo galardón de sus conocimientos literarios, o de su numen poético, le encaja una contaduría de estancadas o una administración de correos, con lo cual el ex-autor hace almoneda de sus libros, vende al peso todas sus impresiones a un almacenista de chocolate, y marcha satisfecho a desempeñar su destino y a firmar oficios y cargaremes.

Y aquí concluyó el literato, y empezó su positiva carrera el funcionario público.

(Marzo de 1837)

martes, 29 de abril de 2014

"Máximas, sentencias y aforismo" de Séneca (3)

El fin de un trabajo es principio de otro.

Grande recomendación tiene un rostro hermoso.

Más grata es la virtud en una persona hermosa.

El que no tiene cargos públicos no se tiene por honrado.

Mejor es hacer a otros herederos, que buscar a quien heredar.

De los males posibles ninguno peor que la voluntad del vulgo.

En el pecho del sabio, aun sanada la herida, queda señal.

Más alegre cosa es granjearse un amigo que tenerlo.

Menos duran los deleites que su memoria.

Nadie puede ganar sin que otro pierda.

Mucho falta al que mucho tiene.

Más ama el que  con mayor peligro se pone a menos provecho.

Pierde la virtud sus fuerzas si le falta oposición.

Sepultura es de ingenios la sensualidad.

Mucho camino tiene andado para mejorar las costumbres el que desea mejorarlas.

No es buena la causa que tiene necesidad de compasión.

Más difícil es vencernos a nosotros que a nuestros enemigos.

Ninguno, si no se compara, es desdichado.

No es blando el camino del cielo.

No hay cosa honesta que no sea útil.

Sonetos de Fernando de Herrera (2)


Dulce'l fuego d'Amor, dulce la pena
i dulce de mi daño es la memoria,
cuando renueva Amor l'antigua istoria,
qu'a su grave tormento me condena.

Mas cuando hallo mi esperanza llena
de bien i de promesas de vitoria,
un súbito dolor turba mi gloria,
i todos mis contentos desordena:

Que será esta Luz pura de belleza,
la fe d'el justo Amor en poca tierra
buelta, i el fuego muerto, que m'inflama.

¡O vano ardor de la mortal flaqueza,
si el fin, qu'ofrece paz de tanta guerra,
no dexará aun ceniza de mi llama.



Yo vi a mi dulce Lumbre qu'esparzía
sus crespas ondas d'oro al manso viento,
i con tierno i suäve movimiento,
mi duro coraçón enternecía.

Mi rustiqueza i torpe rebeldía,
perdió, vencida, el ostinado intento,
i en blando i regalado sentimiento
trocò mï älma l'aspereza mía.*

Nunca me vi más preso ni rendido,
y nunca vi en mi Luz mayor dureza,
ni más rezio desdén, ni largo olvido.

A término tan grave, i estrecheza,
Casas, mi triste suerte m'a traído;
que temo de mi Lumbre la belleza.

*El hiato que marcamos con diéresis tanto en 'i' como en 'a', Fernando de Herrera lo señala con un punto grueso sobre cada vocal.



Viví gran tiempo en confusión perdido,
i todo de mí mesmo enagenado,
desesperé de bien, qu'en tal estado
perdí la mejor luz de mi sentido.

Mas, cuando de mí tuve más olvido,
rompió los duros lazos al cuidado
d'Amor el enemigo más onrado,
i ante mis pies lo derribó vencido.

Aora, que procuro mi provecho,
puedo dezir, que vivo, pues soi mío,
libre, ageno d'Amor i de sus daños.

Pueda el desdén, Antonio, en vuestro pecho
acabar semejante desvarío;
antes que prevalescan sus engaños.

lunes, 28 de abril de 2014

Selección de versos de Jorge Riechmann (3)

Escena de infancia

De niño encendí hogueras        
para quemar lombrices de tierra vivas.        
Veraneaba entonces en el valle de Hecho.        

La crueldad de quienes        
torturaban sapos me asqueaba,        
alguna vez llegamos a las manos.        

Lombrices: carne        
rosa hasta la indefensión, universales anillos        
de sufrimiento mudo.        

Se retorcían como seres humanos.


Yo celebro

Canto        
mientras mi jardín se agosta.        

Canto        
mientras agonizan mis animales mis padres y mis hijos.        

Canto        
mientras mueren mares que no he navegado        
selvas que no he hollado        
ciudades que no he conocido.        

Canto        
con mi dulce cósmica expansiva        
carraspera de cadáver más brillante.


Justificación de la poesía

La poesía es injustificable.        
La tensión de las sílabas no es ni con mucho tan alta        
como la de las zumbantes torres eléctricas hincadas en el lomo de la tierra.        
La energía represada en los versos resulta ridícula        
en comparación con la embalsada por la presa.        
La canción y el cirujano prestan ayuda a la vida        
—¿quién preferiría la de la canción?        
La poesía tiene manos de nieve,        
tiene manos de cebolla, tiene manos de arena.        
Su respuesta al último para qué        
es un silencio        
ensimismado de angustia y de esperanza.        

