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jueves, 27 de febrero de 2014

Clara Janés, "Orbes del sueño" (4)

de círculos a elipsis
de elipsis a la línea recta
y para la célula
¿rige el giro la tierra
o el sol?
¿o es todo
el incesante fluctuar
de la micropartícula
o la formación provocada
de una estructura
o es la creación
que deja al azar
y al tiempo en su enigma
al otro lado de las fórmulas
y de los ojos que ven lo que no ven
y aquel amor
que se disipó
en evanescencia...


hay que continuar
a otras esferas
viviendo allí esta vida
ya que no hay otra vida
las vespertinas nubes
las estrellas
los mundos habitados
los invisibles muertos
los remotos
espejos


el negro de la noche
es lejanía
estrellas apagadas
un pasado sin fin
hasta el origen
solo el presente es luz
que no mayor certeza
ni libertad
y en la negrura
capto
las redes quebradizas
de cuanto fue
mutante
o dejó de ser
tras ser creado
de la nada


negro
cero
infinito en potencia
desgarradura
asaltándose
a sí misma
ida y regreso
por caminos invisibles
regreso y alejamiento
vaso de vida
anterior al latido
fluye huye
nada anida
voz sin voz
esbozo
ondulación

Recorrido por "Sombra del Paraíso" de Vicente Aleixandre. Hoy "Los dormidos" y "Muerte en el paraíso"

LOS DORMIDOS

¿Qué voz entre los pájaros de esta noche de ensueño
dulcemente modula los nombres en el aire?
¡Despertad! Una luna redonda gime o canta
entre velos, sin sombra, sin destino, invocándoos.
Un cielo herido a luces, a hachazos, llueve el oro
sin estrellas, con sangre, que en un torso resbala:
revelador envío de un destino llamando
a los dormidos siempre bajo los cielos vividos.

¡Despertad! Es el mundo, es su música. ¡Oídla!
La tierra vuela alerta, embriagada de visos,
de deseos, desnuda, sin túnica, radiante,
bacante en los espacios que un seno muestra hermoso,
azulado de venas, de brillos, de turgencia.

¡Mirad! ¿No veis un muslo deslumbrador que avanza?
¿Un bulto victorioso, un ropaje estrellado
que retrasadamente revuela, cruje, azota
los siderales vientos azules, empapados?

¿No sentís en la noche un clamor? ¡Ah dormidos,
sordos sois a los cánticos! Dulces copas se alzan:
¡Oh estrellas mías, vino celeste, dadme toda
vuestra locura, dadme vuestros bordes lucientes!
Mis labios saben siempre sorberos, mi garganta
se enciende de sapiencia, mis ojos brillan dulces.
Toda la noche en mí destellando, ilumina
vuestro sueño, oh dormidos, oh muertos, oh acabados.

Pero no; muertamente callados, como lunas
de piedra, en tierra, sordos permanecéis, sin tumba.
Una noche de velos, de plumas, de miradas,
vuela por los espacios llevándoos, insepultos.


MUERTE EN EL PARAÍSO

¿Era acaso a mis ojos el clamor de la selva,
selva de amor resonando en los fuegos
del crepúsculo,
lo que a mí se dolía con su voz casi humana?

¡Ah, no! ¿Qué pecho desnudo, qué tibia carne casi celeste,
qué luz herida por la sangre emitía
su cristalino arrullo de una boca entreabierta,
trémula todavia de un gran beso intocado?

Un suave resplandor entre las ramas latía
como perdiendo luz, y sus dulces quejidos
tenuemente surtían de un pecho transparente.
¿Qué leve forma agotada, qué ardido calor humano
me dio su turbia confusión de colores
para mis ojos, en un póstumo resplandor intangible,
gema de luz perdiendo sus palabras de dicha?

Inclinado sobre aquel cuerpo desnudo,
sin osar adorar con mi boca su esencia,
cerré mis ojos deslumbrado por un ocaso de sangre,
de luz, de amor, de soledad, de fuego.

Rendidamente tenté su frente de mármol
coloreado, como un cielo extinguiéndose.
Apliqué mis dedos sobre sus ojos abatidos
y aún acerqué a su rostro mi boca, porque acaso
de unos labios brillantes aún otra luz bebiese.

Solo un sueño de vida sentí contra los labios
ya ponientes, un sueño de luz crepitante,
un amor que, aún caliente,
en mi boca abrasaba mi sed, sin darme vida.

Bebí, chupé, clamé. Un pecho exhausto,
quieto cofre de sol, desvariaba
interiormente solo de resplandores dulces.
Y puesto mi pecho sobre el suyo, grité, llamé, deliré,
agité mi cuerpo, estrechando en mi seno solo un cielo estrellado.

¡Oh dura noche fria! El cuerpo de mi amante,
tendido, parpadeaba, titilaba en mis brazos.
Avaramente contra mí ceñido todo,
sentí la gran bóveda oscura de su forma luciente,
y si besé su muerto azul, su esquivo amor,
sentí su cabeza estrellada sobre mi hombro aún fulgir
y darme su reciente, encendida soledad de la noche.

"Cantos de Amor" de Ausias March, en traducción de Jorge de Montemayor, "Canto XIII"

CANTO XIII

Dona si us am nom graixcau, etc.

No agradezcáis a amor aver yo amado,
señora, aunque su fuerça no se niega;
agradeceldo aquel que os ha formado
tan alta, que en valor ninguna os llega:
a un bello rostro una alma bella ha dado,
no como prisionera se la entrega,
sino como a señora preeminente,
que al appetito dome blandamente.
Aunque trabajo siempre noche y día,
y por que me queráis jamás reposo,
compraros el querer por esta vía
no puedo, que su precio es muy costoso.
Bien es verdad que allá merescería,
teniendo mi morir por muy sabroso;
no es bien que me queráys sin vuestro grado,
ni quiero ser por fuerça bien tratado.
Siquiera agradescedrae, ¡o, alma mía!,
que yo que del Amor tan fuera estava
y un solo effecto suyo no escrivía
(mas antes de lo escrito me pesava),
por vos, y en vos la pluma cada día
el tiempo gasta, y quiere ser esclava
sin paga alguna; y si esto es, ¿quién me daña?
Harálo Amor, que es su costumbre estraña.
Pues quiere Amor que amor en mi s'estienda
por gran parte de vos que en mí he hallado,
y fue tan grande en mí, qu'en tal contienda
los dos mi cuerpo y alma han sojuzgado;
razón es no apartarme, aunque m'offenda,
pues el amor en mí por vos ha entrado,
y el ser perfecto y alto que en vos vido
me hizo a mí querer sin ser querido.

Por escusar la pena y descontento,
huý de amor un tiempo con cuydado,
y en ver tan gran beldad y entendimiento
rebuelvo en alegría el mal pensado;
al qual perdono, y todo aquel tormento
que sé que ha de venir, y no es llegado,
el qual propongo, yjuro de çufrillo,
aunque jamás de mí queráys sentillo.

Tenía yo, señora, castigados
a mis sentidos, por que ya no amassen.
Por vos les di licencia que penassen;
si ingratos fueren, ellos son culpados.

