EL PRÓLOGO
Otra vez el día
Trajinante debe
Pasar por el puente
Previo de la prisa,
Que entre tantos riscos
-¡Oh recta feliz!-
Conduce hasta el quid
Del propio equilibrio.
¡Ay, cuántos rodeos
Rizan la artimaña
Que todo lo salva!
Pero mi secreto,
Mi secreto inhábil
Entre los relojes
Calla tan inmóvil
Que apenas si late.
No importa. ¡Perezcan
Los días en prólogo!
Buen prólogo: todo,
Todo hacia el poema.
Este prólogo del que nos habla Jorge no es únicamente el del libro del mundo, de la naturaleza, de la creación (omo usted prefiera nombrarlo); también es el del hombre. El hombre que ‘cada día/ Trajinante debe/ Pasar por el puente/ Previo de la prisa’ y ‘entre tantos riscos’ hasta hallar ‘el quid/ Del propio equilibrio’. ‘Ay, cuántos rodeos/ Rizan la artimaña/ Que todo lo salva!’
Y este hombre al que se refiere no es el intelectual, es el social: ‘Mi secreto inhábil/ Entre los relojes/ Calla tan inmóvil/ Que apenas sí late’.
(Sin explicarlo más, por ahora, cambio ‘si’ por ‘sí’, pues lo considero una errata.)
Era el día el que trajinante debía pasar por el puente previo de la prisa hasta alcanzar el quid del propio equilibrio. A pesar del término ‘propio’, esa expresión es íntegramente impersonal. Pero Jorge se atreve y dice que es su secreto inhábil el que entre los relojes (aquí el componente social) calla tan inmóvil que apenas sí late.
En fin, Jorge ante el prólogo del mundo (que a su razón escapa, o del que apenas a la orilla puede aproximarse) y el de sí mismo (que en sociedad le huye, se le escapa, lo pierde).
Doble conclusión. Por una parte ‘¡Perezcan/ Los días en prólogo!’, los del hombre hacia sí con tanta dificultad. Por otra: ‘Buen prólogo: todo,/ Todo hacia el poema.’ Este todo, la naturaleza.
Niega al hombre, afirma la creación (por creación digo la naturaleza y la inteligencia que hacemos de ella).
De esta naturaleza amada tamié forman parte las peidras y la abstracción (matemática, por ser redundante): ‘Que entre tantos riscos/-¡Oh recta feliz!’ Y me da por señalar una concexión no obvia entre el risco (natural) y la recta (abstracta), su acabamiento, su desarrollo terminado. Muchos siglos y vientos han de pasar para erosionar la cumbre. ‘Que entre tantos riscos/-¡Oh recta feliz!’ Qué envidia de ellos.
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