La respuesta del ser humano        
al último para qué        
es también un silencio        
ensimismado de angustia y de esperanza.        
El ser humano es injustificable.

viernes, 25 de abril de 2014

Enrique Jardiel Poncela, "Máximas mínimas y otros aforismos" (6)

Máximas mínimas: 535 aforismos sobre temas que, por no ser de actualidad, están siempre de actualidad

DE LA SOCIEDAD Y LA VIDA SOCIAL

258. Toda sociedad es un organismo podrido que se conserva gracias al hielo de la hipocresía.

259. La única ley científica acatada por la sociedad es la de la atracción de los cuerpos.

261. Socialmente la mayor habilidad consiste en no tener la menor habilidad.

264. La popularidad social es lo que antes conduce a la impopularidad social.

266. Todo hombre es sociable, pero acaba siempre por regañar con sus socios.


DE LA SEDUCCIÓN

269. Para seducir a una mujer, lo primero que es preciso es huir de ella.

275. La mujer que ante las maniobras de un seductor no dice esta boca es mía, es porque está pensando "esta boca es tuya".

279. Las mujeres son tan terriblemente incongruentes que, a veces, para seducirlas hasta da resultados el mostrarse sincero, noble y generoso.

280. Recorriendo las calles detrás de las mujeres se logra conocer las poblaciones; pero, aunque se recorran todas las poblaciones del mundo, no se logra conocer a las mujeres.

282. El seductor hábil trata a las mujeres decentes como si no lo fuesen, y a las que no son decentes como si lo fueran.

285. Toda mujer encuentra bonita la fea boca que la lisonjea.

289. Lo que más seduce a una mujer honesta es una deshonestidad dicha al oído.

290. Las mujeres que llevan bonita ropa interior son las que se entregan más fácilmente.

293. Coleccionar mujeres es tan absurdo como coleccionar sellos, con la desventaja de que al final no hay quien le compre a uno la colección.

300. Es más caro vestir a una mujer que desnudarla.


DEL ARTE

303. Lo que más embrutece en cuestiones de arte es hablar a menudo con grandes artistas.

305. El camino más corto y seguro que puede seguirse en arte para llegar a obtener una originalidad asombrosa es ser absolutamente sincero.

306. Los montones de piedras y las tertulias artísticas se forman por acumulación de adoquines.

307. Debe tenerse al lado una mujer para que nos inspire la obra de arte, y debe huirse de esa mujer para poder realizar la obra.

Ramón G. del Pomar, "El subjuntivo errante" (2)


5.

DESTACAR el poder de los olvidos
ayuda en los procesos purificadores.
Sonríe.
Si algún día nuestros ideales
descubrieran que son meras invenciones,
que somos hijos de las mil mentiras
atesoradas para creer en quien no somos,
surgiría un momento confuso para el barrendero,
y las aceras se medirían por suicidios.
El año pasado,
sin ir más lejos y según algunos,
desapareció la eternidad.
Todos siempre tan ocupados en inventarla o negarla,
que nadie la vio nacer.
Así que no me preguntes
si los sueños van o vienen cuando no dormimos.
¿Has visto dónde va mi aliento cuando no te beso?
¿Has dado con el lugar donde moran las tinieblas
cuando amanece?
¿Y tu entraña,
cuando se extinga la llama,
qué hará sin mi esencia que te impregnó?
Sonrío.


9.

Mirar muy despacio desde el acantilado,
como si el tiempo no existiera
para el esqueleto que nos reviste.
Y cuanto más cerca advirtamos
el rugido de las olas,
los movimientos de una sirena
o el canto de las gaviotas,
mayor ha de ser el espacio de nuestro silencio.
Puede que el mar quiera beberse tu aliento
y alimentarse con el sonido de la venganza.
Tal vez necesite la intensidad de llevarse tus segundos
o la de entregarte las sandalias del reloj que descalzó algún fracaso.
Cuando puedas sentir el roce de su mirada,
el latido de sus besos
y llegar a comprender que tus labios,
luz que se pierde entre el eco de un nombre amargo,
son también dulces,
e incluso si fuiste capaz de darle tu ánimo compensado
y encontrarte muy adentro,
no te consientas colmarla.
Recuerda que volver a nacer lleva su tiempo.

Poemas de Clara Janés en "Río hacia la nada" ( y fin), uno con matemáticas

23

Se va en humo el futuro
y en ceniza se amontona el pasado.
Quedan restos de olvido
y la urdimbre del fuego de sacrificio.

Aquel caballo,
que al alba
despertara con su hocico
al universo,
arrastra ya las lluvias
hasta el confín de las nubes.

Arde la palabra
como un arco en fuga
y el oído se apaga.
Y el ojo no ve lobos ni leones
bajo el agua,
ni palmeras,
aunque todas las formas
se hunden en el río…

Y el dios de la muerte,
cuyo nombre significa
dominio de uno mismo,
arroja en su seno
incluso los himnos de la fe
que el corazón poblaron
y al horizonte lanza
una línea de sonido
para anudar el movimiento del sol.

Y restablece el orden
en el infinito.


28

Aunque está vacía
la oscuridad,
resuenan pisadas
en los peldaños.

Un leve fuego
a la orilla del agua
se consume,
pero hay que seguir
ahondando,
ahondando,
ahondando en la noche
hasta el profundo centro
para entrar en el giro
que desde el origen
corre hacia el fin
inalcanzable.

Ni punto
ni línea recta
sino esfera
que se expande...

Y cada instante
se multiplica
por totalidad.