Poemas de Elías Nandino (8), "Nocturno llanto"

NOCTURNO LLANTO

Ese llanto invencible que brota a media noche,
cuando nadie nos ve ni nuestros propios ojos
pueden atestiguarlo,
porque es llanto reseco, privado de su sal,
desvestido de linfa,
con aridez de fiebre
y amargo como el humo de los remordimientos.

Ese llanto que irrumpe sin causa y sin sollozo,
sin roce y sin historia,
deprovisto de gota, de tibieza y caída,
pero dando la sensación exacta
de nacer y rodar
en un cauce frío lento que invade hasta los huesos.

Ese llanto del hombre asomado al misterio
que le duele en la voz, en la piel, en las venas
y en el arropo oscuro
de la noche que ciega su pensamiento en llamas.

Ese llanto sin lágrimas
huracán en vacío, surtidor sin derrame
que al borde de los párpados
detiene sus impulsos
y retoRna al dolor donde nace.

Ese llanto tan mío, tan de todos y ajeno,
expansión comprimida de atávicas nostalgias
que no alcanzan la lluvia que las hunda en la tierra
para seguir por ella, en humedades hondas,
persiguiendo el declive
que las retorne a su raíz marina.

Ese llanto de todos acedrado en el mío,
ese llanto tan mío en que fluye el de todos
agua y sal trasvasadas en angustia ambulante,
que circula enclaustrado
como altura caída que anhela levantarse,
y al no poder hacerlo,
se retuerce en el centro de su lumbre vacía
para seguir luchando contra el blindaje sordo
que no puede llorarlo.

Llanto ciego que brota de la oculta resaca
de una sangre viajera en su cárcel de agobio.
El calor dilatado de musculares zonas
que sube hasta la orilla
de la flor sin corola del insomnio sediento.

Ese llanto sin llanto, percepción absoluta
del íntimo goteo
que al nacer se derrama nuevamente hacia dentro,
porque le dieron vida lacrimales sin parto,
o porque lo producen las vertientes secretas
de siglos de memoria
que quisieran rodarse
por el salto mortal de nuestras lágrimas.

Ese llanto... ese llanto en deseo
de volcarse en el llanto;
esas olas de miedo, de ansiedad, de tormento
que se agolpan y piden
el nacer repentino de su líquida fuga.

Ese llanto sin llanto empotrado en la frente,
que se muere sin agua y se bebe a sí mismo
para seguir formando
el manaNtial sin cauce
que detrás de la carne presiona con su asfixia,
y transforma la vida en un volcán sin cráter
o alud que sin espacio se rebulle en su sitio.

Ese llanto sin llanto, ese impulso encerrado
de un brotar que no puede encontrar desahogo
y que vive en nosotros, comprimido, creciente,
porque es llanto de hombre que no cabe en el hombre
y que tiene, por fuerza, que vivir sumergido
hasta el instante trágico
en que la muerte hiera,
y se llore fundido al corporal derrumbe.

martes, 25 de febrero de 2014

Versos y prosas de "Oscuro dominio" (1), de Juan Larrea



“Oscuro dominio”, Juan Larrea; Alcancia, México, 1934, con el auspicio de Gerardo Diego. Consulto el ejemplar número 5, de una tirada de 50. Me permito extraer algunos fragmentos a mi capricho.


Dulce vecino (fragmento)

El antes y el después son simples perspectivas parciales. En prueba de ello me asomo a un espejo, que evidentemente existía con anterioridad a mi impulso, y me encuentro en él y contemplo mi satisfacción al verme tenido en cuenta y hasta comentado por la materia que hemos dado en llamar insensible. Pero por mis personales sentidos, única verídica fuente de conocimiento, nunca me atrevería a afirmar mi inexistencia dentro del espejo antes de entonces. La simultaneidad que observo es meramente cerebral. A causa de la refracción aún no bien estudiada de ciertas materias brillantes hacia la eternidad, mi cerebro logra en aquel momento aislarse del tiempo, situándome en el preciso instante en que el cristal piensa en mí. De otro modo me vería obligado a admitir que siempre permanecía dentro del espejo, que ni a fumar salía jamás de él, que el espejo era el infinito donde se encuentran las líneas paralelas de la lluvia.

Atienza (fragmentos sueltos)

Si el camino que uno sigue se bifurca y en la opción se toma el conducente a Atienza, contraviniendo a toda norma no saldrá júbilo ni terrenal ornato a recibiros. Ni un solo gesto que os invite a proseguir. Nada que os compense o cuando menos cicatrice el posible futuro que quedó amputado en la bifurcación. Más aún; seréis testigos de cómo lo mismo hacia adelante y hacia atrás que hacia los costados, espacio y tiempo pueden huir de cada hombre infinitamente.

Quise entonces empalmar en mis venas las azules del mundo y vi que era posible.

Yo también, me dije, yo también, cuando me quede tiempo hacia el ocaso he de sufrir un monte.

Selección de la "Décima poesía vertical" de Roberto Juarroz (1)

Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1986


1

Las últimas estructuras se han gastado
y es preciso cambiarlas,
sobre todo las más finas.

Desmantelar el aire, por ejemplo.
Desmantelar el pensamiento.
Pero ¿reemplazarlos con qué?

Hay que poner el aire en lugar del pensamiento.
Hay que poner el pensamiento en lugar del aire.


3

En todos los mundos
hay imágenes flotantes,
íconos vagabundos
cuyo destino es ir a la deriva,
figuras que inquietan a los seres fijos
y a las cosas atadas

Pero hay además mundos
hechos solamente de imágenes,
sin anclajes ni puertos,
íntegramente nómades,
destellos sin raíz,
fulguración en fuga.

Toda imagen tiende espontáneamente
a descartar su fuente
y valerse por sí misma.
Y esos mundos de imágenes flotantes
intentan también prescindir de los otros
en busca de un espacio mas libre.

Porque mas allá de la pesadez de los cuerpos,
solo las imágenes son libres.
Por lo tanto debe el hombre
convertirse en imagen.
O dejar que su imagen se vaya libremente
y aprender a quedarse sin imagen.


5

No prestar atención a las palabras,
salvo a aquellas que transportan
su propia carga de silencio.
El discurso del hombre es extrañamente opresivo,
pero algunas palabras quedan sueltas
como pájaros que caen de sus bandadas
y que una zona especialmente susceptible del aire
retiene y congrega.

No prestar atención tampoco a la escritura,
salvo a ciertas páginas desprendidas o rotas
que conservan fragmentos
de algunas historias que no parecen historia
o de un balbuceo con una extraña ilación,
papeles que el viento arremolina en los rincones.

Y ni siquiera prestar atención a lo callado,
porque el silencio del hombre es casi siempre
nada más que un terreno baldío,
cercado por unas tapias lastimosas
que impiden que lo arrastren las hormigas.

