38
Nuestro nieto Jacobo ha vuelto de Zúrich, querida Quiela:
y ha condescendido a hacerme una visita.
Ya no es el niño aquél, inocente y reservado, que se nos marchó. Ha ganado mucho. Lo que no ha perdido son tus formas de abrazar y de besar las palabras.
Ahora es más resuelto. Se mueve con esa naturalidad de quien parece no prestar atención a lo que sucede a su alrededor porque mira más lejos. Pero es una falsa impresión. A este chico no se le escapa absolutamente nada.
Dice que nos convendría cambiar un poco la decoración, que se ha quedado anticuada y poco funcional. Que hay demasiados recuerdos flotando en el ambiente que sólo pueden provocar pesadumbre. Que cuando las plantas crecen hay que cambiarlas de tiesto.
Bueno, ya concretará. Tengo la impresión de que viene a quedarse, y no pienso discutírselo. Ni eso, ni nada. Con estos bríos que trae, yo me subo a la barca y le dejo que reme.
Le pregunté por nuestro hijo Noné y me respondió: “¿Quién?”.
Vamos a llevarnos muy bien. Espero que dure. En mi casa dispone de un espacio en el que desarrolarse. Me preocuparé de que saque partido a la biblioteca, que es muy buen poeta y no se puede perder.
Por cierto, le he cedido tu despacho. Alguien tiene que darle provecho. Yo casi no lo utilizo, me basto con el escritorio de mi habitación y los diccionarios.
¡Ups!, tendré que dejar alguno en la biblioteca. O comprar otros, mejor. Un diccionario inverso nos es muy útil a los dos.
Ciao, Quiela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario