martes, 9 de febrero de 2010

Terminamos el comentario de 'Todo en la tarde', poema del 'Cántico' de Jorge Guillén

(Para leer el poema y los antecedentes del comentario, sigue la etiqueta Sobre Cántico'.)

Pero, si ‘Atrevida un estrella/ luce a solas’ entre la multitud ‘¿Entonces?’…Si la ciudad invita al aislamiento del ser, ¿entonces? ‘Entonces se ensordecen/ Las sombras por los muros, / De su destino henchidos: / Muros en el crepúsculo’. Si el hombre se aisla en busca de su propia salvación, el hombre se emsombrece, a tal extremo queda degradado, y, por más, queda sordo en la prisión que por sí y para sí construye. ¡Ah!, entonces los muros son ciertamente muros, barerras que levantamos para separarnos de los demás. El momento en que se alcanza en plenitud el destino del muro es el crepúsculo, al fin de la jornada. Claro, ¿verdad? Si todos buscamos el aislamiento, el propio provecho, qué sostiene a la sociedad. Bueno, no sé si Jorge es tan político, jejeje, pero a esto apunta. Así es, por tanto, que al final, cuando los amarillos rayos del sol declinan y se acercan al rojo, cuando la luz que a todos nos alumbra tiende a apagarse y quedamos cada cual sumido en su propia sangre, que ‘Cristal no dejan ver/ Los balcones al sol’. Es otro modo de señalar el ocultamiento y el distanciamiento que imponen los muros. Por mejor decir, el ocultamineto y distanciamiento buscados, para los que nos servimos de los muros. En estas circunstancias, sordos nosotros, los rayos del sol no penetran en nos, no hay inteligencia que nos escrute. Y a vueltas con la perspectuva del cristal de balcón que hemos señalado ya en tantos momentos de Cántico, en esta oportunidad la visión es desde el exterior, de nuevo, pero esta vez el fulgor del cristal hace que no se vea hacia adentro y que desde afuera sólo veamos hacia fuera, hacía arriba, hacia el cielo: ‘Que inicia en los balcones/ La actualidad del cielo’, pero no para ver en esa gloria que prorrumpe otra cosa que los carmines en los que estallamos (cantan, dice, este Jorge que a todo da vuelta) y nubes, las mismas nubes que en la primera parte de este poema decíamos que nos limitaban.

En resumen, dice el poema que el hombre es un pobre bicho, un ser social al que la sociedad limita. Y que, entonces, él huye, busca mirar desde afuera y construirse su propia isla artificial de dicha, pero esta búsqueda del yo es una búsqueda que sólo nos conduce a volver a tropezar con las nubes, ¡cómo un hombre puede hallarse a sí mismo tan lejos de los demás hombres! He dicho.

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