30

Las antorchas y los fuegos
en el borde de la noche
cuando el río
es la negrura del cielo
y no hay barcas en el agua
ni animales en la orilla
y únicamente una voz,
un mantra,
indica el estar en vela
y dormita el asombro,
y el amor se esconde
bajo la cansada piel,
porque sólo esa oscuridad
le espera,
y no hay repliegue
en la memoria
que resucite los días,
y a sí mismo se dice:
mantente ajeno, en calma,
que nunca, nunca, nunca
volverás a andar sobre las aguas.

martes, 22 de abril de 2014

"Máximas, sentencias y aforismo" de Séneca (2)

Pide ajeno beneficio el que refiere el suyo.

Dos veces vence el que en la victoria se vence a sí.

Lo que de raíz se aprende, nunca del todo se olvida.

Buena es la riqueza si la manda la razón.

Quien puede ser injusto quiere serlo.

Causa es de obrar mal el haber obrado.

En obligación nos pone de dar el haber dado.

Despreciable cosa es el hombre cuando no se levanta sobre su esfera.

Tanto más crece el esfuerzo, cuanto más consideramos la grandeza de lo emprendido.

Debe tomarse consejo conforme al día, y si es posible, conforme a la hora.

Merece salir engañado el que, al hacer un beneficio, tenía cuenta con la recompensa.

La diversidad de libros distrae al entendimiento.

Determínese despacio lo que para siempre se resuelve.

Tarde se olvida lo que se aprende por mucho tiempo.

La diligencia nos parece tardanza cuando deseamos una cosa.

Por el vicio ajeno enmienda el sabio el suyo.

Al infeliz sóbranle y fáltanle pensamientos.

Súfrase, y no se reprenda lo que excusar no se puede.

Haz lo que debes, y no lo que puedes.

La felicidad no mira de dónde nace, sino adónde puede llegar.

Sonetos de Fernando de Herrera y su puntuación


El siglo XX no trajo sólo triunfos para la poesía, también pérdidas, como la conveniente e imprescindible puntuación que introdujo Fernando de Herrera (1534-1597) para una correcta lectura del poema, sus especiales caracteres para los hiatos, sinéresis y dialefas. Sin más detalles sobre esto, te remito a la selección de sonetos que publicamos a partir de ahora de El Divino Fernando de Herrera.

La edición a la que me ciño es del año 2001, de la Universitá Degli Studi Roma Tre, titulada "Fernando de Herrera, Cento Sonetti", la de la cubierta que muestro. Va.

Buela i cerca la lumbre, i no reposa,
i huye, i buelve a su beldad rendida,
figura simple suya; i encendida
siente que fue a su muerte pressurosa.

Mas yo, alegre'n mi luz maravillosa,
a consagrar osando voi la vida,
qu'espera, de su bello ardor vencida,
o perders', o cobrarse venturosa.

Amor, qu'en mi engrandece su memoria;
entibia mi esperança en lento engaño,
i en llama ingrata ufano me consumo.

Cuidé ¡tal fue mi mal! ganar la gloria
d'el bien, que vi, i al fin hallo en mi daño;
que sólo de m'incendio resta el humo.



En este, que prosigo, espacio incierto;
armado con los riscos i espantoso,
descubro estrecho passo i afanoso;
dudosa salud siempre, i daño cierto.

Huyendo entre las peñas el desierto,
dilato el rastro d'el dolor penoso,
resuena áspero el viento, i el hermoso
cielo yaze 'n tinieblas encubierto.

Ya corro despeñándome sin tiento,
ya doy en las espinas con los ojos,
i no hallo algún fin en mi camino.

Cánsase i desespera el sufrimiento,
i no teme 'l peligro i los abrojos
cuanto llevar presente 'l mal contino.



De bosque'n bosque, d'uno en otro llano
solo en medroso orror i en sombra oscura
voi suspirando ausente, i la Luz pura
busco, que m'encubrió el Amor tirano.

Corto el río, i traspasso el monte'n vano;
que no se deve más a mi ventura;
el bien, que la esperança me procura,
huye, i se me desliza de la mano.

En este duro estrecho me lamento,
porque sea mi daño manifiesto,
i alguno se conduela en mi cuidado.

No conorta'l fin esto mi tormento;
que tanto mi dolor es más molesto,
cuanto d'ageno pecho más llorado.

lunes, 21 de abril de 2014

Selección de versos de Jorge Riechmann (2)

Posiciones

Me recojo en la intimidad de una fragua. En voz baja transcribo las derrotas del fuelle, el estupor del martillo, la vacilación del fuego. Vivo la hora en que toda afirmación no puede ser sino desesperada; toda solidaridad, sino elegíaca.

La poesía, rejuveneciendo mientras a contracorriente avanza por el río atroz del tiempo, toca ya el manantial de su desnacimiento.

Nace del amor y del terror con que pueblos ágrafos cautivaban a la palabra viva. Muere en el desdén por la palabra de pueblos de nuevo ágrafos, trivialmente tiranizados a través de sus ojos intestinales. Subsiste como aliento.

Postula la perfección de un cristal de nieve en el interior del corazón humano. Transmite la memoria de lo no sido.

Se reconoce en la luz encrespada, magnífica, violenta, del chaparrón estival mientras sigue luciendo el sol. Aguamiel imprevisto que autentifica el pus de las heridas.