Además de la palabra y el silencio,
el verdadero lenguaje articula otras cosas,
por ejemplo,
el filo sin sosiego que lo hiere.

jueves, 20 de febrero de 2014

Clara Janés, "Orbes del sueño" (3)

transparente
a espacio y tiempo
entran en mí
las constelaciones todas
el itinerario de los astros
los movimientos de la luna
y su mirada me conforma más allá
y soy también
un cuerpo errante
perdido
en la oscuridad


avanzan
por la negrura de la noche
y se deslizan
como un viento silbante
entre constelaciones
insomnes
inalcanzables números
de un álgebra autocreada
no hay llave
para su trayecto
que dice existencia
no te rozan
pero te mueves
con su movimiento


no hay desaparición
para los números hay
quebraduras y duplicaciones
pero en la delimitación
que nos limita
quietud de hielo
y de cruzar ese umbral
caer al cenit
bailar
entrando y saliendo de la nada

desgarradura
es el ser
ante la posibilidad

Recorrido por "Sombra del Paraíso" de Vicente Aleixandre. Hoy "Plenitud del amor"

PLENITUD DEL AMOR

¿Qué fresco y nuevo encanto,
qué dulce perfil rubio emerge
de la tarde sin nieblas?
Cuando creí que la esperanza, la ilusión, la vida,
derivaba hacia oriente
en triste y vana busca del placer.
Cuando yo había visto bogar por los cielos
imágenes sonrientes, dulces corazones cansados,
espinas que atravesaban bellos labios,
y un humo casi doliente
donde palabras amantes se deshacían como el aliento del amor sin destino...
Apareciste tú, ligera como el árbol,
como la brisa cálida que un oleaje envía del mediodía, envuelta
en las sales febriles, como en las frescas aguas del azul.

Un árbol joven, sobre un limitado horizonte,
horizonte tangible para besos amantes;
un árbol nuevo y verde que melodiosamente mueve sus hojas altaneras
alabando la dicha de su viento en los brazos.

Un pecho alegre, un corazón sencillo como la pleamar remota
que hereda sangre, espuma, de otras regiones vivas.
Un oleaje lúcido bajo el gran sol abierto,
desplegando las plumas de una mar inspirada;
plumas, aves, espumas, mares verdes o cálidas:
todo el mensaje vivo de un pecho rumoroso.

Yo sé que tu perfil sobre el azul tierno del crepúsculo entero
no finge vaga nube que un ensueño ha creado.
¡Qué dura frente dulce, qué piedra hermosa y viva,
encendida de besos bajo el sol melodioso,
es tu frente besada por unos labios libres,
rama joven bellísima que un ocaso arrebata!

¡Ah, la verdad tangible de un cuerpo estremecido
entre los brazos vivos de tu amante furioso,
que besa vivos labios, blancos dientes, ardores
y un cuello como un agua cálidamente alerta!

Por un torso desnudo tibios hilillos ruedan.
¡Qué gran risa de lluvia sobre tu pecho ardiente!
¡Qué fresco vientre terso, donde su curva oculta
leve musgo de sombra rumoroso de peces!

Muslos de tierra, barcas donde bogar un día
por el músico mar del amor enturbiado,
donde escapar libérrimos rumbo a los cielos altos
en que la espuma nace de dos cuerpos volantes.

¡Ah, maravilla lúcida de tu cuerpo cantando,
destellando de besos sobre tu piel despierta:
bóveda centelleante, nocturnamente hermosa,
que humedece mi pecho de estrellas o de espumas!

Lejos ya la agonía, la soledad gimiente,
las torpes aves bajas que gravemente rozaron mi frente en los oscuros días del dolor.

Lejos los mares ocultos que enviaban sus aguas,
pesadas, gruesas, lentas, bajo la extinguida zona de la luz.

Ahora vuelto a tu claridad no es difícil
reconocer a los pájaros matinales que pían,
ni percibir en las mejillas los impalpables velos de la Aurora,
como es posible sobre los suaves pliegues de la tierra
divisar el duro, vivo, generoso desnudo del día,
que hunde sus pies ligeros en unas aguas transparentes.

Dejadme entonces, vagas preocupaciones de ayer.
abandonar mis lentos trajes sin música,
como un árbol que depone su luto rumoroso,
su mate adiós a la tristeza,
para exhalar feliz sus hojas verdes, sus azules campánulas
y esa gozosa espuma que cabrillea en su copa
cuando por primera vez le invade la riente Primavera.

Después del amor, de la felicidad activa del amor, reposado,
tendido, imitando descuidadamente un arroyo,
yo reflejo las nubes, los pájaros, las futuras estrellas,
a tu lado, oh reciente, oh viva, oh entregada;
y me miro en tu cuerpo, en tu forma blanda, dulcísima, apagada,
como se contempla la tarde que colmadamente termina.

miércoles, 19 de febrero de 2014

"Cantos de Amor" de Ausias March, en traducción de Jorge de Montemayor, "Canto XI"

CANTO XI

Leixant aparte Vestil dels trobadors

Dexemos el poeta apassionado,
con cuyo estilo la verdad se offende;
tomad el mío a ella afficionado,
lo menos no dirá que en vos entiende.
No me creerá quien nunca os ha mirado;
y aun quien os vee tampoco os comprehende,
que quien el cuerpo os vio y el alma ignora,
en creerme, y no sentirlo, gime y llora.
¿Qué ojo puede haver tan innocente,
que no juzgue por alta essa figura?
Mas no lo juzgará como el prudente,
qu'el otro no vee más de la hermosura.
Lo que se participa fácilmente
conoscerá el grossero, y lo procura:
cómo es color, y talle, y lindo gesto,
mas no la condición, ni el prosupuesto.
No hay moço, viejo, lego, ni letrado
que acabe de dezir lo que meresce
un cuerpo de beldad acompañado,
si guarda castidad, y allí floresce
vuestro divino seso, y estremado
se sabe assí regir que os engrandesce.
No soys virgen, señora, pero basta
que quiera Dios que aya de vos casta.
La buena massa os basta a vos, señora,
a do sus dones siempre Dios reparte.
Si ha hecho sabias, buenas hasta aora,
doña Teresa alcança mayor parte;
tan gran conoscimiento en ella mora,
que no podrá faltar de ninguna arte:
al más devoto ciega y le entretiene,
su entendimiento a otros mil mantiene.

Venecia en tanta paz no se sostiene,
como su seso, ni hay tal regimiento;
mil subtilezas siempre en sí mantiene,
no hay qué tachalle en habla o movimiento:
tal gozo el hombre sabio en verla tiene
y en occuparse en ver su entendimiento,
que aquel desseo del cuerpo no s'estiende
al appetito baxo, ni le offende.

Poemas de Elías Nandino (7), "Nocturno difunto", recogido en "Poesía en movimiento"

NOCTURNO DIFUNTO

Desde que despojado de tu cuerpo
te escondiste en el aire,
yo siento mi existencia más honda en el misterio,
como si mis manos, alargadas por las tuyas
inmensas en el cielo,
en levantado avance
ya tocaron la astronomía sin fin...

Estoy como en los ríos
que a pesar de correr sumisos a su cauce,
por su mortal marino abocamiento
también están ligados
a las aguas del mar donde se acendran.

Por la ventana que al morir dejaste
abierta en la penumbra,
he podido mirar
mi aventajada muerte
persiguiendo tus huellas espaciales,
y tengo la certeza de que me estoy rodando
indeteniblemente
en el hambre del vaso universal,
igual que el humo libre que la atmósfera atrae
y no puede, aunque quiera, regresarse a su lumbre.

Estoy seguro de que cada día
mi sangre que te busca, se evapora
ganando altura transformada en nubes,
y parte de mí
ya vuela en el espacio, emparentada.

