viernes, 5 de diciembre de 2008

Mallarmé en un verso

EL AZUR
Del azur que es eterno, la serena ironía
con indolencia bella, abruma cual las flores
al poeta importante que en su genio no fía
al través de un desierto, estéril, de dolores.

Con los ojos cerrados huyo, pero me mira
como un remordimiento de intensidad punzante.
¿Adónde huiré? ¿Qué noche, arrojaré, con ira
tan horrible y glacial, que su desdén espante?

¡Subid niebla! Verted nuestras cenizas mustias
con jirones de brumas en el cielo radioso
que del lívido otoño aumente las angustias
y edificad un techo, gigante y silencioso.

Y tú sal del Leteo y el limo miserable
Y en las pálidas cañas que en sus márgenes nacen
Recoge amado Tedio, con tu mano incansable,
y tapa los destrozos, que los pájaros hacen.

Y más aún, que sin tregua las tristes chimeneas
fumen, y de hollín, una cárcel errante
extinga en el horror de sus negras presas
a1 sol que en el ocaso, se pone agonizante.

Murió el cielo... Oh, materia! Derrama tú en mi pecho
el olvido del ideal cruel, y del pecado,
pues mártir soy, que viene a compartir el lecho
donde el rebaño humano, se revuelca extasiado.

Quiero, pues mi cerebro estéril no flamea
como candil de aceite dejado al pie de un muro,
y no sabe atraer la sollozante ídea,
marchar lúgubremente, hacia un final oscuro.

En vano el azur triunfa; yo presencio su gloria
en las campanas. Mi alma, también con ellas canta
para no amedrentarnos, con su inicua victoria
y los ángelus brotan de su humana garganta.

Y vibra entre la bruma que la luz no dispersa
tu nativa agonía, como aguda segur.
¿Dónde huir, en la revuelta inútil y perversa?
En todas partes veo, ¡Azur! ¡Azur! ¡Azur!

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