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Divertido problema, yo he enviado mis respuestas

José Garay, profesor de la Universidad de Zaragoza, presenta el séptimo desafío de EL PAÍS con el que celebramos el centenario de la Real Sociedad Matemática Española. Las respuestas pueden enviarse a problemamatematicas@gmail.com antes de la medianoche del lunes 2 de mayo (00.00 horas del martes). Entre los acertantes sortearemos una biblioteca matemática como la que ofrece cada semana EL PAÍS. Este domingo, por 9,95 euros con el periódico en el quiosco, La cuarta dimensión, de Raúl Ibáñez.

Nota importante: Para evitar dudas y en atención a nuestros lectores sordos, incluimos a continuación el enunciado del problema por escrito.

Enunciado: Sabemos que al pulsar las teclas blancas de un piano se reproducen periódicamente las siete notas de la escala musical Do, Re, Mi, Fa, Sol, La y Si. Por lo tanto aunque el piano tenga muchas teclas, solamente podemos escuchar las siete notas de la escala, eso sí, en diversas octavas. Los pianos reales tienen un número limitado de teclas, pero para nuestro problema vamos a imaginar un piano con un teclado tan largo como nos sea necesario. E imaginaremos que pulsamos SÓLO las teclas blancas.

Primero pulsamos el primer Do que tenemos por la izquierda. A continuación pulsamos la siguiente tecla, que naturalmente será un Re. Luego saltamos una tecla y tocamos el Fa. Ahora saltamos dos teclas y tocamos el Si. Seguidamente saltamos tres teclas y tocamos el Fa, ya en la segunda octava. Y continuamos el proceso saltando cada vez una tecla más que la vez anterior. Como hemos supuesto que nuestro piano tiene tantas teclas como queramos supongamos que hemos llegado a tocar 7.000 teclas. Y hacemos dos preguntas:

1. ¿Cuántas teclas habremos tocado que corresponden a la nota Do?

2. ¿Habrá alguna nota que no haya sido pulsada en ningún momento?

Aclaración: Por si acaso alguien se confunde y piensa que nuestro piano tiene solo 7.000 teclas, hemos de insistir en que 7.000 es el número de teclas que tocamos, y dado que entre dos teclas pulsadas hay muchas que no se tocan, se deduce que nuestro imaginario piano tiene muchas más que esas 7.000. Y aunque este número no es necesario para resolver el problema podemos afirmar que el piano debe tener unos 24 millones y medio de teclas blancas.



En este enlace hay un vídeo que no hay manera de que te comparta en esta entrada. Ánimo. Diviértete.

jueves, 28 de abril de 2011

Ciclón de poesía en Chiclayo


Isabel Matta Bazán (Lima, 1971)

Estudió Comunicación Social y Educación en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y diplomada en Educación Pública por la Universidad Ricardo Palma. Destacada poeta perteneciente a la promoción de los “noventa” y ex integrante del Grupo poético Neón. Autora de los poemarios “Soledad Nuestra” (1999) y “Reina Moribunda” (2005). Ganadora de los Juegos Florales del Pedagógico San Marcos (2000) y del concurso EROS de poesía de la región Puno (2005).

Ronald Calle Córdova (Cajamarca, 1982)

Licenciado en Educación, especialidad de lengua y literatura por la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo de Lambayeque. Miembro del Grupo Literario Lambayecano “Signos”. Autor de los poemarios "Agonía Compartida" (2007) y "Abandono del Hastío" (2010). Obtuvo el Primer Premio Regional de Poesía 2006 y el Premio Internacional "A Quijotear"- Melilla, España (2005).

Rosakebia Estela (Chiclayo, 1990)

Estudiante de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo, Lambayeque. Es una de las voces más promisorias de la poesía chiclayana última. Ha obtenido el Primer puesto del “XI Concurso Regional de Poesía”, Juegos Florales Municipales- Chiclayo – 2009; Primer puesto Concurso Poesía Taiwán, 2010; Primer puesto VII Concurso Internacional Literario Conglomerado Cultural “José Eufemio Lora y Lora & Juan Carlos Onetti 2010; Tercer puesto en el I Concurso Internacional de Nano Literatura, Venezuela, 2010; Primera Mención Honrosa, Premio Nacional de Poesía Ciudad de Huamachuco, 2010; y Ganadora del Concurso Internacional de Poesía Latin Heritage Foundation, 2011.

Fernando Odiaga (Chiclayo, 1970)

Es uno de los más lúcidos intelectuales de la movida literaria chiclayana. Ha publicado poemas en las revistas “Cometa de papel” de Arequipa y el fancine “De cabeza” de Chiclayo. La mayor parte de su producción permanece inédita. Está a punto de graduarse como profesor de filosofía en la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo de Lambayeque.


El suguiente es un poema de Ronald Calle:

Él ya no corre al espejo cuando despierta.
Teme la acusación por las mañanas
de las miradas que jamás espera.


Para evitar el peso de la infamia,
desde los rincones de su habitación.
se viste como todos
abandona su casa
se ocupa en un trabajo.


Luego vuelve hacia lo inevitable,
al gran silencio que le grita:
ya no eres el mismo
jamás serás el mismo

Poemas Visuales de Rodolfo Franco

Garamondo (poemas visuales bailongos) from Rodolfo Franco on Vimeo.

Homenaje al tipógrafo francés del siglo XVI Claude Garamond y a la elegante tipografia que lleva su nombre con una serie de poemas visuales bailongos acompañado de la canción "Tupí topou sambar" de Comando Macondo cuyo movimiento es hecho en directo, con softwere de vjing.

Tres nuevos poemas de Chema Barredo Viudés en 'Marea'

Perfiles

Apenas un suspiro entre corazas,
hierba que se agita
al conjuro del viento,
norte sin destino, bandera
que declina en la batalla.
Somos los hijos del tiempo inútil.
Nada más.

Perfiles de una sombra.



Vuelo corto

El tiempo del silencio
es línea impenetrable,
frontera de una noche sin oro,
espacio que muestra otra geografía,
la sombra de los muros
que enturbian los sueños
y no prometen nada.

Tiempo del gesto sin voz,
de calma que late temerosa,
de palabras que son nuestras
y no reconocemos.
Horas sin plazo que vuelan
y el día es un secreto,
humo en la palma de la mano.

Tiempo de vuelo corto para descubrir
del silencio los rasgos,
graves y negros.



Balsas de aceite

Escaleras del metro de una en una
bajo el cielo que dibuja mil tonos de color,
la distancia entre el día y la noche.

Después la calle nos espera
entre nudos de palabras
que nunca desatamos
en las horas del invierno,
frío y sucio,
con luces que simulan agujeros,
en la niebla y el eco
tan osado, monótono, implacable
de ciudad que te nombra.

Que numera el turno de las pisadas grises,
del papel de periódico
con fotos que sonríen pero nunca a nosotros,
ni a la sombra equivocada de un vecino
que devuelve los lunes con la mano
¿y ahora qué?.

Sólo tiempo que atraviesa la tormenta
y no nos pertenece,
tiempo frágil, sin memoria de días,
como suerte que siempre merodea
y nunca nos señala.

Entretanto damos vueltas a la noria
donde nadie se detiene,
los ojos en el suelo,
uncidos a la cuerda.

Balsas de aceite donde nos vamos a ahogar.
Donde se impone la calma.

miércoles, 27 de abril de 2011

Nueva edición de el Ovillo de Ariadna


JUEVES 28 DE ABRIL 22:30 h.

El ovillo de Ariadna presenta

su decimoctavo recital, a cargo de

MARÍA CABRERA

y

RAQUEL LANSEROS

Presentarán el acto: Basilio Rodríguez Cañada, Luis Daniel Pino y Verónica Delgado Mayordomo.

