martes, 13 de octubre de 2009

Seguimos comentando 'Con nieve o sin nieve', un poema de Jorge Guillén en Cántico

(Para leer el poema y lo que antecede del comentario sigue la etiqueta Sobre Cántico, si te mola, ¡eh!)

Otra hipótesis (¡más madera!, echa leña que se apaga): qué amante tan querida y tan próxima, desde nosotros que ve, variada y vivaz, qué opuesta al agua viva encarnada en ‘Los amantes’. Me da por pensar que este amor no es un congénere de nuestra especie. ¿Qué inclinanciones sexuales tenía Jorge? Que no, no va por ahí. Pienso en la poesía.
Cuando escribimos poesía, en todo momento, proponemos al lector (imponemos, más bien) que mire desde nosotros. Pero cuando el lector llega a presenciar la escena, el fuego es nieve y la intensa nevada en que nos aterimos y nos conmina a refugiarnos, ya es más leve, menos violenta, menos dura, más blanda, como el copo desordenado que es el verso, demorado, que varía de vivacidad: 1)Que vive mucho tiempo; 2)Eficaz, vigoroso; 3) Ardimiento o energía en las palabras; 4)Agudeza o perspicacia de ingenio; 5)Palabra que se suelta sin reflexión…Éstas y otras muchas cosas, en ocasiones complementarias y en otras en implicancia, en fin, son la poesía.

Personalmente, no creas que me siento satisfecho ni conforme con esta interpretación: me disgusta, me exaspera, pero es la que considero más cierta. ‘El manantial’ sitúa a la mujer en el extremo de la escala que alzamos al cielo (yo con Jorge: la escala, digo, sin saber adónde nos ha de llevar). Mujer como divinidad por su capacidad creadora, sí. Luego, en ‘Los amantes’ la sitúa más cerca de sí: piel con piel, más cerca imposible. Pero esta acercanza es temporal(no en el sentido de tempestad), pasajera (no en el sentido de viajera transeúnte): la luz, el día, la distancia, nos hace dudar de la realidad del amor. Y ahí, en la duda, la reflexión, la poesía.
Diré que en ‘El manantial’ veo al filósofo, al místico, al poeta, al matemático…, mientras que en ‘Los amantes’, al hombre.
Más: el ‘Ven a ver’ con el que Jorge abre el texto es idéntico al ‘Mirad bien’ que principia ‘El manantial’. Nos ha confundido el hecho de que allá habla en plural y por eso nos sentimos más nítidamente llamados que acá, pero, ¿para qué llamar en el texto a quien comparte nuestra realidad? No es éste el estilo de Jorge: a su madre se dirige en tercera persona en la dedicatoria inicial del libro y en ‘Los amantes’ habla de modo impersonal: el tú que emplea es reflexivo. La tercera persona es la indicada habitualmente en el libro. La tercera, porque relata a la segunda, a ti y a mí que le leemos. Cuando refiere la segunda persona en singular o plural, no hace otra cosa que solicitar nuestra complicidad explicitando que somos nosotros los destinatarios de sus poemas. ‘Ven a ver’, nos dice, tuteándonos con total descaro. ¡Ah!, nos sabe íntimos amigos. A sí se tutea reflexivamente en alguna ocasión, sí, pero principalmente a nosotros, sus lectores, y a la propia poesía, que somos la misma cosa. ‘Para mí varía/ Tu vivacidad.’
Continuará.

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