LOS NOMBRES
Albor. El horizonte
Entreabre sus pestañas
Y empieza a ver. ¿Qué? Nombres.
Están sobre la pátina
De las cosas. La rosa
Se llama todavía
Hoy rosa, y la memoria
De su tránsito, prisa,
Prisa de vivir más.
A largo amor nos alce
Esa pujanza agraz
Del Instante, tan ágil
Que en llegando a su meta
Corre a imponer Después.
Alerta, alerta, alerta,
Yo seré, yo seré.
¿Y las rosas? Pestañas
Cerradas: horizonte
Final. ¿Acaso nada?
Pero quedan los nombres.
Nos dijo Jorge hace un ratito, en ‘Más allá’(V) (‘Lo tan lejano que es/ Allá en sí mismo. Dádiva/ De un mundo irremplazable:/ Voy a por él a mi alma.’) que fuéramos a nuestra alma a encontrar lo lejano, lo ajeno. En III (‘Hacia mi compañía/ La habitación converge./ ¡Qué de objetos! Nombrados,/ Se allanan a la mente’) que le pongamos nombre. En VI (‘Toda la creación/ Que al despertarse un hombre/ Lanza la soledad/ A un tumulto de acordes’) que ahí nuestro despertar o nacer.
Así que, una vez claro dónde el más allá (lo ajeno), vuelta a empezar (el alba), vamos a por él, que sabemos cómo (los nombres). Nuevo alba, entonces. ¿Alba? No, más que eso: albor, que es todo lo dicho. En sus acepciones del DRAE:
albor.
(Del lat. albor, -ōris).
1. m. albura (|| blancura perfecta).
2. m. Luz del alba. U. m. en pl. con el mismo significado que en sing.
3. m. Comienzo o principio de algo. U. m. en pl. con el mismo significado que en sing.
4. m. Infancia o juventud. U. m. en pl. con el mismo significado que en sing.
Continuará...
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