Café Hernán Cortés

Calle Hernán Cortés, 8

Metro Tribunal o Chueca

Un poema de Gsús Bonilla

PAREDES

decididamente avanza un pie,
después otro
y así sucesivamente.

es la luz cuando baila por la mañana
sobre la pared,
saltándose todos los orificios de las persianas.

la náusea, la sed, el hambre, el entumecimiento, la tos, el estertor;

en otras ocasiones los niños
pendientes de morir
miran de nuevo al ventanal

y esbozan esa sonrisa
que a veces tirita sobre el cristal
porque la muerte es un frío
que recorre
sus pequeños y transparentes cuerpecitos
con tanta hostilidad
que la inconsciencia
es un cosquilleo que pace tramo a tramo
por todos los recovecos de la piel.

un crujir en las rodillas,
un runrún por los intestinos,
el castañeo de los dientes,
la tiritona, haber encontrado la postura final
al desenlace.

y luego el pie y el otro pie
y el sucesivo baile de la luz a la inversa,

desde la pared
hasta atravesar las persianas de nuevo;

entonces
me doy cuenta que detrás de las paredes
hay gente inmensamente despreocupada.

Óscar Pirot ha publicado 'Bestimenta' (2)

ARAÑA

También la araña escribe en la oscuridad
un tejido de luz indescifrable.
José Emilio Pacheco
De tan delgado un invisible filamento
brilla con su delicado laberinto
en donde los insectos rezan
ante la seda que los mantiene inmóviles
y atentos a la procesión de la araña
que viene destejiendo el tiempo
mientras teje una baba pulcra
que traza el camino último
hacia la inexistencia primera
y los insectos palpitan como corazones
en la pirámide del sacrificio
como frutos nerviosos en el follaje invisible
sólo hay tiempo para mirar hacia adentro
la imagen del mundo que se desvanece
cuando las ocho guadañas de una muerte diminuta
se van acercando con su chirriar de fisuras negras
mostrando el gesto punzante y viudo
de cualquier compasión ante la orilla
del acantilado voraz del designio
en donde se juntan las sombras
a derramar la sangre del día
y los insectos cantan su epitafio
ante el inevitable terciopelo
que les arranca de sí mismos
hacia la plenitud de la nada
y entonces se vuelven la seda filosa
que degolló la partitura de la canción antigua
y se van acostumbrando a ser el hilo
mortal que estranguló su propia luz
y sólo entonces comprenden
que no hay nada más allá
de la muerte que no esté ya anunciado
en el brillo de la telaraña.


CISNE

El cisne no llora en su muerte sino canta
el cisne no llora porque sabe que la muerte es un canto
una música en la que el silencio
juega un solo que dura toda la vida.


PALABRA CARACOL

La palabra se asoma con cautela entre el ramaje blanco
como el caracol que estira sus cuernos y mueve el gesto del día
la palabra se arrastra intentando desprenderse de su concha
va dejando en su trayecto un tenue camino de baba
el caracol intenta atravesar la espesura del silencio
infla la voz para salir a flote de la tinta en que se fermenta
la palabra se ha deshecho por fin de su casa hueca
y resplandece desnuda en un rincón del jardín
el caracol se ha deshecho por fin del silencio
y ofrece su cuerpo
desnudo en el poema.

martes, 26 de abril de 2011

Javier Díaz Gil ha publicado 'Vivo extramuros y El ángel prometido'


Con 'Vivo extramuros' Javier nos dice nuestro lugar en la ciudad o pueblo que nos toca vivir. En 'El ángel prometido', nos recomienda buscar la compañía de un fantasma. ¿Somos nosotros mismos ese fantasma al que se siente por el sonar de sus cadenas? Son dos poemarios breves reunidos en un sólo libro. Dos perpectivas, desde la raíz histórica y desde la raíz religiosa-supersticiosa, para mirar nuestra sociedad y a nosotros mismos.
Breve selección de textos.

VIVO EXTRAMUROS

Vivo extramuros.

A veces
regreso a la muralla
poso mi mano
sobre la piedra
para sentir vibrar la vida
allá dentro.

___________________________


Vivo extramuros.

Desde el camino veo entrar
a los juglares.
Los centinelas tensan las ballestas.
La punta de las flechas
brilla en el ojo
de las saeteras.

____________________________________


Me elevo
a duras penas
sobre las puntas de mis pies.
Los huertos rumorosos,
como llamas de azúcar,
se prolongan tras mi espalda.

La soledad se mece
junto al muro de mármol.

_____________________________


Las puertas
están cerradas.
Apenas la luz entra.
Soy la sombra.
El rostro ausente de la escena.
Los prolongados
silencios,
la palabra perdida.

La sonrisa inútil.

__________________________________


El árbol
más alto
al que trepo
no alcanza la mitad del muro.
Me amenaza
la sombra terrible de los matacanes.

Siento el olor
del aceite
hirviendo en las almenas.

____________________________________


Todo es mentira.

El brillo
del sol
desaparece tras la piedra.
Ya sólo reinan
las cadenas de oro
de los mercaderes.

Es urgente adornar
de rojos paños las ventanas,
de tenues gasas
los rostros de las damas.

Cubrir con tinta
la negrura de
las lágrimas.

____________________________


El frío
es un pez
que nada por las venas.
Mis ojos lloran lágrimas
que no brotan.
Sólo la noche,
la luz
que refleja el embuste de la luna,
–árboles muertos, ramas quietas–,
saben lo que en mí habita.

__________________________________________


Junto a la roca
el cadáver del día
se pudre.
No le llevéis flores,
se nutre del deseo,
de las luces inciertas y las sombras.

Cantadle antífonas secretas,
luz de salmos e incienso.

Calmad su sed
con palabras que nombren
las alas.
Derretid junto a su mano la cera
virgen de
una vela.
Rezad por él.

Rezad por los que nunca
atravesarán
la puerta.



EL ÁNGEL PROMETIDO

A plena luz
Los fantasmas
Son más visibles.

Sólo los ángeles

buscan la noche.

_________________


Confía en mí.

No puedo ser
más

transparente.

_____________


Todo
será silencio
cuando
pase el ángel.

No estarás sólo
-descuida-.

Haré sonar
mis
cadenas.

____________________


Jamás
un fantasma

expulsó
a nadie
del

Paraíso.

___________


El ángel
que
tuvo
voluntad

fue
castigado.

'¿Qué te está pasando, Boogie?'


www.negrofontanarrosa.com
Acude a su web para seguir disfrutando del trabajo de el Negro Fontanarrosa, autor del matarife Boogie el Aceitoso y del indígena Inodoro Pereyra.

lunes, 25 de abril de 2011

Mi soneto 'Contra el soneto de amor'. Quevedo y yo

Ay. Qué fácil es caer en el ripio cuando se intenta un soneto. Y que fácil no hacer más que vacua retórica seducido por cumplir apenas (según piensa el poeta) con las exigencias de la forma. Pero aún así, aún lográndose el objetivo y obtener un poema bien hecho que suene auténtico y no un mero mecanismo de ensayo, diversión y contento del poeta, es una forma taaaaan vieja.
Parece un hecho asumido que después de Lorca todos los romances suenan a él, y que por tanto mejor olvidarse de hacer romances si uno quere aspirar a ser original o por lo menos a que suene sólo su voz. ¿Y los sonetos, a quién suenan? Son ocho siglos de sonetos...¡ya está bien! La poesía no es cosa de pasado sino de futuro, y respetando su tradición lo mejor que podemos hacer por ella es conservarla como cosa apreciable de estudio e innovar, no repetir sus formas viejas sino aportar otras nuevas. La poesía visual y performática, entre otras, abren brecha. Algunos vamos muy atrasados en ella, pero somos conscientes de que ésa es la poesía con más futuro. Como género, digo, porque hay otras formas de enriquecer la poesis. No viene al caso, o no me apetece, señalar en mi obra otros caminos, aunque sí éste: me he permitido elaborar un soneto introduciendo una novedad que ocho siglos de historia y repetición hasta la hartura ya merecía: añadir rima asonante en cada verso. Veo que hay algunos atrevidos (si buceas en Google los hallarás) que intentan hacer sonetos con rima interna conconante respetando la estructura del soneto clásico, pero son pobres intentos (según valoro) aunque demuestra que hay gente inconformista amante del riesgo. Lo más parecido que nos ha dejado la historia son los sonetos con eco, como el que sigue, de Francisco de Quevedo.