La herida, el aliento, la erosión. Imposible ya recogerse en el jardín, pero todavía cabe hacerlo en el risco, en el torrente, en el despeñadero.

Erosión. Parentesco de los fenómenos que destruyen la fertilidad de las tierras, la vitalidad social y mi propia identidad de persona libre.

Condenados a la abrasión y al despojamiento, no hagamos al menos de la necesidad virtud. Que los ojos abiertos —duras lunas erectas de piedad y herrumbre— vayan lentamente llenándose de arena.

Aunque apenas osemos ya pronunciar la palabra realidad.


La ciudad blanca

Ahí donde veis flores        
amarillas encima del tejado,        
ahí es mi casa.        

Amarillas y azules.        
Y la canción purísima del musgo.        

No ha sido edificada.        
Ahí es mi casa.

Consejos para extranjeros

En la ciudad donde no puedas        
decir la verdad,        
decirla.        
En la ciudad donde puedas        
decir la verdad, trabajar        
para convertirla en mentira.

viernes, 18 de abril de 2014

Enrique Jardiel Poncela, "Máximas mínimas y otros aforismos" (5)

Máximas mínimas: 535 aforismos sobre temas que, por no ser de actualidad, están siempre de actualidad

DE LAS ACTIVIDADES HUMANAS

220. Toda actividad es un desarreglo nervioso.

221. La máxima actividad no es la de las manos, sino la del cerebro.


DEL SUICIDIO

222. El suicidio es la exasperación de la impaciencia.

228. Suicidarse en subirse en marcha a un coche fúnebre.

231. Suicidarse es tener el valor de un instante para ahorrarse el valor de varios años.


DEL PUDOR

234. El pudor es un sólido que solo se disuelve en alcohol o en dinero.

235. El pudor es la hemorragia interna del deseo.


DE LA POLÍTICA

238. Cuando un credo político triunfa comienza a fracasar.

239. La Política es la ocupación de los hombres sin ocupación.

240. Cuanto más se preocupa un país por la Política peor gobernado está.


DE LOS SENTIMIENTOS

244. Los sentimientos deben analizarse siempre y no obedecerse nunca.

245. Cuando tiene que decidir el corazón, lo mejor es hacer que decida la cabeza.

247. El sacrificio es un sentimiento que a todo el mundo le parece admirable en los demás.

248. Solo son humildes los que no pueden ser soberbios.

249. Los tontos no quieren más que a los que les adulan, y los listos, ni a esos.

250. La ingenuidad es siempre perversa.

253. Los dolores de los humanos constituyen para los demás humanos el espectáculo más entretenido.

Ramón G. del Pomar, "El subjuntivo errante" (1)

1.

EL contenido de nuestro mundo interno,
fragmentos del alma que atesoramos,
tiene su estilo narrativo entre la serenidad,
la ambivalencia y el desorden.
Así, siendo cada uno consecuencia
de la cultura y el carácter que nos educa,
impregnamos el camino
con las privaciones afectivas que portemos.
Si la memoria es el fuego
donde fraguamos lo que quiera el alma,
¿por qué nos convierte en la especie más prepotente
y depredadora del planeta?
¿Hasta cuándo se medirá el amor
con reglas de conveniencia?
No creo que portemos pecados originales
pero sí uno corriente:
heridas infringidas a la historia
por dioses que no se ven.


4.

DECIDIDO a darme posibilidades,
salí corriendo de casa.
Naturalmente preocupado,
sonriendo me deshice de todo lo que no pude cumplir,
arranqué sentimientos que me esclavizaran
y besé por encima de la media.
Las pautas interiores,
en especial las del equilibrio,
me ofrecieron posibilidades
sin más presiones
que me hicieran sentir mal o culpable.
Separándome de las personas que me obligaban a ser,
mi mente comenzó a dar vueltas de una decisión a otra.
Llegué a sentirme entusiasmado en el hombre perfecto,
hasta que caí en la poesía de una mirada.
Era una noche apacible,
un instante en el que,
por rarezas de la vida,
comencé a ver mis miserias.

miércoles, 16 de abril de 2014

Poemas de Clara Janés en "Río hacia la nada", uno con matemáticas

12

También la inmovilidad es camino
por donde vagan las ideas
tanteando el espacio
para condensarse.
Desasosiego de la mirada interior
que se agudiza
a medida que oscurece
y uno a uno dobla los sentidos
para que el sueño
arroje los dados en el tablero.
Y ya se desplazan por su superficie
pérdidas y destierros,
me despojan de mis casas, mis rebaños,
mis amigos, mis esposos y alimentos…
Y vago toda la noche,
en cabello, por la estepa..
¿Por qué, pregunto,
si en quietud estoy,
ese incesante movimiento?
Es el astro 
que se lleva los pasos por las horas
hasta su desnudo,
por encima del giro
y más allá de las sombras.


15

La mano que indica detente
invita a la pausa
previa al amanecer.

¡Regresa al silencio inicial
carente de lazos!

En el mar de la noche
las cosas
no se han diferenciado
todavía,

y así huyen al alba las palabras,
ante el aura virginal
que se insinúa,
por no establecer 
una engañosa distancia.

Regresa al silencio,
no preguntes por la posibilidad,

que no hay gotas en el mar,
no hay gotas,
sino sólo mar.

martes, 15 de abril de 2014

"Máximas, sentencias y aforismo" de Séneca. Eneida, 2009 (1)

No es muy grande el ánimo a quien deleitan cosas terrenas.

