miércoles, 24 de diciembre de 2008

Enhoramala en Patrañas

¿Si tenemos historia? ¡Claro que la tenemos! Ya guardamos una muerte de entre los nuestros: Nicolás Valencia Redondo. Hace unos días, con 30 años, voló para morir. Se borró a sí mismo, sí, pero no sus versos ni nuestra memoria.

Como recuerdo, tres poemas que recogimos en Psicópatas, por ahora. A ti y por ti, compañero.

A una posible vida

A Panero, loco con un gorrión en la mano

Ni toda la furia ni toda la inquina,
el lloro del maldito sólo bosqueja
la huella del gato que camina,
un leve trazo en vuestra teja.
Por eso, como un joven cadáver violado,
harto de silencio y fiebres
desea alzarse sobre el común dictado
para que al menos tú le nombres.
Del rumor errátil que le anima
surge clara la voz genuina.
¿Qué más sino gritarte queda?


Biografía en presente

Mudos los árboles,
rogué un límite a todo aquello
que turbaba mis días,
te exigí un equilibrio en las imágenes.
El lugar del equilibrio lo ocupó una niebla
tan llena de silencio y llagas
difíciles de sanar
que, insinuado el bosque, me adentré sin más.
Temeroso de no encontrar la salida
giré la espalda, viré la vista y
fue como con un gajo de limón
que brotó la lágrima perdida.
Oscuro se oye el coro,
estéril mi cordura,
ya jamás negaré lo que es mío
pues locos sois vosotros, nuevos muertos de oro.


Cuervos

Mientras siete caballos golpean mi vientre
alguien me grita qué es lo que debe ser.
Hoy tú te has maquillado los ojos, los labios y
yo desfallecería besándolos.
La tarde anterior me buscó el pánico y, agarrándome
de la mano, me susurró al oído: "preso".
Nunca barrotes tan frágiles ahogaron tanto,
¿cuándo el aire produjo asfixia?
¡Estás tan hermosa esta noche detrás de la barra!,
¡es tan cruel mi ilusión de no ser! Y, sin embargo,
ser no tiene vuelta de hoja.
Sólo una oportunidad y veinte cigarrillos mientras
te desmaquillas los ojos, los labios,
ya cansada de esperarme tras el vaso.
¿Cuándo han de morir los cuervos?

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