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Qué voy, qué voy….Las cosas del querer.
Por más claridad (yo acabo de darme cuenta, pero te lo digo así), la nieve es una símbolo prodigioso para recoger en sí los propios de frío y cristal. ¿Hay que explicar que cada copo de nieve es un cristal y que está fresquito? Así, la nieve, cada verso, que tan lentamente llega, es el medio del poeta para mostrarse (cristal) tamizado por la inteligencia (frío). Y volvemos a decir: ‘Frío con cristal./ Los dos, transparentes,/ Hacia la verdad’.
‘Ven a ver. La nieve/ Cae más despacio’, ven a ver, el verso te dirá de mí.
Pero, ¿qué milagro es que el verso muestre al poeta? He buscado durante mucho tiempo (tanto que me ha dado ocasión de enterarme de que mi sobrino Antonio va a ser padre y me hará tío abuelo) pero no consigo hallar un verso que dice algo así como (y no cito textualmente porque no puedo): verso de papel, cárcel de papel, no encierras ni al poeta. Pues, en fin, hecha esta salvedad, de la que ni siquiera recuerdo quién es el autor, digo, no es un prodigio que el verso muestre al poeta. La poesía no sólo es capaz de encerrar al poeta: ‘¿El mundo es inmenso?/ Yo contigo aquí./ En tu abrazo gozo/ Del sumo confín. […] ¡Gracias! A soñar/ Tanto o más que ayer/ Con tu acogimiento/ Como una merced’. Y aún dice más: ‘Mi fortuna quiere/ Guardarme soñado/ Por los ojos míos/ Tu amor inmediato’: se felicita Jorge porque la poesía cumple tan fielmente el destino que él pretende para ella, que finalmente la poesía le abre los ojos a sí mismo y a la realidad que guarda en el verso como a un sueño, a un anhelo, una aspiración satisfecha.
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