Desde tu muerte, siento que te guardo
como un lucero íntimo
que medita en la noche de mi entraña,
disuelto como el azúcar en el orbe líquido
y que, muchas veces, te denuncias asomando
tu espiritual dulzor en mi saliva amarga.

Desde que tu voz, por el silencio amortajada,
dejó de hablar para encender palomas
sobre el árbol del viento, en que cantan
con insepultos ecos
la profunda madurez
del idioma flotante de tu ausencia,
yo palpo -al escuchar-
el molde vivo que en el aire horada
tu falta de materia, que es ternura
siempre en acecho que acaricia y roba.

Yo creo que tu cósmico deleite
es atraerme a tu pasión de vuelo,
a tu girar errante,
porque ya tu misión es recoger
esta fracción de ti que aún perdura
en el fluvial ramaje de mis venas.

No puedo definir dónde te encuentras,
pero sí te adivino circundante
en un arribo de alentada fuga,
que exacerba mis ansias en un filial apego
al resplandor sin luz de tus imanes.

¡Qué plenitud vacía
te dibuja en el fondo de mis ojos
que no te ven, pero que sí me permiten
que hasta la fuente de mis sueños bajes
y quedes a su impulso vinculado!

¡Cuánto tiempo de estar solo y contigo
habitándome a solas,
como la llama al fósforo en el letargo,
o a la uva, el espíritu del vino!

Yo soy una ambulante sepultura
en que reposa tu fugitiva permanencia
que me va madurando, lentamente,
hasta que mi energía entumecida
se adiestre en vuelo que recobre estrella.

Inmerso en mi conciencia desarrollas
un pensante silencio que se atreve
a conversar sin mí. Yo lo descubro
reviviendo recuerdos en mi oído:
es como el nacimiento de sollozos
que se produce cuando el agua cae
sobre la carne viva de las brasas.

Al derribarse tu estatura en polvo
formaste la marea
del vislumbre mortal que me obsesiona,
y no hay sitio, temor, espera o duda
en donde tú, como trasfondo en alba,
no finques la silueta de tu amparo.

En mi vigilia, a oscuras,
como los ciegos sigo con el tacto
los relieves que escribes en el papel nocturno,
y los capto agitados en asedio amoroso:
amor de un muerto que jamás olvida
la sangre que ha dejado trasvasada.

Yo quisiera que la imagen que de ti conservo
se azogara la espalda,
para mirar, siquiera unos instantes,
cómo el deslinde al incolor, desnuda
tu claridad auténtica de ángel.

martes, 18 de febrero de 2014

"Cuadernos (1957-1972)" de Cioran (7, y fin)

Desde siempre, mis relaciones con mi país han sido puramente negativas, es decir, que lo considero responsable de todas mis debilidades y todos mis fracasos. Me ha ayudado a no realizarme, ha favorecido mis defectos, es la causa de mi hundimiento. Seguramente soy injusto al pensar así, pero esa forma de pensar también se la debo a mi país...

El mayor placer que puedo experimentar es el de renunciar, el de negarme a asociarme con quien sea. Podría dar mi vida por una causa, a condición de no tener que defenderla. En cuanto alguien me pide que me adhiera y que suscriba una empresa que lleva a cabo, filosófica o de otra índole, prefiero romper mis relaciones con él antes que satisfacerlo. Que me exija cualquier cosa, salvo esa capitulación espiritual que consiste en entrar en un grupo y caminar con él, prietas las filas. Ya solo tengo en común con los hombres el hecho de ser hombre...

Al contrario de lo que se cree, las conversaciones interesantes, en las que se abordan los grandes problemas, no son fecundas, porque en ellas decimos todo y después ya no deseamos volver a abordar con tranquilidad los mismos temas y dilucidarlos. Un gran diálogo nos vacía para mucho tiempo, porque nos impide explotar por escrito.

Alguien a quien estimamos en particular nos resulta más próximo cuando comete algún acto indigno de él. Con ello nos dispensa del calvario de la veneración. Y a partir de ese momento experimentamos auténtico afecto por él.

Lo peor que hay en el mundo es el adulador. Podemos estar seguros de que, a la primera oportunidad, nos asestará un golpe, se vengará de haberse rebajado ante nosotros. Y como se rebaja ante todo el mundo...
Los aduladores son traidores, sin excepción. Siempre los he despreciado, pero no he desconfiado lo suficiente de ellos.
Para desgracia nuestra, soportamos mejor a un cumplimentero que a alguien que nos dice cosas verdaderas y, por tanto, desagradables sobre nosotros. Así, somos nosotros mismos los que favorecemos, los que alentamos, a nuestros peores enemigos.

El hombre al que podríamos matar sin pena: un "amigo" que nos haya adulado siempre y nos haya dejado sin que sepamos por qué.

Sin la idea de un universo fracasado, el espectáculo de la injusticia bajo todos los regímenes conduciría a la camisa de fuerza incluso a un indiferente.

Selección de la "Novena poesía vertical" de Roberto Juarroz (7, y fin)

46

Se ha perdido una nota.
No sabemos el compás ni la escala,
pero la obra se descompone hacia el poniente
como una flecha rozada al pasar por una pluma.

Se ha extraviado una línea.
No sabemos la figura o el cuadro,
pero la imagen se acorrala contra un borde
como una fiesta en cuyo centro cae un fruto negro.

Se ha borrado un matiz.
No sabemos en qué zona o qué mundo,
pero esa casi nada irreparable
lo hiere todo para siempre.


50

Somos el borrador de un texto
que nunca será pasado en limpio.

Con palabras tachadas,
repetidas,
mal escritas
y hasta con faltas de ortografía.

Con palabras que esperan,
como todas las palabras esperan,
pero aquí abandonadas,
doblemente abandonadas
entre márgenes desprolijos y yertos.

Bastaría, sin embargo, que este tosco borrador
fuera leído una sola vez en voz alta,
para que ya no esperásemos más
ningún texto definitivo.

"Mil veces de tu mano me he escapado ..." y "¡Oh sin ventura yo, oh mal nacido!...", sonetos de Hernando de Acuña ( y fin)

Mil veces de tu mano me he escapado        
y al punto de la muerte y fin venido,        
y tantas he tornado y te he seguido,        
Amor, y nunca quedo escarmentado;        

mil veces he propuesto y he jurado
de no seguir tu bando y tu partido,        
viéndome en tu poder triste y perdido,        
y tantas mi palabra y fe he quebrado.        

Ahora, en este trance y mal que siento,        
causado de tus manos crudamente,
bien justo era cumplir el juramento;        

mas, triste, ¿qué haré, que no consiente        
la dura suerte, el áspero tormento,        
que el siervo del señor se halle ausente?


¡Oh sin ventura yo, oh mal nacido!        
¿En qué estrella cruel vine a la tierra        
sujeto a tierno llanto, a dura guerra,        
a siempre amar sin serme agradecido?        

¿Cuál hado inexorable me ha traído
a las manos de un tigre, en que se encierra        
beldad del cielo y crueldad de tierra,        
mi alma en el abismo del olvido?        

¡Ay, enemigo cruel!, ¿y quién creyera        
que estaban en mi muerte conjurados
tan nueva ingratitud y tal crudeza?        

