miércoles, 16 de septiembre de 2009

'Querida Quiela'

29

Ha caído el ciprés, querida Quiela:

no sé qué clase de tormenta lo ha derribao, pero ha caído.

El jardín, descontada esta anomalía, sigue exactamente igual. Diría, por el contrario, que más alegre. Hay muertes, querida, que nos alegran, muertes necesariasque permiten el triunfo de la vida.

La sombra del ciprés era tan alargada… y tan pesada, que entristecía más la vida bajo su proyección que bajo el peso de su cuerpo derrotado.

Así es, querida. Ayer me ilusionaba ver crecer ese hijo nuestro y hoy me provoca cierto éxtasis su fallecimiento.

Recuerdo mucho a aquella anciana, Isabel, ¿la tienes? Nos traía dulces de castaña y almendra delirantes. Pobre vieja. Murió a la par que su hijo, al que deseaba la muerte desde años: “A ver si Dios me da el consuelo de llevarse a mi hijo. Me come el dinero y las entrañas. Ya no es un hombre, es un demonio. ¡Qué Dios se lo lleve!¡Qué me dé ese gusto de vivir sin él!”.

Y la pobre vieja arrastraba las piernas con la cabeza gacha. Llevando el jornal que tiraría su hijo.

¿Te acuerdas, Quiela?¿Te acuerdas?

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