Con facilidad se adquiere lo preciso para la vida.

Necesaria es la experiencia para saber cualquier cosa.

El valor es siempre ambicioso de peligros.

Argumento es de ser casta el ser fea.

Prueba es de virtud el desagradar a los malvados.

Demasiado pronto muere el hombre para llegar a conocer las cosas inmortales.

Industria es la aparente simpleza.

Ajeno es todo lo que nos viene en deseo.

El que siempre busca grandezas, alguna vez las encuentra.

Para bien obrar, el que da debe olvidarlo luego y el que recibe, nunca.

Un amor apaga otro amor, y un temor otro temor.

Aunque amor sea virtud, algunas veces perjudica.

Amor por nuestra voluntad se toma, mas no por voluntad nuestra se deja.

La llaga de amor, quien la sana, la hace.

Recibe beneficio el que lo hace al que lo merece.

El beneficio que a todos se hace, a ninguno se hace.

Siempre el esperar, aunque sea el bien, da cuidado.

Desdichado es el que por tal se tiene.

La inconstancia acorta los días de nuestra vida.

lunes, 14 de abril de 2014

Selección de versos de Jorge Riechmann (1)

Permíteme que diga que Jorge Riechman es licenciado en matemáticas, y si lo digo es porque no se le nota. Va.

La más profunda noche    
Entonces me buscaste        

para asestarme un puñetazo helado        
para ofrecerme lucidez y miseria        
para engañarme con la verdad        
para cumplir metamorfosis mortales        
para explorar las trampas del deseo        
para enseñarme el desprecio        
para romper lo irremplazable        
para engendrar vacío en el vacío        
para amarme quizá y que yo te amase        

Con estas palabras hago duda de ti        
borro el perfil exacto de tu rostro        
insoportablemente vivo hoy        

doloroso ángel        
inalcanzable en mí bajo mi cuerpo.


Borradores hacia una fidelidad. Una docena para René Char

1

Porque la madre no pudo        
hacerlo, hemos tenido        
que devorar nosotros        
nuestra propia placenta.        

Por ausencia y por luto        
somos fuertes.

3

Para hablar y callar        
con la resonancia justa,        
desciende a un pozo.        
Arrópate en el frío solamente.        
Haz amistad con designios        
que los demás despojan.        
Haz conjuros infalibles        
y no fíes en ellos.        
Apiádate del sueño talado.        

El amor        
no ha de quedar al margen de estas tareas previas.        
No concluyas.

viernes, 11 de abril de 2014

Enrique Jardiel Poncela, "Máximas mínimas y otros aforismos" (4)

Máximas mínimas: 535 aforismos sobre temas que, por no ser de actualidad, están siempre de actualidad

DE LA FELICIDAD

180. Ser feliz es no cambiar.


DE LA SINCERIDAD

186. La sinceridad la inventó uno que quería amargarle la vida al prójimo.


DE LA MUJER SENSUAL Y LA COQUETA

197. La coqueta es alegre y risueña, y solo se pone seria, al llegar el momento de la entrega, para negarse; la sensual es seria y melancólica, y solo sonríe, al llegar el momento de la entrega, para consentir.

198. La sensual elige hombre; la coqueta reúne varios alrededor.

199. La sensual es mujer; la coqueta es espectáculo.


DE LA INTELIGENCIA

200. La inteligencia es el peor castigo que puede afligir al ser humano.

201. La inteligencia no existiría si toda la Humanidad fuera inteligente.

204. La sola inteligencia posible es la de disimular la inteligencia.

205. La inteligencia resulta siempre inútil, singularmente para aquellas cuestiones en las que es absolutamente necesaria.

206. El inteligente es el único ser capaz de encontrarse a sí mismo; pero, cuando consigue encontrarse a sí mismo, se encuentra solo.

208. De lejos todo parece más pequeño, a excepción del hombre inteligente, que de lejos parece mayor.


DEL UNIVERSO Y LA NATURALEZA

211. El Universo, como los delineantes, vive sujeto a ciertas reglas.

212. La Luna está siempre tan pálida porque hace exclusivamente vida de noche.

213. Todo el mundo hace caso de los barómetros menos el tiempo.

214. La Naturaleza se encarga de envilecer las cosas que más idealizan los poetas.

217. Ni con el agua del Diluvio, ni con toda el agua que ha caído desde entonces, se ha podido limpiar el mundo; no se ha logrado más que armar barro.

218. La Naturaleza carece de imaginación.

Recorrido por "Sombra del Paraíso" de Vicente Aleixandre. Hoy "No basta". Y fin

NO BASTA

Pero no basta, no, no basta
la luz del sol, ni su cálido aliento.
No basta el misterio oscuro de una mirada.
Apenas bastó un día el rumoroso fuego de los bosques.
Supe del mar. Pero tampoco basta.

En medio de la vida, al filo de las mismas estrellas,
mordientes, siempre dulces en sus bordes inquietos,
sentí iluminarse mi frente.
No era tristeza, no. Triste es el mundo;
pero la inmensa alegría invasora del universo
reinó también en los pálidos días.
No era tristeza. Un mensaje remoto
de una invisible luz modulaba unos labios
aéreamente, sobre pálidas ondas,
ondas de un mar intangible a mis manos.