¡Ay vida, y tiempo, y horas mal gastadas!        
¡No quiera Dios que adore yo a una fiera        
que paga tanto amor con tal dureza!

jueves, 13 de febrero de 2014

Clara Janés, "Orbes del sueño" (2)

¿y si fuera solo
energía contenida en el vacío?


movimiento secreto
en el vacío
como un río corre
o se tiende como nieve
que no conoce horizonte
brisas orean
aguas fluctúan
cantan a la dia pénte los árboles
libres en el ser
pero dentro del yo
los no perceptibles
números del alma
el desasosiego de los microtonos
hasta que llega el acorde
y hace patente
semejanza y diferencia
anuncio de infinitos
que nos cruzan
o se alejan


ni es espectro el muerto
ni soplo el espíritu
fluctuaciones solo
esbozos
materia es la luz
correr más que la luz
sería arder
en la plenitud de las estrellas
vivas
¿cuál es el deseo?
llegar al límite
y quedar suspenso
en el desvanecerse
de los límites

Recorrido por "Sombra del Paraíso" de Vicente Aleixandre. Hoy "Mar del paraíso"

MAR DEL PARAÍSO

Heme aquí frente a ti, mar, todavía...
Con el polvo de la tierra en mis hombros,
impregnado todavía del efímero deseo apagado del hombre,
heme aquí, luz eterna,
vasto mar sin cansancio,
última expresión de un amor que no acaba,
rosa del mundo ardiente.

Eras tú, cuando niño,
la sandalia fresquísima para mi pie desnudo.
Un albo crecimiento de espumas por mi pierna
me engañara en aquella remota infancia de delicias.
Un sol, una promesa
de dicha, una felicidad humana, una cándida correlación de luz
con mis ojos nativos, de ti, mar, de ti, cielo,
imperaba generosa sobre mi frente deslumbrada
y extendía sobre mis ojos su inmaterial palma alcanzable,
abanico de amor o resplandor continuo
que imitaba unos labios para mi piel sin nubes.

Lejos el rumor pedregoso de los caminos oscuros
donde hombres ignoraban tu fulgor aún virgíneo.
Niño grácil, para mí la sombra de la nube en la playa
no era el torvo presentimiento de mi vida en su polvo,
no era el contorno bien preciso donde la sangre un día
acabaría coagulada, sin destello y sin numen.
Más bien, con mi dedo pequeño, mientras la nube detenía su paso,
yo tracé sobre la fina arena dorada su perfil estremecido,
y apliqué mi mejilla sobre su tierna luz transitoria,
mientras mis labios decían los primeros nombres amorosos:
cielo, arena, mar...

El lejano crujir de los aceros, el eco al fondo de los bosques partidos por los hombres,
era allí para mí un monte oscuro, pero también hermoso.
Y mis oídos confundían el contacto heridor del labio crudo
del hacha en las encinas
con un beso implacable, cierto de amor, en ramas.

La presencia de peces por las orillas, su plata núbil,
el oro no manchado por los dedos de nadie,
la resbalosa escama de la luz, era un brillo en los míos.
No apresé nunca esa forma huidiza de un pez en su hermosura,
la esplendente libertad de los seres,
ni amenacé una vida, porque amé mucho: amaba
sin conocer el amor; solo vivía...

Las barcas que a lo lejos
confundían sus velas con las crujientes alas
de las gaviotas o dejaban espuma como suspiros leves,
hallaban en mi pecho confiado un envío,
un grito, un nombre de amor, un deseo para mis labios húmedos,
y si las vi pasar, mis manos menudas se alzaron
y gimieron de dicha a su secreta presencia,
ante el azul telón que mis ojos adivinaron,
viaje hacia un mundo prometido, entrevisto,
al que mi destino me convocaba con muy dulce certeza.

Por mis labios de niño cantó la tierra; el mar
cantaba dulcemente azotado por mis manos inocentes.
La luz, tenuemente mordida por mis dientes blanquísimos,
cantó; cantó la sangre de la aurora en mi lengua.

Tiernamente en mi boca, la luz del mundo me iluminaba por dentro.
Toda la asunción de la vida embriagó mis sentidos.
Y los rumorosos bosques me desearon entre sus verdes frondas,
porque la luz rosada era en mi cuerpo dicha.

Por eso hoy, mar,
con el polvo de la tierra en mis hombros,
impregnado todavía del efímero deseo apagado del hombre,
heme aquí, luz eterna,
vasto mar sin cansancio,
rosa del mundo ardiente.
Heme aquí frente a ti, mar, todavía...

miércoles, 12 de febrero de 2014

"Cantos de Amor" de Ausias March, en traducción de Jorge de Montemayor, "Canto X"

CANTO X

No'm Pren axí com al petit

No soy como es el paje deligente,
que busca buen señor, y lo ha hallado:
quando haze frío le da lugar caliente,
y en el verano fresco y enrramado;
y tiénelo en tan poco el innocente,
que a tal señor como éste ha despreciado,
y viendo el mal camino, con mudarse,
trocar quiere su estado y mejorarse.
¡Ved cómo en su dolor podrá haver cura,
pues ha perdido el bien que posseía!
Bien vee, si no lo engaña su locura,
que no terná un estado qual tenía;
pues ¿qué hará con tanta desventura,
sino llorar el bien que allí perdía?,
pues s'engañó por sí, y es disparate
pensar que otro hallará que assí le trate.
Yo soy el que en invierno veo la gente
en grandes fiestas junto con su fuego,
y en nieve ando descalço, con la frente
al viento, y gozar pude aquel sossiego.
Sirvo un señor que mi servir no siente:
jamás sirvió, es libre, crudo y ciego,
y tiene un coraçón salvaje y crudo,
mas dize que faltarme nunca pudo.
Baxos desseos, señora, y fundamentos
son yervas que no ciegan mi sembrado,
que en este coraçón de vos prendado
jamás habitan viles pensamientos.

Poemas de Elías Nandino (6), "Nocturno cuerpo", poema recogido en "Poesía en movimiento"

NOCTURNO CUERPO

Cuando de noche, a solas, en tinieblas,
fatigado de no sé qué fatiga
se derrumba mi cuerpo y se acomoda
en la impasible superficie oscura
que le sirve de apoyo y de mortaja,
yo me tiendo también y me limito
al inerme contorno que me entrega,
a la isla de olvido en que se olvida.

Separado de él y en él hundido
recuerdo que lo llevo todo el día
como cárcel de fiebre que me oprime,
como labios que dicen otras frases,
como instinto que burla mis deseos
o acciones desligadas de mi fuerza;
pero al mirarlo así, rendido fardo
indiferente en su actitud de piedra,
tigre de bronce, charco de silencio,
columna de cinismo derribada,
ciega figura en su lección de muerte:
yo lo percibo como carne intrusa
como dolencia de una llaga ajena,
cómplice de un destino que no entiendo,
mudez que no lesiona mi palabra,
verdugo en anestesia secuestrado.

Y por eso al sentirme dividido
y a la vez por su molde aprisionado,
analizo, sospecho, reflexiono
que sus muros endebles que me cercan
son fuego en orfandad, tierra robada,
agua sujeta en venas sumergidas
y aire sin aire arrebatado al aire;
que soy un prisionero de elementos
en honda combustión, que están buscando
fundir los eslabones que los unen
para volver a la pureza intacta
del sitio universal donde eran libres:
la tierra pide su reposo en tierra,
el aire, su acrobacia transparente;
el fuego, la delicia de su llama;
y el agua: la blancura de su hielo,
su cauce, o el prodigio de ser nube.