Es el amor, según abrasa, brasa;
es nieve a veces puro hielo, hielo;
es a quien yo pedir consuelo suelo,
y saco poco de su escasa casa.

Es un ardor que a quien traspasa, pasa,
y como a veces yo paselo, selo;
es un pleito do no hay apelo, pelo;
es del demonio que le amasa, masa.

Tirano a quien el Cielo inspira ira;
un ardor que si no se mata, mata;
gozo, primero que cumplido, ido;

flechero que al que se retira, tira;
cadena fuerte que aun de plata, ata;
y mal que a muchos ha tejido nido.

Aunque sea de Quevedo, sólo puedo decir que suena espantosamente mal.

Pues ahí va el mío con rimas internas. Las sílabas tónicas de los versos que siguen son 2-6-10. La rima interna se da entre 6 y 10.

Contra el soneto de amor

Es cosa de tan vista tan cansina
el dar en el soneto y el lamento:
ahora son los celos el tormento
y luego es la dicha de amor dina

caída en desdicha repentina;
ahora es un te quiero en juramento
venido con el tiempo a ser un cuento
lo que antes fuera albricia tan contina.

Y así, con sus retóricas catódicas
(que en esto del amor de culebrón
en sesiones periódicas e inmódicas

de tele y sobremesa con la siesta
parece que salió toda razón),
nos amarga la lengua y nos apesta.

Poemas de Antonio Machado en 'Soledades'

En una visita a Sevilla

El limonero lánguido suspende
una pálida rama polvorienta,
sobre el encanto de la fuente limpia,
y allá en el fondo sueñan
los frutos de oro...

Es una tarde clara,
casi de primavera,
tibia tarde de marzo,
que el hálito de abril cercano lleva;
y estoy solo, en el patio silencioso,
buscando una ilusión cándida y vieja:
alguna sombra sobre el blanco muro,
algún recuerdo, en el pretil de piedra
de la fuente dormido, o, en el aire,
algún vagar de túnica ligera.

En el ambiente de la tarde flota
ese aroma de ausencia,
que dice al alma luminosa: nunca,
y al corazón: espera.

Ese aroma que evoca los fantasmas
de las fragancias vírgenes y muertas.

Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara,
casi de primavera,
tarde sin flores, cuando me traías
el buen perfume de la hierbabuena
y de la buena albahaca,
que tenía mi madre en sus macetas.

Que tú me viste hundir mis manos puras
en el agua serena,
para alcanzar los frutos encantados
que hoy en el fondo de la fuente sueñan...

Sí, te conozco, tarde alegre y clara,
casi de primavera.

Los cantos de los niños

Yo escucho los cantos
de viejas cadencias,
que los niños cantan
cuando en coro juegan
y vierten en coro
sus almas que sueñan,
cual vierten sus aguas
las fuentes de piedra:
con monotonías
de risas eternas,
que no son alegres,
con lágrimas viejas,
que no son amargas
y dicen tristezas,
tristezas de amores
de antiguas leyendas.

En los labios niños,
las canciones llevan
confusa la historia
y clara la pena;
como clara el agua
lleva su conseja
de viejos amores,
que nunca se cuentan.

Jugando, a la sombra
de una plaza vieja,
los niños cantaban...

La fuente de piedra
vertía su eterno
cristal de leyenda.

Cantaban los niños
canciones ingenuas,
de un algo que pasa
y que nunca llega:
la historia confusa
y clara la pena.

Seguía su cuento
la fuente serena;
borrada la historia,
contaba la pena.

Un par de sonetos de Gutierre de Cetina

Huyendo va la trabajosa vida
del cansado vivir, que no lo quiere,
y el alma, de contenta en ver que muere,
en sus males no acierta a dar salida.

La esperanza cansada, embobecida,
tras un bien que será más mal si fuere,
viendo que falta ya fuerza en que espere,
a los pies del dolor queda rendida.

Poco puede tardar el bien que espero:
si el curso natural se ha detenido,
acabará el dolor tantos enojos.

Ya siento yo la muerte, y si no muero,
es que quiere el dolor que me ha vencido
poco a poco gozar de los despojos.

______________________________

Traducción de un epigrama latino
Sobre las ondas del helado Ibero,
incauto niño, y sin saber, corría,
cuando el hielo, que fuerza no tenía,
quebrando, se mostró crudo y severo.

El río, que veloz iba ligero,
con el tributo el cuerpo al mar envía:
la cabeza que el hielo sostenía
por memoria quedó del caso fiero.

La madre que buscando al niño andaba
por la ribera, viendo el rostro luego
asió del y sacó lo que quedaba.

«¡Ay cruel hado -dijo- extraño y ciego!
Pues de lo que parí no me tocaba
más parte que ésta, ésta consuma el fuego.»

jueves, 21 de abril de 2011

Tres nuevos poemas de Chema Barredo Viudés en 'Marea'

Dimensiones

Qué difícil medir la impertinencia del sol,
el agua y sus teoremas,
el muro de la noche.

La nada no permite su medida.

Tampoco el secreto viaje del tacto
debajo de la piel que se adormece
y asombra la certeza de los números,
su orden, el ingenio del reptil,
los volúmenes del cielo,
su causa y su coraje.

De nada sirven reglas, los tratados,
los límites de las palabras,
la extraña perspectiva de los astros
nos conmueve, contornos sin sentido
cuando hablamos de ellos.

No es posible calibrar el tamaño del silencio
que vuela con su magnitud absurda.



Fechorías

Cuando se tensa el arco
la flecha desconoce su objetivo,
la duración del viaje,
las consecuencias.

Las voces que habrán de jalearle
aún permanecen mudas,
el aire renunciará a ser muro
si la cuerda se templa
y el brazo impulsa el dardo.

Después madera, cuerda,
flecha y aire unirán su destino.

El pájaro no sabe
que ayer ejecutó su último vuelo.



Dibujo de postal

Creí que las flores de Diciembre
eran como alabastro,
la nieve dibujo de postal,
el campo de ceniza
pero es el tiempo de la niebla,
de magos que cocinan
las hierbas del invierno
con perfiles del lobo
y crean relatos en la noche,
junto al oro del fuego,
sobre el azul del frío.

Los libros no añaden nuevos datos
al metal y los colores grises
que bailan con la música del viento.
El poderoso efecto de cobijo
que ofrecen las paredes
no aleja la distancia del agua.

El cielo en la ventana
es la foto del tiempo detenido.
Diciembre, grave y taciturno,
cuando la lluvia
es una ciencia exacta.

miércoles, 20 de abril de 2011

Hace apenas tres años, como quien dice ayer...

Gsús Bonilla me compartió algunos versos. Pues ahí van.

DE HUESO A PIEDRA

ocurre que me aprieta
el esternón a bocanadas,
ocurre a eso de la diez,

y pasa,
y pasa que tiene que pasar un desenlace,
haciendo de la piel una coraza.

que la carne de gallina
no me abriga,
que no hay una salida al alcance.

que llevo algo de vida a las espaldas,
que pesan mucho
ciertas cadenas,

que marca todo lo
que al fondo de los ojos se almacena

y ocurre que
se escapan los segundos,
y se escurre en el momento posterior
una
lágrima de condena,
de somera cobardía,
y algún trocito de hielo
derritiéndose con pena

ocurre que no soy yo cuando quisiera,
que me cambio de acera
y lo siento.

que cruzo sin mirar al cielo
y ocurre que me atropellan

y me atropellan cuando anochece.
y ocurre
que es el miedo que tengo
a dejar de ser de hueso

y empezar
a ser de piedra.