Una nube con peso, nube cargada acaso de pensamiento estelar,
se detenía sobre las aguas, pasajera en la tierra,
quizá envío celeste de universos lejanos
que un momento detiene su paso por el éter.
Yo vi dibujarse una frente,
frente divina: hendida de una arruga luminosa,
atravesó un instante preñada de un pensamiento sombrío.
Vi por ella cruzar un relámpago morado, vi unos ojos
cargados de infinita pesadumbre brillar,
y vi a la nube alejarse, densa, oscura, cerrada,
silenciosa, hacia el meditabundo ocaso sin barreras.

El cielo alto quedó como vacío.
Mi grito resonó en la oquedad sin bóveda
y se perdió, como mi pensamiento que voló deshaciéndose,
como un llanto hacia arriba, al vacío desolador, al hueco.

Sobre la tierra mi bulto cayó. Los cielos eran
solo conciencia mía, soledad absoluta.
Un vacío de Dios sentí sobre mi carne,
y sin mirar arriba, nunca, nunca, hundí mi frente en la arena
y besé solo a la tierra, a la oscura, sola,
desesperada tierra que me acogía.

Así sollocé sobre el mundo.
¿Qué luz lívida, qué espectral vacío velador,
qué ausencia de Dios sobre mi cabeza derribada
vigilaba sin límites mi cuerpo convulso?
¡Oh madre, madre, solo en tus brazos siento
mi miseria! Solo en tu seno martirizado por mi llanto
rindo mi bulto, solo en ti me deshago.

Estos límites que me oprimen,
esta arcilla que de la mar naciera,
que aquí quedó en tus playas,
hija tuya, obra tuya, luz tuya,
extinguida te pide su confusión gloriosa,
te pide solo a ti, madre inviolada,
madre mía de tinieblas calientes,
seno solo donde el vacío reina,
mi amor, mi amor, hecho ya tú, hecho tú solo.

Todavía quisiera, madre,
con mi cabeza apoyada en tu regazo,
volver mi frente hacia el cielo
y mirar hacia arriba, hacia la luz, hacia la luz pura,
y sintiendo tu calor, echado dulcemente sobre tu falda,
contemplar el azul, la esperanza risueña,
la promesa de Dios, la presentida frente amorosa.
¡Qué bien desde ti, sobre tu caliente carne robusta,
mirar las ondas puras de la divinidad bienhechora!
¡Ver la luz amanecer por oriente, y entre la aborrascada nube preñada
contemplar un instante la purísima frente divina destellar,
y esos inmensos ojos bienhechores
donde el mundo alzado quiere entero copiarse
y mecerse en un vaivén de mar, de estelar mar entero,
compendiador de estrellas, de luceros, de soles,
mientras suena la música universal, hecha ya frente pura,
radioso amor, luz bella, felicidad sin bordes!
Así, madre querida,
tú puedes saber bien -lo sabes, siento tu beso secreto de sabiduría-
que el mar no baste, que no basten los bosques,
que una mirada oscura llena de humano misterio,
no baste; que no baste, madre, el amor,
como no baste el mundo.
Madre, madre, sobre tu seno hermoso
echado tiernamente, déjame así decirte
mi secreto; mira mi lágrima
besarte; madre que todavía me sustentas,
madre cuya profunda sabiduría me sostiene ofrecido.

Poemas de Clara Janés en "Río hacia la nada", uno con matemáticas

8

Con el cráneo rasurado
y envuelto en blanco lienzo,
lentamente vierte el sándalo
e invoca elevación.
El que parte,
parte en dos el azogue del día.
Plurales son las aves en vuelo,
las flores de los caminos
y los silencios
que pronuncian las horas y,
en desbandada, cruzan
la línea transitiva.
El caballo
que encierra en sí la aurora,
las estrellas, los montes
y los árboles
relincha entre aire y fuego.
Y todo reverbera
en espejismo.
Y se abre el eco
a la resonancia inicial
desde el lecho de río.


10

El agua es agua
y luz sin límite;
y es agua y luz y palabra;
palabra que se abre
en pétalos de nada
y cada uno
en una ola blanca
que tira hacia
la orilla
y vuelve
y se deshace
y deshace
la memoria material
en la espiral inversa
del amor
de antes del amor,
trama de tierra,
árboles, astros,
que poblaron
un día
el corazón.

martes, 8 de abril de 2014

Hoy selección de Juvenal del libro "La musa sensata", y fin de la serie sobre este libro

JUVENAL

Ahorrar papel perecedero.

Es difícil no escribir sátiras.

La indignación inspira versos.

Tu cara lleva la cuenta de los años.

¿Quién vigilará a los propios vigilantes?

El sabio pone un límite incluso a las cosas honrosas.

A muchos domina la incurable manía de escribir.

Todos quieren saber, nadie pagar el precio.

Con semejante fortuna suele ser raro el sentido común.

Convéncete de que la mayor infamia es anteponer la existencia a la reputación y, por causa de la vida, perder las razones de vivir.

El viajero sin equipaje cantará en presencia del bandido.

Es rara la concordia entre la hermosura y el pudor.

Gusta más lo que cuesta más.

La venganza es siempre el placer de un alma pequeña, débil y mezquina.

La cosecha del vecino parece mayor y mejor.

El olor de la ganancia es bueno, venga de donde venga.