Al lado de él, alado y enraizado,
lo toco, lo examino desde adentro:
interior de una iglesia ensangrentada,
góticos arcos, junglas musculares,
entretejida pulsación de yedras,
laberinto de lumbre de amapolas
y entraña de una cripta en que se esconde
el numérico albor del esqueleto.

Y yo en medio de juez y de culpable,
de rebelde invasor y de invadido,
de mirar que descubre y se descubre,
de unidad que contempla sus facciones,
de pregunta privada de respuesta,
de espectador que sufre en propia carne
el corporal desgaste de que brotan
sus crecientes acopios de agonía.

Si soy su dueño ¿por qué lo palpo extraño,
despegado de mí -sombra de un árbol-,
corteza sofocante de mi angustia,
vendaje que me oculta, ademe frágil,
imán que me atesora y me difunde,
materia que yo arrastro y que me arrastra?

Y estoy en él, presente, inevitable,
unido en el monólogo y la espera,
crecido en su reverso, y denunciado
por sus manos, sus ojos, sus pasiones,
la quemante ansiedad de sus delirios,
las brumas de sus tiempos de zozobra
y los relámpagos de su alegría.

De dentro a afuera, de raíz a ramas,
presiono, me sublevo, abro mis fuerzas
para cavar, para acabar los muros
que viven de tenerme prisionero;
pero un amor me nace y me detiene,
un fanatismo de vital amparo,
el apego del ánima y las células,
la intimidad de forma y contenido
acoplando sus ciegas superficies;
y me quedo conforme, sosegado
a la ajustada cárcel que me cubre
para seguir formando el mundo en fiebre
por el que siento que en verdad existo.

Agua, tierra, fuego y aire, en continua
aspersión de sus químicos halagos,
inmersos en la furia de sus hambres,
en escondida trabazón de empujes,
mandando y succionado sus mareas,
haciendo y deshaciendo lo que se inician,
comiéndose a sí mismos, recreando
el desnudo valor de su estructura
en pugnas, atracciones y repechos,
porque quieren, anhelan, buscan, labran
la persistente acción que les devuelva
el vuelo original que poseían.

Esta unión de elementos, este nido
de físicas batallas, de incesantes
reacciones, es mi solo respaldo,
el trágico venero de la fuerza
que me sostiene aún hablando a solas.

martes, 11 de febrero de 2014

"Cuadernos (1957-1972)" de Cioran (6)

Anoche, velada con los Beckett. Sam estaba en forma, locuaz incluso. Me contó que había pasado al teatro por azar, porque necesitaba un solaz, después de haber escrito novelas. No pensaba que lo que era una simple distracción o un ensayo fuese a cobrar semejante importancia. Ahora bien, añadió que escribir una obra dramática representa muchas dificultades, porque hay que limitarse y eso le intrigaba y le tentaba, después de la gran libertad, la arbitarriedad y la auténtica falta de límites de la novela. En una palabra, el teatro entraña convenciones: la novela ya no supone casi ninguna.

Repartimos nuestros libros entre nuestros amigos, ponemos dedicatorias afectuosas en ellos, creemos que van a leernos, que se apiadarán de nosotros o nos admirarán. Son errores. Lo único que habremos hecho es excitar su mal humor. En una palabra, ejemplares sacrificados.
... No obstante, en alguna parte un desconocido nos leerá religiosamente y esperará años antes de dirigirse a nosotros.

Si tuviera que elegir entre la ascesis y el desnfreno, me inclinaría por este último.
Por lo demás, también el desenfreno es una lucha contra la "carne"; abusa de ella, la extenúa y la empobrece. Además, llega a los mismos resultados que la ascesis por métodos diametralmente opuestos.

El dios cristiano no cesa de defraudarnos: promete lo que no puede cumplir, mientras que Zeus y sus comparsas, al no prometer nada, no podían defraudar. Eran a la vez protectores y enemigos, que tan solo toleraban en el hombre una forma de desmesura: en la desdicha. En todo lo demás, eran envidiosos, y una felicidad insolente de sus esclavos suscitaba inmediatamente su envidia salvaje. Todo esto resulta verosímil, concide con lo "real"... mientras que en el cristianismo estamos en la mentira, sublime seguramente, pero mentira igual.

Un texto cargado de citas, ¿qué prueba? ¿Modestia? ¿CObardía? ¿O competencia? Más que todo eso, un deseo de indicar que el tema no te concierne directamente.

Solo deberíamos salir de una lengua en raras ocasiones. Siempre que leo en francés o en alemán, siento que mi francés se tambalea. Hay que atenerse a un solo idioma y ahondar en su conocimiento de la mañana a la noche. Para un escritor francés, una conversación en su lengua con una portera es más provechosa que una plática con un gran sabio en una lengua extranjera.

Selección de la "Novena poesía vertical" de Roberto Juarroz (6)

38

No permitir que desborde el sueño
para evitar que su sustancia en bruto
rompa todos los cristales del mundo.

No permitir que desborde el silencio
para evitar que lo que está detrás
se vuelque con él y lo cubra todo.

No permitir que desborde el vacío
para evitar que las huellas sin nadie
enloquezcan a todos los caminos.

No permitir que desborde el amor
para evitar que su cuerpo inhallable
desmorone todos los otros cuerpos.

No permitir que desborde la vida
para evitar que su infiel laberinto
interrumpa la llanura impasible.

No permitir que desborde la muerte,
aunque se pierda la palabra escondida
y aunque nosotros también nos perdamos.


45

Cada crepúsculo resume,
no sabemos bien cómo,
los días que nos faltan.

Es como el adelanto de un suspiro,
una preparación para lo informe,
un contrabando de la espera.

Cada crepúsculo nos borra
un poco más de nuestro nombre.

Cada crepúsculo nos trae
un poco más de nuestra ausencia.

Hasta que cada uno aparece
como un punto de referencia
inventado por el crepúsculo.

"Puede en amor la discreción obrarse..." y "Amor, pues me guiaste a vela y remo...", sonetos de Hernando de Acuña

Puede en amor la discreción obrarse        
cuando se siente amor tibio o ligero,        
que no teme peligro el verdadero        
ni puede con razones desviarse.        

Es allegarse más el apartarse,
y el duro corazón más fuerte y fiero        
viene a encenderse más que de primero        
con lo que más espera remediarse.        

Por donde, en este mal tan congojoso,        
sufrir es el más sano regimiento,
pues otro que aproveche no se halla;        

y el que en buscar remedio es presuroso        
sé que vendrá a sentir lo que yo siento,        
que la salud más cierta es no buscalla.


Amor, pues me guiaste a vela y remo        
por el dichoso mar de la esperanza,        
¿cómo permites que de tal bonanza        
se levante fortuna en tal extremo?        

Si el grado en mi esperar fuera supremo,
pudiérasle bajar con tal mudanza,        
mas dime en qué fundaste tu venganza,        
si tanto no esperé cuanto ahora temo.        