Óscar Pirot ha publicado 'Bestimenta' (1)

'Bestimenta' ha sido editado recientemente por Papel de Fumar Ediciones. En este enlace encuentras una prueba de edición del poemario. En Poesía Abierta mostraremos algunos de sus poemas. Va.

EL DOMADOR DOMADO

Pero aun la bestia tiene rasgos de nobleza:
deja sobre el escritorio la goma de borrar.
Vicente Quirarte. Teoría del oso
Con el látigo en la mano derecha
y una silla en la izquierda
entro en la jaula

en un rincón la bestia respira
ha comido ya su ración de carne
ha dejado el plato vacío
la página en blanco

la bestia se incorpora
se limpia los restos
arruga el silencio con su lengua rosa

ensaya un paso firme
le estampo un grito
la bestia no se inmuta

prosigue
avanza
su cuerpo mórbido
como una noche me amanece

abre el telón un paréntesis negro

poseído por su presencia
mis fuerzas ceden ante el brillo de su pelaje
es ella
la que me sienta en la silla
me ofrece mi propio látigo
me acerca su plato vacío
y anuncia finalmente
el comienzo de la función.


MURCIÉLAGO

El miedo de abrir
los ojos en la oscuridad
y no tener
la certeza
de poder ver.


BÚHO

El miedo de abrir los ojos
en la oscuridad
y tener
la certeza
de no poder
dejar
de ver.

martes, 19 de abril de 2011

'La amistad silenciosa de la luna', poemario de José Cereijo

José Cereijo publicó esta obra en el año 2003 con la editorial Pretextos. Una colección de haikus, a la moda (en apariencia) bajo un título cursi (no el libro). No a la moda, digo, porque Cereijo hace más de 20 años que se interesa por la poesía oriental y la conoce. No cursi, digo, porque el título parece referirnos a la noche de los amantes (en este caso del amante solitario que espera o anhela), pero el contenido nos lleva a otros lugares: cierto que los paisajes naturales y bucólicos inherentes al haiku están presentes, el amor, la memoria de lo perdido (la nostalgia), como cierto que hay un paisaje interior que ahonda en la reflexión sobre la vida, la muerte y el paso del tiempo aún más vivo. José Cereijo tiende al romanticismo, es su hábitat, pero analiza la emoción, el recuerdo, el poso en el presente de vivencias pasadas más que presentar el caso. Ahí van algunos haikus para que lo veas.

Adónde miran
los ojos de los muertos
tan fijamente.

________________

Soñarte hermosa,
feliz y en otros brazos.
Pero soñarte.

________________

Me gustaría
charlar alguna vez
con mi esqueleto.

_____________

Saben tus manos
algo de mí que yo
no sabré nunca.

____________

Dos ojos negros,
intensos, penetrantes,
de calavera.

________________

Que no me quieres,
dicen (nunca te han visto
cuando te sueño).

__________________

Pura nostalgia
de sí misma, la vida.
¿Y qué esperabas?

______________

A mis recuerdos
les pregunté por ti.
Aún discuten.

______________

Cielo vacío
y, sin embargo, bello.
¿Y si bastara?

_______________

¿Es esa rosa
tan sólo una pregunta,
o una respuesta?

________________

Ven: paseemos
otra vez junto al río.
Él no lo sabe.

______________

Deseo extraño
de ver, con luz de invierno,
la primavera.

___________________

Frente al invierno
tu pura persistencia,
árbol desnudo.

______________

¡Cómo te mira
el espejo: no quiere
perder detalle!

______________

Algo de flores
saben también los ojos
del comerciante.

________________

No te avergüences,
que detrás de mis párpados
no te ve nadie.

____________________

La milagrosa
flor que, dándose a todos,
es siempre íntima.

__________________

Guarda en su alma
un lugar para Dios,
aunque no exista.

lunes, 18 de abril de 2011

Poema de Antonio Machado en 'Soledades'

Tarde

Fue una clara tarde, triste y soñolienta
tarde de verano. La hiedra asomaba
al muro del parque, negra y polvorienta...
La fuente sonaba.

Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abrióse la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
golpeó el silencio de la tarde muerta.

En el solitario parque, la sonora
copla borbollante del agua cantora
me guió a la fuente. La fuente vertía
sobre el blanco mármol su monotonía.

La fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano,
un sueño lejano mi canto presente?
Fue una tarde lenta del lento verano.

Respondí a la fuente:
No recuerdo, hermana,
mas sé que tu copla presente es lejana.

Fue esta misma tarde: mi cristal vertía
como hoy sobre el mármol su monotonía.
¿Recuerdas, hermano?... Los mirtos talares,
que ves, sombreaban los claros cantares
que escuchas. Del rubio color de la llama,
el fruto maduro pendía en la rama,
lo mismo que ahora. ¿Recuerdas, hermano?
Fue esta misma tarde de verano.

-No sé qué me dice tu copla riente
de ensueños lejanos, hermana la fuente.
Yo sé que tu claro cristal de alegría
ya supo del árbol la fruta bermeja;
yo sé que es lejana la amargura mía
que sueña en la tarde de verano vieja.

Yo sé que tus bellos espejos cantores
copiaron antiguos delirios de amores:
mas cuéntame, fuente de lengua encantada,
cuéntame mi alegre leyenda olvidada.

-Yo no sé leyendas de antigua alegría,
sino historias viejas de melancolía.

Fue una clara tarde del lento verano
Tú venías solo con tu pena, hermano;
tus labios besaron mi linfa serena,
y en la clara tarde, dijeron tu pena.

Dijeron tu pena tus labios que ardían;
la sed que ahora tienen, entonces tenían.

-Adiós para siempre, la fuente sonora,
del parque dormido eterna cantora.
Adiós para siempre, tu monotonía,
fuente, es más amarga que la pena mía.

Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abrióse la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
sonó en el silencio de la tarde muerta.

Sonetos de Gutierre de Cetina

Como teniendo en tierra bien echadas
las raíces un árbol se sostiene,
y como del humor que de ellas tiene
las ramas son criadas y guardadas;

como si le serán todas cortadas,
no por eso se seca o se detiene,
antes torna a brotar y a mostrar viene
otras en su lugar luego criadas;

así de mi esperar siendo cortado,
por la mano cruel de algún desvío,
con las ramas el fruto deseado,

de la raíz que está en el alma envío
humor a la esperanza, y, de obstinado,
con nuevas ramas a esperar porfío.

____________________________


El cielo de sus altos pensamientos
con las alas de amor ledo subía
Vandalio, y ni el peligro lo desvía
ni le ponen temor mil escarmientos.

Las nubes deja atrás, deja los vientos,
vencidos del valor de su osadía,
cuando de las palabras que decía
al sol, suenan acá tales acentos:

«Si fue temeridad, ojos del cielo,
osar tan sin valor volar tan alto,
sabiendo de Faetón el caso fiero,

consentidme una vez que sin recelo
mire vuestra beldad; después si el salto
viniera a ser mortal, mortal lo quiero.»

_____________________________

Y agrego a modo de apunte personal este verso suelto, lo único destacable del soneto al que pertenece:

el cielo, el aire, el mar, la tierra, el fuego.

sábado, 16 de abril de 2011

Madrid Cómico: 4 de junio de 1898 (1)




Los anteriores, si mal no recuerdo, son fragmentos del editorial.


