La genética absurda de los ecos
no define al poeta, ni dá caza al gorila,
no resuelve el problema de la muerte,
ni dice nada nuevo: no incorpora
los últimos avances de la técnica
para hablar de los celos.
Tampoco sustituye o elimina
a los cajeros electrónicos
que me retienen cada tarde
pegado a la clepsidra del inodoro blanco,
o a la entrada del túnel sin retorno
de las imágenes televisivas.
—No le han dado más frutos al cerezo
los catódicos rayos, ni evitaron
que aquel tumor maligno
me dejara tan triste a Guillermina—.
Alonso Cordel, en Luna-Hiena, Colección Juan Alcaide, Ediciones del Excelentísmo Ayuntamiento de Valdepeñas, 1988.
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