Responder se me puede de tu parte        
que todo lo que digo y lo que siento
es tratar de razón do no hay ninguna;        

mas quiero en pago de esto asegurarte        
que nunca mudarán mi pensamiento        
tu bonanza jamás, ni tu fortuna.

jueves, 6 de febrero de 2014

Clara Janés, "Orbes del sueño" (1)


Empiezo a pensar en la necesidad de distinguir de poesía con matemáticas y poesía científica a la poesía con astronomía. Por ahora no. Este hermosísimo libro de Clara Janés, recién publicado por Vaso Roto, a finales de 2013, es tal vez su poemario con mayor tensión poética a la par que riqueza y transparencia de elementos de matemáticas, física y astronomía. Te recomiendo encarecida y jubilosamente que lo adquieras. Para animarte, te daré alguna muestra a cuentagotas, como es mi costumbre.

¿será la misma oscuridad
la que descienda
y penetre
y permita
en el interior
la visión de luz
la no visión
el retumbar pavoroso
de los espacios
abertales
de soledad
que cae y cae
y no hay escalada
ni escala
piramidal
sino sima
abierta
al fluir
de la nada?


¿dónde está la sirena
que canta
sentada sobre la esfera
de mi alma
desangrada
por la negación del tacto
del que está bajo la tierra
y solo en el perfume de las rosas
se manifiesta?


los muertos
regresan al origen
de la música
al número
y antes del número
ese punto a un tiempo
par e impar
y antes
no era silencio
que era una vibración
¿y cuando no había aire
dónde percutía?

Recorrido por "Sombra del Paraíso" de Vicente Aleixandre. Hoy "Los poetas"

LOS POETAS

¿Los poetas, preguntas?

Yo vi una flor quebrada
por la brisa. El clamor
silencioso de pétalos
cayendo arruinados
de sus perfectos sueños.
¡Vasto amor sin delirio
bajo la luz volante,
mientras los ojos miran
un temblor de palomas
que una asunción inscriben!
Yo vi, yo vi otras alas.
Vastas alas dolidas.
Ángeles desterrados
de su celeste origen
en la tierra dormían
su paraíso excelso.
Inmensos sueños duros
todavía vigentes
se adivinaban sólidos
en su frente blanquísima.
¿Quién miró aquellos mundos,
isla feraz de un sueño,
pureza diamantina
donde el amor combate?
¿Quién vio nubes volando,
brazos largos, las flores,
las caricias, la noche
bajo los pies, la luna
como un seno pulsando?
Ángeles sin descanso
tiñen sus alas lúcidas
de un rubor sin crepúsculo,
entre los valles verdes.
Un amor, mediodía,
vertical se desploma
permanente en los hombros
desnudos del amante.
Las muchachas son ríos
felices; sus espumas
– manos continuas- atan
a los cuellos las flores
de una luz suspirada
entre hermosas palabras.
Los besos, los latidos,
las aves silenciosas,
todo está allá, en los senos
secretísimos, duros,
que sorprenden continuos
a unos labios eternos.
¡Qué tierno acento impera
en los bosques sin sombras,
donde las suaves pieles,
la gacela sin nombre,
un venado dulcísimo,
levanta su respuesta
sobre su frente al día!
¡Oh, misterio del aire
que se enreda en los bultos
inexplicablemente,
como espuma sin dueño!
Ángeles misteriosos,
humano ardor, erigen
cúpulas pensativas
sobre las frescas ondas.
Sus alas laboriosas
mueven un viento esquivo,
que abajo roza frentes
amorosas del aire.
Y la tierra sustenta
pies desnudos, columnas
que el amor ensalzara,
templos de dicha fértil,
que la luna revela.
Cuerpos, almas o luces
repentinas, que cantan
cerca del mar, en liras
casi celestes, solas.

¿Quién vio ese mundo sólido,
quién batió con sus plumas
ese viento radiante
que en unos labios muere
dando vida a los hombres?
¿Qué legión misteriosa,
ángeles en destierro,
continuamente llega,
invisible a los ojos?
No, no preguntes; calla.
La ciudad, sus espejos,
su voz blanca, su fría
crueldad sin sepulcro,
desconoce esas alas.

Tú preguntas, preguntas…

miércoles, 5 de febrero de 2014

"Cantos de Amor" de Ausias March, en traducción de Jorge de Montemayor, "Canto IX"

CANTO IX

Sí com un rey de tres ciutats senyor

Un rey que tres ciudades posseía,
como la guerra siempre le pluguiesse,
jamás un su enemigo le vencía
qu'el rey también a él no le venciesse:
si en la mañana aquél lo destruía,
pagávalo a la tarde, y como fuesse
un fuerte capitán al otro junto,
las batallas del rey venció en un punto.

La guerra entr'ellos fue tan importuna,
que fue de sus ciudades despojado,
mas no quedó al contrario sino una,
las dos le dexó luego de su grado;
diole omenage el rey de cada una,
como el vencido a dar es obligado,
y en la otra le mandó que no le entrasse,
ni verlajamás suya imaginasse.
Por enemigo un tiempo a Amor tenía:
si un día por vencido dél quedava,
tornávale a vencer el mesmo día,
su grave pensamiento fuera echava.
Una hermosa dama, a costa mía,
en su socorro vino, y de muy brava;
del alma tres potencias me ha forçado,
dos me dexó, la otra me ha quitado.
Y no penséys que aplaze este bocado,
ni es malo de gustar en su manera:
a no pensarjamás en lo passado,
por muy sabroso y bueno lo tuviera.
Con ser vencido nadie se ha holgado,
mas ¿qué fuera de mí, si no lo fuera?
Su lança hinque en mí el Amor crudo,
pues dan lustre sus golpes en mi escudo.
Tomó, en siendo a su merced venido,
mi entendimiento (Amor) por consejero,
por alcayde el querer, y prometido
le han de ser cad'uno verdadero;
de la merced se acuerdan, y han querido
servir los dos lealmente, e yo lo quiero,
y no sabrán tampoco (a lo que siento)
que hagan contra Amor su fundamento.

Poemas de Elías Nandino (5), "Nocturno en llamas" (con matemáticas)

NOCTURNO EN LLAMAS (I y III recogidos también como I y II, respectivamente, en BÚSQUEDA ESPACIAL)

I

Antes de haber nacido, cuando apenas
en las galaxias era calofrío,
o sed en rotación por el vacío,
o sangre sin la cárcel de las venas;

antes de ser en túnica de arenas
un angustiado palpitar sombrío,
antes, mucho antes que este cuerpo mío
supiera de esperanzas y de penas:

ya buscaba tu nombre, tu semblante,
el disperso latir de tu vivencia,
tu mirada en las nubes esparcida;

porque, desde el asomo delirante
de mis instintos ciegos, tu existencia
era ya por mis ansias presentida.


III

¿Cuántas transmutaciones has pasado?
¿Cuántos siglos de luz, cuántos colores,
nebulosas, crepúsculos y flores
para llegar a ser, has transitado?

¿En qué constelaciones has brillado?
¿Después de cuántas muertes y dolores,
de huracanes, relámpagos y albores
la forma corporal has conquistado?

No puede concebir mi pensamiento
esa edad atmosférica que hicimos
en giratoria espera; mas yo siento

que milenios de lumbres anduvimos
esperanzados en el firmamento,
hasta unir este amor con que existimos.