Tres nuevos poemas de Chema Barredo Viudés en 'Marea'

Círculos

Confía la mirada en que sucedan
las horas que propone el calendario,
no juegue con mentiras,
nos muestre su destino de números en orden.

Y nada es cierto,
los sueños se predican en febrero
bajo el rumor de nieve,
la sombra del tiempo que nos guía
de frío sin mordaza.

Después inventaremos
señales, el nombre del paisaje,
los círculos sin forma.
Se trata de aferrarse a la promesa
aunque entreguemos vida.
Hallar el tiempo en que seremos
dueños de nuestra suerte.



Nunca es el silencio

Siempre llegan sonidos
que se clavan como hierros
en la esfera que envuelve los cristales
y la casa está vacía
a la espera del signo,
de señales precisas.

Alguien escucha una voz,
una mirada
y nunca es el silencio,
pero todos callamos
con sombras del olvido.

Después hablarán los espejos,
la noche y su evidencia,
los rasgos del futuro
con voz inexorable
del que lo sabe todo.



Desde el aire

No reconozco la palabra
que desdeña la voz del viento,
ni soy mirada de otros ojos,
tacto de manos que someten
las caricias al dictado de otro dios.
Admiro la impaciencia
del día por alcanzar la noche,
la llaga que quiere ser herida
la honda por despedir la piedra
y busco las rutas del amor
entre la carne.

Soy guardián de las mañanas que ciegan
las puertas al invierno
y avientan las cenizas
en el cuerpo de la historia.

Soy de vivir cada día
en el filo del aire.

miércoles, 13 de abril de 2011

Un par de poemas de Mar Benegas en su poemario 'Niña pluma, niña nadie'

a veces los niños
hacemos el amor
sobre una barra de pan
por debajo de la espalda
se extiende un campo
aunque no haya suelo
y sólo una hogaza nos sostenga
amasar sin ropa
las pieles que tiemblan
dedos, ojos y boca
se mezclan con las migas
levadura y agua tibia
fermentan despacio
en un rito alquímico de masticar
aquello recién horneado
es la metamorfosis del trigo
la que deja las manos manchadas:
harina y media medida de miedo
nos cogemos, nos sujetamos
el uno al otro
porque tememos caernos
por cualquiera de los bordes

_____________________________

los niños somos parecidos a las moscas
creemos en las ovejas y volamos sobre el polvo
pero no somos ovejas
ni polvo

los niños somos parecidos a un rumor
vamos haciendo ruido pero nadie nos ve

los niños y los peces somos ajenos
nuestra memoria es eterna para el dolor del mundo

-y sólo nos crecen branquias
en los tiempos de asfixia-

Palabras de Andrés Mencía que cierran 'Sala para fumadores'

No hay motivo para llorar
"Aunque la razón es común a todos,
la mayoría vive como si tuviera la suya"
Heráclito

Aquí tenía que hablar del autor de Sala para fumadores,pero la mejor biografía de Nicolás Valencia es su poemario. El destino ha querido que(de su pasión destructiva de los últimos años) sólo hayamos podido rescatar estos poemas. Nicolás era un vecino de este mundo, de este país y de estas calles de Leganés, que descubrió muy pronto, apenas adolescente, con ansia y con asombro la propia identidad en discusión con todas las estatuas de la necrópolis que es nuestra civilización. Desde los Museos Capitolinos hasta Río Bravo, todo son estatuas para confundir, cada una voceando su razón. Las antenas de Nicolás, sin embargo, conectaban mejor con la vida alrededor, captando los mensajes más inadvertidos, receptoras de todos los asombros. Cuando la Humanidad abandonó su destino común —un paraíso construido y habitado por las primeras sociedades humanas "para no dejar sin comienzo a cada cosa que habría de existir", como escribe Nicolás en Canción, que abre este poemario— allá por los lejanos días del Neolítico comenzaba para el hombre otro camino que nos ha traído hasta aquí, a través del destino individual como ley y de todas las villanías, a este erial del despilfarro y del hambre, a esta locura de un sistema de pedestales que no ha hecho sino sembrar de estatuas y cadáveres los caminos y rotondas por las que transitó el tráfico de la Historia. Nicolás lo aprendía todo con rapidez y tenía la rara cualidad de dejarse penetrar por todo, por todos los entusiasmos, por todas las tristezas. Su precocidad fue la causa de que abandonase paulatinamente las estatuas, al tiempo que diluía su identidad abrazado a hombres y mujeres de verdad, abrazado a los rumores de la naturaleza y abrazado sobre todo a las calles o al insomnio.

Decía yo que su mejor biografía es el presente poemario. Sala para fumadores fue ordenado por el autor tal como se publica. Conviene recordar, sin embargo, que Nicolás Valencia escribió mucho durante sus años de indagación de la propia identidad. Escribía en libretas, a mano, el ordenador lo usaba de almacén, hasta que lo borró todo. Era el más exacto pintor de las esquinas, de la vida que fluye centelleante. Con las palabras y sus ojos convertía cualquier arista en un hallazgo, era el mejor escritor de historias imaginable. Pero al cabo de unos seis años de escritura, lo dejó, quemando todos sus papeles. Yo supe de este segundo desastre, el del fuego, porque él me lo confesó una tarde en la parada de la 481, en la Avda. Portugal. Aquella noche me habló de sus textos más queridos, de estos poemas, como de una obra terminada y que aún conservaba. No cejé hasta tener en mi poder los originales. Me pasó copia escrita y copia informática. Fue mucho más tarde, por fin, cuando Nicolás me autorizó a publicarlos y me rogó que lo hiciera, si alguna vez tenía medios para ello. Hoy ha sido su familia quien ha hecho posible la presente edición. En la copia informática, Nicolás había introducido correcciones a los textos escritos, no muchas pero muy acertadas. Son las versiones que he elegido para su publicación.

El orden del poemario es significativo. Lo dividió en tres partes, aunque la tercera, Escritos sueltos, es fragmentaria y testimonial, flashes de sus más recurrentes preocupaciones y angustias. La primera parte, De lo que ocurrió al principio, la escribió casi en su totalidad con 19 años. El poema Frío, que incluyó en Escritos sueltos, es el primer poema que escribiera de entre todos los que aquí se incluyen, un poema ferozmente exhaustivo de las miserias de la vida en nuestra sociedad. Es en la segunda parte, Y lo que vino después, donde el autor hace recuento de encuentros, descubrimientos y despedidas.

¿Existirá la objetividad? Yo no puedo leer a Nicolás sin escuchar su respiración, sin sentir su mirada azul clavada en mis ojos. Los ojos de Nicolás se clavan en todo. Escribía con los ojos, de ahí la plasticidad de su poesía, la viveza de cada una de sus miniaturas -no digo iluminaciones por no meterlo en el Parnaso, no se nos vuelva a morir. Para salvar su poesía, y la poesía, hay que huir por siempre del Parnaso como hizo él.

Los poemas de la primera parte son poemas de aproximación a la vida y de exaltación, no hay solución de continuidad, poemas juveniles. Pero eso sí, es un raro joven quien escribe, con conciencia de todos los enigmas : "Es tiempo de morir un poco más para vivificarnos" dice en un verso, o "Sólo recuerdo que olvido", o "¿Cuándo han de morir los cuervos?" Hay formulada en estos poemas una diáfana conciencia de identidad, de individualidad. Identidad por el deseo, en Deseo, por ejemplo, —Nicolás también tenía veinte años y sabía que no era la edad más bella de la vida— cuando concluye este poema: "Voy a estallar. Vivo aquí. Es mi estación." Pero también se define por una identidad como de niebla y desorientación, en Consuelo, sin tapujos: "Oscuro se oye el coro,/ estéril, mi cordura,/ ya jamás negaré lo que es mío/ pues locos sois vosotros, nuevos muertos de oro." El poema marca, de alguna manera, el final de la adolescencia y de su proceso de búsqueda de identidad. Yo soy así, estoy perdido y los locos sois vosotros, viene a decir.

