sábado, 27 de enero de 2007

De 'Espejos enfrentados'

ESCUCHO ARDER EL VIENTO


ESCUCHO arder el viento en mis oídos

y sé que está prendiéndose un incendio;

que a través de la noche el corazón

devora brasas y se pierde al borde

de un tiempo que se agota, y yo me quedo

viendo crecer el crepitar del alma.

Cuando todo mi mundo esté arrasado

s6lo las ruinas llevarán tu nombre,

sólo las piedras te recordaran.


Y yo me quedaré por fin tranquilo,

sin pena y sin memoria, y la ciudad

que recoge mi insomnio irá bebiendo

esta lluvia desnuda que es mi carne

hasta borrar el rastro de tu piel.

Qué extraño será todo. Qué distinto.

Un mundo donde el aire sea aire

y no el aliento que te va soñando

sobre el cuchillo de una voz callada.

Pienso en el ritmo roto de mi vida,

en el hombre que soy y que te busca

por las calles nocturnas del lenguaje.

Y sé que tu presencia le dio forma

al latir de mis manos y mis huesos,

aunque después. como una diosa incierta,

dejaras caer sal sobre mis ojos

y yodo en mis heridas, abrasándome,

para curar a fuego nuestro amor.

ÚLTIMO ANIVERSARIO


SE acerca el diez de julio y las palabras

que pensaba decirte se deshacen

como arena en el fondo de mi lengua.

Los días que transcurren y se alejan

son lágrimas a punto de quebrarse,

espejos de una vida que perdimos.

Pero aquí, en este patio, en este incendio,

a mitad de camino de la noche,

tejo las huellas que me van formando.


Los recuerdos desgranan cicatrices

sobre la piel del alma; y el futuro

espera agazapado como un gato

a punto de saltar por la ventana.

Todo tiembla y se nubla y se detiene,

y tú, mi amor, que hace un instante estabas

sobre mi pecho o sobre mi memoria,

eres la verde luz de una locura,

del dolor y el sentir que nunca cesa.

Cuando llega la noche vienen pájaros

con su dulzura eléctrica, y despacio

van tejiendo sus nidos en mi pecho,

tiran de mis arterias, de mis venas,

de mi carne desnuda como escarcha.

Pero yo no los siento. Pienso en ti,

pienso en el diez de julio que se acerca,

y en la angustia secreta de esperarte

justo como se esperan los milagros.

EL RUMOR DE LOS ÁLAMOS


LA condena es saber que se ha perdido

el rumor de los álamos en el fondo del bosque; que los días

presos bajo la voz del segundero

olvidaron su savia y su sentido,

la floración secreta que los hacía mágicos.

La condena es vender el corazón

para pagar el sueldo del lenguaje, y soportar

uno a uno los golpes de sus silabas,

mientras la voz se apaga

por la maltrecha calle del recuerdo.

El polen, mientras tanto, reproduce

su sonata de magias, y los vivos

aprenden a vivir sin descubrir la vida.

La maldición jamás irá con ellos, la condena

jamás camina con los niños buenos

que sueñan con mesura y abandonan el aire

cuando encajan de lleno el primer golpe.

Los demás, amor mío, no sabemos

cómo tapar la boca a las heridas que sangran;

se nos clava un aullido en el fondo del iris

que nos alza los párpados y ensucia

una a una las noches

hasta el frío afilado de la aurora.

Por eso estoy hablándote, y permito

que el aliento se pierda en el dolor del viento,

que el calor del pulmón bombee las frases

en sístoles de sangre, o en diástoles

de miedo. Y mientras tanto

vaya grabándose en la voz que calla

esta condena y esta melodía,

para enterrar en ella,

como una luz intensa,

todas las líneas donde te buscaba.

Y TODAS LAS PALABRAS

Y todas las palabras

cayeron de los labios, y el presente

se volvió una hojarasca de momentos eléctricos

de sueños impulsados por el mar del Otoño.

Lejos de ti mi corazón enciende

la belleza de Octubre, y el silencio

es una melodía que se escapa de las manos del tiempo.

Te quería, te quiero; el viento pasa

y se lleva el amor

al llevarse la vida.

Pero ahora qué importa, te has marchado

y yo también me marcharé algún día,

y el cristal de los años

se acabará rompiendo,

como se rompe el mar entre mis manos,

a mil kilómetros de ti,

en este puerto donde muere el Sur.

'Espejos enfrentados' es un poemario de Óscar Martín Centeno,
recientemente publicado en la colección ADONAIS.
Gracias, Óscar.

domingo, 21 de enero de 2007

Canción de cuna para dos niñas

Hay dolores que se inician

en el dibujo de un cuento de hadas

y terminan en unas medias negras

con un par de agujeros.

Soy aquella que ni es niña

ni quiere ser mujer,

porque demando a dentelladas del pasado

lo que por derecho el tiempo me debe.

¿Dónde está el precio de las niñeces arrebatadas?

¿Dónde está la corona de flores donde respira hoy la de espinas?

Hay momentos en los que imagino

que duermo entre mis propios brazos

y mi boca busca la cara de la niña

que sostengo.

Le canto al oído dulcemente

y siento su respiración caliente contra mi cara.

Las dos nos acunamos.

Pero se rompe mi sueño

cuando descubro una muñeca rota en el suelo.

Lucía Fraga en 'Nostalgia del acero', editado por Follas Novas.

miércoles, 3 de enero de 2007

Rayuela - Cap.7 (J.Cortázar)

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

Julio Cortázar
(Argentina-1914/1984)