V

En esta soledad de sombra pura,
de quietud en constante movimiento,
de mudez que enardece el pensamiento
en lucha negra con la noche oscura:

cabe todo el raudal de la amargura,
el río del mortal presentimiento,
la cóncava atracción del firmamento,
y el amor, el amor que me tortura.

En este pulso de tiniebla viva
en que el insomnio su vigor levanta
buscando conectar mis ansiedades,

puedo yo, con la ráfaga instintiva
del anhelo de amar que se agiganta,
vivir en un instante, eternidades.

martes, 4 de febrero de 2014

"Cuadernos (1957-1972)" de Cioran (5)

Los momentos superficiales en mi vida, los momentos histéricos, fueron aquellos en que la Historia contó más que nada... fue la época de mis extravíos.

Solo hay un problema: el de la muerte. Debatir sobre otra cosa es perder el tiempo, es dar muestras de una futilidad increíble.
... Eso es lo que las religiones han comprendido perfectamente. A eso se debe su superioridad sobre la filosofía.

Lo que no funciona en la Historia es que está escrito por profesores, personas pacíficas que describen vidas tumultuosas. Por un aparte, cuando personas de mentalidad activa, militante, se transforman en historiadores, son incapaces de respetar la verdad o simplemente de encaminarse hacia ella.

La sociedad es un sistema, un cuerpo de envidias.
No es fácil saber quién nos envidia. En principio, somos envidiados siempre que hacemos algo que a otro, conocido o amigo, le habría gustado realizar. Un desconocido no nos envidia o raras veces; la condición esencial para la envidia es que conozcan nuestra cara. Por eso, el que no se muestra, el que se esconde, no es objeto de ese sentimiento eminentemente natural y bajo.

La duda es el comienzo y tal vez el fin de la filosofía. Carnéades, en su célebre embajada a Roma, habló una primera vez en pro de la idea de justicia... y el día siguiente contra ella. Aquel día hizo su aparición la filosofía, hasta entonces inexistente en aquel país de costrumbres rudas y sanas. ¿Cuál es esa filosofía? El gusano en la fruta.
La filosofía, al menos en sus intenciones, no socava las virtudes, quiere preservarlas incluso, pero, en realidad, las debilita; más aún: solo puede nacer, si empiezan a vacilar. Y la filosofía les asesta, a su pesar, un golpe fatal a la larga.

Nuestro allegados son los menos propensos a reconocer nuestros méritos. Los santos siempre han sido "puestos en entredicho" por sus amigos y sus vecinos. No olvidemos que Buda tuvo los más temibles: su primo y solo después el diablo.
Solo contamos para quienes ignoran nuestros antecedentes.

Mi destino es el de acabar como un perro, me he dicho esta mañana al despertar. Como no tenía fuerzas para levantarme, he dejado vagabundear mi memoria y me he visto de niño trepando por las montañas de Rasinari. Un día me encontré con un perro que seguramente llevaba mucho tiempo atado a un árbol y que estaba tan flaco, tan transparente, tan vaciado de toda vida, que no pudo ladrar ni alegrarse de mi presencia. Solo tuvo fuerzas para mirarme sin moverse... sin embargo, estaba de pie. ¿Desde cuándo estaría allí? ¿No habría sido más caritativo matarlo a condenarlo a morir de hambre? Lo contemplé unos instantes y después, presa del miedo, huí.

Durante los últimos años de su alienación mental, Nietzsche, mudo, postrado, se pasaba horas mirándose fijamente las manos.
Como Macbeth después del crimen.

Carlos V era un culo de mal asiento, Felipe II, su hijo, se enclaustró en El Escorial.
Se hereda una tendencia a la exageración, pero no una forma de exageración.

Ayer, elección de Eugène para la Academia. Me dijo, aterrado, "Es para siempre, para la eternidad". Lo tranquilicé: "Qué va, piensa en Pétain, en Maurras, en Abel Hermant y algunos otros. Los expulsaron. Tú tal vez tengas también la ocasión de cometer algún acto de traición". Me contestó: "Entonces hay esperanza".

Selección de la "Novena poesía vertical" de Roberto Juarroz (5)

31

La soltura con que unas cosas sobresalen de las otras
e intercambian sus perfiles en esas precedencias,
vulnera los turnos de las igualdades y las desigualdades
y revela un azar más profundo
o por lo menos una ley más profunda del azar.

La altura de la rosa no es la altura de la piedra,
pero a veces la rosa la supera en su éxtasis.
La altura del hombre no es la altura de la lluvia,
pero su mirada suele ir más allá de las nubes.
Y a veces la luz aventaja a la sombra,
aunque la sombra tenga siempre el último turno.

Las jerarquías son una distracción del infinito
o quizá un accidente.
Las alturas se suplantan como torres que bailan,
pero todo cae desde la misma altura.


33


El pensamiento palpa el mundo
como un tacto suplente.
O tal vez titular.
Las cosas se tocan recién cuando se piensan.
Pensar el mundo es alcanzarlo.

Pero hay noches que crecen con exceso,
días descarnadamente lívidos
y algunos aprensivos claroscuros
donde necesitamos tocar las cosas con los dedos.

Tocar su cuerpo, por ejemplo,
como un tibio talismán contra la muerte.
O tocarse el propio rostro
para confirmar que aún no hemos desaparecido.

El pensamiento es también materia
y la materia pensamiento,
pero la agonía del hombre es todavía algo más.

Es tal vez otro tacto
que ordena sus funciones.


37

Inaugurar la tranparencia.
Ver a través de un cuerpo, de una idea,
de un amor, de la locura,
divisar sin estorbo el otro lado,
traspasar de parte a parte
el trompo ubicuo de ser algo.
No solo penetrar con el ojo en la roca
sino también salir por su revés.

Y algo más todavía:
inaugurar la transparencia
es abolir un lado y el otro
y encontrar por fin el centro.
Y es poder no seguir,
porque ya no es preciso,
porque una cosa deja de ser interferencia,
porque el más allá y el más aca se han unido.


Inaugurar la transparencia
es hallarte en tu sitio.

"Si a decirte verdad voy obligado..." y "Pareciéndome flores los abrojos...", sonetos de Hernando de Acuña

Si a decirte verdad voy obligado,        
don Martín, pues sé bien la de tu pecho        
y estás de mi amistad tan satisfecho        
cuanto yo de la tuya confiado,        

te amonesto que dejes el errado
camino por do vas, que a poco trecho,        
si le sigues, verás el mortal lecho        
que para el sueño eterno está guardado.        

No apacientes tu hato en la ribera        
del pequeño Sebeto, aunque te sea
agradable su agua y campo llano;        

mas huye de su ninfa Galatea,        
que, aunque es hermosa, es cruda, ingrata y fiera.        
No es Silvia, no, con su pastor Silvano.


Pareciéndome flores los abrojos,        
teniendo por atajo un gran rodeo,        
corrí tras la esperanza y el deseo,        
dejada la razón por los antojos;        

mas la miseria humana y sus enojos
me mostraron en fin mi devaneo        
de suerte que, no viendo, ahora veo,        
que, yendo a despeñarme, abrí los ojos.        

Desde entonces quedé considerando        
de cuán débil materia era el cimiento
donde fundé mil pensamientos vanos;        

y esfuerza mi flaqueza, procurando        
seguir con obras al entendimiento,        
mas, señor don Martín, somos humanos.