En la segunda parte del poemario es como si hubiese estallado la cólera del sabio. Al hablar de poesía hoy, ya no se suele hablar de la mentira del discurso poético, la gran mentira desenmascarada una y mil veces por los dadaístas y una y mil veces vuelta a venerar, después de las vanguardias y de Auschwitz: Mallarmé se volvió loco un año, hace ya siglo y medio, escribió a un amigo que la destrucción era su Beatriz, y he aquí que la destrucción ya no es otra cosa que un esotérico buchipluma jugando con las palabras, siempre entre la casualidad y el azar. Ni se recuerda ya a suspolicías, por ejemplo, fusilando durante la siesta del fauno con balas de plomo a los comuneros ante la fosa abierta del cementerio del Père-Lachaise. Frágil, muy frágil la memoria del discurso poético al uso. Pero sin memoria no hay poesía.

Pues hablemos de poesía. Desde Auschwitz, la poesía huye de la música formal e investiga la belleza del habla, en el habla, en la calle. Pocas sensibilidades como la de Nicolás Valencia para la naturalidad y la coloquialidad. Lo demás que se escribe es silencio de iglesia, o sea, poemas o papeles que iluminan si arden. Si algo conquistaron las vanguardias y el sufrimiento de los hombres en este último siglo pasado fue el discurso poético de la belleza del deseo, de la belleza de la crítica, de la belleza del proyecto utópico que ha de latir en cada verso. En Guantánamo se continúa torturando con música, como en Auschwitz.

Cuando Nicolás proclama la destrucción del lenguaje es muy consciente del alcance de su propuesta. El lenguaje fue la parte del hombre que más ha construido en este disparate que es el mundo del hombre y la sociedad de hoy. El lenguaje no es inocente. "Si somos palabra, a mí que/ me arranquen la lengua." Más allá es el poema central (para mí) de esta parte segunda, quizá de todo el poemario. Comienza así: "Si somos palabra, a mí que/ me arranquen la lengua". Su propuesta y la imagen que la construye no pueden ser más claras. El poeta desea la vuelta al silencio y al paraíso igualitario de la comunicación gestual, al territorio que habitara la humanidad antes de la división sexista del trabajo y antes del pensamiento simbólico. Propone una vuelta al paraíso sin tiempo, al paraíso del presente, este lugar, este dentro: "entonces será cierto que no hay palabras,/ se hará el silencio olvidado en horas, en días de ruido,/ y al fin nombramos sin ellas. Dentro".

Existió la humanidad que se conocía sin nombrarse, sin palabras, "dentro". Este poema, Mas allá, repito que es un poema manifiesto. Y "dentro", como en otros poemas lo es "fuera", la palabra clave en su propuesta. Lo mismo da que el autor sueñe el amor, "tentando mis límites", para engañar la soledad, en Sólo, que ronde la desesperación, "Fuera, los ruidos de siempre. Fuera", y encienda un cigarro, en Martes, o en la calma, después de la terapia: "es tan ancho como el mundo el hombre y, sin embargo, todo es cercanía, o sea,/ lo que conocemos en el principio", así lo escribió en Así dicho.

El último verso citado, la cercanía de "lo que conocemos en el principio" nos devuelve al origen, al mundo de la paz, al paraíso habitado por la comunicación gestual y la mirada, al mundo sin lenguaje. Todo esto lo escribe con más exactitud en Eso, “Entonces, eso será puro lenguaje”, y se está refiriendo a las miradas desnudas. La belleza que gusta a su poesía es este deseo de paraíso de la comunicación por el gesto, aunque el camino se intuye oscuro. Ya no hay poetas, proclama, el hartazgo y los eructos de nuestra civilización han hecho de ellos unos sumisos animales de autobús que se casan y mueren, como dijera otro iluminado por él tan admirado. Sólo fuera del Parnaso y fuera del discurso del Parnaso se producen los destellos que sobreviven en el discurso poético, nuevas propuestas de paraísos. En Nicolás, añoranza de un paraíso que existió.

En fin, en el poemario están todas las claves de su poesía y de su imaginario. Lo que he comentado es lo que hace a estos poemas inolvidables (para mí). "¿Quién sabe cómo será mi sueño?": bien podía haber sido este el último verso del libro.

No faltarán, sin embargo, quienes resuman la propuesta poética de Nicolás Valencia como los poemas de un esquizo. Dirán una gran verdad. Es más, difícilmente se puede escribir ya poesía lejos de la esquizofrenia que nos atormenta a la mayoría. Pero es una verdad inútil. De su Sala para fumadores, lo que merece la pena destacar es que en cada uno de sus poemas aletea el asombro, y que entre ellos se abre paso una propuesta de otro mundo, una propuesta que el lector escucha a pesar de todas las interpretaciones. "Un poema corre el riesgo siempre de no tener sentido, y no sería nada sin ese riesgo", afirma Jacques Derrida. La poesía de la utopía corre este riesgo especialmente. Pero no creáis a los psiquiatras, ello dicen que sabían cosas de Nicolás, pero no creáis a esos malditos policías de la normalidad. Los psiquiatras no supieron acompañar al autor de estos poemas en sus exploraciones del miedo ni supieron acompañarle en el tránsito. Nicolás les había dedicado a ellos más tiempo que a todos nosotros, pero no consiguió que ninguno lo eche de menos hoy, cuanto más que lo llore. Ellos, empeñados en administrar individuo por individuo una razón que sólo es útil cuando es de todos, los apóstoles del discurso racional y de las pirulas, hace tiempo que habían borrado a Nicolás de la lista de los vivos. Desengañémonos, es para lo que fueron titulados estos doctores, para hacer corralitos con los cándidos y los limpios de corazón, con los perdedores, con nosotros.

Es por todo esto que yo sabía que la vida de Nicolás no era la vida de un desdichado, sino la de un sabio. No hay lugar para las lágrimas, él también lo sabía: "no hay motivo para llorar,/ las historias tristes también me gustan./ Estamos juntos, ¿qué otra cosa se os ocurre?".

Andrés Mencía

Andrés Mencía es
Ganador del 14º Premio de Novela Breve Juan March Cencillo en 2006
Ganador del Premio de Poesía José Hierro en 2009

martes, 12 de abril de 2011

Sobre Cántico, ahora 'Cerco del presente'

CERCO DEL PRESENTE

Vuelta a celebrar lo mínimo, lo esencial, lo perdurable: ‘actualidad infinita’ en lo inmediato.

Cantan grillos. Cantan, quieren
Durar sonando.
La noche quiere más cielo
De su verano.

En un constante fluir
Se encauza y murmura, manso.
Un rumbo de oscuridad
Que se dirige hacia el canto.

Croan, perdidas, las ranas.
Noche de charcos.
¿Tinieblas difusas? Unen
Los grillos. ¡Tantos!

Mana tiempo del presente,
Susurro sin intervalo.
Lo que fue, lo que será
Laten, ahora inmediatos.

Actualidad infinita
Dura creando.
Grillos sonantes. La noche
Tornea campo.

lunes, 11 de abril de 2011

Poemas de Antonio Machado en 'Soledades'

Romance

He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares
y atracado en cien riberas.

En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra.

y pedantones al paño
que miran, callan, y piensan
que saben, por que no beben
el vino de las tabernas.

Mala gente que camina
y va apestando la tierra...

Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.

Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan adónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja.

y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca.

Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos
descansan bajo la tierra.

Recuerdo infantil

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel
junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
mil veces ciento, cien mil,
mil veces mil, un millón.

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.

Sonetos de Gutierre de Cetina

Ved si el Amor, señora, es cauteloso,
ved qué desigualdad guarda en sus fueros,
que mi daño mayor nace de veros
y de no os ver un mal más peligroso.

Mirándoos, siento el alma en un rabioso
deseo que jamás puedo moveros;
no viéndoos aquella ansia de quereros
me hace el desear más trabajoso;

no viéndoos, se enflaquece el sufrimiento;
en viéndoos, me desmayo y acobardo
y a los pies del dolor queda el sentido.

Ved, pues, si es nueva suerte de tormento:
que el peligro mayor de que me guardo
es el bien que con más congoja pido.

________________________________


Más fácil es, señora, el abstenerse
de desear, a un hombre enamorado,
que después que algún tiempo ha deseado,
medida al desear pueda ponerse.

Puede uno rehusar, puede tenerse
de no entrar en lugar que viere helado,
mas si una vez entro, después de entrado,
no es en él esperar ni detenerse.

Bien pudiera no os ver cuando no os vía,
no viéndoos no os amara, y no os amando
no deseara el bien que ahora deseo.

Mas después de sujeta el alma mía,
Amor, que me sostiene deseando,
no consiente poner freno al deseo.

Tres nuevos poemas de Chema Barredo Viudés en 'Marea'

Ciudades nocturnas

Despierta la ciudad, se despereza
y la noche agota el tiempo,
se deshace entre cuerpos y neón,
los restos de la fiesta
o los pasos de algún borracho anónimo,
grupos de adolescentes que vuelven de la noche
en el primer autobús, tipos sin hora
que buscan el amor de las mujeres
con la sonrisa en desgastados labios.

La noche esconde
los cuerpos en la ciudad nocturna,
sólo impostura de la nada
que pierde todo el brillo con la luz.
Hay sombras que se desvanecen solas.

Hay calles que no entregan su tesoro fácilmente,
guardan secretos de ciudad que ampara
preguntas sin respuestas
¿dónde la felicidad?
no en esa apariencia de alegría
que se prodiga en varias formas,
monedas de la farsa que intercambian entre todos,
palabras, cuerpos, lentejuelas
se confunden con luces
y con sombras entre el humo
que desprenden las alcantarillas,
y alguna rata que cruza sin mirar
en la noche, mapas del amanecer,
los restos de mentiras compasivas.

No hay respuesta a las preguntas,
el brillo de la noche no es eterno,
no hay secretos en las calles, todos saben
que es la hora, no su hora, todos mienten
en las rutas de geometría fugaz
y se pierden en portales
donde se ama una pareja antes de que salga el sol,
en las plazas sin consuelo y en cualquier
banco del parque se desarman las madejas
que se enredan cada noche donde nadie
es casi nada sin el brillo de una copa,
en la nocturna ciudad que nos ampara
a todos. Sin preguntar por qué.

En la sombra se disuelve la razón,
canción de amor, sólo canción que envuelve
las calles de ciudad oscurecida.
Extraño tono de misericordia.



Poderosa influencia de los astros

Últimos días, pronto serán recuerdo
del verano que se consume,
el sopor de la tarde y esa extraña sensación,
indolencia, que no alivian las horas
ni esa luz, que se agota poco a poco,
de un septiembre al que no le queda vida.

Salir al sol, recorrer el camino
y sentarme en una roca,
frente a la valla de piedra que traza
una línea uniforme,
las sombras de unos fresnos
dibujan geometrías y el sueño
me ronda algún instante,
como bebida que gratifica y me dejo vencer,
acunado por la dulce somnolencia
de una brisa que aún es cálida.

Que empuja el avance de las nubes.
Anuncian la inminencia de otro tiempo,
sombrío, fiel a la cita.
Estaciones que se renuevan,
noventa días estériles, nada más
o quizás sólo es
la poderosa influencia de los astros.



Sombras en la piedra

Los nombres escritos en la piedra
aguardan su momento,
el día en que alguien les pronuncie
y entone la voz grave,
recite esos nombres que ya nada proponen
a la vida y el viento escarba entre las letras
con áspera caricia.

Son nombres escritos, rendijas en la roca,
cenizas del tiempo y su lenguaje.

Nombres grises de piel descolorida,
sombras sin fechas ni señales
que no han permanecido
indemnes a la luz y que golpea la lluvia
con monótono repique de salmodia,
con el vago silencio del olvido.

miércoles, 6 de abril de 2011

Últimos textos de Nicolás Valencia Redondo en 'Sala para fumadores'

Sin título

Cuando sientes lo que dices, verdaderamente no necesitas
decirlo.
Cuando no es así, cuando tus palabras son más otra
cosa que realidad, tu expresión muestra tu necesidad.

Dr. Fau

Nos tratamos de tú,
siempre nos tratamos de tú.
Que así sea.
¿Es bondad tu profesión
ya que en ello estás,
O es tu corazón generoso,
tu pelo cano, tus ojos cansados
y tu carácter agrio?
Ya que buceas en lo más
profundo de nuestras alcantarillas,
las de tus pacientes, dime:
¿Cuál es la peor zozobra, la
más temible tormenta?, si
es que ahora sabes algo.

Planta Psiquiátrica y mujer

Tu modo de estar
Tan diferente de tu coco
Como tu temor dulce
Como tu pendiente izquierdo
A la desconcertante Rakel

Mis poemas en 'Azul Eléctrico'


Varias veces he recibido invitación de esta revista de León para publicar mis versos, y en diversas ocasiones lo he hecho. El único recuerdo que tengo de esas participaciones es cortesía de Gsús Bonilla, que tras la sorpresa de encontrar mi verso tan lejos de Madrid, escaneó mi participación. Gracias Gsús.

martes, 5 de abril de 2011

Concluímos con LAS HORAS, el poema del Cántico de Jorge Guillén que andamos desmenuzando

LAS HORAS

En III veíamos de nuevo el reloj, de nuevo digo, como en EL PRÓLOGO, con quien te sugería compararlo. En EL PRÓLOGO: el trajín, la prisa, riscos que salvar, rodeos que rizan la artimaña que todo lo salva…y el secreto para superarlo, inhábil. Pero, ¡alegría!, buen prólogo sea tanta dificultad y venga al poema la dificultad mayor: el misterio, todo. En LAS HORAS III: su pulso es el de los astros, que rigen nuestro tiempo, el orbe todo; ante esto, qué importa qué hora marque el reloj, todas son horas de hoguera, no ya de luz, también de calor, en los montes, en el orbe, en la entera creación o natura. Y ahí Jorge, si es necesario en su torre, cada uno en la suya.


IV

La luna da claridad
Humana ya al horizonte,
Y la claridad reúne
Torres, sierras, nubarrones.

Se abandona el desvelado.
Firme el borde
Nocturno. La inmensidad
Es un bloque.

En torno velando el cielo
Atiende, ciñe a la noche.
De la raíz a la hoja
Se yergue velando el bosque.

Fiel, a oscuras
Va el mundo con el insomne.
El reloj
Da las cuatro. Firmes golpes.

Todo lo ciñe el sosiego.
Horas suenan. Son del hombre.
Las soledades humanas
Palpitan y se responden.


Pero como LAS SOLEDADES INTERRUMPIDAS sigue a EL PRÓLOGO y se nos dice que no tan aislado el hombre (no creo necesario en este caso más que referir el título, suficientemente esclarecedor. Si quieres releer el poema utiliza la herramienta buscador de este blog). pues ahora, nuevamente, nos dice Jorge: cada cual en su isla, sí, pero ahí ‘Las soledades humanas/ Palpitan y se responden’. Y esa, no te engañes amigo lector, es la claridad humana: la de la luna, no la del sol. No es romántico, Jorge, no, en el sentido más tópico del término, pero se acompaña de la luna y la oscuridad como ellos. La incomunicación, la incomprensión, el distanciamiento…la soledad. Ésa es la divisa humana.
Noto de nuevo que ya se ve próximo el fin de este segundo bloque de poemas. Recuerda: el alba es el comienzo, la luna nos marca el fin.

Puestos a ser pedantes...

enmendaré la plana a Antonio Machado. Por favor, no se lo contéis que no quiero que el maestro se ofenda. (¿Contéis lleva tilde? A ber si de una bez me estudio la nueba gramática.)

He aquí el verso de Antonio, perteneciente a 'Del camino':

El sol es un globo de fuego,
la luna es un disco morado.

Una blanca paloma se posa
en el alto ciprés centenario.

Los cuadros de mirtos parecen
de marchito velludo empolvado.

¡El jardín y la tarde tranquila!...
Suena el agua en la fuente de mármol.

Observar primero que los acentos internos se dan cada tres sílabas. En los versos 1, 2 y 5, en las sílabas 2, 5 y 8; y en los restantes, en 3, 6 y 9. Los del primer grupo son eneasílabos; los del segundo, decasílabos. Los del segundo grupo son la pauta, los del primero...

Consultando la fuente infalible que es Wikipedia, anotamos lo que allí se recoge: tanto el eneasílabo como el decasílabo son infrecuentes en la poesía española (¿o a la poesía en español en general?). Según esta misma fuente, en eneasílabos está el poema 'Canción de otoño en primavera', de Rubén Darío, y el decasílabo (francés en su concepción) se castellaniza (o españoliza) en endecasílabo. Ambos casos, digo, apuntan a Francia. Según Ana María Platas Tasende en su 'Diccionario de Términos Literarios', publicado por Espasa, el enasílabo estaba 'ya presente en la lírica antigua' y 'su uso fue habitual en la poesía neoclásica [lo que según ella apunta especialmente a Francia], en la romántica y en la modernista',.

En cualquier caso, el afrancesado Antonio (que con 23 o 24 años se traslada a París a trabajar de traductor y que entonces entra en contacto con la literatura parisiense) junta ambos metros en este verso. Y ay, con desatino. Por lo señalado al comienzo, el poema renquea. No digo que fuera error de concepción, que puede ser que la música que logra es la que buscó, pues si en Soledades (su primer poemario, 1903) busca una armonía métrica en cada poema, aunque no necesariamente musical (a veces desmentida en ambos sentidos), en 'Del camino', segundo poemario y al que pertenece la poesía que comento, se complace y se recrea en la variación inarmónica de metros.

Si tienes ganas de discutir podrás decirme que adónde voy tan célere, que el quinto verso mide 10, que marque el hiato y diga 'los cu a dros'. Y yo te digo que no, que eso es muy violento. Aunque es cierto que en ese caso los acentos recaerían en 3, 6 y 9 y todo quedarían en orden.

Te puedo admitir unos segundos el hiato en 'la lu na es' , en el verso segundo, porque el primero ya nos ha marcado el ritmo, de acuerdo. Pero al leer 'la lu na es un disco morado', los acentos van en 2, 4, 6 y 9. Chungo, chungo. Seguiría la cosa descabalada. Y además, qué más da, al primero no hay quien le saque la décima sílaba.

¡¿Otra vez?! Si haces hiato en fuego los acentos quedarían en 2, 5 y 9.

En definitiva, este poema es una criatura abandonada. ¿Algo más pudo hacerse, Antonio? Buf, juguemos. Venga, sólo a esos tres meteré mano.

Es el sol viejo globo de fuego
y la luna es un disco morado.

Una blanca paloma se posa
en el alto ciprés centenario.

En el cuadro los mirtos parecen
de marchito velludo empolvado.

¡El jardín y la tarde tranquila!...
Suena el agua en la fuente de mármol.

Ay, Antonio, qué gran maestro. Estos son los mejores, los silenciosos; los que nos dejan aprender a nuestro ritmo con sólo su ejemplo.

Sonetos de Gutierre de Cetina

¡Ay, dulce tiempo por mi mal pasado,
en el cual me vi yo de amor contento!
¡Cómo se fue volando con el viento
y sola la memoria en mí ha quedado!

¡Ay, triste tiempo lleno de cuidado
de dolor y pesar, pena y tormento!
¿Quién hace así tardar tu movimiento?
¿Cómo vas tan despacio y tan pesado?

Si tanto bien no mereció mi suerte,
¿cuál desdicha ordenó que lo gustase?
Y si era bien, ¿por qué fue mudable?

Y si había de venir un mal tan fuerte
tras él, para que más me lastimase,
¿por qué es mi mal más que mi bien estable?

________________________________________


Pasan tan prestos los alegres días,
volando sin parar apresurados,
y del perdido bien acompañados
llevan tras sí las esperanzas mías.

Mas los que traen las ansias, las porfías,
temor, recelos, bascas y cuidados,
éstos pasan despacio, tan pesados,
que parecen que van por otras vías.

Pues si no muda el sol su movimiento,
si regla cierta en sus caminos guarda,
si no se puede errar orden del cielo,

las horas enojosas del tormento
¿por qué tan luengas son? ¿Cómo se tarda?
Y las alegres, ¿quién las lleva en vuelo?

viernes, 1 de abril de 2011

Poesía en Lavapiés, sábado noche


Ángel Guinda (Zaragoza, 1948) es autor de los manifiestos «Poesía y subversión», «Antimanifiesto», «Poesía útil», entre otros, y del ensayo El mundo de poeta, el poeta en el mundo. Ha publicado los libros de poemas Vida ávida, El almendro amargo, Conocimiento del medio, La voz de la mirada, La llegada del mal tiempo, Biografía de la muerte, Toda la luz del mundo, Claro interior, Poemas para los demás y Espectral. Ha sido recogido en numerosas antologías, ha sido traducido al italiano, sueco, búlgaro, checo y asturiano. Además, ha realizado la compilación Yin. Poetas aragonesas 1960-2010.

Escribo con palabras

rotundas y sencillas,

con palabras de pan,

de aceite, vino, agua,

de casa, de la calle,

con ideas en bruto,

para que tú me entiendas.

Escribo con palabras

de grito y de silencio,

de azúcar, semen, sal.

Con palabras de barro.

de madera, de sangre,

de cemento, de plástico,

de hierro y de cristal.

Con palabras de carne,

con palabras de luz,

de sombra, transparentes.

Con palabras de vida,

con palabras de tiempo,

con palabras de amor,

con palabras de odio.

Escribo con semillas.

Sencillamente, escribo.

Escribo como vivo.

Escribo como soy.

(Ángel Guinda)


Alberto García-Teresa (Madrid, 1980), licenciado en Filología Hispánica, escribe crítica literaria en diferentes medios. Es autor de los poemarios Hay que comerse el mundo a dentelladas y Oxígeno en lata y de la plaqueta Las increíbles y suburbanas aventuras de la Brigada Poética. Sus poemas han sido traducidos al francés, al serbio y al macedonio, y ha sido recogido en varias antologías también por sus cuentos y microrrelatos. Ha seleccionado distintas recopilaciones de relatos fantásticos y de terror.

UN ECONOMISTA

Un economista no sabe qué hacer con un arco iris.

No entiende el aleteo de una abeja,

por qué trinan escandalosamente las gaviotas,

qué guarda una camada en su madriguera.

Se inquieta ante un caracol que,

sobre una brizna empapada de rocío,

indiferente se despereza.

Ante el murmullo chispeante de un río,

ante un eclipse inundado de estrellas,

ante tu sonrisa o una mano abierta,

agita desconcertado su cabeza.

Un economista no escucha la memoria

ni atiende al compás de los latidos.

No sabe buscar tanteando en silencio la belleza

en toda palpitación dichosamente tendida

a la luz, al viento, a la alegría.

Un economista aún busca con vehemencia

con qué moneda comprar la vida.

(Alberto García-Teresa)