La naturaleza confiesa que ha dado al género humano corazones muy tiernos, ya que le ha dado las lágrimas. Esta es la mejor parte de nuestra sensibilidad.

Hay concordia entre los crueles osos.

De Rolando Revagliatti y José Emilio Tallarico

Suelen las fieras domesticadas
ser melómanas.


El hombre más fuerte
es el que está.


Más vale pájaro en mano
que sin destino.


Engordó el ganado
el ojo del amo
Y ha ganado.


Dime quién te duele
y te diré dónde te cruje.


Lo malo, si extenso:
malvado.


La mentira
bajita
tiene patas cortas.


Lo que prima
no nos hermana.

Rolando Revagliatti


Dos cosas del Héroe fascinan todavía a los pueblos: su naturaleza orgásmica y su impudicia.


Odio que me rechacen. Toda moneda falsa que recibo termina siempre en las manos de un mendigo.


Lo único que puede esperarse de un dios es silencio, de un hombre, ruido. Sé como un dios, vecino mío, apaga esas cumbias, ¿sí?


EPITAFIO DEL POETA: “Entre muchos otros, escribí FERVORES: 60 páginas, edición rústica, 14 x 20 cm., casi póstumo. Podéis obtenerlo con un 15% de rebaja mencionando este epitafio. Gracias por vuestra visita. Os debo el abrazo y la dedicatoria.”

José Emilio Tallarico

lunes, 7 de abril de 2014

Selección de la "Décima poesía vertical" de Roberto Juarroz (7, y fin)

56

Quietamente arrinconados
unos ojos contemplan el mundo.
Solo desde un rincón pueden verse las cosas
y hasta el propio rincón.
Solo los rincones contienen al mundo.

Pero además contienen otro mundo
que se forma en ellos como una antiniebla,
como una cualidad que solo allí perdura
y que posee la única garantía
de una visión que no se enturbia:
abrir los ojos lejos de otros ojos.

Abrir los ojos lejos de otros ojos,
porque las miradas interfieren a las miradas,
como ciertas luces entorpecen a la luz,
ciertos amores interrumpen al amor
y ciertos espacios malogran al espacio.

No interesa, entonces, ningún otro punto de mira,
arriba, en el medio o abajo.
Solo importa la mirada fundante,
la óptica raigal de los rincones.

Por otra parte, tal vez no haya más que rincones
y el resto es epejismo.
Rincones que solo pueden verse desde otros.


62

Pensar separa.
Amar separa.
Dios separa.
Ser separa.

Todo desvía la atención.

Solo un punto en el centro
podría quizá no separar.


66

Cualquier movimiento mata algo.

Mata el lugar que se abandona,
el gesto, la posición irrepetible,
algún anónimo organismo,
una señal, una mirada,
un amor que volvía,
una presencia o su contrario,
la vida siempre de algún otro,
la propia vida sin los otros.

Y estar aquí es moverse,
estar aquí es matar algo.
Hasta los muertos se mueven,
hasta los muertos matan.
Aquí el aire huele a crimen.

Pero el olor viene de más lejos.
Y hasta el olor se muere.

viernes, 4 de abril de 2014

Enrique Jardiel Poncela, "Máximas mínimas y otros aforismos" (3)

Máximas mínimas: 535 aforismos sobre temas que, por no ser de actualidad, están siempre de actualidad

 DE LA MUJER

95. Las mujeres, como los autos, a la vejez es cuando más se pintan.

96. La mujer y el libro que han de influir en una vida llegan a las manos sin buscarlos.

99. Las mujeres casadas tienen un defecto más que las solteras: el marido.

104. Las mujeres son como los tranvías: se hacen esperar siempre y llegan cuando ya nos hemos ido.

127. El defecto más grave de la mujer es la fidelidad.

135. A la mujer un ronquido se le perdona peor que un pasado.

159. A los que os afeen el hablar mal de las mujeres, alegando que vuestra madre fue mujer, contestadles que cuando ellas hablan mal de los hombres nadie les recuerda que su padre fue un hombre.


DE LA MORALIDAD

160. Ser inmoral es gastarse el dinero en aburrirse.

161. Ser moral es aburrirse gratis.

162. La gente inmoral da consejos de moral.

164. La virtud es lo que más envejece.

165. El vicio es lo que más arruga.

168. Para ser moral basta proponérselo; para ser inmoral hay que poseer condiciones especiales.


DE LOS PADRES Y LOS HIJOS

170. Solo los padres dominan el arte de educar mal a los hijos.

173. Una cuidadosa vigilancia de los padres sobre los hijos sirve para que sepan lo que los hijos hacen después de que lo han hecho.

174. Por severo que sea un padre juzgando a un hijo nunca es tan severo como un hijo juzgando a un padre.

178. Si en la mirada de un padre llega a haber dureza, en la mirada de un hijo hay con frecuencia rencor.

jueves, 3 de abril de 2014

Federico de Arce publicó hace algunos meses "Miel de brujas" (4, y fin)

La hoja de un almendro
y la navaja de Buñuel
arrojan sobre el ojo
la misma inexplicable sombra.


Psiqué, en griego,
espíritu y fuerza, aliento.
Aristóteles dijo
que era también
la mariposa.


Reza el azul
sobre un lirio amarillo:
la libélula.


