2
Hoy tampoco sé si yo te amé, querida Quiela:
así es la vida, corazón, nada hay que nos haga reflexionar más que los sentimientos. Aunque tú digas preferir la ontología.
3
El pequeño ciprés que compramos en el pueblo, querida Quiela, y que creció con Noné, se ha convertido en el único dueño del que fue tu jardín:
las rosas blancas, las princesas, decidieron morir hace más de dos años. Me acuerdo ahora porque nuestro hijo Noné, que fue quién las trajo debajo del brazo, ha venido a verme con los nietos, después de tanto tiempo. El benjamín, Jacobo, hace tus gestos, la misma forma de acariciar el aire y de besar las palabras, que parece que le apene dejarlas escapar.
Y tú que lo desconoces, querida Quiela.
Te prometo poner todo mi empeño en hablarte de él en estas cartas que nunca te enviaré y algún día leerás.
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