Noches son días y noches
sin treguas, sin esperas.
Soy un mal absoluto,
un socavón en mis lisiadas facultades,
un ácido retortijón de instrucciones
que me hiere el vientre desde dentro.
Pongo mis vísceras encima del escritorio
y las miro sin contemplaciones.
Y espero.
Espero a ver si pasa alguien
que las tamice como a las lentejas
que se desahucian en el mármol.
Con un poco de suerte,
el resto
será todo un festín.
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