Nada dice del agua
el sonido del agua.


Una mosca atrevida
se ha posado
en un limón partido
coronado de clavos.


Una escritura limpia
no limpia el mundo.
No escribo. Pienso y tacho.

Recorrido por "Sombra del Paraíso" de Vicente Aleixandre. Hoy "Adiós a los campos"

ADIÓS A LOS CAMPOS

No he de volver, amados cerros, elevadas montañas,
gráciles ríos fugitivos que sin adiós os vais.
Desde esta suma de piedra temerosa diviso el valle.
Lejos el sol poniente, hermoso y robusto todavía, colma de amarillo esplendor
la cañada tranquila.
Y allá remota la llanura dorada donde verdea siempre el inmarchito día,
muestra su plenitud sin fatiga bajo un cielo completo.
¡Todo es hermoso y grande! El mundo está sin límites.
Y solo mi ojo humano adivina allá lejos la linde, fugitiva
mas terca en sus espumas,
de un mar de día espléndido que de un fondo de nácares tornasolado irrumpe.

Erguido en esta cima, montañas repetidas, yo os contemplo, sangre de mi vivir que amasó vuestra piedra.
No soy distinto, y os amo. Inútilmente esas plumas de los ligeros vientos pertinaces,
alas de cóndor o, en lo bajo,
diminutas alillas de graciosos jilgueros,
brillan al sol con suavidad: la piedra
por mí tranquila os habla, mariposas sin duelo.
Por mí la yerba tiembla hacia la altura, más celeste que el ave.
Y todo ese gemido de la tierra, ese grito que siento
propagándose loco de su raíz al fuego
de mi cuerpo, ilumina los aires,
no con palabras: vida, vida, llama, tortura,
o gloria soberana que sin saberlo escupo.

Aquí en esta montaña, quieto como la nube,
como la torva nube que aborrasca mi frente,
o dulce como el pájaro que en mi pupila escapa,
miro el inmenso día que inmensamente cede.
Oigo un rumor de foscas tempestades remotas
y penetro y distingo el vuelo tenue, en truenos,
de unas alas de polvo transparente que brillan.

Para mis labios quiero la piel terrible y dura
de ti, encina tremenda que solitaria abarcas
un firmamento verde de resonantes hojas.
Y aquí en mi boca quiero, pido amor, leve seda
de ti, rosa inviolada que como luz transcurres.

Sobre esta cima solitaria os miro,
campos que nunca volveréis por mis ojos.
Piedra de sol inmensa: entero mundo,
y el ruiseñor tan débil que en su borde lo hechiza.

Poemas de Clara Janés en "Río hacia la nada"

5

Una diosa
desde el tronco de un árbol
me hace señales.
¿Qué indica con tanta insistencia?
¿Cómo entrar
en el círculo de sus vasos leñosos?
Ella sabe ser raíz y hoja,
quedarse y caer
y llenarse de canto
cuando el viento
la roza,
y ser a la vez
la muda quietud
que lo sostiene.
Ven, escíndete
de las pautas del tiempo,
y aprende la fuerza
de no dar un paso.
Vivir es seguir,
seguir respirando
hasta convertirse en el susurro
del espíritu del bosque
y llamear verde 
como el ramaje,
sin saber
y sin preguntarse.


6

¿Por qué no cesa?
¿Qué hace con la nube?

El sol absorbió
el silencio indiferenciado
para transformarlo
en lluvia de nombres
al azar del viento.
Y el viento todo lo mezcla
en la dimensión del aire
que no se detiene.
Y los nombres se vacían
al caer sobre la tierra.

Así juega un dios.

Sin nombres
quedan las cosas perplejas.

Calma, dice el aliento, 
y emite una línea de oro
que da vueltas:
nace la sílaba OM
sigilosa
en las tinieblas.

martes, 1 de abril de 2014

Hoy, de "La musa sensata", Séneca y Persio

SÉNECA

¡Que esté permitido hacer lo que Séneca reprueba!

Conviene nacer o rey o tonto.

El gallo puede mucho en su estercolero.

Encontrar un tonto propicio.


PERSIO

¿Hasta tal punto no vale nada tu saber, si otro no sabe que tú sabes?

Pero es hermoso que le señalen a uno con el dedo y digan: " ¡Este es!".

Impotente flota en los labios y sobrenada en la superficie de la saliva.

¡Oh almas encorvadas sobre la tierra y vacías de pensamientos divinos!

¡Las medallas para la gente! Yo te conozco por dentro y por fuera.

Nada nace de la nada, nada puede volver a la nada.

¡Cómo se mira la alforja en la espalda del que va delante!

"Alcaparras" de Eduardo Espósito (2, y fin)

Frustración oral

Esa mujer se niega sistemáticamente
a mis apremios y demandas
en cuestiones de amor
Esa mujer es insexorable


Cronos


La tercera (edad) es la vencida


Arte poética

Tengo un mudo en la garganta
Aunque hable Él prevalece
Aunque calle Él hace señas


Mi nieto es un solcito

Me agobia
me despelleja
e insiste
en que mi vida
gire
como un trompo
alrededor de Él


Agua - cero

Perplejos / Diluviados
Nos morimos de sed
con la palabra


Bocatto di cardinale

Aunque la monja se desvista y ceda…


Paradojal

La luz continúa de memoria
la franca desventaja
de lo recto