martes, 28 de julio de 2009

'Relieves', el poema de Jorge Guillén en Cántico recogido en Sobre Cántico

RELIEVES

Rendición: relieves.
¡Qué míos, qué puros
Todos! Uno a uno
Resaltan, ascienden.

Castillo en la cima,
Soto, raso, era,
Resol en la aldea,
Soledad, ermita.

En el río, niña,
Niña el agua verde,
Señorón el puente,
Y la aceña en ruinas.

La tarde caliza
Que fue polvareda
Se extrema, se entrega.
Diáfanas vistillas.

¡Oh altura envolvente!
Rondan los vencejos
Sin cesar. ¡Oh cercos!
Posesión: relieves.

Relieves. No calles rectas, no llanas carreteras; terrenos irregulares: relieves. Accidentes naturales (o geográficos) y humanos de relieve, se señalan. Qué naturales, qué puros. A ellos nos rendimos.
En el poema anterior decía Jorge: ‘Maderas no, prefiero el árbol vivo. ¡Oh, yo, Tarzán!’(con Leopoldo María Panero). Y ahora el hombre se molesta en proponernos una solución. ¿Cuál? La piedra. De piedra el castillo, de piedra la ermita, el puente…de piedra , como la aceña. Y si no es de piedra la aceña, está en ruinas. Así es como la festeja.
¿Recordáis aquel episodio de Hiperión (el de Hölderlin) en los montes de…acompañado de…celebrando las ruinas y el triunfo de la naturaleza sobre la mano del hombre? Bueno… vale…lo consulto.
[Minutos de desesperación en que doy el libro por perdido]
‘¡Ah! Esos valles muertos de la Élida, de Nemea y de Olimpia donde, recostados en las columnas de algún templo del olvidado Júpiter, rodeados de adelfas y siemprevivas, contemplábamos el salvaje lecho del río, y la vida de la primavera y el sol eternamente joven nos recordaban que también hubo hombres allí alguna vez, desaparecidos para siempre, que de la soberana naturaleza humana apenas queda allí algo más que el fragmento roto de un templo o una imagen de muerte en la memoria…’ Hiperión a Belarmino, cuarta carta, págs. 32 y 33 de la edición ya citada. Algún fragmento más acertado es que yo recuerdo, pero éste no va descaminado.
Pues de esto habla Jorge. Y hacia arriba, sí, simpre hacia arriba. (Aunque desde la cima en la que está el castillo hayamos descendido hasta el curso del río, la sensación de altura es imborrable, y es la que justifica la necesidad de ‘Escalas’ en el poema posterior.)
Pero más alto aún que el castillo, mano del hombre, están los vencejos, que rondan incesantes. ‘¡Oh cercos! Posesión: relieves’.
Este poema, por cierto, se lo he escuchado cantar a Candeal, en su disco Campo Grande. No tienen el vídeo correspondiente colgado en You Tube, ni la canción en su web, pero... amable y felizmente responden a mi petición en menos de un día, para solaz y regocijo de los lectores de Poesía Abierta. Maravillosa música, siempre, la de Candeal.

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