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Escribir es silenciar, querida Quiela:
hay quien lo dice. Y yo, últimamente, estoy algo de acuerdo.
Me quedan tantas cosas por escribir…, que no encuentro ya mentiras por las que dar inicio.
Pero estas dos últimas semanas, en las que he intentado perderte por completo, pensar en todo el daño y escarbar sólo en los malos recuerdos, me atormentan tanto y me las creo tampoco…
Y ya ves, me he puesto a escribirte para intentar silenciar esta voz que me atormenta. Y busco mentiras en las que silenciar las verdades que quiero que veas.
Realidades nuestras, querida Quiela, palabras que no quisiste oir o decir, hechos que no quisiste consumar u olvidar.
No sé por donde dar comienzo a la mentira. Y es que quiero que veas, pero no que sepas. Después de todo, este amor, querida Quiela, no es correspondido, y quiero que mires como cualquier extraño en mis entrañas. No me siento con fuerzas para permitir que hurgues con más profundidad. Ni te guardo confianza para permitirlo. Y en justa correspondencia a tus silencios y reproches, me toca callar. Callar con la palabra. No soy tan persistente en el dolor para no utilizarla.
Tú prefieres la eterna callada y la culpa, ¿verdad? ¡Qué a gusto te encuentras en la culpa!
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